A punto de iniciarse la edición 60 del Festival de cine de Cartagena de Indias, una breve conversación con Felipe Aljure nos revela los retos, las novedades, inclusiones y proyectos.
“El festival se diseña para este siglo” Felipe Aljure
Desde el año pasado, la primera edición con Aljure en la silla de la dirección artística del festival, el FICCI ha insistido en los cambios. No es azaroso decir que se vive un momento de continua transformación –que inquieta a muchos y a otros motiva–. Esta nueva edición, por ejemplo, trae nuevas secciones, nuevos encuentros. Aljure, hasta ahora, está tratando sus ediciones con el método de la adición. Cosa que él ve natural, pues lee en el presente del cine y, sobre todo, de su circulación una restructuración de todos los asuntos: “¿Si la manera de ver y hacer cine cambió entonces por qué los festivales se siguen haciendo de la misma manera?”, nos dice. Este año, justamente, asistió a un encuentro de directores de festivales de cine realizado en Corea del Sur con el fin de pensar nuevas –esta palabra parece rondar todos los festivales– herramientas y estrategias para mejorar las estructuras de estos eventos anuales. Kim Dong´ho, fundador del festival de cine de Busán, convocó a doce directores de festivales (Singapur, Malasia, Moscú, entre otros) a que reflexionaran a partir de una pregunta puntual, ¿cuál es la perspectiva de los festivales de cine en el siglo XXI? En las discusiones sobre el tema no tardaron en concluir lo obvio: que, independientemente del lugar en donde se realice el evento y del modelo económico del país donde suceda, los festivales enfrentan desafíos similares, siendo el principal, para todos, la dificultad para encontrar financiación. No hay que ir lejos: RCN se fue este año del FICCI. La solución del equipo fue darle entrada a otros tantos ministerios (el de ambiente liderando: se ha dicho con ahínco que estos 60 años se celebrarán pensando en la sostenibilidad del planeta). La otra conclusión importante que destacó Aljure fue que “nos une el amor por el cine, la defensa del cine para expresarse sobre diferentes temas y modificarle la vida al ser humano. Eso es una película, una representación de la condición humana. Llegamos al acuerdo y al consenso de que los festivales tienen pertinencia en su territorio, en cada país existe una razón de ser particular.”
Más novedades de la edición 60 del FICCI
Precisamente sobre ese tema de la pertinencia, económica y, digamos, espiritual, de un Festival en su territorio, Aljure destacó la existencia de dos secciones en el FICCI, una dedicada al cine afro y otra al cine indígena. Este año, además, durante el Festival, tendrá lugar el Primer Foro Indígena Andino, que contará con la participación de comunidades provenientes de distintos países de América Latina (aunque esto ya ha sido cancelado debido a medidas internacionales para prevenir el coronavirus). Dentro de esta misma lógica, Aljure señaló la importancia de la muestra De Indias, la cual responde al deseo de incluir el territorio donde se realiza el Festival y en la que se proyectarán producciones de cine cartagenero, “otra señal de inclusión que viene a ser de nuevo relevante y pertinente con lo local”. Otra novedad es la sección Tierra Adentro, creada en homenaje a Mauricio Lezama, cineasta asesinado en Arauca mientras trabajaba en la realización de una nueva película. Esta muestra, en la que participan cinco cortos de directores colombianos, pretende recoger, según Aljure, “ese cine de las periferias, de lugares que no solemos ver representados en la gran pantalla: no solamente nos referimos a periferias geográficas sino a periferias urbanas, hay sistemas de exclusión enormes que circulan en las capitales de nuestro país, no toca estar lejos para ser excluído.”
Igualmente, Aljure y su equipo quisieron que el Festival no se limitara a existir solo durante cinco días en un espacio específico y aumentaron los esfuerzos por extender los eventos que se realizaban durante el año. Así, lograron una itinerancia (ya no solo por el departamento de Bolívar, como se venía haciendo) por distintos lugares del país, convencidos de que “los elementos culturales como el cine son constructores de nación y de identidad.” El FICCI fue socio de un Festival realizado en San Andrés y Providencia; acompañó a FICAmazonía en Mocoa; tuvo presencia física, con pantallas montadas para la ocasión, en Popayán, Uribia, Villa de Leyva, Sogamoso, e incluso inauguró el Festival de Jazz de Mompox con unas proyecciones especiales.
¿Y los premios?
El año pasado, la mayor polémica frente a los cambios tuvo que ver con la restructuración completa del funcionamiento del Festival: la cancelación de su carácter competitivo. Es decir, que, entre todas las cosas que pasaban en el festival, se convocaban cinco grupos de jurados para entregar premios y distinciones por las categorías específicas. Ya nada de eso ocurre. Ese cambio obligó al Festival a cambiar su tipo de aval frente a La Federación Internacional de Asociaciones de Productores Cinematográficos ( FIAPF), encargada de dar una categoría para cada festival competitivo. El FICCI hoy pasa de una atractiva lista de festivales competitivos a otra de festivales sin concurso. Esto no evita su normal funcionamiento, simplemente es, digamos, un atractivo para productores y directores que se pierde. Que no existan las competencias, aclara Aljure, no significa que no se den premios. Explica: “El año pasado entregamos 550 millones de pesos en premios pero premiamos distinto. En vez de esperar la decisión de un jurado, a las películas escogidas para presentarse en el festival se les dieron 10 millones de pesos en reconocimiento. No se le da todo a una sola película sino a todas.” Para Aljure, el premio otorgado en Cartagena daba dinero pero no ayudaba necesariamente a empujar la distribución de una película. Por otra parte, Aljure explica lo difícil que es para él aplicar el concepto de competición, que se aplica tan claramente en deportes donde es evidente ver, por ejemplo “quién corre más rápido o salta más” y no es para nada claro en un producto cultural, como lo es el cine. Finalmente, señala que en los festivales de tradición anglosajona no suele haber competencia, como es el caso del de Toronto, entre otros, sin que esto los haga menos relevantes.
Ameribérica: otra novedad
Dentro de esta lógica de hacer del FICCI no solo un espacio importante de reflexión entorno al cine, sino también de convertirlo en una plataforma que provoque otro tipo de diálogos alrededor de este, se lanzará un proyecto que pretende potenciar la circulación de las películas hechas en la región. Para Aljure la idea es solo la respuesta natural ante la constatación de una producción que crece y se multiplica gracias a las diferentes leyes que han facilitado la producción de películas en los distintos países; a la facilidad, gracias a las innovaciones tecnológicas, con la que pueden circular de un sitio al otro y al hecho de que, a pesar de todo lo anterior, las películas no están llegando a sus espectadores. Esto último se explica por las dinámicas actuales de distribución en las que son otras películas las que copan el mercado de la región, que es enorme. Aljure explica que “en los 22 territorios que conforman “Ameribérica” existen 20 mil salas de cine, más de 980 festivales y se producen unas 1000 películas al año. Es absurdo, sin duda, que, existiendo la posibilidad de generar un mercado común tan grande, en la actualidad las películas estén sufriendo en ese último proceso: no son pocas las películas que tienen un recorrido destacado en Festivales pero que, cuando regresan a su país, no duran nada en cartelera y acaban en una repisa.”
Por la descripción de Aljure, este ambicioso proyecto aspiraría entonces a crear una red en la que se genere un banco de películas que tengan garantizada un mínimo de distribución por la zona, un número de pantallas fijas en las que cada semana se podrían ir rotando los diferentes títulos. Esto abriría nuevas posibilidades de negocio, potenciaría el mercado, y, sobre todo, sería una manera de contribuir también a la formación de público, que suele estar captado por las grandes producciones norteamericanas, al poner este cine regional, de manera más constante, al alcance de cualquier espectador.
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FICCI 60: AL HABLA CON FELIPE ALJURE
A punto de iniciarse la edición 60 del Festival de cine de Cartagena de Indias, una breve conversación con Felipe Aljure nos revela los retos, las novedades, inclusiones y proyectos.
“El festival se diseña para este siglo” Felipe Aljure
Desde el año pasado, la primera edición con Aljure en la silla de la dirección artística del festival, el FICCI ha insistido en los cambios. No es azaroso decir que se vive un momento de continua transformación –que inquieta a muchos y a otros motiva–. Esta nueva edición, por ejemplo, trae nuevas secciones, nuevos encuentros. Aljure, hasta ahora, está tratando sus ediciones con el método de la adición. Cosa que él ve natural, pues lee en el presente del cine y, sobre todo, de su circulación una restructuración de todos los asuntos: “¿Si la manera de ver y hacer cine cambió entonces por qué los festivales se siguen haciendo de la misma manera?”, nos dice. Este año, justamente, asistió a un encuentro de directores de festivales de cine realizado en Corea del Sur con el fin de pensar nuevas –esta palabra parece rondar todos los festivales– herramientas y estrategias para mejorar las estructuras de estos eventos anuales. Kim Dong´ho, fundador del festival de cine de Busán, convocó a doce directores de festivales (Singapur, Malasia, Moscú, entre otros) a que reflexionaran a partir de una pregunta puntual, ¿cuál es la perspectiva de los festivales de cine en el siglo XXI? En las discusiones sobre el tema no tardaron en concluir lo obvio: que, independientemente del lugar en donde se realice el evento y del modelo económico del país donde suceda, los festivales enfrentan desafíos similares, siendo el principal, para todos, la dificultad para encontrar financiación. No hay que ir lejos: RCN se fue este año del FICCI. La solución del equipo fue darle entrada a otros tantos ministerios (el de ambiente liderando: se ha dicho con ahínco que estos 60 años se celebrarán pensando en la sostenibilidad del planeta). La otra conclusión importante que destacó Aljure fue que “nos une el amor por el cine, la defensa del cine para expresarse sobre diferentes temas y modificarle la vida al ser humano. Eso es una película, una representación de la condición humana. Llegamos al acuerdo y al consenso de que los festivales tienen pertinencia en su territorio, en cada país existe una razón de ser particular.”
Más novedades de la edición 60 del FICCI
Precisamente sobre ese tema de la pertinencia, económica y, digamos, espiritual, de un Festival en su territorio, Aljure destacó la existencia de dos secciones en el FICCI, una dedicada al cine afro y otra al cine indígena. Este año, además, durante el Festival, tendrá lugar el Primer Foro Indígena Andino, que contará con la participación de comunidades provenientes de distintos países de América Latina (aunque esto ya ha sido cancelado debido a medidas internacionales para prevenir el coronavirus). Dentro de esta misma lógica, Aljure señaló la importancia de la muestra De Indias, la cual responde al deseo de incluir el territorio donde se realiza el Festival y en la que se proyectarán producciones de cine cartagenero, “otra señal de inclusión que viene a ser de nuevo relevante y pertinente con lo local”. Otra novedad es la sección Tierra Adentro, creada en homenaje a Mauricio Lezama, cineasta asesinado en Arauca mientras trabajaba en la realización de una nueva película. Esta muestra, en la que participan cinco cortos de directores colombianos, pretende recoger, según Aljure, “ese cine de las periferias, de lugares que no solemos ver representados en la gran pantalla: no solamente nos referimos a periferias geográficas sino a periferias urbanas, hay sistemas de exclusión enormes que circulan en las capitales de nuestro país, no toca estar lejos para ser excluído.”
Igualmente, Aljure y su equipo quisieron que el Festival no se limitara a existir solo durante cinco días en un espacio específico y aumentaron los esfuerzos por extender los eventos que se realizaban durante el año. Así, lograron una itinerancia (ya no solo por el departamento de Bolívar, como se venía haciendo) por distintos lugares del país, convencidos de que “los elementos culturales como el cine son constructores de nación y de identidad.” El FICCI fue socio de un Festival realizado en San Andrés y Providencia; acompañó a FICAmazonía en Mocoa; tuvo presencia física, con pantallas montadas para la ocasión, en Popayán, Uribia, Villa de Leyva, Sogamoso, e incluso inauguró el Festival de Jazz de Mompox con unas proyecciones especiales.
¿Y los premios?
El año pasado, la mayor polémica frente a los cambios tuvo que ver con la restructuración completa del funcionamiento del Festival: la cancelación de su carácter competitivo. Es decir, que, entre todas las cosas que pasaban en el festival, se convocaban cinco grupos de jurados para entregar premios y distinciones por las categorías específicas. Ya nada de eso ocurre. Ese cambio obligó al Festival a cambiar su tipo de aval frente a La Federación Internacional de Asociaciones de Productores Cinematográficos ( FIAPF), encargada de dar una categoría para cada festival competitivo. El FICCI hoy pasa de una atractiva lista de festivales competitivos a otra de festivales sin concurso. Esto no evita su normal funcionamiento, simplemente es, digamos, un atractivo para productores y directores que se pierde. Que no existan las competencias, aclara Aljure, no significa que no se den premios. Explica: “El año pasado entregamos 550 millones de pesos en premios pero premiamos distinto. En vez de esperar la decisión de un jurado, a las películas escogidas para presentarse en el festival se les dieron 10 millones de pesos en reconocimiento. No se le da todo a una sola película sino a todas.” Para Aljure, el premio otorgado en Cartagena daba dinero pero no ayudaba necesariamente a empujar la distribución de una película. Por otra parte, Aljure explica lo difícil que es para él aplicar el concepto de competición, que se aplica tan claramente en deportes donde es evidente ver, por ejemplo “quién corre más rápido o salta más” y no es para nada claro en un producto cultural, como lo es el cine. Finalmente, señala que en los festivales de tradición anglosajona no suele haber competencia, como es el caso del de Toronto, entre otros, sin que esto los haga menos relevantes.
Ameribérica: otra novedad
Dentro de esta lógica de hacer del FICCI no solo un espacio importante de reflexión entorno al cine, sino también de convertirlo en una plataforma que provoque otro tipo de diálogos alrededor de este, se lanzará un proyecto que pretende potenciar la circulación de las películas hechas en la región. Para Aljure la idea es solo la respuesta natural ante la constatación de una producción que crece y se multiplica gracias a las diferentes leyes que han facilitado la producción de películas en los distintos países; a la facilidad, gracias a las innovaciones tecnológicas, con la que pueden circular de un sitio al otro y al hecho de que, a pesar de todo lo anterior, las películas no están llegando a sus espectadores. Esto último se explica por las dinámicas actuales de distribución en las que son otras películas las que copan el mercado de la región, que es enorme. Aljure explica que “en los 22 territorios que conforman “Ameribérica” existen 20 mil salas de cine, más de 980 festivales y se producen unas 1000 películas al año. Es absurdo, sin duda, que, existiendo la posibilidad de generar un mercado común tan grande, en la actualidad las películas estén sufriendo en ese último proceso: no son pocas las películas que tienen un recorrido destacado en Festivales pero que, cuando regresan a su país, no duran nada en cartelera y acaban en una repisa.”
Por la descripción de Aljure, este ambicioso proyecto aspiraría entonces a crear una red en la que se genere un banco de películas que tengan garantizada un mínimo de distribución por la zona, un número de pantallas fijas en las que cada semana se podrían ir rotando los diferentes títulos. Esto abriría nuevas posibilidades de negocio, potenciaría el mercado, y, sobre todo, sería una manera de contribuir también a la formación de público, que suele estar captado por las grandes producciones norteamericanas, al poner este cine regional, de manera más constante, al alcance de cualquier espectador.
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