La casa lobo es la primera película del dúo de directores chilenos Joaquín Cociña y Cristóbal León. Con otro director chileno, Niles Atallah, forman la productora Diluvio. Se dedican también al cortometraje, la instalación y los videos musicales. Los une un cierto desprecio por los procesos tradicionales en el audiovisual. Su manifiesto expresa lo siguiente: "Una obra de arte no es nada. Una obra de arte es un objeto mágico. Una obra de arte es un árbol. Si la cultivas en la tierra correcta, puede cambiar la naturaleza de su entorno". Aprovechando el estreno de esa rareza (animada en stop motion, hecha alrededor del mundo, oscura, mordaz, punzante) que es La casa lobo en algunas salas del país (en Bogotá se proyecta en Cine Tonalá y la Cinemateca de Bogotá), Juanita Muñoz se sienta a conversar largo y hondo con Joaquín Cociña. Este es el resultado:
Juanita Muñoz: Tuve la oportunidad de ver de nuevo LA CASA LOBO. Esta segunda lectura me provocó, una vez más, cierto malestar… No es una película fácil de ver. Principalmente por su técnica, que es tétrica, dislocada. En todo caso, después de haberla visto de nuevo, además de la animación, me llamó la atención las imágenes del comienzo. Parecen ser imágenes de archivo. Entonces, la primera pregunta es si esas imágenes son reales o no y, en segundo lugar, si nos puedes poner en contexto sobre La colonia dignidad la cual, tengo entendido, sirvió de inspiración para la película.
Joaquín Cociña: Voy a partir de la colonia para después explicar lo de los archivos. La película está inspirada en el caso de colonia dignidad, que era una secta, todavía lo es un poco… Queda a cuatro horas de Santiago hacia el sur, digamos que centro-sur…
Esta secta, que llevaba el nombre de colonia dignidad, es formada por un grupo de alemanes a comienzos de los años 60, quienes evidentemente tenían un lazo nazi. Sin embargo, eso no es lo más importante de este grupo de gente. Ellos habían pasado por campos de concentración rusos después de la guerra, y venían a Chile con la excusa de ayudar a las personas de Valdivia, que es una ciudad al sur de Chile que había sufrido un terremoto. Eso no era verdad. Nunca llegaron a Valdivia. Valdivia está, no sé, diez horas más al sur. Lo que en realidad venían haciendo era escapando de un par de acusaciones de pedofilia que tenía Paul Schäfer, el guía. Entonces formaron esta comunidad y construyeron una especie de micromundo ocupando un montón de resquicios legales, crearon una especie de fundación sin fines de lucro entonces lograron un montón de extensiones tributarias, lograron crear un secta que llegó a tener como cuatrocientas personas. Parte importante de la secta giraba en torno a proveer a Paul Schäfer de niños para que él abusara de ellos. Además, tenía toda estructura típica de las sectas religiosas: aislados del mundo, anticomunistas… Pasaron de las cosas más terroríficas allá adentro. Lo más particular, comparando con otras sectas parecidas con líder-abusador-sexual-religioso, es que estuvieron muy vinculados al poder político chileno. Entonces nunca nadie los acusó de nada.
En una publicación de comienzos de los sesentas, una revista que se llama Arcilla, una revista muy underground, están los primeros casos de gente que escapó, ahí cuentan todo. Lo que pasa es que hay varias razones, y ninguna es muy clara, de porqué los políticos no hicieron nada. Una cosa tiene que ver con la germanofilia chilena, esta imagen como de que lo alemán es bueno. Además, los alemanes de la colonia decían que esa gente estaba loca y era mentirosa, y tenían toda una serie de campañas publicitarias para agradar a la comunidad. Producían, de hecho, micropelículas, documentales, recibían a gente y ahí se armaba todo un teatro.
La colonia no permitía que hubiera familias ni sexo. Mucha gente que creció allí nunca entendió qué es lo que era la sexualidad. Hay un caso de una pareja que logró estar juntos después de que la colonia se abrió y estaban esperando que le trajeran a su hijo… Pero no sabían que ya a los cincuenta años no podían tener hijos, tampoco vinculan tener hijos con sexo. También, una de las teorías de porqué no se hizo nada, aparte de la germanofilia, aparte de las redes y la propaganda, es que existe un caso, aunque no es confirmado, pero que abre la posibilidad, es que, al parecer, cuando invitaban a mucha gente y hacían como comida y todo eso, grababan a las personas teniendo sexo con niños, a los invitados. Esto no está confirmado. De ser así, extorsionaban. También, en todo el mundo están como estas redes de perversión sexual o de juegos sexuales, que en caso de pedofilia es perversión… Entonces yo creo que hay algo de eso. Tengo la sensación de que no es como que los engañaran para tener sexo con niños. En ese contexto, La casa lobo está inspirada en la colonia dignidad, digamos que la película es una película de propaganda interna y externa de la colonia dirigida por Paul Schäfer, supuestamente. Además, la colonia hacía imágenes de propaganda, grababa cine para dotarse de imágenes que comprobaban que había vidas felices.
Nos imaginamos en un momento con Cristóbal León (el codirector de la película) qué pasaría si encontráramos un película de animación, ¿cómo sería esta idea? En ese contexto, ya cuando llegamos a la parte de los archivos, tratamos de conseguir los archivos originales, que están, o sea, los vimos en televisión: si vas al canal nacional de televisión público puedes ver los archivos y puedes seleccionarlos. Es un montón de material, son doce horas diarias durante muchos años. Sin embargo, todos los materiales producidos por la colonia no se pueden usar. Todas las imágenes que nosotros podíamos conseguir, que no eran las que estábamos buscando, sino unas grabadas por la televisión, no por ellos mismos, las podíamos usar, pero el canal nos hizo firmar que no se hacía cargo de demandas. Entonces, básicamente, teníamos que pagar dos mil dólares por minuto por algo que no era lo que queríamos y que tampoco sabíamos si nos íbamos a meter en problemas o no.
Entonces lo que hicimos fue bajar algunos archivos de estos grupos aislados del mundo, de internet, pagando derechos. Otras cosas las produjimos nosotros y otras cosas las grabó Cristóbal en un viaje que hizo a la colonia. Porque la colonia ahora se llama Villa Baviera y es un centro turístico, te puedes casar allá si quieres (risas), te puedes alojar. Sin embargo, hay todavía un gran problema porque toda esta riqueza que ellos hicieron la hicieron sobre la base de un trabajo gratuito, o sea, esclavitud, y los que están a cargo de las empresas ahora son los hijos de los llamados jerarcas. Entonces, hay todavía demandas de gente que no es parte de la empresa que dicen Esto se armó con treinta, casi cuarenta años de trabajo forzado. Además, piensa que son pura gente que se formó en esa lógica. Son humanos de otro planeta. Entonces ahí viene la historia, la fábula de cuento de hadas. María escapa de la colonia, trata de formar su propia familia en un código de cuento de hadas. Ella viene escapando supuestamente de un lobo, a Paul Schäfer le decían el lobo en la colonia. Entonces está esta imagen amenazante del exterior, pero que rápidamente se empieza a transformar como en una especie de pepe grillo o de narrador que va dialogando con María. Ahí se empieza a producir una especie de pelea de poder dentro de la ficción.
JM: La película estuvo en Berlín en el 2018. Es decir, La casa lobo volvió a Alemania, de donde surgió una gran parte. ¿Cómo fue la percepción del público frente a un tema tan escabroso, frente a algo que les llega muy de cerca?
JC: (risas) Sí, bueno, en las sesiones de preguntas y respuestas es donde uno tiene más acceso al público… Son súper distintas en cada país. Obviamente son generalizaciones, pero me da la impresión de que el lugar en el que más se ha hablado de política en torno a la película fue en Alemania, porque tienen una cabeza más de ese tipo, pero también porque les toca directamente. Es una película agresiva con los alemanes. Lo que nos dijeron en el festival de porqué nos habían seleccionado tenía que ver con la técnica, pero también nos dijeron, más o menos así, parafraseando, que la película tenía muchas capas para tratar el tema, que no era tan fácil captar, resumir la aproximación política al tema y que eso les había parecido muy bueno. Es difícil hacer un Paul Schäfer bueno, como que uno no tiende a hacer eso.
JM: Además, la película funciona sin el contexto, es más una experiencia, un sentir, que una explicación minuciosa de los eventos atroces que han producido un legado de terror. El terror está, es evidente, es lo primero y eso es suficiente. Asumo que más del noventa por ciento de la población mundial no tiene idea de la colonia dignidad, al final toda esta información se convierten en un plus, en algo que enriquece la película. Aunque estoy de acuerdo en que su verdadero valor está en que habla por sí misma, sin necesidad de contextos.
Lo cual me lleva a preguntar ahora por el proceso de creación que ustedes tuvieron. La afinidad entre ambos (Cristobal León y Joaquín Cociña) por los materiales simples, la evidencia de una mano externa que lo construye todo…. ¿Cómo ha sido ese proceso? ¿Por qué hacerlo de esa manera? y, adjunto a esa pregunta: también supe lo de las exposiciones abiertas al público, exposiciones de la realización de La casa lobo… ¿Cómo fue todo eso?
JC: Sí, primero que nada nosotros estudiamos ambos arte. Somos artistas visuales también, entonces tanto nuestra aproximación material como la decisión de exponer el proceso no es tan anómalo para nosotros, digamos, no somos tan aliens a ese mundo. La primera idea de la película tenía más que ver con la técnica que con el guión. Entonces, no es como que hayamos tomado el tema de la colonia dignidad y nos hubiésemos preguntado cuál es la mejor manera de contar esta historia, sino lo contrario, encontramos la historia de colonia dignidad mientras pensábamos cómo hacer la película. La película para nosotros es un fin de ciclo. Habíamos hecho todas estas cosas que probablemente viste, que son bastante similares, y un poco La casa lobo, para nosotros, viene a ser como la puerta que se cierra para ese mundo. Un mundo que nos parece que es muy rico pero sería súper raro volver a animar así.
Para nosotros se agota. Yo realmente no podría estar toda la vida haciendo eso. Entonces La casa lobo es parte de un itinerario de cómo manejar lo material en lo audiovisual. En ese sentido no es como una tesis en sí. Bueno más bien es una tesis después de un Magíster o algo así… (risas), es una tesis doctoral después de un magister, sí.
El asunto de los materiales precarios y baratos tiene varias razones. Una de ellas es que nosotros tratamos, con Cristóbal, tener una especie de economía, generar de “basura” cosas bellas y no lo contrario. En términos de economía espiritual casi. Gastar muchos recursos ecológicos y humanos en hacer que algo no se vea... Preferimos ocupar cosas muy baratas, muy sencillas y así tratar de que eso se vea como algo rico. Ocupamos esa especie de alquimia material y eso lo hemos aplicado bastante en casi todos los trabajos. Hay otro aspecto que también nos gusta mucho de nuestro trabajo, pero sobretodo del trabajo de otras personas, que es mostrar todo el cuerpo del trabajo: los huesos, las venas, como que tú veas el trabajo y sepas cómo está hecho, que no haya misterio. Hay una cosa que me ha pasado un par de veces que he ido a charlas sobre casos de animación en el mundo, que muestran con orgullo todo lo bien que lo hacen.
JM: Todo muy pulcro.
JC: Sí, y además como que hacen unas películas de stop motion con pantalla verde atrás y son muy lindas esas imágenes. Y cada vez que van mostrando las capas de complejidad que le van poniendo se va volviendo cada vez más feo y más común. A mí me interesa ver más trabajos en los que veo cómo está hecho y, sin embargo, puedo seguir una historia, puedo encantarme con lo que veo.
JM: La casa lobo es muy fiel a todo lo que dices. En realidad no creo que haya otra manera de contar una historia así, es la técnica para esa historia. ¿Cuánto tiempo les llevó filmar todo?
JC: Nos llevó cinco años de producción y, durante esos años, estuvimos en doce lugares de exhibición. El sonido lo hicimos durante cuatro años y medio. Claudio Vargas trabajó con nosotros, obviamente no hacía solo eso, le íbamos pasando las imágenes y el devolvía eso con sonido y le devolvíamos el material ideas nuevas. Fuimos jugando con eso durante cuatro años más o menos y, al final, nos concentramos más y le metimos más fuego. Y también está hecha la mezcla en Sonamos, que es una productora de sonido, a la cabeza de Roberto Espinoza. Es muy buen mezclador y muy buen diseñador también.
Bueno, todo lo que te decía de mostrar el esqueleto y mostrar la viseras, todo tiene que ver también con la idea de trasladar el taller a lugares de exhibición. Como íbamos a estar encerrados mucho tiempo, pensamos que iban a ser dos años – fueron cinco–, entonces decidimos que, como nos invitaban a lugares íbamos a decir que no durante mucho tiempo, dijimos Bueno, nos gustan los trabajos que muestran su esqueleto, y como nos estaban invitando a lugares… propongamos que traslademos el taller de la película, y nos dijeron que sí en todos los lados. Eso fue un año y medio que gastamos entre montajes, sumando entre mes y mes, moviendo todo, en planificación, ambientación, montaje… Hubo montajes que duraron tres semanas, hubo otros más cortos.
JM: ¿Fueron todas las exhibiciones de entrada libre?
JC: El programa dependía de cada lugar. Como lo hicimos mucho, nos aburrimos también de nosotros mismos y, como somos malos para aburrirnos, íbamos cambiando bastante el proyecto. Comenzamos ahí trabajando con la instalación en la mitad del Museo de Bellas Artes de Santiago (Chile) y teníamos, además, una sala para que la gente viera lo que estábamos haciendo. Íbamos actualizando el archivo una vez a la semana. Después estuvimos en lugares en los que teníamos talleres abiertos para niños, para jóvenes también. Hicimos un centro cultural falso, que se llamaba centro cultural casa lobo, en el que hicimos una especie de centro cultural pobre y despótico. Todos los centros culturales son un poco así. Trabajábamos en la película y hacíamos exposiciones de otras personas, que eran en realidad nuestras familias (risas), le inventábamos una carrera artística a nuestros padres, terminamos ahí con nuestras abuelas (risas), fue súper chistoso. Mi abuela, de hecho, expuso en la universidad Católica de Chile. Se volvió en una cosa muy grande. Fuimos a Buenos Aires, a Mexico, a Alemania, a Holanda y Santiago, mucho en Santiago.
JM: Y tener que trasladarse cada vez con tantas cosas…
JC: Yo viajé, por ejemplo, de Santiago a Buenos Aires, viajé con la cabeza de María en la maleta y la monte en un lugar ahí, entonces hay una parte en la película en que la cámara se acerca a la cara de maría y se vuelve a salir… bueno, eso es Santiago - Argentina. Me demoré como tres horas en lograr pegar la luz así, como parecido. La película está llena de esas cosas, pasar por un cuadro y salir por otro.
Había otra cosa y era que estábamos muy preocupados, en cuanto al espacio, de no hacer una casa de clase alta, ni tampoco hacer una casa cool. Es divertido porque no queríamos que fuera una casa muy estetizada, no tanto como Tim Burton o algo así… En realidad si tú vas a una casa chilena de clase media no es tan wow, solo falta el televisor gigante. De todas maneras, no queríamos que fuera de una época muy clara. Metimos cosas en la escena para que no fuera clara la época. Es complicado, es un tema de dirección de arte. Es una película en la que es muy difícil separar la dirección de la dirección de arte. Reutilizamos casi todo. Aparecen varias camas en la película y en realidad siempre es la misma cama, por eso esta tan hecha mierda en algunos momentos (risas).
JM: ¿Cuál es el gran valor de una técnica como el stop motion?
JC: La razón por la cual yo me enamoré de la animación, del stop motion puntualmente, es que yo antes era dibujante y hacía videos también, pero nada muy bueno, hay un video que sí quiero rehacer. Entonces, a mí me gustaba mucho dibujar, hacia grandes dibujos a carbón, retratos de dos metros y todavía me gustan, son medio realistas, bueno, en fin… Siempre sentí que habían muy buenos dibujos en el proceso, pero yo estaba buscando algo particular, tenía que seguir hasta encontrar eso. Entonces al final o lo encontraba, o cuando ya no sabía qué más hacer con ese dibujo, lo dejaba. Siempre mi sensación fue que crear dibujos era como crear cadáveres, que no demostraban toda la riqueza del proceso. Una vez hice un mural, hice varios murales de carbón en exposiciones, aparte de los dibujos en papel, y una vez borré uno como sacándole fotos y nada… Como un pre stop motion, como que aparecía una casa y se incendiaba… Entonces Cristobal vio eso y me dijo Hagámoslo juntos, porque él sabía más de animacion, ese video que te dije, el de la casa, ese video era terrible (risas). Y entonces de ahí en adelante fue como Wow. Cuando comenzamos a trabajar en Lucía (https://vimeo.com/5202050) me di cuenta de que uno podía hacer algo donde el proceso fuera la obra, me tomó mucho tiempo darme cuenta y dije Oh esto es como un dibujo pero animado (risas) y lo dije en voz alta y me reí, y dije No puedo creer que acabo de inventar la pólvora (risas). Entonces eso a mí me hizo enamorarme mucho del medio, por eso me gusta mucho hacer este tipo de animaciones donde tú realmente ves el proceso
JM: El medio es el fin.
JC: El medio es el fin. Lo que tú ves es el transcurso de un acontecimiento performático. Por eso me cuesta tanto entender cuando las animaciones tapan sus capas, para qué tanto esfuerzo si quieres que se vea como… nada.
Me acuerdo ahora cuando vi Dogville, de Lars Von Trier, y pensaba ¡Qué hijo de puta, cómo no se me ocurrió antes! (risas), porque es muy buena.
JM: Sí, deja todo en evidencia pero no importa.
JC: Todo se ve y sin embargo sigues. Bueno, la cosa que ahora más me gusta de la animación stop motion es que se vea todo porque creo que una de las cosas más lindas de la animación es que tú nunca ves la real energía que está ahí pasando, que es la persona, lo que está empujando las cosas. Como cuando ves una animación de munequitos stop motion y de repente, se le mueve el pelo un poco porque tocaron el pelo con el dedo sin querer y eso está bien… es decir, está bien en la medida de que tú la ocupes con algo, esa imperfección. Entonces ahí está la idea de que uno es como una especie de fantasma, que de hecho se ve. Si tu ves nuestras películas, se ven las pisadas, a veces entra gente y sale dos cuadros más adelante y tampoco nos molesta que se vea. De hecho, a mí me gusta que se vean los cables. Con Cristóbal teníamos esta idea, esta metafísica que no es muy real yo creo, de que la electricidad es energía, entonces si se ve un enchufe está bien, si se ven un cable está bien. Está muy bien. Igual nos iba a pasar (risas). Pienso que uno tiene que hacer trabajos en los cuales pueda convertir sus debilidades en grandezas. Si eres cojo baila cojo, baila cumbia, no sé (risas).
A mí me cuesta mucho entender cuando me dicen que este set, esta mesa para poner animación, costo dos mil dólares y yo pienso ¡Pero si no se ve!(risas).
JM: Ahora quiero hacerte una pregunta más sobre el contenido de tu obra… He tenido la oportunidad de ver trabajos anteriores de Diluvio y me parece ver algo que persiste, como una especie de estética del miedo, de lo oscuro. Entonces la pregunta es, ¿por qué filmar lo siniestro? ¿por qué es algo tan recurrente en sus películas?
JC: Sí… La verdad, hay varias verdades ahí pero la más honesta es que es lo menos racional de todo el trabajo, lo que más nos cuesta controlar. O sea, técnicamente te puedo contar algo. De todas las escenas, del ochenta por ciento en algún momento dijimos Jmm no se ve bien, bueno pongamosle negro atrás, y ahora que se le caiga la cabeza (risas), sale algo un poquito… De hecho yo diría que La casa lobo fue un poco la manera en que dijimos ¿Cómo domamos esto que nos pasa para que tenga sentido?, porque sino una hora de arbitrariedades darkie no aguanta, o sea, no es divertido, a mí tampoco me gustan las películas de terror.
JM: Sin embargo, es algo que está ahí.
JC: Es algo que está ahí. Aunque sí me gusta mucho David Lynch, ese tipo de aproximación perversa. Eso es como lo que pasaba antes de empezar La casa lobo. Antes de empezarla, creo, no sabíamos bien por qué pasaba eso, sabemos que a los dos nos gusta mucho, nos gustan mucho los cuentos de hadas… Son súper oscuros los cuentos de hadas. Si tú haces la investigación a la versión original del cuento pues es simplemente atroz. O sea, El conjuro 3 no es ni parecido a Los zapatos rojos, o sea, ¡como dos páginas de descripción de cómo la niña va muriendo producto de su vanidad porque los zapatos la castigan! (risas). Eso no te lo pasan en ninguna película.
Bueno, y después de La casa lobo creo que aprendimos un poco de porqué pasa eso, creo que a los dos nos gusta mucho el misterio y nos parece que las películas son sueños, entonces nos cuesta mucho hacer películas en las que se pase de la realidad al sueño… Creemos realmente que hasta, no sé, Rápido y furioso (risas) son pulsiones…
A lo que voy es que las películas son para nosotros sueños y también eso nos permite meter el dedo en lugares súper incómodos y nos hemos dado cuenta de que nos gusta eso, apuntar a cosas que políticamente son jodidas. No se acá, pero en Chile hacer una obra de izquierda, liberal, está en contra de la gente mala del gobierno, o sea… sí, estamos de acuerdo. Pero yo encuentro muy aburrido pensar que la gente que va a entrar a un museo o a una sala a ver una película y que son de izquierda, son liberales, creen en la libertad, en la igualdad de género, vean una película y salgan pensando lo mismo, es un sin sentido, entonces para qué mierdas la haces. Por eso nos gusta meternos en lugares incómodos, como todo este tema del nazismo en Chile que es súper enredado. Nuestra siguiente película tiene un poco que ver con lo mismo. Entonces es ¿Cómo te metes en lugares en donde no es fácil nombrar cuál es el lugar correcto? Es muy interesante porque todas las cosas oscuras, tienen también su lado luminoso.
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CREAR CADÁVERES. CONVERSACIÓN CON JOAQUÍN COCIÑA, CODIRECTOR DE LA CASA LOBO
La casa lobo es la primera película del dúo de directores chilenos Joaquín Cociña y Cristóbal León. Con otro director chileno, Niles Atallah, forman la productora Diluvio. Se dedican también al cortometraje, la instalación y los videos musicales. Los une un cierto desprecio por los procesos tradicionales en el audiovisual. Su manifiesto expresa lo siguiente: "Una obra de arte no es nada. Una obra de arte es un objeto mágico. Una obra de arte es un árbol. Si la cultivas en la tierra correcta, puede cambiar la naturaleza de su entorno". Aprovechando el estreno de esa rareza (animada en stop motion, hecha alrededor del mundo, oscura, mordaz, punzante) que es La casa lobo en algunas salas del país (en Bogotá se proyecta en Cine Tonalá y la Cinemateca de Bogotá), Juanita Muñoz se sienta a conversar largo y hondo con Joaquín Cociña. Este es el resultado:
Juanita Muñoz: Tuve la oportunidad de ver de nuevo LA CASA LOBO. Esta segunda lectura me provocó, una vez más, cierto malestar… No es una película fácil de ver. Principalmente por su técnica, que es tétrica, dislocada. En todo caso, después de haberla visto de nuevo, además de la animación, me llamó la atención las imágenes del comienzo. Parecen ser imágenes de archivo. Entonces, la primera pregunta es si esas imágenes son reales o no y, en segundo lugar, si nos puedes poner en contexto sobre La colonia dignidad la cual, tengo entendido, sirvió de inspiración para la película.
Joaquín Cociña: Voy a partir de la colonia para después explicar lo de los archivos. La película está inspirada en el caso de colonia dignidad, que era una secta, todavía lo es un poco… Queda a cuatro horas de Santiago hacia el sur, digamos que centro-sur…
Esta secta, que llevaba el nombre de colonia dignidad, es formada por un grupo de alemanes a comienzos de los años 60, quienes evidentemente tenían un lazo nazi. Sin embargo, eso no es lo más importante de este grupo de gente. Ellos habían pasado por campos de concentración rusos después de la guerra, y venían a Chile con la excusa de ayudar a las personas de Valdivia, que es una ciudad al sur de Chile que había sufrido un terremoto. Eso no era verdad. Nunca llegaron a Valdivia. Valdivia está, no sé, diez horas más al sur. Lo que en realidad venían haciendo era escapando de un par de acusaciones de pedofilia que tenía Paul Schäfer, el guía. Entonces formaron esta comunidad y construyeron una especie de micromundo ocupando un montón de resquicios legales, crearon una especie de fundación sin fines de lucro entonces lograron un montón de extensiones tributarias, lograron crear un secta que llegó a tener como cuatrocientas personas. Parte importante de la secta giraba en torno a proveer a Paul Schäfer de niños para que él abusara de ellos. Además, tenía toda estructura típica de las sectas religiosas: aislados del mundo, anticomunistas… Pasaron de las cosas más terroríficas allá adentro. Lo más particular, comparando con otras sectas parecidas con líder-abusador-sexual-religioso, es que estuvieron muy vinculados al poder político chileno. Entonces nunca nadie los acusó de nada.
En una publicación de comienzos de los sesentas, una revista que se llama Arcilla, una revista muy underground, están los primeros casos de gente que escapó, ahí cuentan todo. Lo que pasa es que hay varias razones, y ninguna es muy clara, de porqué los políticos no hicieron nada. Una cosa tiene que ver con la germanofilia chilena, esta imagen como de que lo alemán es bueno. Además, los alemanes de la colonia decían que esa gente estaba loca y era mentirosa, y tenían toda una serie de campañas publicitarias para agradar a la comunidad. Producían, de hecho, micropelículas, documentales, recibían a gente y ahí se armaba todo un teatro.
La colonia no permitía que hubiera familias ni sexo. Mucha gente que creció allí nunca entendió qué es lo que era la sexualidad. Hay un caso de una pareja que logró estar juntos después de que la colonia se abrió y estaban esperando que le trajeran a su hijo… Pero no sabían que ya a los cincuenta años no podían tener hijos, tampoco vinculan tener hijos con sexo. También, una de las teorías de porqué no se hizo nada, aparte de la germanofilia, aparte de las redes y la propaganda, es que existe un caso, aunque no es confirmado, pero que abre la posibilidad, es que, al parecer, cuando invitaban a mucha gente y hacían como comida y todo eso, grababan a las personas teniendo sexo con niños, a los invitados. Esto no está confirmado. De ser así, extorsionaban. También, en todo el mundo están como estas redes de perversión sexual o de juegos sexuales, que en caso de pedofilia es perversión… Entonces yo creo que hay algo de eso. Tengo la sensación de que no es como que los engañaran para tener sexo con niños. En ese contexto, La casa lobo está inspirada en la colonia dignidad, digamos que la película es una película de propaganda interna y externa de la colonia dirigida por Paul Schäfer, supuestamente. Además, la colonia hacía imágenes de propaganda, grababa cine para dotarse de imágenes que comprobaban que había vidas felices.
Nos imaginamos en un momento con Cristóbal León (el codirector de la película) qué pasaría si encontráramos un película de animación, ¿cómo sería esta idea? En ese contexto, ya cuando llegamos a la parte de los archivos, tratamos de conseguir los archivos originales, que están, o sea, los vimos en televisión: si vas al canal nacional de televisión público puedes ver los archivos y puedes seleccionarlos. Es un montón de material, son doce horas diarias durante muchos años. Sin embargo, todos los materiales producidos por la colonia no se pueden usar. Todas las imágenes que nosotros podíamos conseguir, que no eran las que estábamos buscando, sino unas grabadas por la televisión, no por ellos mismos, las podíamos usar, pero el canal nos hizo firmar que no se hacía cargo de demandas. Entonces, básicamente, teníamos que pagar dos mil dólares por minuto por algo que no era lo que queríamos y que tampoco sabíamos si nos íbamos a meter en problemas o no.
Entonces lo que hicimos fue bajar algunos archivos de estos grupos aislados del mundo, de internet, pagando derechos. Otras cosas las produjimos nosotros y otras cosas las grabó Cristóbal en un viaje que hizo a la colonia. Porque la colonia ahora se llama Villa Baviera y es un centro turístico, te puedes casar allá si quieres (risas), te puedes alojar. Sin embargo, hay todavía un gran problema porque toda esta riqueza que ellos hicieron la hicieron sobre la base de un trabajo gratuito, o sea, esclavitud, y los que están a cargo de las empresas ahora son los hijos de los llamados jerarcas. Entonces, hay todavía demandas de gente que no es parte de la empresa que dicen Esto se armó con treinta, casi cuarenta años de trabajo forzado. Además, piensa que son pura gente que se formó en esa lógica. Son humanos de otro planeta. Entonces ahí viene la historia, la fábula de cuento de hadas. María escapa de la colonia, trata de formar su propia familia en un código de cuento de hadas. Ella viene escapando supuestamente de un lobo, a Paul Schäfer le decían el lobo en la colonia. Entonces está esta imagen amenazante del exterior, pero que rápidamente se empieza a transformar como en una especie de pepe grillo o de narrador que va dialogando con María. Ahí se empieza a producir una especie de pelea de poder dentro de la ficción.
JM: La película estuvo en Berlín en el 2018. Es decir, La casa lobo volvió a Alemania, de donde surgió una gran parte. ¿Cómo fue la percepción del público frente a un tema tan escabroso, frente a algo que les llega muy de cerca?
JC: (risas) Sí, bueno, en las sesiones de preguntas y respuestas es donde uno tiene más acceso al público… Son súper distintas en cada país. Obviamente son generalizaciones, pero me da la impresión de que el lugar en el que más se ha hablado de política en torno a la película fue en Alemania, porque tienen una cabeza más de ese tipo, pero también porque les toca directamente. Es una película agresiva con los alemanes. Lo que nos dijeron en el festival de porqué nos habían seleccionado tenía que ver con la técnica, pero también nos dijeron, más o menos así, parafraseando, que la película tenía muchas capas para tratar el tema, que no era tan fácil captar, resumir la aproximación política al tema y que eso les había parecido muy bueno. Es difícil hacer un Paul Schäfer bueno, como que uno no tiende a hacer eso.
JM: Además, la película funciona sin el contexto, es más una experiencia, un sentir, que una explicación minuciosa de los eventos atroces que han producido un legado de terror. El terror está, es evidente, es lo primero y eso es suficiente. Asumo que más del noventa por ciento de la población mundial no tiene idea de la colonia dignidad, al final toda esta información se convierten en un plus, en algo que enriquece la película. Aunque estoy de acuerdo en que su verdadero valor está en que habla por sí misma, sin necesidad de contextos.
Lo cual me lleva a preguntar ahora por el proceso de creación que ustedes tuvieron. La afinidad entre ambos (Cristobal León y Joaquín Cociña) por los materiales simples, la evidencia de una mano externa que lo construye todo…. ¿Cómo ha sido ese proceso? ¿Por qué hacerlo de esa manera? y, adjunto a esa pregunta: también supe lo de las exposiciones abiertas al público, exposiciones de la realización de La casa lobo… ¿Cómo fue todo eso?
JC: Sí, primero que nada nosotros estudiamos ambos arte. Somos artistas visuales también, entonces tanto nuestra aproximación material como la decisión de exponer el proceso no es tan anómalo para nosotros, digamos, no somos tan aliens a ese mundo. La primera idea de la película tenía más que ver con la técnica que con el guión. Entonces, no es como que hayamos tomado el tema de la colonia dignidad y nos hubiésemos preguntado cuál es la mejor manera de contar esta historia, sino lo contrario, encontramos la historia de colonia dignidad mientras pensábamos cómo hacer la película. La película para nosotros es un fin de ciclo. Habíamos hecho todas estas cosas que probablemente viste, que son bastante similares, y un poco La casa lobo, para nosotros, viene a ser como la puerta que se cierra para ese mundo. Un mundo que nos parece que es muy rico pero sería súper raro volver a animar así.
Para nosotros se agota. Yo realmente no podría estar toda la vida haciendo eso. Entonces La casa lobo es parte de un itinerario de cómo manejar lo material en lo audiovisual. En ese sentido no es como una tesis en sí. Bueno más bien es una tesis después de un Magíster o algo así… (risas), es una tesis doctoral después de un magister, sí.
El asunto de los materiales precarios y baratos tiene varias razones. Una de ellas es que nosotros tratamos, con Cristóbal, tener una especie de economía, generar de “basura” cosas bellas y no lo contrario. En términos de economía espiritual casi. Gastar muchos recursos ecológicos y humanos en hacer que algo no se vea... Preferimos ocupar cosas muy baratas, muy sencillas y así tratar de que eso se vea como algo rico. Ocupamos esa especie de alquimia material y eso lo hemos aplicado bastante en casi todos los trabajos. Hay otro aspecto que también nos gusta mucho de nuestro trabajo, pero sobretodo del trabajo de otras personas, que es mostrar todo el cuerpo del trabajo: los huesos, las venas, como que tú veas el trabajo y sepas cómo está hecho, que no haya misterio. Hay una cosa que me ha pasado un par de veces que he ido a charlas sobre casos de animación en el mundo, que muestran con orgullo todo lo bien que lo hacen.
JM: Todo muy pulcro.
JC: Sí, y además como que hacen unas películas de stop motion con pantalla verde atrás y son muy lindas esas imágenes. Y cada vez que van mostrando las capas de complejidad que le van poniendo se va volviendo cada vez más feo y más común. A mí me interesa ver más trabajos en los que veo cómo está hecho y, sin embargo, puedo seguir una historia, puedo encantarme con lo que veo.
JM: La casa lobo es muy fiel a todo lo que dices. En realidad no creo que haya otra manera de contar una historia así, es la técnica para esa historia. ¿Cuánto tiempo les llevó filmar todo?
JC: Nos llevó cinco años de producción y, durante esos años, estuvimos en doce lugares de exhibición. El sonido lo hicimos durante cuatro años y medio. Claudio Vargas trabajó con nosotros, obviamente no hacía solo eso, le íbamos pasando las imágenes y el devolvía eso con sonido y le devolvíamos el material ideas nuevas. Fuimos jugando con eso durante cuatro años más o menos y, al final, nos concentramos más y le metimos más fuego. Y también está hecha la mezcla en Sonamos, que es una productora de sonido, a la cabeza de Roberto Espinoza. Es muy buen mezclador y muy buen diseñador también.
Bueno, todo lo que te decía de mostrar el esqueleto y mostrar la viseras, todo tiene que ver también con la idea de trasladar el taller a lugares de exhibición. Como íbamos a estar encerrados mucho tiempo, pensamos que iban a ser dos años – fueron cinco–, entonces decidimos que, como nos invitaban a lugares íbamos a decir que no durante mucho tiempo, dijimos Bueno, nos gustan los trabajos que muestran su esqueleto, y como nos estaban invitando a lugares… propongamos que traslademos el taller de la película, y nos dijeron que sí en todos los lados. Eso fue un año y medio que gastamos entre montajes, sumando entre mes y mes, moviendo todo, en planificación, ambientación, montaje… Hubo montajes que duraron tres semanas, hubo otros más cortos.
JM: ¿Fueron todas las exhibiciones de entrada libre?
JC: El programa dependía de cada lugar. Como lo hicimos mucho, nos aburrimos también de nosotros mismos y, como somos malos para aburrirnos, íbamos cambiando bastante el proyecto. Comenzamos ahí trabajando con la instalación en la mitad del Museo de Bellas Artes de Santiago (Chile) y teníamos, además, una sala para que la gente viera lo que estábamos haciendo. Íbamos actualizando el archivo una vez a la semana. Después estuvimos en lugares en los que teníamos talleres abiertos para niños, para jóvenes también. Hicimos un centro cultural falso, que se llamaba centro cultural casa lobo, en el que hicimos una especie de centro cultural pobre y despótico. Todos los centros culturales son un poco así. Trabajábamos en la película y hacíamos exposiciones de otras personas, que eran en realidad nuestras familias (risas), le inventábamos una carrera artística a nuestros padres, terminamos ahí con nuestras abuelas (risas), fue súper chistoso. Mi abuela, de hecho, expuso en la universidad Católica de Chile. Se volvió en una cosa muy grande. Fuimos a Buenos Aires, a Mexico, a Alemania, a Holanda y Santiago, mucho en Santiago.
JM: Y tener que trasladarse cada vez con tantas cosas…
JC: Yo viajé, por ejemplo, de Santiago a Buenos Aires, viajé con la cabeza de María en la maleta y la monte en un lugar ahí, entonces hay una parte en la película en que la cámara se acerca a la cara de maría y se vuelve a salir… bueno, eso es Santiago - Argentina. Me demoré como tres horas en lograr pegar la luz así, como parecido. La película está llena de esas cosas, pasar por un cuadro y salir por otro.
Había otra cosa y era que estábamos muy preocupados, en cuanto al espacio, de no hacer una casa de clase alta, ni tampoco hacer una casa cool. Es divertido porque no queríamos que fuera una casa muy estetizada, no tanto como Tim Burton o algo así… En realidad si tú vas a una casa chilena de clase media no es tan wow, solo falta el televisor gigante. De todas maneras, no queríamos que fuera de una época muy clara. Metimos cosas en la escena para que no fuera clara la época. Es complicado, es un tema de dirección de arte. Es una película en la que es muy difícil separar la dirección de la dirección de arte. Reutilizamos casi todo. Aparecen varias camas en la película y en realidad siempre es la misma cama, por eso esta tan hecha mierda en algunos momentos (risas).
JM: ¿Cuál es el gran valor de una técnica como el stop motion?
JC: La razón por la cual yo me enamoré de la animación, del stop motion puntualmente, es que yo antes era dibujante y hacía videos también, pero nada muy bueno, hay un video que sí quiero rehacer. Entonces, a mí me gustaba mucho dibujar, hacia grandes dibujos a carbón, retratos de dos metros y todavía me gustan, son medio realistas, bueno, en fin… Siempre sentí que habían muy buenos dibujos en el proceso, pero yo estaba buscando algo particular, tenía que seguir hasta encontrar eso. Entonces al final o lo encontraba, o cuando ya no sabía qué más hacer con ese dibujo, lo dejaba. Siempre mi sensación fue que crear dibujos era como crear cadáveres, que no demostraban toda la riqueza del proceso. Una vez hice un mural, hice varios murales de carbón en exposiciones, aparte de los dibujos en papel, y una vez borré uno como sacándole fotos y nada… Como un pre stop motion, como que aparecía una casa y se incendiaba… Entonces Cristobal vio eso y me dijo Hagámoslo juntos, porque él sabía más de animacion, ese video que te dije, el de la casa, ese video era terrible (risas). Y entonces de ahí en adelante fue como Wow. Cuando comenzamos a trabajar en Lucía (https://vimeo.com/5202050) me di cuenta de que uno podía hacer algo donde el proceso fuera la obra, me tomó mucho tiempo darme cuenta y dije Oh esto es como un dibujo pero animado (risas) y lo dije en voz alta y me reí, y dije No puedo creer que acabo de inventar la pólvora (risas). Entonces eso a mí me hizo enamorarme mucho del medio, por eso me gusta mucho hacer este tipo de animaciones donde tú realmente ves el proceso
JM: El medio es el fin.
JC: El medio es el fin. Lo que tú ves es el transcurso de un acontecimiento performático. Por eso me cuesta tanto entender cuando las animaciones tapan sus capas, para qué tanto esfuerzo si quieres que se vea como… nada.
Me acuerdo ahora cuando vi Dogville, de Lars Von Trier, y pensaba ¡Qué hijo de puta, cómo no se me ocurrió antes! (risas), porque es muy buena.
JM: Sí, deja todo en evidencia pero no importa.
JC: Todo se ve y sin embargo sigues. Bueno, la cosa que ahora más me gusta de la animación stop motion es que se vea todo porque creo que una de las cosas más lindas de la animación es que tú nunca ves la real energía que está ahí pasando, que es la persona, lo que está empujando las cosas. Como cuando ves una animación de munequitos stop motion y de repente, se le mueve el pelo un poco porque tocaron el pelo con el dedo sin querer y eso está bien… es decir, está bien en la medida de que tú la ocupes con algo, esa imperfección. Entonces ahí está la idea de que uno es como una especie de fantasma, que de hecho se ve. Si tu ves nuestras películas, se ven las pisadas, a veces entra gente y sale dos cuadros más adelante y tampoco nos molesta que se vea. De hecho, a mí me gusta que se vean los cables. Con Cristóbal teníamos esta idea, esta metafísica que no es muy real yo creo, de que la electricidad es energía, entonces si se ve un enchufe está bien, si se ven un cable está bien. Está muy bien. Igual nos iba a pasar (risas). Pienso que uno tiene que hacer trabajos en los cuales pueda convertir sus debilidades en grandezas. Si eres cojo baila cojo, baila cumbia, no sé (risas).
A mí me cuesta mucho entender cuando me dicen que este set, esta mesa para poner animación, costo dos mil dólares y yo pienso ¡Pero si no se ve! (risas).
JM: Ahora quiero hacerte una pregunta más sobre el contenido de tu obra… He tenido la oportunidad de ver trabajos anteriores de Diluvio y me parece ver algo que persiste, como una especie de estética del miedo, de lo oscuro. Entonces la pregunta es, ¿por qué filmar lo siniestro? ¿por qué es algo tan recurrente en sus películas?
JC: Sí… La verdad, hay varias verdades ahí pero la más honesta es que es lo menos racional de todo el trabajo, lo que más nos cuesta controlar. O sea, técnicamente te puedo contar algo. De todas las escenas, del ochenta por ciento en algún momento dijimos Jmm no se ve bien, bueno pongamosle negro atrás, y ahora que se le caiga la cabeza (risas), sale algo un poquito… De hecho yo diría que La casa lobo fue un poco la manera en que dijimos ¿Cómo domamos esto que nos pasa para que tenga sentido?, porque sino una hora de arbitrariedades darkie no aguanta, o sea, no es divertido, a mí tampoco me gustan las películas de terror.
JM: Sin embargo, es algo que está ahí.
JC: Es algo que está ahí. Aunque sí me gusta mucho David Lynch, ese tipo de aproximación perversa. Eso es como lo que pasaba antes de empezar La casa lobo. Antes de empezarla, creo, no sabíamos bien por qué pasaba eso, sabemos que a los dos nos gusta mucho, nos gustan mucho los cuentos de hadas… Son súper oscuros los cuentos de hadas. Si tú haces la investigación a la versión original del cuento pues es simplemente atroz. O sea, El conjuro 3 no es ni parecido a Los zapatos rojos, o sea, ¡como dos páginas de descripción de cómo la niña va muriendo producto de su vanidad porque los zapatos la castigan! (risas). Eso no te lo pasan en ninguna película.
Bueno, y después de La casa lobo creo que aprendimos un poco de porqué pasa eso, creo que a los dos nos gusta mucho el misterio y nos parece que las películas son sueños, entonces nos cuesta mucho hacer películas en las que se pase de la realidad al sueño… Creemos realmente que hasta, no sé, Rápido y furioso (risas) son pulsiones…
A lo que voy es que las películas son para nosotros sueños y también eso nos permite meter el dedo en lugares súper incómodos y nos hemos dado cuenta de que nos gusta eso, apuntar a cosas que políticamente son jodidas. No se acá, pero en Chile hacer una obra de izquierda, liberal, está en contra de la gente mala del gobierno, o sea… sí, estamos de acuerdo. Pero yo encuentro muy aburrido pensar que la gente que va a entrar a un museo o a una sala a ver una película y que son de izquierda, son liberales, creen en la libertad, en la igualdad de género, vean una película y salgan pensando lo mismo, es un sin sentido, entonces para qué mierdas la haces. Por eso nos gusta meternos en lugares incómodos, como todo este tema del nazismo en Chile que es súper enredado. Nuestra siguiente película tiene un poco que ver con lo mismo. Entonces es ¿Cómo te metes en lugares en donde no es fácil nombrar cuál es el lugar correcto? Es muy interesante porque todas las cosas oscuras, tienen también su lado luminoso.
Aquí mismo puede ver la película:
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