En la cuarta entrega de este enorme especial nos vamos dando cuenta de la ruta del destino que va llevando a Madera Salvaje y, especialmente, al autor de este texto hacia Diario de viaje. Aquí se hace un recuento de esas sensaciones que llevan a un creador a hacer lo que hace y a defenderlo. Al mismo tiempo, el grupo de rebeldes va descubriendo cuáles son las batallas que hay que dar. La más importante era la del formato. Hoy, tantos años después, sabemos que el video ganó. ¿Y lo independiente?
Veinte horas no es nada (4): por qué el video independiente
Sobre Diario de viaje: antecedentes, carácter y no-repercusiones de un manifiesto
Santiago Andrés Gómez Sánchez
***
[quiero privilegiar el desborde, la desmesura, lo oceánico en la escritura]
Bueno, así nació Madera Salvaje. Y entonces cuando yo estoy pronto a viajar al Festival de Cartagena de 1995, el año del centenario del cine, han pasado unas cuantas cosas (justo he leído en esas tardes, en plena calle, con la boca abierta, casi de noche, el editorial de Luis en Kinetoscopio 29). Como crítico yo estoy no sé si en retirada, pero sí con una mirada que busca maridar o aparear la reflexión con la creación a partir de un mundo nuevo, siempre nuevo y siempre en ruinas. Veo la historia del cine como la coexistencia de ese par de edificaciones vistas bajo el sol iluminador de la planta sagrada, que te dice: sos más que tu nombre, hazte otro, o vive. Las balas nos pasan de cerca, Joche ha debido irse de Medellín amenazado por una traqueta celosa de que la Tiesa esté encoñada de alguien que ni la busca, un caballero, según quien lo conoce y sabe que el parcero es derecho y no gamín, como cuentan. Pero si gamín, él o una, gamines como el que más, yo estoy salido de la escuela papista seudo-libertaria y el día en que me voy doy gracias a Dios, me cruzo en las escaleras con la autoridad conforme y respetuosa del respetuoso inconforme y digo gracias diosa verdad, aquí no vuelvo.
Estamos jugados. Pienso que ir a Cartagena –fue un chispazo– no debe ser ya con la revista sino con lo que estamos pensando y discutiendo en estos últimos meses. Hay reuniones cada semana, en el Colombo, porque Paul nos ha abierto las puertas, en la Junta de Acción Comunal de Campoamor, porque él las ha cerrado, en mi casa de puertas abiertas, gracias pa, cuál va a ser la naturaleza del grupo, nos preguntamos, porque el nombre está decidido de antemano, y si no te gustó, ni discusión hay. Del Festival nos dicen que bien, nos piden fotos, nos piden los cargos, vamos a grabar un documental que yo pienso en la onda de Tokyo-Ga (Wim Wenders, 1985).
¿Qué hemos hecho ya en ese momento, qué es lo que tanto nos une? Sépanlo: estamos caídos con todos, no nos quieren sino los locos, algunos de la universidad privada y de la pública, de la Nacho, de la UPB, de la Universidad de Antioquia, de allí solo los locos, y otros de la calle, de los bares, de los estudios de rock en garajes, nada más ellos siempre, los que saben con nosotros dónde es El Hormiguero y quién es Amparo Alimaña. Para el resto, y hay que añadir que ya había algo de celebridad por cuenta de este servidor escribiendo en El Colombiano y hablando en la radio cada semana y con fama perdida de joven exquisito y requerido, somos casi la peste. Por ejemplo, una directora de tesis de la UPB les dice a Ana y Joche, quienes proponían entregar un documental como tesis, visionarios, adelantados: “ustedes quieren eso porque no son capaces de escribir más de diez páginas”. Años luego supe que eso es parte del colonialismo epistémico puro y duro de nuestro medio, que no sana solo asumiendo lo audiovisual, claro que no, pero que sí suele ver en la imagen un chéchere. La respuesta de Cruz: “a ver si ella es capaz de hablar con un bandido medio minuto”. “Y de entenderlo”, añado yo.
Hay siglos por desobedecer y están en tu boquita domada.
Grabábamos más de una cosa brava, así como digamos en grupo, yo mis bobadas o vanidades según el académico seriote que se burla del psicotrópico que lo educó, cosas como la lluvia de Ivens, el tiempo de los Lumière, no sé, de los inventores de algo, la luz de Edison, del Kinetoqué, sucia luz de conocimiento, forma y no “contenido audiovisual”. Las cosas que le gustaban a Wenders, sí, la sombra de las nubes pasando por la calle en una película de Ray, de Nicholas rey, tuerto en país de ciegos. Todo eso que algunos profes dicen que no es interesante, mejor dicho. O cosas que habría que relacionar, si no, con algo interesante (léase política), como por ejemplo, sí, la cárcel Bellavista. Eso sí mis compañeros lo registran al piso, como decíamos: a fondo. Incluso con Víctor Gaviria se va Ana Victoria, la Monja, que no es católica y no cree en la Inmaculada Concepción sino en Jesús conversador, a grabar y a hablar con los presos políticos, los milicianos y la tomba.
Claro que graba la sopa que dice el profe que no vale ver, pero como es en la cárcel, en “la casa de las penas”, y como allí se le dice rancho a la sopa –y quien sepa de lo que hablo sabrá que todo esto es cinefilia grado n–, entonces tal vez sí es más interesante (Campo hizo un documental sobre una cárcel que pone con el nombre salsero de la casa de las penas, buenísimo). Y si se coteja con mi video Un pajarito en la casa, de 1995, el almuerzo de una familia de clase alta, hombre, con seco o principio carnudo y sopa de tortilla, ahí sí todo es mucho más interesante, hasta el pajarito que se nos metió en la jaula familiar, sin decirle a pa. Así que yo hacía como un documental de contemplación íntima que sobaba hasta el vacío empírico de la realidad más implacable, esa de que todo vale por lo que se fue y ya no es, o sea que flotamos en el vacío carnudo y no somos sino una criatura o tortilla en caminata, a lo Marcel Marceau, pajarito que descansa perdido o mimo que nace, crece, que (tal vez) se reproduce y muere o se va, qué tal que no, pero que canta y calla, mientras mis amigos mostraban más directamente el rostro fiero de lo que es la política, que es justo no aceptar lo animal y solo encarnarlo sin querer con banderitas de nobleza, banderitas, digamos, de un ejército altruista, miliciana o tomba ley. Remito a Rodríguez Matos.
Perhaps it is time to reconsider the problem of foundations from the perspective of the ex nihilo without any further qualifications, that is, from the perspective of a thoroughly a-principial thought. That the nonfoundation of change is always the void would then mean that no political praxis/thought would be able to avail itself of necessary reason, even if this reason returns in the form of a stable, though contingent, image of the present (2017, 121).
(Tal vez sea el momento de considerar el problema de los fundamentos desde una perspectiva ex nihilo [salida de la nada] sin más calificativos, o sea, desde la perspectiva de un pensamiento del todo despojado de principios. El que la no-fundamentación del cambio sea siempre el vacío querría decir que no hay pensamiento y praxis política capaces de sustentarse sobre una razón necesaria, incluso si esa razón vuelve en la forma de una imagen estable, aunque contingente, del presente.).
Se trata de asumir que tanto el sano constructivismo en ciencias sociales, por ejemplo, como toda iniciativa transformadora, ya sea la acción revolucionaria radical o simplemente una postura o una movilización progresistas, moderadas, no podrían defender ninguna orientación sino como valores parciales (relativos) sustentados fuerte o precaria, pero falazmente –con perdón de todos–, en el propio vacío de fundamentos o contingencia del ser que ese propio constructivismo y otras corrientes teóricas postulan –también el feminismo y más que nada lo cuir–. Esto, según lo argumenta Rodríguez, en tanto dinámica social delirante y hoy casi ineludible por las caóticas y tóxicas consecuencias de su discurso liberal (los nuevos fundamentalismos), es efecto intensificado del paso de la soberanía de la corona al pueblo heterogéneo en la Revolución Francesa, lo cual apenas inscribe o inocula en la historia, como disfunción operativa, o en la práctica política, un vacío que ya había advertido, por ejemplo, y enseñado a aprovechar, Maquiavelo, con escabrosa lucidez, aprendan. Pero, es decir, y esto ya es de mi cosecha, parce, en términos cognitivos: sépase primero, como advierte Camus, que todo es absurdo. Porque, además, lo bonito es eso, home, sentido comunal de la poesía, ¿no has visto? Como flor o constelación nueva que se descubre. Aquello dice esto y no esto, y el fondo es negror. Nuestro nombre es hija arruga.
(¿Cuál fue el primer nombre del río Amazonas, por qué nuestro empeño en llamarlo así?).
O bien, si quieren compromiso –y esperanza en un futuro–, sepan lo que hay antes y a lo que se llega, lo que hay: a nada, o a tanto y tan bueno que es nada, más bien, porque es ley de vida, si se quiere, principio de realidad caleña, la rumba se acaba (Caicedo, 2012, 142).
Lo que vive es la música.
Ahí sí podemos hablar y ejercer justicias sobre aquel que lo merezca, y ya usted dirá a quién se privilegia: si a la intrusa que te va a chuzar asustada o a la dignataria que se quedó con la plata de los niños hambrientos, si al llamado que no vino ni hizo por los que le pedimos ayuda o al mandado que detonó el paquete, opciones hay muchas. Esto es: ahí sí podemos, si se quiere, recibir bala como estrategia pacifista de guerra, saber morir. Salga usted a marchar y verá lo que se encuentra hoy mismo, como lo sugiere Radiohead en Karma Police, que terminó por ser un himno cantado en voz bajita de mi generación: “Esto es lo que encontrarás cuando te metas con nosotros”. Al fin, yo sé que soldados somos y que el poder la tiene clarita al respecto (véase Punishment Park [Peter Watkins, 1971]: todo esto, la masacre de Kent y cosas parecidas, “se repetirá las veces que sea necesario”).
Vamos al punto.
Andrés Montoya Restrepo graba y edita Eclesiastés 4, 1 (1995). ¿Y qué vemos en ese documental? Por algo, al final de ese año (nuestro annus mirabilis o “año de las maravillas”), Luis Alberto Álvarez, después de haberlo visto como jurado de los Premios Visión de la escuela papista seudo-libertaria, y ya bien lejos de mí, le dirá a algunos allegados que al parecer Madera Salvaje, en últimas, sí va a ser necesaria o importante para la ciudad. En esos días yo ya estaré tejiendo la edición de Diario de viaje que mi padrino nunca vio. Pero es que Eclesiastés 4, 1, obra de un demonio que se quita la máscara de Dios, es la tapa, la boca de la Caja de Pandora, el último sentido infame de toda esperanza sabia, y necia.
Sobre eso podemos seguir luego, no tanto sobre lo que nos alimentó, sino sobre el fruto mismo, el cantío de la obra.
Un puñadito de videos en esos tiempos, mallugados, y una rielera después, ya distantes.
En este cortometraje de Gómez Sánchez, de 2015, el segundo episodio de su serie Humanidad, se ven algunas imágenes de los primeros trabajos de Madera Salvaje y de una de las reuniones finales del grupo. Fue/es, en su propia forma y ritmo, y también por su contenido, aquello en lo que ha devenido ese pasado.
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VEINTE HORAS NO ES NADA: POR QUÉ EL VIDEO INDEPENDIENTE (04)
En la cuarta entrega de este enorme especial nos vamos dando cuenta de la ruta del destino que va llevando a Madera Salvaje y, especialmente, al autor de este texto hacia Diario de viaje. Aquí se hace un recuento de esas sensaciones que llevan a un creador a hacer lo que hace y a defenderlo. Al mismo tiempo, el grupo de rebeldes va descubriendo cuáles son las batallas que hay que dar. La más importante era la del formato. Hoy, tantos años después, sabemos que el video ganó. ¿Y lo independiente?
Veinte horas no es nada (4): por qué el video independiente
Sobre Diario de viaje: antecedentes, carácter y no-repercusiones de un manifiesto
Santiago Andrés Gómez Sánchez
***
[quiero privilegiar el desborde, la desmesura, lo oceánico en la escritura]
Bueno, así nació Madera Salvaje. Y entonces cuando yo estoy pronto a viajar al Festival de Cartagena de 1995, el año del centenario del cine, han pasado unas cuantas cosas (justo he leído en esas tardes, en plena calle, con la boca abierta, casi de noche, el editorial de Luis en Kinetoscopio 29). Como crítico yo estoy no sé si en retirada, pero sí con una mirada que busca maridar o aparear la reflexión con la creación a partir de un mundo nuevo, siempre nuevo y siempre en ruinas. Veo la historia del cine como la coexistencia de ese par de edificaciones vistas bajo el sol iluminador de la planta sagrada, que te dice: sos más que tu nombre, hazte otro, o vive. Las balas nos pasan de cerca, Joche ha debido irse de Medellín amenazado por una traqueta celosa de que la Tiesa esté encoñada de alguien que ni la busca, un caballero, según quien lo conoce y sabe que el parcero es derecho y no gamín, como cuentan. Pero si gamín, él o una, gamines como el que más, yo estoy salido de la escuela papista seudo-libertaria y el día en que me voy doy gracias a Dios, me cruzo en las escaleras con la autoridad conforme y respetuosa del respetuoso inconforme y digo gracias diosa verdad, aquí no vuelvo.
Estamos jugados. Pienso que ir a Cartagena –fue un chispazo– no debe ser ya con la revista sino con lo que estamos pensando y discutiendo en estos últimos meses. Hay reuniones cada semana, en el Colombo, porque Paul nos ha abierto las puertas, en la Junta de Acción Comunal de Campoamor, porque él las ha cerrado, en mi casa de puertas abiertas, gracias pa, cuál va a ser la naturaleza del grupo, nos preguntamos, porque el nombre está decidido de antemano, y si no te gustó, ni discusión hay. Del Festival nos dicen que bien, nos piden fotos, nos piden los cargos, vamos a grabar un documental que yo pienso en la onda de Tokyo-Ga (Wim Wenders, 1985).
¿Qué hemos hecho ya en ese momento, qué es lo que tanto nos une? Sépanlo: estamos caídos con todos, no nos quieren sino los locos, algunos de la universidad privada y de la pública, de la Nacho, de la UPB, de la Universidad de Antioquia, de allí solo los locos, y otros de la calle, de los bares, de los estudios de rock en garajes, nada más ellos siempre, los que saben con nosotros dónde es El Hormiguero y quién es Amparo Alimaña. Para el resto, y hay que añadir que ya había algo de celebridad por cuenta de este servidor escribiendo en El Colombiano y hablando en la radio cada semana y con fama perdida de joven exquisito y requerido, somos casi la peste. Por ejemplo, una directora de tesis de la UPB les dice a Ana y Joche, quienes proponían entregar un documental como tesis, visionarios, adelantados: “ustedes quieren eso porque no son capaces de escribir más de diez páginas”. Años luego supe que eso es parte del colonialismo epistémico puro y duro de nuestro medio, que no sana solo asumiendo lo audiovisual, claro que no, pero que sí suele ver en la imagen un chéchere. La respuesta de Cruz: “a ver si ella es capaz de hablar con un bandido medio minuto”. “Y de entenderlo”, añado yo.
Hay siglos por desobedecer y están en tu boquita domada.
Grabábamos más de una cosa brava, así como digamos en grupo, yo mis bobadas o vanidades según el académico seriote que se burla del psicotrópico que lo educó, cosas como la lluvia de Ivens, el tiempo de los Lumière, no sé, de los inventores de algo, la luz de Edison, del Kinetoqué, sucia luz de conocimiento, forma y no “contenido audiovisual”. Las cosas que le gustaban a Wenders, sí, la sombra de las nubes pasando por la calle en una película de Ray, de Nicholas rey, tuerto en país de ciegos. Todo eso que algunos profes dicen que no es interesante, mejor dicho. O cosas que habría que relacionar, si no, con algo interesante (léase política), como por ejemplo, sí, la cárcel Bellavista. Eso sí mis compañeros lo registran al piso, como decíamos: a fondo. Incluso con Víctor Gaviria se va Ana Victoria, la Monja, que no es católica y no cree en la Inmaculada Concepción sino en Jesús conversador, a grabar y a hablar con los presos políticos, los milicianos y la tomba.
Claro que graba la sopa que dice el profe que no vale ver, pero como es en la cárcel, en “la casa de las penas”, y como allí se le dice rancho a la sopa –y quien sepa de lo que hablo sabrá que todo esto es cinefilia grado n–, entonces tal vez sí es más interesante (Campo hizo un documental sobre una cárcel que pone con el nombre salsero de la casa de las penas, buenísimo). Y si se coteja con mi video Un pajarito en la casa, de 1995, el almuerzo de una familia de clase alta, hombre, con seco o principio carnudo y sopa de tortilla, ahí sí todo es mucho más interesante, hasta el pajarito que se nos metió en la jaula familiar, sin decirle a pa. Así que yo hacía como un documental de contemplación íntima que sobaba hasta el vacío empírico de la realidad más implacable, esa de que todo vale por lo que se fue y ya no es, o sea que flotamos en el vacío carnudo y no somos sino una criatura o tortilla en caminata, a lo Marcel Marceau, pajarito que descansa perdido o mimo que nace, crece, que (tal vez) se reproduce y muere o se va, qué tal que no, pero que canta y calla, mientras mis amigos mostraban más directamente el rostro fiero de lo que es la política, que es justo no aceptar lo animal y solo encarnarlo sin querer con banderitas de nobleza, banderitas, digamos, de un ejército altruista, miliciana o tomba ley. Remito a Rodríguez Matos.
Se trata de asumir que tanto el sano constructivismo en ciencias sociales, por ejemplo, como toda iniciativa transformadora, ya sea la acción revolucionaria radical o simplemente una postura o una movilización progresistas, moderadas, no podrían defender ninguna orientación sino como valores parciales (relativos) sustentados fuerte o precaria, pero falazmente –con perdón de todos–, en el propio vacío de fundamentos o contingencia del ser que ese propio constructivismo y otras corrientes teóricas postulan –también el feminismo y más que nada lo cuir–. Esto, según lo argumenta Rodríguez, en tanto dinámica social delirante y hoy casi ineludible por las caóticas y tóxicas consecuencias de su discurso liberal (los nuevos fundamentalismos), es efecto intensificado del paso de la soberanía de la corona al pueblo heterogéneo en la Revolución Francesa, lo cual apenas inscribe o inocula en la historia, como disfunción operativa, o en la práctica política, un vacío que ya había advertido, por ejemplo, y enseñado a aprovechar, Maquiavelo, con escabrosa lucidez, aprendan. Pero, es decir, y esto ya es de mi cosecha, parce, en términos cognitivos: sépase primero, como advierte Camus, que todo es absurdo. Porque, además, lo bonito es eso, home, sentido comunal de la poesía, ¿no has visto? Como flor o constelación nueva que se descubre. Aquello dice esto y no esto, y el fondo es negror. Nuestro nombre es hija arruga.
(¿Cuál fue el primer nombre del río Amazonas, por qué nuestro empeño en llamarlo así?).
O bien, si quieren compromiso –y esperanza en un futuro–, sepan lo que hay antes y a lo que se llega, lo que hay: a nada, o a tanto y tan bueno que es nada, más bien, porque es ley de vida, si se quiere, principio de realidad caleña, la rumba se acaba (Caicedo, 2012, 142).
Lo que vive es la música.
Ahí sí podemos hablar y ejercer justicias sobre aquel que lo merezca, y ya usted dirá a quién se privilegia: si a la intrusa que te va a chuzar asustada o a la dignataria que se quedó con la plata de los niños hambrientos, si al llamado que no vino ni hizo por los que le pedimos ayuda o al mandado que detonó el paquete, opciones hay muchas. Esto es: ahí sí podemos, si se quiere, recibir bala como estrategia pacifista de guerra, saber morir. Salga usted a marchar y verá lo que se encuentra hoy mismo, como lo sugiere Radiohead en Karma Police, que terminó por ser un himno cantado en voz bajita de mi generación: “Esto es lo que encontrarás cuando te metas con nosotros”. Al fin, yo sé que soldados somos y que el poder la tiene clarita al respecto (véase Punishment Park [Peter Watkins, 1971]: todo esto, la masacre de Kent y cosas parecidas, “se repetirá las veces que sea necesario”).
Vamos al punto.
Andrés Montoya Restrepo graba y edita Eclesiastés 4, 1 (1995). ¿Y qué vemos en ese documental? Por algo, al final de ese año (nuestro annus mirabilis o “año de las maravillas”), Luis Alberto Álvarez, después de haberlo visto como jurado de los Premios Visión de la escuela papista seudo-libertaria, y ya bien lejos de mí, le dirá a algunos allegados que al parecer Madera Salvaje, en últimas, sí va a ser necesaria o importante para la ciudad. En esos días yo ya estaré tejiendo la edición de Diario de viaje que mi padrino nunca vio. Pero es que Eclesiastés 4, 1, obra de un demonio que se quita la máscara de Dios, es la tapa, la boca de la Caja de Pandora, el último sentido infame de toda esperanza sabia, y necia.
Sobre eso podemos seguir luego, no tanto sobre lo que nos alimentó, sino sobre el fruto mismo, el cantío de la obra.
Un puñadito de videos en esos tiempos, mallugados, y una rielera después, ya distantes.
https://www.youtube.com/watch?v=djUNcOvmr1o&t=5s
En este cortometraje de Gómez Sánchez, de 2015, el segundo episodio de su serie Humanidad, se ven algunas imágenes de los primeros trabajos de Madera Salvaje y de una de las reuniones finales del grupo. Fue/es, en su propia forma y ritmo, y también por su contenido, aquello en lo que ha devenido ese pasado.
Primera entrega
Segunda entrega
Tercera entrega
Cuarta entrega
Quinta entrega
Sexta entrega
Séptima entrega
Octava entrega
Obras citadas
Caicedo, A. (2012). Que viva la música. Alfaguara.
Rodríguez M., J. (2017). Writing of the Formless. José Lezama Lima and the End of Time. Fordham University Press.
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