El documental Epicentro (2020), de Hubert Sauper (Darwin´s nightmare (2004), We come as Friends (2014)) busca fundamentalmente interpretar diferentes aspectos de la actualidad política y social de Cuba a partir de las variadas dimensiones de su pasado colonial. Esta es una obra que se basa en la inmersión del director en los espacios cotidianos de la Isla, a los que se permite limitadamente el acceso de turistas y extranjeros. Sin embargo, Epicentro también es un trabajo de interpretación y de búsqueda histórica en el que, de forma paralela, el cine termina formulando una reflexión de sí mismo. En sus múltiples aristas y capas superpuestas, la habilidad del documentalista se expone sustancialmente en la capacidad de recorrer cada uno de estos niveles, sin convertir el resultado en un juicio sumario.
Cuba está detenida en el tiempo. La imagen estática de su fase posrevolucionaria puede llegar a dar la sensación de que se trata de un territorio sin historia, cuando es, justamente, la densidad de los acontecimientos de la que ella ha sido punto nodal la que ha configurado la inmovilidad del presente como resultado de la movilidad del pasado. Esto lo intuye Sauper y parte por reconstruir la antigua relación colonial de Cuba con España. Es en el escenario de esta dominación prehistórica en el que la historia se pone en movimiento a raíz de los intereses estratégicos de Estados Unidos. El siglo XIX fue testigo de esta transición: la intervención de Estados Unidos en Cuba bajo el pretexto de una finalidad emancipadora, y el título Epicentro hace honor a la circunstancia en la cual Cuba, como sometida a fuerzas naturales insuperables, construyó su propia identidad y su dignidad en el trasfondo de este campo de fuerzas. El intento norteamericano, entonces, por irrumpir en el incontestado dominio español se llevó a cabo a través de una treta históricamente recordada —y respecto del cual el documental ironiza en una mirada que el cine lanza hacia su propia constitución—. La famosa explosión del acorazado “USS Maine” —que fue el objeto de indignación a partir del cual se justificó la posterior invasión militar norteamericana y la expulsión de los españoles de la Isla— fue una construcción audiovisual. Las potencias de la industria, que fueron la fuente material de la potencia de un nuevo arte de reproducción visual de la realidad, sirvieron a la construcción de una potencia política concreta. El cine, que apenas estaba construyendo la sensibilidad de toda una generación, fue puesto al servicio de un interés propagandístico que justificaba la intervención y la expansión militar de Estados Unidos. En este sentido, el documental logra dar cuenta de un cambio fundamental para la historia de la política y para la historia del cine. Las armas pueden dar el poder, pero solo las narrativas pueden mantenerlo. El documental logra una sensible reflexión acerca del lugar del cine en los nudos políticos e históricos. Al afirmar que el poder es, fundamentalmente, el ejercicio de una narrativa específica, el esfuerzo de construir historias, de mantenerlas y ampliarlas, el cine asume un lugar privilegiado. En sus potencias creativas, productivas y engañosas, se esconde también el secreto de la producción de la realidad. Cuba es, entonces, el resultado de un campo de fuerzas político en el que de manera paradigmática el cine asumió una centralidad inesperada.
La historia de Cuba es, también, la historia de liberación de aquella liberación represiva. En la reconstrucción de testimonios, el documental de Sauper expone con espíritu detallado la manera como ese proceso liberatorio está inscrito en la mentalidad colectiva de los cubanos. De hecho, la impresión que resulta de este recuento de narraciones autorrepresentativas no es otra cosa que la de un conocimiento profundo de todas las aristas del pasado colonial y, sobre todo, de los puntos de quiebre de esta historia intrincada. La revolución, como recuerdo, conserva su grandeza en la conciencia del horror de un pasado que no les pertenecía. El sentido de propiedad se ha ganado, entonces, en una gesta que también a través de los signos ha logrado perpetuarse. La emancipación no escapa a esta necesidad de permanecer viva en el recuerdo y en las realidades presentes a través de la conservación de relatos grandilocuentes, de historias hiperbólicas. Permanece en las imágenes exteriores, en los íconos políticos, en las mil imágenes de Fidel, pero, también, y antes que nada, permanece como relato en las voces de los habitantes, en sus ancianos, sus adultos y, de modo aún más sorprendente, en la visión cándida e inteligente de los niños.
Es esencialmente este trabajo con los niños, la indagación por la visión del futuro que se encarna en ellos, la que resulta más sorprendente. Por encima de nuestros propios relatos exteriores y ajenos, aquellos en los que se representa la vida del pueblo cubano como una realidad sin esperanzas, esta reconstrucción, este documento, son prueba viva de una serie de profecías cargadas de expectativas por lo que viene. Y no siendo solo esperanza, sino también conciencia del pasado, adquiere mucha más fuerza y más relevancia aquello que quiere comunicar. La presencia de los niños, la inocencia de sus juegos, sus inquietudes permanentes, pero también una convicción ya formada, proyectan este trabajo hacia un futuro que late por liberarse de las ataduras físicas e ideológicas en las que la realidad material de Cuba se encuentra atrapada.
De estas ataduras hace parte inescindible la posición actual de la Isla ante los ojos del mundo. Su realidad posrevolucionaria la pone en un curioso lugar dentro del comercio de almas y de ideas. El documental se mueve hábilmente para mostrar, en sus pasajes finales, la reincorporación del colonialismo en la forma de la mirada turista. El futuro de Cuba parece moverse en esta tensión insuperable entre la esperanza de un futuro consciente y el poder del capital que merodea y acecha su forma de vida como una presa cultural de valor incalculable.
Epicentro se proyecta durante la MIDBO 23. Más información acá: https://midbo.co/
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CUBA: LA HISTORIA DE UN FUTURO
Sobre Epicentro, de Hubert Sauper
El documental Epicentro (2020), de Hubert Sauper (Darwin´s nightmare (2004), We come as Friends (2014)) busca fundamentalmente interpretar diferentes aspectos de la actualidad política y social de Cuba a partir de las variadas dimensiones de su pasado colonial. Esta es una obra que se basa en la inmersión del director en los espacios cotidianos de la Isla, a los que se permite limitadamente el acceso de turistas y extranjeros. Sin embargo, Epicentro también es un trabajo de interpretación y de búsqueda histórica en el que, de forma paralela, el cine termina formulando una reflexión de sí mismo. En sus múltiples aristas y capas superpuestas, la habilidad del documentalista se expone sustancialmente en la capacidad de recorrer cada uno de estos niveles, sin convertir el resultado en un juicio sumario.
Cuba está detenida en el tiempo. La imagen estática de su fase posrevolucionaria puede llegar a dar la sensación de que se trata de un territorio sin historia, cuando es, justamente, la densidad de los acontecimientos de la que ella ha sido punto nodal la que ha configurado la inmovilidad del presente como resultado de la movilidad del pasado. Esto lo intuye Sauper y parte por reconstruir la antigua relación colonial de Cuba con España. Es en el escenario de esta dominación prehistórica en el que la historia se pone en movimiento a raíz de los intereses estratégicos de Estados Unidos. El siglo XIX fue testigo de esta transición: la intervención de Estados Unidos en Cuba bajo el pretexto de una finalidad emancipadora, y el título Epicentro hace honor a la circunstancia en la cual Cuba, como sometida a fuerzas naturales insuperables, construyó su propia identidad y su dignidad en el trasfondo de este campo de fuerzas. El intento norteamericano, entonces, por irrumpir en el incontestado dominio español se llevó a cabo a través de una treta históricamente recordada —y respecto del cual el documental ironiza en una mirada que el cine lanza hacia su propia constitución—. La famosa explosión del acorazado “USS Maine” —que fue el objeto de indignación a partir del cual se justificó la posterior invasión militar norteamericana y la expulsión de los españoles de la Isla— fue una construcción audiovisual. Las potencias de la industria, que fueron la fuente material de la potencia de un nuevo arte de reproducción visual de la realidad, sirvieron a la construcción de una potencia política concreta. El cine, que apenas estaba construyendo la sensibilidad de toda una generación, fue puesto al servicio de un interés propagandístico que justificaba la intervención y la expansión militar de Estados Unidos. En este sentido, el documental logra dar cuenta de un cambio fundamental para la historia de la política y para la historia del cine. Las armas pueden dar el poder, pero solo las narrativas pueden mantenerlo. El documental logra una sensible reflexión acerca del lugar del cine en los nudos políticos e históricos. Al afirmar que el poder es, fundamentalmente, el ejercicio de una narrativa específica, el esfuerzo de construir historias, de mantenerlas y ampliarlas, el cine asume un lugar privilegiado. En sus potencias creativas, productivas y engañosas, se esconde también el secreto de la producción de la realidad. Cuba es, entonces, el resultado de un campo de fuerzas político en el que de manera paradigmática el cine asumió una centralidad inesperada.
La historia de Cuba es, también, la historia de liberación de aquella liberación represiva. En la reconstrucción de testimonios, el documental de Sauper expone con espíritu detallado la manera como ese proceso liberatorio está inscrito en la mentalidad colectiva de los cubanos. De hecho, la impresión que resulta de este recuento de narraciones autorrepresentativas no es otra cosa que la de un conocimiento profundo de todas las aristas del pasado colonial y, sobre todo, de los puntos de quiebre de esta historia intrincada. La revolución, como recuerdo, conserva su grandeza en la conciencia del horror de un pasado que no les pertenecía. El sentido de propiedad se ha ganado, entonces, en una gesta que también a través de los signos ha logrado perpetuarse. La emancipación no escapa a esta necesidad de permanecer viva en el recuerdo y en las realidades presentes a través de la conservación de relatos grandilocuentes, de historias hiperbólicas. Permanece en las imágenes exteriores, en los íconos políticos, en las mil imágenes de Fidel, pero, también, y antes que nada, permanece como relato en las voces de los habitantes, en sus ancianos, sus adultos y, de modo aún más sorprendente, en la visión cándida e inteligente de los niños.
Es esencialmente este trabajo con los niños, la indagación por la visión del futuro que se encarna en ellos, la que resulta más sorprendente. Por encima de nuestros propios relatos exteriores y ajenos, aquellos en los que se representa la vida del pueblo cubano como una realidad sin esperanzas, esta reconstrucción, este documento, son prueba viva de una serie de profecías cargadas de expectativas por lo que viene. Y no siendo solo esperanza, sino también conciencia del pasado, adquiere mucha más fuerza y más relevancia aquello que quiere comunicar. La presencia de los niños, la inocencia de sus juegos, sus inquietudes permanentes, pero también una convicción ya formada, proyectan este trabajo hacia un futuro que late por liberarse de las ataduras físicas e ideológicas en las que la realidad material de Cuba se encuentra atrapada.
De estas ataduras hace parte inescindible la posición actual de la Isla ante los ojos del mundo. Su realidad posrevolucionaria la pone en un curioso lugar dentro del comercio de almas y de ideas. El documental se mueve hábilmente para mostrar, en sus pasajes finales, la reincorporación del colonialismo en la forma de la mirada turista. El futuro de Cuba parece moverse en esta tensión insuperable entre la esperanza de un futuro consciente y el poder del capital que merodea y acecha su forma de vida como una presa cultural de valor incalculable.
Epicentro se proyecta durante la MIDBO 23. Más información acá: https://midbo.co/
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