El pasado mes de junio recibimos con sorpresa la noticia de la muerte de la directora paraguaya Renate Costa, de 39 años de edad. Costa dirigió y produjo numerosos documentales; sin embargo, la película por la que la conocimos, y llevamos en el corazón, es 108 Cuchillo de palo (2010), un relato personal que parte de la investigación de la muerte de su tío Rodolfo para abordar las relaciones familiares y hacer un retrato de la sociedad paraguaya.
«Asunción, una ciudad que le da la espalda al río», dice Costa al inicio de la película, acompañada por el sonido de un motor y la imagen del río Paraguay con la silueta de la ciudad al fondo, a la hora del crepúsculo. El motor puede ser el de una lancha o de un bote que se desplaza por el agua. La voz de la directora continúa, dice que le gusta venir al río para darle la espalda a la ciudad y mirar lo que ella no ve. Hay algo entre esa luz y esa oscuridad que todavía no logra comprender. Con esa introducción, Costa declara la intención de la película de mirar en los lugares oscuros que la sociedad ha preferido ignorar.
Continuando con la metáfora de la luz y la oscuridad, la siguiente secuencia se desarrolla al interior de un taller de herrería. Las chispas del soldador iluminan el cuarto oscuro. El tío Rodolfo fue el único de los hermanos que no aprendió el oficio de herrero del abuelo. Fue perseguido por ser homosexual durante la dictadura de Stroessner y un día apareció en su casa muerto. La película se propone dar cuenta de la investigación sobre lo que sucedió, más de 20 años después; un recorrido que permitirá ver, en el sentido amplio de la palabra, aquello que ha permanecido en la oscuridad.
El relato está narrado en primera persona por la directora, quien hace de guía de la investigación. - «No sé si voy a animarme a contarle a papá lo que le pasó a mi tío»- confiesa tras descubrir los registros de las varias detenciones policiales. La voz de Costa ocupa un lugar próximo al espectador, haciéndolo su cómplice y confidente.
Esta es la historia del tío de la directora, pero también la historia de un grupo de personas que por su preferencia sexual fueron perseguidas en un momento de represión política en Paraguay. El número 108 viene de una lista de homosexuales acusados de estar relacionados con un crimen; las personas que aparecieron en la lista fueron detenidas y torturadas. Esa no fue la única lista que se publicó durante los años de la dictadura ni el único episodio de abuso en contra de personas homosexuales. El tío de la directora fue señalado en una de esas listas y detenido en varias ocasiones.
El señalamiento contra las personas homosexuales no ha terminado en Paraguay y en la película se ven las huellas que ha dejado. El número 108 se sigue usando hoy como una ofensa, a pesar de que se ha olvidado de dónde proviene. Como lo muestra la película, el 108 se evita en la nomenclatura de las casas y se utiliza como insulto en graffitis callejeros. Pero las huellas de la intolerancia no sólo están afuera; la incomprensión es parte de la vida familiar. Costa nos da acceso a la intimidad que comparte con su padre, con quien tiene largas discusiones sobre su tío, sobre la familia y sobre lo que quiere decir ser homosexual.
La directora aparece frente a la cámara en varios momentos. Habla con personas que conocieron al tío y recorre los pasillos de las oficinas públicas en busca de las claves que le permitan adelantar su pesquisa. Pero los momentos en los que se siente más necesaria su presencia frente a la cámara es cuando aparece junto a su padre. Éste, hermano de Rodolfo, es un personaje importante en la historia; a través de él se entiende la relación de la familia con el tío. Con una visión del mundo muy distinta a la de su hija, le expone las razones que tuvo para actuar como lo hizo con su hermano. Las discusiones que se generan entre los dos sobre homosexualismo, sobre la religión, la familia y sobre la vida misma son una parte esencial del relato. En algunos momentos se podría decir que la historia del tío Rodolfo pasa a un segundo plano frente a la intensidad de las secuencias de los diálogos entre padre e hija. «Qué difícil es entendernos», dice ella después de un largo e incómodo silencio.
En esas discusiones se siente necesaria la presencia de la autora en el recuadro. Exponer las opiniones del padre seguramente no fue algo fácil; pero al estar los dos frente a la cámara, esa exposición se vuelve mutua y no un acto de señalamiento. Hay un profundo desacuerdo, pero hay también un intento por encontrarse. En ese sentido, el encuentro de los cuerpos en la pantalla es necesario.
Al final de la película Costa dice:«Cargué con la muerte de mi tío tanto tiempo que lo mantuve vivo. Ahora lo dejo ahí, en su esquina». Nos alejamos del sitio en el que él vivía, la lavandería que ocupa ahora esa esquina se ve cada vez más distante.
Esta película revisa un momento de la historia del Paraguay y pone en evidencia las continuidades que existen con el pasado, los prejuicios que no han desaparecido, a pesar de la democratización de las últimas décadas. Y lo hace a través de una historia familiar en la que afloran heridas que siguen abiertas.
Costa nos permitió con esta película recorrer las calles de Asunción, encontrarnos con sus vecinos, entrar en una intimidad familiar que, aunque no es la nuestra (así como no son nuestras calles ni nuestros vecinos) tiene tantas cosas en común con la nuestra, que nos reconocemos. Puede ser que para nosotros el número 108 sea un número cualquiera, pero conocemos muy bien los prejuicios, la discriminación y los silencios que carga consigo. ¡Gracias a Renate por esta valiente película que nos deja!
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RECORDANDO A RENATE COSTA
El pasado mes de junio recibimos con sorpresa la noticia de la muerte de la directora paraguaya Renate Costa, de 39 años de edad. Costa dirigió y produjo numerosos documentales; sin embargo, la película por la que la conocimos, y llevamos en el corazón, es 108 Cuchillo de palo (2010), un relato personal que parte de la investigación de la muerte de su tío Rodolfo para abordar las relaciones familiares y hacer un retrato de la sociedad paraguaya.
«Asunción, una ciudad que le da la espalda al río», dice Costa al inicio de la película, acompañada por el sonido de un motor y la imagen del río Paraguay con la silueta de la ciudad al fondo, a la hora del crepúsculo. El motor puede ser el de una lancha o de un bote que se desplaza por el agua. La voz de la directora continúa, dice que le gusta venir al río para darle la espalda a la ciudad y mirar lo que ella no ve. Hay algo entre esa luz y esa oscuridad que todavía no logra comprender. Con esa introducción, Costa declara la intención de la película de mirar en los lugares oscuros que la sociedad ha preferido ignorar.
Continuando con la metáfora de la luz y la oscuridad, la siguiente secuencia se desarrolla al interior de un taller de herrería. Las chispas del soldador iluminan el cuarto oscuro. El tío Rodolfo fue el único de los hermanos que no aprendió el oficio de herrero del abuelo. Fue perseguido por ser homosexual durante la dictadura de Stroessner y un día apareció en su casa muerto. La película se propone dar cuenta de la investigación sobre lo que sucedió, más de 20 años después; un recorrido que permitirá ver, en el sentido amplio de la palabra, aquello que ha permanecido en la oscuridad.
El relato está narrado en primera persona por la directora, quien hace de guía de la investigación. - «No sé si voy a animarme a contarle a papá lo que le pasó a mi tío»- confiesa tras descubrir los registros de las varias detenciones policiales. La voz de Costa ocupa un lugar próximo al espectador, haciéndolo su cómplice y confidente.
Esta es la historia del tío de la directora, pero también la historia de un grupo de personas que por su preferencia sexual fueron perseguidas en un momento de represión política en Paraguay. El número 108 viene de una lista de homosexuales acusados de estar relacionados con un crimen; las personas que aparecieron en la lista fueron detenidas y torturadas. Esa no fue la única lista que se publicó durante los años de la dictadura ni el único episodio de abuso en contra de personas homosexuales. El tío de la directora fue señalado en una de esas listas y detenido en varias ocasiones.
El señalamiento contra las personas homosexuales no ha terminado en Paraguay y en la película se ven las huellas que ha dejado. El número 108 se sigue usando hoy como una ofensa, a pesar de que se ha olvidado de dónde proviene. Como lo muestra la película, el 108 se evita en la nomenclatura de las casas y se utiliza como insulto en graffitis callejeros. Pero las huellas de la intolerancia no sólo están afuera; la incomprensión es parte de la vida familiar. Costa nos da acceso a la intimidad que comparte con su padre, con quien tiene largas discusiones sobre su tío, sobre la familia y sobre lo que quiere decir ser homosexual.
La directora aparece frente a la cámara en varios momentos. Habla con personas que conocieron al tío y recorre los pasillos de las oficinas públicas en busca de las claves que le permitan adelantar su pesquisa. Pero los momentos en los que se siente más necesaria su presencia frente a la cámara es cuando aparece junto a su padre. Éste, hermano de Rodolfo, es un personaje importante en la historia; a través de él se entiende la relación de la familia con el tío. Con una visión del mundo muy distinta a la de su hija, le expone las razones que tuvo para actuar como lo hizo con su hermano. Las discusiones que se generan entre los dos sobre homosexualismo, sobre la religión, la familia y sobre la vida misma son una parte esencial del relato. En algunos momentos se podría decir que la historia del tío Rodolfo pasa a un segundo plano frente a la intensidad de las secuencias de los diálogos entre padre e hija. «Qué difícil es entendernos», dice ella después de un largo e incómodo silencio.
En esas discusiones se siente necesaria la presencia de la autora en el recuadro. Exponer las opiniones del padre seguramente no fue algo fácil; pero al estar los dos frente a la cámara, esa exposición se vuelve mutua y no un acto de señalamiento. Hay un profundo desacuerdo, pero hay también un intento por encontrarse. En ese sentido, el encuentro de los cuerpos en la pantalla es necesario.
Al final de la película Costa dice:«Cargué con la muerte de mi tío tanto tiempo que lo mantuve vivo. Ahora lo dejo ahí, en su esquina». Nos alejamos del sitio en el que él vivía, la lavandería que ocupa ahora esa esquina se ve cada vez más distante.
Esta película revisa un momento de la historia del Paraguay y pone en evidencia las continuidades que existen con el pasado, los prejuicios que no han desaparecido, a pesar de la democratización de las últimas décadas. Y lo hace a través de una historia familiar en la que afloran heridas que siguen abiertas.
Costa nos permitió con esta película recorrer las calles de Asunción, encontrarnos con sus vecinos, entrar en una intimidad familiar que, aunque no es la nuestra (así como no son nuestras calles ni nuestros vecinos) tiene tantas cosas en común con la nuestra, que nos reconocemos. Puede ser que para nosotros el número 108 sea un número cualquiera, pero conocemos muy bien los prejuicios, la discriminación y los silencios que carga consigo. ¡Gracias a Renate por esta valiente película que nos deja!
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