Valentina Giraldo, desde el International Film Festival Mannheim-Heidelberg, descubre una película inusual: allí donde aparece todo iluminado se esconde, bajo el suelo, una bestia o un hombre transmutador.
Sobre Matar a la bestia, de Agustina San Martín
Es luna llena cuando cuando su lado visible de cara a la tierra está completamente iluminado por el sol. Una pelota brillante en el cielo. Una ventana abierta a brujerías y transformaciones. Matar a la bestia es el primer largometraje de la realizadora argentina Agustina San Martín y abre con una inmensa luna llena.
*Yo vi de una garza mora Dándole combate a un río Así es cómo se enamora Tu corazón con el mío
Emilia llega desde Buenos Aires hasta un pequeño pueblo en la frontera entre Brasil y Argentina. Ella se queda en casa de su tía Inés, una mujer que atiende en una especie de hotel que recibe personas que van de tránsito por el lugar. En este lugar se habla portuñol, no hay señal de teléfono y una secta religiosa advierte sobre una bestia que ataca a las mujeres que salen solas en las noches.
La bestia cobra forma de res en pasajes oníricos llenos de niebla.
De tanto arar el cielo y armar surcos en las nubes, la cosecha de niebla se cae y enceguece el paisaje.
La luna es el único punto de luz.
Un halo misterioso envuelve a este largometraje y lo que pareciera ser una narrativa normal se ve envuelta en flujos de deseo y mito. A la historia van entrando diferentes mujeres que trastocan la vida cotidiana de Emilia. Julieth llega a la casa de su tía Inés y progresivamente la película nos va mostrando como ellas, Julieth y Emilia, empiezan a entablar una relación.
Yo vi de una garza mora Dándole combate a un río Así es cómo se enamora Así es como se enamora Tu corazón con el mío Tu corazón con el mío
Los hombres del pueblo arman grupos para recorrer el lugar en las noches. La bestia lentamente adquiere la forma del deseo y la relación de Julieth y Emilia se desborda en la transgresión de normatividades patriarcales. Ese espacio liminal de la frontera es el espacio abierto, la llaga en la cual la sexualidad entre dos mujeres deviene en formas terroríficas para los ojos del patriarca.
La luna regula las mareas del mar.
Los ciclos menstruales.
La intuición.
La luna mira al cielo y nosotras miramos, con nuestro ojo del sur, de cara al magma.
Luna, luna, luna llena Menguante Luna, luna, luna llena Menguante
A las mujeres se nos ha negado el deseo sexual y nuestros cuerpos son entendidos por la semántica patriarcal como una falla. Tener un monstruo entre las piernas. Es como si hubiéramos nacido al revés y nuestros cuerpos y existencias encarnaran un temor profundo, una bestia a la que hay que matar. Lo que no saben es que nosotras, al haber nacido al revés, nos la pasamos naciendo.
Anda muchacho a la casa Y me traes la carabina jio Pa' mata este gavilán Que no me deja gallina jio
Cuando nacemos al revés en vez de vivir nos la pasamos muriendo constantemente. Eso nos da la capacidad de volver a nacer.
Nacemos y nacemos y nacemos y re nacemos
Y volvemos a nacer.
Estar esperando nacer, con la bestia adentro.
Qué más terrorífico para el orden normado de un sistema que un cuerpo recién nacido.
Qué más darle a un mundo si no es un cuerpo recién nacido.
La luna me está mirando Yo no sé lo que me ve Yo tengo la ropa limpia Ayer, tarde la lave
Agustina San Martín nos presenta una película recién nacida. En cada visionado, en cada vestigio de niebla. Cuerpos recién nacidos iluminados por la luz de la luna. Noches inundadas de luces muertas, congeladas. Hombres persiguiendo mujeres. Onirismos bestiales. Cuerpos húmedos. Un orgasmo que exhala luz.
La sexualidad y el deseo que deviene en múltiples formas, brazos que se abstraen y ahora son enredaderas. La sexualidad y el mito, otra vez, esa bestia que encarna nuestro goce. El misterio material que envuelve al efímero pecado de nuestros pezones y la montaña peluda al final de nuestro vientre. Matar a la bestia conjura su magia bebiendo aguas subterráneas, su frontera, la que crea y está suspendida en esa niebla babosa, es el vértigo de correr al lado contrario del cráter, del abismo. El vértigo que supone estar en la tierra plana y selvada de la liminalidad. Ese vértigo de estar encerradas y darnos cuenta de nuestro devenir pájaro.
Luna, luna, luna llena Menguante Luna, luna, luna llena Menguante
Menguar.
Crecer.
Todo al tiempo.
Matar a la bestia es una película que nos hablá al revés sobre ser pupilas de la necedad.
Soy aprendiz de necia.
Somos canciones que fueron cantadas una sola vez.
Oh oh oh oh
*Los fragmentos en cursiva hacen parte de la canción “Tonada de la luna llena” de Simón Díaz.
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LUNA LLENA
Valentina Giraldo, desde el International Film Festival Mannheim-Heidelberg, descubre una película inusual: allí donde aparece todo iluminado se esconde, bajo el suelo, una bestia o un hombre transmutador.
Sobre Matar a la bestia, de Agustina San Martín
Es luna llena cuando cuando su lado visible de cara a la tierra está completamente iluminado por el sol. Una pelota brillante en el cielo. Una ventana abierta a brujerías y transformaciones. Matar a la bestia es el primer largometraje de la realizadora argentina Agustina San Martín y abre con una inmensa luna llena.
*Yo vi de una garza mora
Dándole combate a un río
Así es cómo se enamora
Tu corazón con el mío
Emilia llega desde Buenos Aires hasta un pequeño pueblo en la frontera entre Brasil y Argentina. Ella se queda en casa de su tía Inés, una mujer que atiende en una especie de hotel que recibe personas que van de tránsito por el lugar. En este lugar se habla portuñol, no hay señal de teléfono y una secta religiosa advierte sobre una bestia que ataca a las mujeres que salen solas en las noches.
La bestia cobra forma de res en pasajes oníricos llenos de niebla.
De tanto arar el cielo y armar surcos en las nubes, la cosecha de niebla se cae y enceguece el paisaje.
La luna es el único punto de luz.
Un halo misterioso envuelve a este largometraje y lo que pareciera ser una narrativa normal se ve envuelta en flujos de deseo y mito. A la historia van entrando diferentes mujeres que trastocan la vida cotidiana de Emilia. Julieth llega a la casa de su tía Inés y progresivamente la película nos va mostrando como ellas, Julieth y Emilia, empiezan a entablar una relación.
Yo vi de una garza mora
Dándole combate a un río
Así es cómo se enamora
Así es como se enamora
Tu corazón con el mío
Tu corazón con el mío
Los hombres del pueblo arman grupos para recorrer el lugar en las noches. La bestia lentamente adquiere la forma del deseo y la relación de Julieth y Emilia se desborda en la transgresión de normatividades patriarcales. Ese espacio liminal de la frontera es el espacio abierto, la llaga en la cual la sexualidad entre dos mujeres deviene en formas terroríficas para los ojos del patriarca.
La luna regula las mareas del mar.
Los ciclos menstruales.
La intuición.
La luna mira al cielo y nosotras miramos, con nuestro ojo del sur, de cara al magma.
Luna, luna, luna llena
Menguante
Luna, luna, luna llena
Menguante
A las mujeres se nos ha negado el deseo sexual y nuestros cuerpos son entendidos por la semántica patriarcal como una falla. Tener un monstruo entre las piernas. Es como si hubiéramos nacido al revés y nuestros cuerpos y existencias encarnaran un temor profundo, una bestia a la que hay que matar. Lo que no saben es que nosotras, al haber nacido al revés, nos la pasamos naciendo.
Anda muchacho a la casa
Y me traes la carabina jio
Pa' mata este gavilán
Que no me deja gallina jio
Cuando nacemos al revés en vez de vivir nos la pasamos muriendo constantemente. Eso nos da la capacidad de volver a nacer.
Nacemos y nacemos y nacemos y re nacemos
Y volvemos a nacer.
Estar esperando nacer, con la bestia adentro.
Qué más terrorífico para el orden normado de un sistema que un cuerpo recién nacido.
Qué más darle a un mundo si no es un cuerpo recién nacido.
La luna me está mirando
Yo no sé lo que me ve
Yo tengo la ropa limpia
Ayer, tarde la lave
Agustina San Martín nos presenta una película recién nacida. En cada visionado, en cada vestigio de niebla. Cuerpos recién nacidos iluminados por la luz de la luna. Noches inundadas de luces muertas, congeladas. Hombres persiguiendo mujeres. Onirismos bestiales. Cuerpos húmedos. Un orgasmo que exhala luz.
La sexualidad y el deseo que deviene en múltiples formas, brazos que se abstraen y ahora son enredaderas. La sexualidad y el mito, otra vez, esa bestia que encarna nuestro goce. El misterio material que envuelve al efímero pecado de nuestros pezones y la montaña peluda al final de nuestro vientre. Matar a la bestia conjura su magia bebiendo aguas subterráneas, su frontera, la que crea y está suspendida en esa niebla babosa, es el vértigo de correr al lado contrario del cráter, del abismo. El vértigo que supone estar en la tierra plana y selvada de la liminalidad. Ese vértigo de estar encerradas y darnos cuenta de nuestro devenir pájaro.
Luna, luna, luna llena
Menguante
Luna, luna, luna llena
Menguante
Menguar.
Crecer.
Todo al tiempo.
Matar a la bestia es una película que nos hablá al revés sobre ser pupilas de la necedad.
Soy aprendiz de necia.
Somos canciones que fueron cantadas una sola vez.
Oh oh oh oh
*Los fragmentos en cursiva hacen parte de la canción “Tonada de la luna llena” de Simón Díaz.
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