Este texto es resultado de las jornadas del taller de crítica cinematográfica impartido por Juan David Cárdenas, ejecutado y organizado por el Bogotá International Film Festival en su edición del 2023.
Caracoles sobre una mujer con sombrero alado: Los tótems de la cultura popular y la alta cultura
¿Quiénes somos en las reuniones familiares? ¿El anfitrión, el alma de la fiesta, a quien no desean invitar por malos tragos, o el que recoge el desorden que otros dejan a su paso? Tótem (2023) es una película mexicana escrita y dirigida por Lila Avilés. Desde la perspectiva de Sol, una imaginativa y sensible niña de ocho años, nos encontramos con una historia conmovedora acerca de una familia mexicana contemporánea. Esta celebrará el cumpleaños y una metafórica despedida a Tonatiuh, el padre de Sol.
La cotidiana celebración, de la que se desprenderán un sinfín de historias, nos hará repasar ciertos conceptos como el amor, la pérdida y la familia. A partir de brechas familiares delineadas por inocentes frases sexistas, o por el salario que gana la chamana reconocida en el círculo social pero no la empleada doméstica, se delineará la jerarquía social dentro de la familia. La película realiza no solo una radiografía de la cultura mexicana, sino latinoamericana en ciertas esferas. Lo que sorprende es el lugar desde donde lo hace, pues en esta obra de Avilés los niños son personajes que sorprenderán a los adultos, otorgándoles visos de magia en su travesía, tan inevitable y dolorosa, hacia los cambios de la vida.
Totem comienza en un baño público, en donde Sol y su madre bromean con una peluca y una nariz de payaso. No obstante, la búsqueda de la protagonista empieza en el momento en el que se encuentra de camino a casa de sus abuelos a ver a su padre Tonatiuh, por el cumpleaños de este. Lucía, la madre de Sol, y ella contienen la respiración al pasar por un túnel y piden un deseo, en una especie de juego. Sol entonces le confiesa a su madre que su deseo es que su papi no muera. A partir de este momento, las risas, la peluca de payaso y los globos de colores que rodean a Sol, toman un tono completamente distinto al que nos imaginamos al principio del relato.
Para este punto, nos volcamos en el dolor de la protagonista, ya que Sol y su madre no han visto a Tonatiuh, debido a una enfermedad que lo mantiene recluido en la casa del abuelo de Sol. Casi como personajes silenciosos, el dolor y la muerte aparecerán de vez en cuando en la pantalla, con un particular tinte de inocencia y más precisamente, de belleza. Lo anterior se ve reflejado en la escena en donde los rostros de Lucía y Sol, junto a los globos de colores, desaparecen en la oscuridad del túnel y reaparecen segundos más tarde, vaticinando un juego permanente de resplandor y penumbra, juventud y madurez y, finalmente, vida y muerte.
Más tarde, Sol y su madre llegan a la casa de su abuelo y Cruz abre la puerta. Cruz es la empleada doméstica, la enfermera del padre de Sol y una de las pocas amigas de la protagonista. Cruz entra con Sol de la mano y la reciben su tía, Nuri, y su prima. En seguida, la prima de Sol, un poco menor que ella y quien se encuentra en la parte superior de la alacena, le lanza un banano al rostro. En esta primera escena, nos percatamos de inmediato del lugar que ocupan Sol y su núcleo familiar dentro de la casa y del lugar que ocupa su prima, quién espacialmente se encuentra sobre ella.
Adicionalmente, en esta misma escena, la prima de la protagonista obstaculiza la mitad del plano y vemos a la pequeña Sol minimizada por una silueta sin rostro que, al estar tan próxima de la cámara, luce como un monstruo de voz aguda y siniestramente dulce que lanza objetos desde lo alto. Este plano reafirma esta perspectiva trágica, algo cómica e infantil dentro de la película. No es casualidad que Sol lleve para ese momento una nariz y una peluca de payaso. Esta y otras secuencias, visualmente manifestarán quién es Sol en la casa de sus abuelos: una especie de bufón o comodín, que llega de vez en cuando, como una invitada que tratan con más condescendencia que cariño.
Otra escena que nos evidencia el papel de Sol dentro de su familia es en la que ella, conflictuada por no poder ver a su papá, sale al jardín. Allí divisa la ostentosa fiesta que le están brindando a su padre, en la que él no se encuentra. En medio de las risas, el bufé, la decoración premeditadamente rústica, pero en la que su familia se ha gastado una gran suma de dinero, uno de los invitados comienza a burlarse de Sol filmándola con un dron.
Esta secuencia nos mostrará, al igual que otras, que Sol no es parte de la fiesta y tampoco del espacio en el que esta se desarrolla. Debido a su dolor, se exilia así misma en la parte deshabitada de la casa: el techo. Excluida visualmente por un universo al que no desea pertenecer y que divisa desde lo alto, tal y como el astro resplandeciente al que hace referencia su nombre. Por otro lado, los espacios no solo representan el rol de cada personaje dentro del relato, sino también las tensiones familiares y socioeconómicas dentro de la casa. Desde el momento en el que comienza la fiesta, se define el contraste entre lo que ocurre adentro y afuera, y quiénes simbolizan o representan cada espacio.
Tonatiuh se encuentra en el interior de la casa junto a Cruz, quién intenta ayudarlo a levantarse de la cama en medio de la penumbra. Afuera, en la fachada, en lo que es merecedor de mostrar, los invitados, en medio de flashes fotográficos y licor, celebran y conversan. En la parte exterior, también se encuentra la hermana de Tonatiuh, derrochando en atenciones para aparentar el dinero que tiene la familia para la celebración, pero no para las medicinas de su hermano. Esta división muestra la máscara social con la que la familia se cubre en el momento en el que llegan los invitados a la casa.
Otra escena en la que se muestran desde el espacio las brechas divisorias de la familia es el momento en el que Nuri se baña con su hija. Ambas se encuentran cubiertas de espuma, mientras Sol está sentada sobre el inodoro intentando distraerse con una planta que tímidamente decora el baño. Imagen que nos hace recordar la primera escena de la película, en donde Sol se encuentra en el baño público y es afanada por una desconocida. No obstante, sería incorrecto confundir el papel de Sol con el de una víctima; Sol usa su curiosidad por el mundo como una forma de enfrentar la incertidumbre y representa una heroína que se rebela en pequeños, pero significativos actos.
Esta naturaleza curiosa la podemos ver en un elemento relevante dentro de esta escena y a lo largo de la película: un caracol que Sol encuentra sobre la planta del baño. Sol juega y se entretiene junto a un caracol, creando un universo que coloniza con sus manos al no sentirse parte del espacio o de su propia familia. Este universo, es armonizado por su camisa rosa que, al igual que ella, ilumina no solo el plano, sino que también contrasta con los colores opacos que representan a la familia a lo largo de la película y que la separan desde el mismo resplandor que la caracteriza.
Así también, la figura y la presencia del caracol, al igual que diversos insectos, representarán a Sol, a sus padres y el lugar que estos ocupan dentro del orden social en la casa de su abuelo. El caracol nos conduce a una de las escenas más importantes dentro de la película, donde Sol sale al Jardín y toma varios caracoles. En seguida, por un corte que parece haber sido escrito de manera literaria, nos encontramos con una imagen peculiar: vemos un puñado de caracoles invadiendo lentamente un paisaje de praderas y en seguida, arrastrándose sobre una mujer de sombrero alado, incapaz de gritar por estar atrapada en una pintura que tal vez se nos haga conocida.
Después, vemos que Sol pregunta a otra de sus tías, Alejandra, por qué ha removido los cuadros que pintó su padre. Allí comprendemos que, de algún modo, Sol se ha vengado de su tía y de sus parientes, colocando los minúsculos animales sobre los cuadros de la casa. También reparamos en el hecho de que la figura del padre de Sol intenta ser removida por su tía y reemplazada por réplicas de cuadros reconocidos, que su tía ubica intencionalmente en el pasillo.
A lo anterior se contrapone la presencia de Sol, quien se encuentra varias veces enmarcada por animales de colores relucientes o por árboles que la rozan con sus ramas. A su vez, es casi adornada cinematográficamente, mediante planos detalle de sus manos, o de su rostro, que revelan su conexión con la naturaleza, incluso en un espacio donde parece no tener un lugar concreto o relevante, al igual que los pequeños animales que la rodean.
Otro de los elementos significativos dentro de la película, es el pastel que Nuri decora para la fiesta: un cuadro con la noche estrellada de Van Gogh. Este, además de reforzar el estatus cultural que esta familia se desea atribuir, también consigue reconciliar ciertos dolores, que algunos de los personajes traducen en adicciones, costumbres y resentimientos. En esta secuencia, Nuri no se encuentra satisfecha con cómo quedó el pastel y después discute con su hermana Alejandra.
Instantes más tarde, su hija la ayuda a decorarlo y le dice que no desea verla beber más. Para este punto, de nuevo la película revela el carácter de los pequeños, instintivo y a la vez tan sensible al mundo adulto. La hija de Nuri, quiebra o resignifica tensiones y logra en cierta medida, reconciliar brechas generacionales dentro de la familia. El pastel de Van Gogh entonces se contrapone con el regalo que le obsequia su esposa a Tonatiuh: un cilindro de madera repleto de semillas de tamarindo, con el que él puede armar figuras sobre las sábanas. Figuras infinitas que logran ver Lucía, Sol y Tonatiuh, mostrando la sensibilidad que los une como familia y que les permite ver la belleza incluso en el dolor.
Llega, entonces, la secuencia más importante, en la que Tonatiuh recibe la sorpresa que Sol y su esposa planeaban darle. Sol se encuentra sobre los hombros de Lucía y cubre su cuerpo y el de su madre con una manta, para fusionarse como un mismo sujeto. Allí, Sol comienza a simular cantar una ópera con una nariz y peluca de payaso, la misma de la que su prima se burló al principio de la película. Este género musical no es una elección al azar, ya que la ópera representa la alta cultura, es decir el deber ser o la aspiración que desean alcanzar sus tías y los parientes de Tonatiuh por medio de réplicas. Con este acto, Sol, representando la cultura popular o artesana y disfrazada de payaso, se burla de la alta cultura, se burla de su familia, haciendo muecas y gestos graciosos en medio del aria que interpreta.
La secuencia final será definitiva: en primer lugar, los invitados entonan un feliz cumpleaños a Tonatiuh, pero quien se encuentra frente a las velas del pastel dentro del plano, no es él, sino su hija, Sol. El sonido del canto poco a poco se distorsiona, creando un sonido intangible, que, como la vida de Sol, se irá transfigurando a partir de ese momento. La sonrisa de Sol también se transforma en una mueca indescifrable y nos conduce, abruptamente y de manera siniestra, a la escena final: el cuarto vacío de Tonatiuh, ocupado ahora por un único huésped, una mantis religiosa, que, en las primeras escenas de la película, Tonatiuh acariciaba suavemente al intentar tomar un baño. En conjunto, los elementos que componen esta escena resultan desgarradores, puesto que nos brindan un final desde la ausencia, resolución que aleja de manera decisiva el dramatismo. No vemos a Sol y a Lucía llorando, no vemos el ataúd o las flores.
Sin embargo, comprendemos que el deseo que Sol pide en el comienzo al atravesar el túnel no se realiza, ya que no la vemos soplar las velas y vemos la habitación de Tonatiuh vacía. Esta ausencia que, imaginamos, siente Sol con la pérdida de su padre, la vemos simbolizada por la habitación y por la mantis religiosa, que de cierto modo representa a Tonatiuh. Este habita durante la película un espacio que lo excede y en el que algunas veces es percibido como un insecto. Como una presencia insignificante en la ostentosa casa e invisible ante los ojos de algunos de sus parientes. La mantis religiosa se presenta en un primer momento, para revelarse ante Tonatiuh, como una chispa de belleza en medio del dolor. Al final, esta se presenta con el mismo objetivo, pero ante los ojos del espectador, quien decidirá si es un símbolo de aceptación o un insecto más que se confunde con la alfombra de la habitación.
Mientras la luna, la noche y la oscuridad ocultan, el sol aclara, revela y brinda el paso de un nuevo día, incluso en el inframundo, como se menciona durante la película. No es casualidad que el nombre de la protagonista sea Sol, un personaje que con su visita delata distintas dinámicas, que en la oscuridad tal vez no distinguimos, y que es capaz de brillar y de manifestar perfección incluso en los lugares más sombríos.
Esta película nos mostrará que no solo somos quien recoge el desorden que otros dejan, o quien fuma en las reuniones familiares a escondidas, sino un mosaico de dolores y de divisiones entre quienes deseamos ser y entre quienes realmente somos. Lo anterior, amenizado de algún modo por la presencia de los niños, que mientras espían sesiones terapéuticas o pequeños exorcismos, les recordarán a los personajes que, incluso en la angustia de la adultez hay un relámpago de vida.
Finalmente, el tótem de ambas familias diferirá: para quienes habitan la casa el tótem es una colección de cuadros de mujeres con sombrero alado o bonsáis cuidadosamente podados, entre otros objetos de consumo. Por el contrario, el tótem que representa a Sol y a sus padres son: los caracoles que, aunque parecen solitarios, llevan su hogar a todas partes y el artesanal cilindro de madera. Este último refleja la condición única que poseen como familia Lucía, Tonatiuh y Sol: el dulce asombro que tenemos al ser niños por sorprendernos con cosas insignificantes y la capacidad de percibir magia incluso en la pérdida y el dolor. Esta perspectiva les permite hallar, en un puñado de semillas de tamarindo, un caleidoscopio de posibilidades, descubriendo formas invisibles para los demás personajes. A diferencia de otras películas en donde intuimos en qué momento llorar, esta duele de manera cruda, nos duele desde la ausencia, cortándonos ciertos romanticismos y sembrando muchos otros.
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CARACOLES SOBRE UNA MUJER CON SOMBRERO ALADO (TALLER BIFF)
Este texto es resultado de las jornadas del taller de crítica cinematográfica impartido por Juan David Cárdenas, ejecutado y organizado por el Bogotá International Film Festival en su edición del 2023.
Caracoles sobre una mujer con sombrero alado: Los tótems de la cultura popular y la alta cultura
¿Quiénes somos en las reuniones familiares? ¿El anfitrión, el alma de la fiesta, a quien no desean invitar por malos tragos, o el que recoge el desorden que otros dejan a su paso? Tótem (2023) es una película mexicana escrita y dirigida por Lila Avilés. Desde la perspectiva de Sol, una imaginativa y sensible niña de ocho años, nos encontramos con una historia conmovedora acerca de una familia mexicana contemporánea. Esta celebrará el cumpleaños y una metafórica despedida a Tonatiuh, el padre de Sol.
La cotidiana celebración, de la que se desprenderán un sinfín de historias, nos hará repasar ciertos conceptos como el amor, la pérdida y la familia. A partir de brechas familiares delineadas por inocentes frases sexistas, o por el salario que gana la chamana reconocida en el círculo social pero no la empleada doméstica, se delineará la jerarquía social dentro de la familia. La película realiza no solo una radiografía de la cultura mexicana, sino latinoamericana en ciertas esferas. Lo que sorprende es el lugar desde donde lo hace, pues en esta obra de Avilés los niños son personajes que sorprenderán a los adultos, otorgándoles visos de magia en su travesía, tan inevitable y dolorosa, hacia los cambios de la vida.
Totem comienza en un baño público, en donde Sol y su madre bromean con una peluca y una nariz de payaso. No obstante, la búsqueda de la protagonista empieza en el momento en el que se encuentra de camino a casa de sus abuelos a ver a su padre Tonatiuh, por el cumpleaños de este. Lucía, la madre de Sol, y ella contienen la respiración al pasar por un túnel y piden un deseo, en una especie de juego. Sol entonces le confiesa a su madre que su deseo es que su papi no muera. A partir de este momento, las risas, la peluca de payaso y los globos de colores que rodean a Sol, toman un tono completamente distinto al que nos imaginamos al principio del relato.
Para este punto, nos volcamos en el dolor de la protagonista, ya que Sol y su madre no han visto a Tonatiuh, debido a una enfermedad que lo mantiene recluido en la casa del abuelo de Sol. Casi como personajes silenciosos, el dolor y la muerte aparecerán de vez en cuando en la pantalla, con un particular tinte de inocencia y más precisamente, de belleza. Lo anterior se ve reflejado en la escena en donde los rostros de Lucía y Sol, junto a los globos de colores, desaparecen en la oscuridad del túnel y reaparecen segundos más tarde, vaticinando un juego permanente de resplandor y penumbra, juventud y madurez y, finalmente, vida y muerte.
Más tarde, Sol y su madre llegan a la casa de su abuelo y Cruz abre la puerta. Cruz es la empleada doméstica, la enfermera del padre de Sol y una de las pocas amigas de la protagonista. Cruz entra con Sol de la mano y la reciben su tía, Nuri, y su prima. En seguida, la prima de Sol, un poco menor que ella y quien se encuentra en la parte superior de la alacena, le lanza un banano al rostro. En esta primera escena, nos percatamos de inmediato del lugar que ocupan Sol y su núcleo familiar dentro de la casa y del lugar que ocupa su prima, quién espacialmente se encuentra sobre ella.
Adicionalmente, en esta misma escena, la prima de la protagonista obstaculiza la mitad del plano y vemos a la pequeña Sol minimizada por una silueta sin rostro que, al estar tan próxima de la cámara, luce como un monstruo de voz aguda y siniestramente dulce que lanza objetos desde lo alto. Este plano reafirma esta perspectiva trágica, algo cómica e infantil dentro de la película. No es casualidad que Sol lleve para ese momento una nariz y una peluca de payaso. Esta y otras secuencias, visualmente manifestarán quién es Sol en la casa de sus abuelos: una especie de bufón o comodín, que llega de vez en cuando, como una invitada que tratan con más condescendencia que cariño.
Otra escena que nos evidencia el papel de Sol dentro de su familia es en la que ella, conflictuada por no poder ver a su papá, sale al jardín. Allí divisa la ostentosa fiesta que le están brindando a su padre, en la que él no se encuentra. En medio de las risas, el bufé, la decoración premeditadamente rústica, pero en la que su familia se ha gastado una gran suma de dinero, uno de los invitados comienza a burlarse de Sol filmándola con un dron.
Esta secuencia nos mostrará, al igual que otras, que Sol no es parte de la fiesta y tampoco del espacio en el que esta se desarrolla. Debido a su dolor, se exilia así misma en la parte deshabitada de la casa: el techo. Excluida visualmente por un universo al que no desea pertenecer y que divisa desde lo alto, tal y como el astro resplandeciente al que hace referencia su nombre. Por otro lado, los espacios no solo representan el rol de cada personaje dentro del relato, sino también las tensiones familiares y socioeconómicas dentro de la casa. Desde el momento en el que comienza la fiesta, se define el contraste entre lo que ocurre adentro y afuera, y quiénes simbolizan o representan cada espacio.
Tonatiuh se encuentra en el interior de la casa junto a Cruz, quién intenta ayudarlo a levantarse de la cama en medio de la penumbra. Afuera, en la fachada, en lo que es merecedor de mostrar, los invitados, en medio de flashes fotográficos y licor, celebran y conversan. En la parte exterior, también se encuentra la hermana de Tonatiuh, derrochando en atenciones para aparentar el dinero que tiene la familia para la celebración, pero no para las medicinas de su hermano. Esta división muestra la máscara social con la que la familia se cubre en el momento en el que llegan los invitados a la casa.
Otra escena en la que se muestran desde el espacio las brechas divisorias de la familia es el momento en el que Nuri se baña con su hija. Ambas se encuentran cubiertas de espuma, mientras Sol está sentada sobre el inodoro intentando distraerse con una planta que tímidamente decora el baño. Imagen que nos hace recordar la primera escena de la película, en donde Sol se encuentra en el baño público y es afanada por una desconocida. No obstante, sería incorrecto confundir el papel de Sol con el de una víctima; Sol usa su curiosidad por el mundo como una forma de enfrentar la incertidumbre y representa una heroína que se rebela en pequeños, pero significativos actos.
Esta naturaleza curiosa la podemos ver en un elemento relevante dentro de esta escena y a lo largo de la película: un caracol que Sol encuentra sobre la planta del baño. Sol juega y se entretiene junto a un caracol, creando un universo que coloniza con sus manos al no sentirse parte del espacio o de su propia familia. Este universo, es armonizado por su camisa rosa que, al igual que ella, ilumina no solo el plano, sino que también contrasta con los colores opacos que representan a la familia a lo largo de la película y que la separan desde el mismo resplandor que la caracteriza.
Así también, la figura y la presencia del caracol, al igual que diversos insectos, representarán a Sol, a sus padres y el lugar que estos ocupan dentro del orden social en la casa de su abuelo. El caracol nos conduce a una de las escenas más importantes dentro de la película, donde Sol sale al Jardín y toma varios caracoles. En seguida, por un corte que parece haber sido escrito de manera literaria, nos encontramos con una imagen peculiar: vemos un puñado de caracoles invadiendo lentamente un paisaje de praderas y en seguida, arrastrándose sobre una mujer de sombrero alado, incapaz de gritar por estar atrapada en una pintura que tal vez se nos haga conocida.
Después, vemos que Sol pregunta a otra de sus tías, Alejandra, por qué ha removido los cuadros que pintó su padre. Allí comprendemos que, de algún modo, Sol se ha vengado de su tía y de sus parientes, colocando los minúsculos animales sobre los cuadros de la casa. También reparamos en el hecho de que la figura del padre de Sol intenta ser removida por su tía y reemplazada por réplicas de cuadros reconocidos, que su tía ubica intencionalmente en el pasillo.
A lo anterior se contrapone la presencia de Sol, quien se encuentra varias veces enmarcada por animales de colores relucientes o por árboles que la rozan con sus ramas. A su vez, es casi adornada cinematográficamente, mediante planos detalle de sus manos, o de su rostro, que revelan su conexión con la naturaleza, incluso en un espacio donde parece no tener un lugar concreto o relevante, al igual que los pequeños animales que la rodean.
Otro de los elementos significativos dentro de la película, es el pastel que Nuri decora para la fiesta: un cuadro con la noche estrellada de Van Gogh. Este, además de reforzar el estatus cultural que esta familia se desea atribuir, también consigue reconciliar ciertos dolores, que algunos de los personajes traducen en adicciones, costumbres y resentimientos. En esta secuencia, Nuri no se encuentra satisfecha con cómo quedó el pastel y después discute con su hermana Alejandra.
Instantes más tarde, su hija la ayuda a decorarlo y le dice que no desea verla beber más. Para este punto, de nuevo la película revela el carácter de los pequeños, instintivo y a la vez tan sensible al mundo adulto. La hija de Nuri, quiebra o resignifica tensiones y logra en cierta medida, reconciliar brechas generacionales dentro de la familia. El pastel de Van Gogh entonces se contrapone con el regalo que le obsequia su esposa a Tonatiuh: un cilindro de madera repleto de semillas de tamarindo, con el que él puede armar figuras sobre las sábanas. Figuras infinitas que logran ver Lucía, Sol y Tonatiuh, mostrando la sensibilidad que los une como familia y que les permite ver la belleza incluso en el dolor.
Llega, entonces, la secuencia más importante, en la que Tonatiuh recibe la sorpresa que Sol y su esposa planeaban darle. Sol se encuentra sobre los hombros de Lucía y cubre su cuerpo y el de su madre con una manta, para fusionarse como un mismo sujeto. Allí, Sol comienza a simular cantar una ópera con una nariz y peluca de payaso, la misma de la que su prima se burló al principio de la película. Este género musical no es una elección al azar, ya que la ópera representa la alta cultura, es decir el deber ser o la aspiración que desean alcanzar sus tías y los parientes de Tonatiuh por medio de réplicas. Con este acto, Sol, representando la cultura popular o artesana y disfrazada de payaso, se burla de la alta cultura, se burla de su familia, haciendo muecas y gestos graciosos en medio del aria que interpreta.
La secuencia final será definitiva: en primer lugar, los invitados entonan un feliz cumpleaños a Tonatiuh, pero quien se encuentra frente a las velas del pastel dentro del plano, no es él, sino su hija, Sol. El sonido del canto poco a poco se distorsiona, creando un sonido intangible, que, como la vida de Sol, se irá transfigurando a partir de ese momento. La sonrisa de Sol también se transforma en una mueca indescifrable y nos conduce, abruptamente y de manera siniestra, a la escena final: el cuarto vacío de Tonatiuh, ocupado ahora por un único huésped, una mantis religiosa, que, en las primeras escenas de la película, Tonatiuh acariciaba suavemente al intentar tomar un baño. En conjunto, los elementos que componen esta escena resultan desgarradores, puesto que nos brindan un final desde la ausencia, resolución que aleja de manera decisiva el dramatismo. No vemos a Sol y a Lucía llorando, no vemos el ataúd o las flores.
Sin embargo, comprendemos que el deseo que Sol pide en el comienzo al atravesar el túnel no se realiza, ya que no la vemos soplar las velas y vemos la habitación de Tonatiuh vacía. Esta ausencia que, imaginamos, siente Sol con la pérdida de su padre, la vemos simbolizada por la habitación y por la mantis religiosa, que de cierto modo representa a Tonatiuh. Este habita durante la película un espacio que lo excede y en el que algunas veces es percibido como un insecto. Como una presencia insignificante en la ostentosa casa e invisible ante los ojos de algunos de sus parientes. La mantis religiosa se presenta en un primer momento, para revelarse ante Tonatiuh, como una chispa de belleza en medio del dolor. Al final, esta se presenta con el mismo objetivo, pero ante los ojos del espectador, quien decidirá si es un símbolo de aceptación o un insecto más que se confunde con la alfombra de la habitación.
Mientras la luna, la noche y la oscuridad ocultan, el sol aclara, revela y brinda el paso de un nuevo día, incluso en el inframundo, como se menciona durante la película. No es casualidad que el nombre de la protagonista sea Sol, un personaje que con su visita delata distintas dinámicas, que en la oscuridad tal vez no distinguimos, y que es capaz de brillar y de manifestar perfección incluso en los lugares más sombríos.
Esta película nos mostrará que no solo somos quien recoge el desorden que otros dejan, o quien fuma en las reuniones familiares a escondidas, sino un mosaico de dolores y de divisiones entre quienes deseamos ser y entre quienes realmente somos. Lo anterior, amenizado de algún modo por la presencia de los niños, que mientras espían sesiones terapéuticas o pequeños exorcismos, les recordarán a los personajes que, incluso en la angustia de la adultez hay un relámpago de vida.
Finalmente, el tótem de ambas familias diferirá: para quienes habitan la casa el tótem es una colección de cuadros de mujeres con sombrero alado o bonsáis cuidadosamente podados, entre otros objetos de consumo. Por el contrario, el tótem que representa a Sol y a sus padres son: los caracoles que, aunque parecen solitarios, llevan su hogar a todas partes y el artesanal cilindro de madera. Este último refleja la condición única que poseen como familia Lucía, Tonatiuh y Sol: el dulce asombro que tenemos al ser niños por sorprendernos con cosas insignificantes y la capacidad de percibir magia incluso en la pérdida y el dolor. Esta perspectiva les permite hallar, en un puñado de semillas de tamarindo, un caleidoscopio de posibilidades, descubriendo formas invisibles para los demás personajes. A diferencia de otras películas en donde intuimos en qué momento llorar, esta duele de manera cruda, nos duele desde la ausencia, cortándonos ciertos romanticismos y sembrando muchos otros.
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