Sobre el cine de Paula Gaitán
Hay una parte de La Selva de Cristal del antropólogo Eduardo Viveiros de Castro que habla de los sueños. Los Kagwahiv dicen que “todo el que sueña tiene algo de chamán”. Viveiros de Castro explica que en ese idioma amazónico lo “chamán” no es algo que uno “es” sino que es algo que uno “tiene”. Según el antropólogo:
(...) el ‘chamán’ humano no es un funcionario sacerdotal – una ‘especie’ –, es alguien más parecido al filósofo socrático – un ‘funcionamiento’ –, en el sentido en que si todo individuo capaz de razonar es filósofo, amigo potencial del concepto, como Sócrates diría, entonces, todo individuo capaz de soñar es chamán, ‘amigo de la imagen.’
Este mes se está presentando en la Cinemateca de Bogotá una retrospectiva de la obra de Paula Gaitán. Luego de ver varias de sus películas, pienso que quizá aún no han nacido palabras para escribirle a las imágenes y a los sonidos de Paula. Casi como en un trance, estas palabras están escritas para todas las que quedan por nacer, a las que quizá puedan dar cuenta de la belleza y pertinencia del presagio que oculta la luz de la obra de la cineasta colombo-brasilera. Las palabras por nacer se ocultan en la duermevela, en esa amistad con la imagen que, como precisa Viveiros de Castro, es una amistad cercana a los sueños.
Junto con sus películas, la Cinemateca de Bogotá ha traído la instalación Dos orillas. Este texto se ubica entre una orilla y la otra; y los sueños guiarán el recorrido fluvial que dialoga con la memoria lagunar, los paralelos imaginarios tejidos con la obra de Paula y sus poemas. Lo escrito quizá no se detenga tanto en las imágenes, lo hará más en la vida que éstas han proveído a la escritura y a los afectos.
Primera Orilla | El nacimiento del río | Luz nos trópicos. Uaká. E rocha e río, Negro Leo.
Primer sueño: Hace unos días soñé que estaba en uno de los dibujos de Felipe Guamán Poma de Ayala. Estaba en un campo en época de cosecha. Me perdía entre las líneas y empezaba a recoger los frutos. Hacía mucho calor.
Hacia el lado izquierdo de la instalación Dos orillas hay tres pantallas, cada una proyecta 3 videos y componen un lugar en común. La luz que entra por los árboles, un hombre le enseña a pescar a otro y una mujer vestida de rojo, a orillas de un riachuelo, se va encogiendo hasta quedar sobre la tierra. Dos orillas tiene el eco de diferentes obras de Paula, fragmentos de sus películas dispuestos en recorridos fluviales que se abren a relaciones imaginarias. En esta primera orilla entretejo Luz nos trópicos, Uaká y E rocha e río, Negro Leo. El paralelo que nace desde este lado de la orilla se relaciona con el retorno a la tierra, hacer de los pies raíces y entenderse con el sonido profundo del magma.
La experiencia imaginaria (entendiendo esta palabra en dos vías, por un lado relacionada con el verbo imaginar como formar sucesos mentales y, por el otro, relacionándola directamente con la palabra “imagen”) de estas películas se extiende de manera afectiva, emocional y política, permitiendo diferentes encuentros entre la ficción y la historia, abriendo esta especie de “habitancia” territorial a la imaginería del futuro. Me pregunto qué significa escribirle al futuro. Pensando en las películas de Paula Gaitán creo que quizá escribirle al futuro es escribirle a la tierra, pegar la boca al suelo y gritar un manifiesto en contra del poder, caer, como una mujer vestida de rojo, para volverse semilla. Cada que acercamos la boca a la tierra, a esa tierra selvada, húmeda, logramos sentir el rumor de su enojo, la venganza de la tierra será tragarnos para volver a nacer. No puedo pensar en el cine de Paula por fuera del cuerpo, pienso que escribir al respecto es como poner a funcionar el pensamiento corporal de la imagen, que a su vez es el pensamiento corporal de la imaginación que a su vez es el pensamiento corporal de los sueños.
Me pregunto, ¿qué imagina mi cuerpo? Supongo que tiene que ver con lo mismo que sueña. Mi cuerpo imagina una cosecha de los dibujos de Guamán Poma. Mi cuerpo imagina a mis manos recogiendo un fruto. Mi cuerpo imagina el sol, la imaginación de mi cuerpo recuerda que el sol es como la luz de las películas en la sala de cine. Las imágenes, la roca y el río, la lengua pronunciando Uaká como suspiro y la luz que ilumina los trópicos son saberes que encarnan la vida y la vuelven móvil en el cine.
En la representación usual que el cine ha dado, nuestro territorio se ha configurado bajo imaginarios nacionales y patrióticos que obedecen a ideales moderno-capitales de explotación. Cuando pienso en el territorio de estas películas me pregunto por esa episteme fronteriza, ese pensamiento de borde que transgrede los límites de los símbolos y las nacionalidades y abraza al cine como una arqueología del devenir que invoca la memoria ancestral de nuestros territorios para amplificarla y compartirla por medio de una imaginación que, como etnografía experimental y manifiesto, nos invita a entendernos en relación con nuestro entorno, abrazando a la creación audiovisual como un ecosistema de resistencia y lucha.
¿Cómo se ha transformado nuestra relación con el territorio?, ¿cómo esta relación atraviesa la imagen? Todo se vuelve un cruce de caminos de la imagen y la experiencia andada, caminos imaginarios que nos hablan de temporalidades ajenas a la linealidad de la historia hegemónica. Se cruzan acá dos caminos: un sueño y un grupo de películas. A propósito de los frutos y de los saberes que encarnan la memoria, un poema de Paula:
No. 1
Son cinco frutas marchitas en mi vientre.
Las aves quieren penetrar y destruirme.
Mastican el agua con furia...
musicalmente se alborotan y me invaden por completo.
Son cinco aves podridas en mi cuerpo.
Estoy sola.
Nadie oye mis gemidos dolorosos.
Nadie siente la muerte fría entre mis brazos.
La única que acudió a la lucha fue la luna
Entre el obstáculo de las ruinas y las ausencias que ha dejado esta historia sangrienta en nuestros territorios, el futuro pareciera un tiempo mutilado. Este poema de Paula termina con la compañía de la luna. En el tarot, la carta de la luna se relaciona con la intuición, que a veces considero una especie de brújula para escribirle al cine. Otra vez, escribirle al futuro y a la imaginación radical de las imágenes y los sonidos de Paula Gaitán. Escribirle al territorio que es también escribirle a todas esas cosas que quedan por nacer, a las palabras que quedan por nacer. Escribirle a estas películas es quizá también escribirle a los mundos posibles que fueron arrebatados por el poder colonial. Escribirle a esos mundos, amigadas con la imagen y con los sueños será también encontrar esa luz en los trópicos, ese retorno redentor de la boca pegada a la tierra húmeda de la selva. Boca que canta un conjuro, porque no imagino otra manera de escribirle a las imaginaciones de las películas de Paula que no sea conjurando profecías ensoñadas.
Segunda Orilla | La desembocadura del río | Agreste. Noite. Diario de Sintra. Vida.
Segundo sueño: Tuve otro sueño, lo escribí en mi diario. En mi sueño estaba en Santa María del Antiguo Darién. La selva se veía enorme y hermosa. Yo caminaba hasta un pequeño riachuelo que crecía cada vez más. Me metía al agua y esta me tragaba. En ningún momento me ahogué, el agua era mi amiga. Me hundía y me sacaba. Al final de mi sueño unas mujeres lanzaban una Mola al mar y con esta me recogían como si yo fuera un pez.
En el medio de la instalación Dos orillas, hay un recorrido por un río, este recorrido se proyecta en el suelo. Al frente está la pieza Se hace camino al andar. De nuevo, el eterno retorno a la tierra mojada, el ser semilla. Al otro lado del río hay una serie de pantallas, entre estas se forman otras dos orillas que entre sí, configuran cantos. En la primera una mujer canta, pausadamente. En la última, diferentes personas cantan y bailan en una fiesta. Este lado de la orilla está dedicado a la magia ondulante del ritual de la memoria, y en este conjuro versan las películas Agreste, Noite, Diario de Sintra y Vida.
Agreste fue la primera película en la que sentí un déjà vu, creer recordar una imagen que estás viendo por primera vez, creer que quizá la soñaste o que la memoria desbordó sus lagunas, confundiendo recuerdos y creando imaginaciones, conjurando cercanías. El cine como un artefacto de introspección y especulación se dispone a acercamientos en donde las cartografías de la memoria se expanden en nuevas posibilidades de significación del mundo. A modo de cartografía imaginaria en la que se trazan los ejes de la migración, la memoria y los fantasmas, estas películas nacen como un agujero en el cual es posible encajar el canto o cultivar la semilla de un girasol. La intersección entre el cuerpo, la ecología y la imagen devienen en una exploración que nos permite trenzar el cine como una posibilidad de andar y desandar nuestros recuerdos. Me pregunto, una vez más, por cómo verbalizar la magia, esos destellos que iluminan adentro del cuerpo, que le dan origen a la voz y que producen los encuentros de las vidas imaginarias como lo son los déjà vu. La memoria se coreografía en las voces que cantan y los cuerpos que bailan y caminan en el grupo de películas que he traído a esta orilla, en la cual las fotografías y recuerdos cobran la fuerza de la naturaleza viva, entre vientos que agitan al mar y a los árboles.
Entre el entramado imaginario de los recuerdos y los presagios alados de los juegos mentales que provee el cine, otro poema de Paula:
Poema No. 56
La vida es un pacto de nostalgia con la muerte,
un suspiro profundo lleno de ternura,
una flor entreabierta desde el despertar de un nuevo año.
La vida es el olor del almendro,
la silueta del pájaro ambulante,
la caída del compañero amado.
Quiero existir en el trágico destino que crearon los dioses y dormir en tu pecho de hielo en el silencio eterno de los días.
Me pregunto por aquello que más nos une a la vida, que quizá sea ese pacto eterno que menciona Paula, la muerte. Pienso que quizá por eso, por ese pacto de nostalgia que tenemos con la muerte y con sus fantasmas, es que siempre estamos tan al borde del fin de todo. Nosotras, a veces tan cerca de la muerte y de la vida al mismo tiempo, igual que en el sueño, que es lo mismo que el trance, que es aquella profecía alada del fin de los tiempos. ¿Qué sucedería si se acaba el tiempo? ¿Qué pasaría con el cine, que es una especie de juego de duraciones y viajes temporales? Me pregunto por lo intemporal y por las materialidades anti-históricas, pienso que quizá lo intemporal abre una especie de luz que nos permite nombrar a la imagen en colectivo, una vez más, no me imagino escribiendo sobre las películas de Paula por fuera del conjuro. Los cuerpos danzantes en Noite y el campo de algodón en Agreste, los sueños se juntan y es como si un grupo de mujeres caminantes me sacara del mar, me envolviera en su tejido con figuras de animales y me llevara hasta la orilla de una playa.
Pienso que quizá todo lo que he escrito sobre este grupo de películas no es en sí una segunda orilla, creo que es más bien el viaje que me ha llevado a esta. A la orilla me han traído envuelta en una Mola, como en mis sueños. En esta orilla, que está tan al borde del fin de los tiempos, pienso en un conjuro final: escribirle a las mujeres del fin del mundo, a sus brújulas que apuntan al sur, a sus luces, a sus sonidos. Este conjuro que se teje, de manera imaginaria, entre una orilla y la otra, está escrito a las mujeres del fin del mundo. Les escribo, nos escribo, porque el estar en la insularidad de la historia patriarcal, exiliadas de sus heroicas y bélicas narrativas, nos permite pensar en la trama intemporal de la vida, tenderle una trampa a la historia y crear universos paralelos. Porque solo estando acá, en el borde del fin de los tiempos, aparecen las luces que, hermanadas con la imagen y con los sueños, traerán la profecía alada, en forma de mirlo, del retorno fecundo a la vida.
Algo de ensoñación hay cuando se siente esa conexión extraña con el artista y resulta que tiene sangre originaria del mismo pueblo donde nací. Su padre, Jorge Gaitán Durán, nacido en Pamplona, egresado del mismo colegio donde nos graduamos mi papá, mi hermano y yo... Paula, también se llama mi hija. Pero nada de eso resulta si quiera relevante si no se piensa en clave de onírica posibilidad. Gracias por abrirle esta ventana a su obra, ahora me corresponde mi propio viaje en ella.