The Balcony Movie (2021), del experimentado documentalista polacoPaweł Łoziński, premio del jurado en la Semana de la Crítica de Locarno, se inscribe en una tradición de películas realizadas bajo marcos de ventanas y balcones como Là-bas (2006). de Chantal Akerman, los diarios filmados de David Perlov o la más reciente Malintzin 17 (2022), de Mara y Eugenio Polgovsky.
Más allá de una estética contingente derivada de la pandemia del COVID-19 habría que advertir en estos ejercicios un gradual despojo formal del autor-vigía; cámaras apoyadas sobre alfeizares ofician como vigilantes de atalayas, filman la transitoriedad del mundo: el paso de las estaciones o las impresiones de los cuerpos sobre el paisaje mirado, tanto autor como espectador comparten la contemplación. En el caso de la película de Łoziński, él mismo lanza desde su balcón, en una desolada calle de Varsovia, preguntas a los transeúntes. Él busca un héroe, un relato entre la rémora cotidiana furtiva pero los habitantes de la urbe en ocasiones le ignoran, otros le siguen el juego, a veces hay atisbo de un personaje: un expresidiario en busca de trabajo, una anciana viuda que lamenta el súbito fallecimiento de su marido o una paleadora de nieve que nos advierte con su presencia el reducto tangible del tiempo condensado.
En The Balcony Movie, Łoziński pregunta por el sentido de la vida, de la identidad, del devenir, mientras filma marchas de chauvinistas incendiarios y niños que se quedan absortos observando la cámara y el micrófono de caña de su balcón. Cada transeúnte es un augurio de película potencial, la hermenéutica de lo cinematográfico permite que la otredad encandile nuestros devaneos solipsistas, así las contestaciones directas de algunas de las personas que pasan por el barrio de Łoziński podrían movilizarse como preguntas detonadoras de nuevos sentidos de aproximación ¿Por qué filmamos lo que filmamos? ¿Qué derecho tenemos de apropiarnos por un instante de la fotogenia del otro para condensarla en el palimpsesto del soporte, ya sea fotoquímico o digital? ¿Dónde termina el mirón y comienza el autor? Łoziński alecciona la supuesta organicidad de su mirada cenital suspendida en el pavimento de la calle con la música frágil y mínima de Jan Duszynski, contrastando los cruces entre primavera e invierno, la ausencia y lo habitado, la búsqueda de una narrativa con la entrega sutil al abandono de una posible prometida fabulación que no llega pero que está latente en la vida de cada ser humano que dirige la mirada hacía su balcón de vigía expectante.
En una secuencia filma a una anciana que retira la nieve del andén por el cual transitarán, en unos instantes, las futuras tentativas de héroes de su búsqueda estática. La anciana, con problemas para respirar, retira la nieve como segando un campo de trigo,Łoziński observa desde el calor de su refugio, uno que el expresidiario envidia con melancolía, uno quisiera que el autor tomara la pala y sumergiera los pies en la nieve pero pronto vendrán otros transeúntes, otros posibles héroes con la clave central para el recetario de la vida cotidiana.
Entre tanto buscar una película, el andén se ha rebosado de nieve nuevamente.
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OBSERVAR COMO UN CONSTANTE IRSE - CINE AL ESTE (02)
Sobre The Balcony Movie, de Paweł Łoziński
V Festival de cine de Europa Central y Oriental
https://www.alestfestival.com/co
The Balcony Movie (2021), del experimentado documentalista polaco Paweł Łoziński, premio del jurado en la Semana de la Crítica de Locarno, se inscribe en una tradición de películas realizadas bajo marcos de ventanas y balcones como Là-bas (2006). de Chantal Akerman, los diarios filmados de David Perlov o la más reciente Malintzin 17 (2022), de Mara y Eugenio Polgovsky.
Más allá de una estética contingente derivada de la pandemia del COVID-19 habría que advertir en estos ejercicios un gradual despojo formal del autor-vigía; cámaras apoyadas sobre alfeizares ofician como vigilantes de atalayas, filman la transitoriedad del mundo: el paso de las estaciones o las impresiones de los cuerpos sobre el paisaje mirado, tanto autor como espectador comparten la contemplación. En el caso de la película de Łoziński, él mismo lanza desde su balcón, en una desolada calle de Varsovia, preguntas a los transeúntes. Él busca un héroe, un relato entre la rémora cotidiana furtiva pero los habitantes de la urbe en ocasiones le ignoran, otros le siguen el juego, a veces hay atisbo de un personaje: un expresidiario en busca de trabajo, una anciana viuda que lamenta el súbito fallecimiento de su marido o una paleadora de nieve que nos advierte con su presencia el reducto tangible del tiempo condensado.
En The Balcony Movie, Łoziński pregunta por el sentido de la vida, de la identidad, del devenir, mientras filma marchas de chauvinistas incendiarios y niños que se quedan absortos observando la cámara y el micrófono de caña de su balcón. Cada transeúnte es un augurio de película potencial, la hermenéutica de lo cinematográfico permite que la otredad encandile nuestros devaneos solipsistas, así las contestaciones directas de algunas de las personas que pasan por el barrio de Łoziński podrían movilizarse como preguntas detonadoras de nuevos sentidos de aproximación ¿Por qué filmamos lo que filmamos? ¿Qué derecho tenemos de apropiarnos por un instante de la fotogenia del otro para condensarla en el palimpsesto del soporte, ya sea fotoquímico o digital? ¿Dónde termina el mirón y comienza el autor? Łoziński alecciona la supuesta organicidad de su mirada cenital suspendida en el pavimento de la calle con la música frágil y mínima de Jan Duszynski, contrastando los cruces entre primavera e invierno, la ausencia y lo habitado, la búsqueda de una narrativa con la entrega sutil al abandono de una posible prometida fabulación que no llega pero que está latente en la vida de cada ser humano que dirige la mirada hacía su balcón de vigía expectante.
En una secuencia filma a una anciana que retira la nieve del andén por el cual transitarán, en unos instantes, las futuras tentativas de héroes de su búsqueda estática. La anciana, con problemas para respirar, retira la nieve como segando un campo de trigo, Łoziński observa desde el calor de su refugio, uno que el expresidiario envidia con melancolía, uno quisiera que el autor tomara la pala y sumergiera los pies en la nieve pero pronto vendrán otros transeúntes, otros posibles héroes con la clave central para el recetario de la vida cotidiana.
Entre tanto buscar una película, el andén se ha rebosado de nieve nuevamente.
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