"El documental permite acercarse a la realidad social, como decía y enseñaba Fernando Birri hace ya bastantes años. Y de lo que se trataba era de acercársele críticamente, no cómplicemente. Descubrir cómo podía cambiarse, no demostrar que era perpetua e inmodificable"
Carlos Álvarez, Propuesta para un cine alternativo en países donde no hay escuelas de cine (1976)
El pasado 7 de julio falleció Carlos Álvarez. Más de 60 años duró su pasión por el cine. Su vida estuvo marcada por la labor docente, crítica y de creación documental en Colombia. El camino que recorrió nos señala la necesidad de revisitar y releer nuestras imágenes, observando con cuidado su forma y el contexto en el cual surgieron. Asimismo, señala la urgencia de la comprensión del pasado como un vector que incide en el presente y que lanza una mirada hacia el futuro.
Álvarez se preocupó por revisar las dinámicas de financiación de las producciones audiovisuales y del potencial del documental como prioridad narrativa del cine de estas latitudes. Subvirtió ciertas dinámicas de producción, distribución y exhibición, acudiendo a otros modos de hacer llegar las películas a la gente. Referenció al cine documental como el “tercer cine”, pensando en las ideas de “desarrollo” y “subdesarrollo” de la época. El documental como una forma de denuncia, una voz que hacía eco por quienes en ese entonces no parecían tener voz. Como otros documentalistas de ese periodo, entre quienes estaban Marta Rodríguez y Jorge Silva, realizó sus propios ensayos documentales argumentando estos temas.
Hoy, con la mirada puesta en cómo resolver los problemas de la industria y sin dejar de lado la representación audiovisual de los vuelcos de la democracia, le debemos una revisión a su trabajo desde la multiplicidad que la propia crítica debe generar.
Al parecer llevamos demasiados años tratando de comprender “¿Qué es la democracia?”. La película de Álvarez, que lleva este mismo nombre, se estrenó en el año 1971; sus imágenes expresaban un deseo apresurado por revelar la historia electoral de Colombia desde 1930 hasta la década del 70. Esta historia mostraba las complejidades y contradicciones de nuestra construcción social y política. Álvarez recurre al registro y al archivo: periódicos, imágenes, audios y emisiones radiales se entrelazan, para apoyar el discurso en off desde la voz del autor. Una ráfaga de perfiles de los presidentes, desde los años 30 hasta la década del 70, complementan el objetivo del director de mostrar un país en el que la democracia no ha estado jamás regida por las necesidades reales del pueblo, sino por las de las grandes élites: el clero, los políticos, los terratenientes, los grandes comerciantes, el gobierno de Estados Unidos, etc. La tergiversación, el miedo o la idea errada de progreso, han llevado al mismo pueblo a los resultados obtenidos.
Álvarez era directo, militante, denunciaba y al mismo tiempo hacía un llamado a la calma y la reflexión. El lenguaje de su discurso responde también a las dinámicas y el contexto de la oposición en su momento, lo cual le costó censuras, privación de la libertad, y omisiones que se han visto reflejadas hasta la actualidad.
Hoy tenemos otro cine y otras formas de hacer, pero vale la pena revisar qué tanto de este trabajo -y otros de esa época-, han influido en nuestras miradas y nuestras memorias, en las nuevas formas de señalamiento de “lo marginal” y de lo culturalmente legitimado. Desde entonces hemos estado en la búsqueda de formas argumentadas, pedagógicas, diversas y urgentes, que se mezclan hoy en día con otras más experimentales de representación de nuestra realidad.
Las imágenes y la voz de Carlos Álvarez resuenan, pues nos siguen interpelando. Algo significan estas imágenes de masacres y marchas que con el tiempo repetimos y olvidamos; algo cuentan estos nombres de personas que se asocian hoy, más de cuarenta años después, a edificios, calles, auditorios o monumentos; algo señalaba “la tinta en los dedos de la democracia” que las personas corrían a borrarse en las fuentes de agua, para no perder su trabajo; algo reflejan los datos electorales, como en un espejo, respecto a nuestra idea actual de la democracia.
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REVISITANDO A CARLOS ÁLVAREZ: ¿QUÉ ES LA DEMOCRACIA?
"El documental permite acercarse a la realidad social, como decía y enseñaba Fernando Birri hace ya bastantes años. Y de lo que se trataba era de acercársele críticamente, no cómplicemente. Descubrir cómo podía cambiarse, no demostrar que era perpetua e inmodificable"
Carlos Álvarez, Propuesta para un cine alternativo en países donde no hay escuelas de cine (1976)
El pasado 7 de julio falleció Carlos Álvarez. Más de 60 años duró su pasión por el cine. Su vida estuvo marcada por la labor docente, crítica y de creación documental en Colombia. El camino que recorrió nos señala la necesidad de revisitar y releer nuestras imágenes, observando con cuidado su forma y el contexto en el cual surgieron. Asimismo, señala la urgencia de la comprensión del pasado como un vector que incide en el presente y que lanza una mirada hacia el futuro.
Álvarez se preocupó por revisar las dinámicas de financiación de las producciones audiovisuales y del potencial del documental como prioridad narrativa del cine de estas latitudes. Subvirtió ciertas dinámicas de producción, distribución y exhibición, acudiendo a otros modos de hacer llegar las películas a la gente. Referenció al cine documental como el “tercer cine”, pensando en las ideas de “desarrollo” y “subdesarrollo” de la época. El documental como una forma de denuncia, una voz que hacía eco por quienes en ese entonces no parecían tener voz. Como otros documentalistas de ese periodo, entre quienes estaban Marta Rodríguez y Jorge Silva, realizó sus propios ensayos documentales argumentando estos temas.
Hoy, con la mirada puesta en cómo resolver los problemas de la industria y sin dejar de lado la representación audiovisual de los vuelcos de la democracia, le debemos una revisión a su trabajo desde la multiplicidad que la propia crítica debe generar.
Al parecer llevamos demasiados años tratando de comprender “¿Qué es la democracia?”. La película de Álvarez, que lleva este mismo nombre, se estrenó en el año 1971; sus imágenes expresaban un deseo apresurado por revelar la historia electoral de Colombia desde 1930 hasta la década del 70. Esta historia mostraba las complejidades y contradicciones de nuestra construcción social y política. Álvarez recurre al registro y al archivo: periódicos, imágenes, audios y emisiones radiales se entrelazan, para apoyar el discurso en off desde la voz del autor. Una ráfaga de perfiles de los presidentes, desde los años 30 hasta la década del 70, complementan el objetivo del director de mostrar un país en el que la democracia no ha estado jamás regida por las necesidades reales del pueblo, sino por las de las grandes élites: el clero, los políticos, los terratenientes, los grandes comerciantes, el gobierno de Estados Unidos, etc. La tergiversación, el miedo o la idea errada de progreso, han llevado al mismo pueblo a los resultados obtenidos.
Álvarez era directo, militante, denunciaba y al mismo tiempo hacía un llamado a la calma y la reflexión. El lenguaje de su discurso responde también a las dinámicas y el contexto de la oposición en su momento, lo cual le costó censuras, privación de la libertad, y omisiones que se han visto reflejadas hasta la actualidad.
Hoy tenemos otro cine y otras formas de hacer, pero vale la pena revisar qué tanto de este trabajo -y otros de esa época-, han influido en nuestras miradas y nuestras memorias, en las nuevas formas de señalamiento de “lo marginal” y de lo culturalmente legitimado. Desde entonces hemos estado en la búsqueda de formas argumentadas, pedagógicas, diversas y urgentes, que se mezclan hoy en día con otras más experimentales de representación de nuestra realidad.
Las imágenes y la voz de Carlos Álvarez resuenan, pues nos siguen interpelando. Algo significan estas imágenes de masacres y marchas que con el tiempo repetimos y olvidamos; algo cuentan estos nombres de personas que se asocian hoy, más de cuarenta años después, a edificios, calles, auditorios o monumentos; algo señalaba “la tinta en los dedos de la democracia” que las personas corrían a borrarse en las fuentes de agua, para no perder su trabajo; algo reflejan los datos electorales, como en un espejo, respecto a nuestra idea actual de la democracia.
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