Este texto es resultado de las jornadas del taller de crítica cinematográfica impartido por Juan David Cárdenas, ejecutado y organizado por el Bogotá International Film Festival en su edición del 2022.
Alis: una película para mirar hacia el futuro y reencantar el mundo a través de la imaginación
Por Laura Arias
Sobre Alis, de Clare Weiskopf, Nicolas Van Hemelryck
Cierra los ojos e imagina a una niña de 15 años que acaba de llegar al lugar donde vives. ¿Cómo te la imaginas? ¿Qué hablarías con ella? Estas son las preguntas con las que empieza Alis (2022), de Claire Weiskopf y Nicolás Van Hemelryck. Alis, al parecer, tiene muchos rostros y ha vivido toda clase de historias. Es una niña que cuando llora hace mucho ruido y siempre se cubre la cara con las manos. Alis se siente sola y a veces le da miedo porque allá afuera no tiene a nadie. Es alguien que sabe escuchar y se preocupa por sus compañeras. Tiene una curiosidad muy grande y una alegría que desborda cuando se expresa. Alis se ha enamorado muchas veces, se ha dado cuenta de que le gustan tanto los niños como las niñas. A Alis le gusta la guaracha, cantar, bailar y la rumba sana. Alis es como un sueño de todo lo que nos ha pasado. “Alis es como una, como nosotras”, … común y corriente.
Después de realizar un largo recorrido por festivales y recibir el Oso de Cristal a la Mejor Película y el Teddy Award en la edición 72 de la Berlinale, llega a salas colombianas Alis, una historia que nos invita a soñar e imaginar un futuro mejor. La película se construye a través de la pregunta por quién es Alis y de las versiones que un grupo de niñas da sobre ella. Cada una nos cuenta una versión distinta que parte de su experiencia propia. De esta forma, Alis se convierte en una creación colectiva, en la que de diferentes maneras se le va dando cuerpo a su compañera. Este es un documental en el que no sabemos qué es verdad, pero tampoco nos importa.
Ellas hacen parte de la Unidad de Protección Integral (UPI) Arcadia en Bogotá, una casa del Idiprón en el que acogen a niñas en situación de vulnerabilidad que no pueden ser sostenidas por sus familias. Allí se busca brindarles mejores condiciones de vida y herramientas que les garanticen mayores oportunidades para cuando salgan de la UPI. Todas ellas comparten experiencias traumáticas mediadas por violencia intrafamiliar, violencia de género, violencia sexual, prostitución, uso de drogas y habitabilidad de calle. Sin embargo, también las une la motivación por salir adelante y hacer nuevas ideas sobre su futuro.
Durante más de cinco años Claire y Nicolás dictaron talleres de cine documental en diferentes UPI de Bogotá, incluida la casa Arcadia. Esto permitió que convivieran por mucho tiempo con las chicas y construyeran una relación íntima mediada por la confianza y el respeto. No llegan a “extraer” estos testimonios, sino que son verdades que se logran a través del dispositivo de la imaginación. En ningún momento se preguntan por la biografía de las niñas, sino que utilizan a Alis como un espejo para ver “quién soy yo”, un mecanismo a través del cual cada una puede reconocerse y dar cuenta de sus experiencias personales.
El documental se construye a través de entrevistas y planos que retratan la cotidianidad de las jóvenes en la casa Arcadia. La cámara las sigue entre sus actividades diarias: cuando se cepillan los dientes, se maquillan, arreglan sus camas, lavan la ropa o bailan reggaetón en una fiesta por la noche. La música y el baile son un factor muy importante en la vida de ellas, quienes aparecen bailando y cantando en gran parte de la película. Vemos varias escenas de lo que llaman rumba sana: una reivindicación por la diversión y el disfrute sin la necesidad de acudir al consumo de alcohol, drogas y demás sustancias.
En un primer momento, se despierta en los espectadores una gran curiosidad y alegría gracias a este juego por descubrir quién es Alis. Ella puede ser como cada una quiera crearla: alta, delgada, bajita, con el cabello castaño, rubio y muchas perforaciones. Las jóvenes van construyendo la historia de vida de Alis (que parece ser también la de ellas mismas). Nos hablan de su sexualidad, de sus primeras experiencias, sobre cómo fue la primera vez que se enamoraron, de lo que les gusta hacer en sus tiempos libres y cuáles son sus mayores motivaciones. Algunas sueñan con ser cantantes, con bailar e incluso llegar a la Presidencia de Colombia.
Una de las primeras secuencias con las que inicia la película busca precisamente dar cuenta de que Alis también ha habitado los espacios de la casa Arcadia. Vemos como, al igual que sus compañeras, ella también tiene asignado un lugar en el armario, un cartel decorado con su nombre que le indica donde guardar sus cosas. Alis parece ser un fantasma que recorre la UPI, un gran relato colectivo que cobra vida cada vez que alguien la recuerda y decide pronunciar su nombre.
Desde los primeros minutos, la película sumerge al espectador en este juego y lo lleva a preguntarse e imaginar la existencia de Alis. El montaje es una especie de collage, un tejido compuesto por las voces de las chicas que hacen posible esta historia. Aunque escuchamos a Claire de fondo guiando las preguntas, lejos de ser una entrevista estructurada, esta parece ser una gran conversación que cobra vida por sí sola. Poco a poco cada una se va desenvolviendo ante la cámara, y con un gran dinamismo nos invita a adentrarnos en su cotidianidad.
La fotografía maneja el mismo encuadre gran parte del tiempo: un plano medio para las entrevistas en el que los rostros se develan ante la cámara. Esta sencillez en la composición de la imagen, mantiene con viveza la atención del espectador desde el principio. Es una película que sostiene la mirada, confronta y nos habla de frente sin ninguna traba. Son historias que perforan, es imposible voltear la mirada, dejar de ver sus lágrimas, sus sonrisas o sus cuerpos bailando al son de la guaracha.
Son imágenes sobrias con un montaje sencillo. Vemos planos fijos de diferentes lugares de la casa -el patio, la cocina, los salones de clase o las ventanas- que se sobreponen con la cotidianidad y los fragmentos de las entrevistas. El foco y la atención de la pantalla están puestas sobre el rostro de estas chicas. Las entrevistas son grabadas en la misma habitación, por lo que comparten de fondo los armarios de colores con su ropa. El dormitorio es la locación más relevante de todas. Es justo en el lugar asociado a lo privado-personal donde nos abren las puertas de su intimidad para que la magia de Alis cobre vida.
Por otro lado, la libertad es un eje central que se desarrolla a lo largo de la película. Se explora como la posibilidad de soñar sin límites y darle rienda suelta a la imaginación. La forma en la que se abordan distintas temáticas les brinda a ellas la oportunidad de un espacio seguro para que puedan contar su historia, para hablar de ellas mismas y sus experiencias sin temor a ser juzgadas o revictimizadas. Esto permite que sea una conversación fluida donde las chicas son libres de mostrarse tal cual son sin que se les imponga prejuicio alguno. En un primer momento, este miedo se hace visible en algunas de ellas, quienes antes de empezar la entrevista preguntan por sus ademanes y forma de hablar: si pueden hablar “ñero” o decir groserías. Sin embargo, se pone énfasis en que la libertad es que nadie las juzgue por “quien cada una es”.
A medida que avanza el documental y nos vamos acercando cada vez más a ella(s), vemos un lado más triste y complejo lleno de violencia, dolor y sufrimiento. A través de Alis se crea una confidencialidad entre el espectador y las niñas, quienes comparten con nosotros secretos que solo Alis ha escuchado y que no le han contado a nadie más. Estas son historias crudas que retratan situaciones de las que diariamente cientos de jóvenes son víctimas.
Como bien explica su directora, esta producción que siempre buscó construirse desde la confianza y el respeto para garantizar que ninguna de las chicas fuera revictimizada. Es una película que incomoda y cuestiona los prejuicios alrededor de las problemáticas sobre la niñez y la juventud. Expone una realidad muchas veces ignorada y dejada de lado, en la que las niñas no son comprendidas más allá de simples estadísticas y de su condición de vulnerabilidad. Precisamente, la apuesta de este documental al plantear una reflexión social no es quedarse únicamente en los eventos traumáticos que han vivido estas chicas, sino llenarse de esperanza y mostrarnos que sí hay una salida.
A diferencia de otras películas colombianas contemporáneas como La jauría de Andrés Ramírez o Los reyes del mundo de Laura Mora, que buscan retratar en el cine a una juventud marginal habitada solo por hombres, Alis le apuesta a contar la historia de niñas y explorar esa mirada femenina. Es una historia que, a pesar de narrar una realidad tan dura, permite soñar y mirar hacia el futuro, que le da un lugar a la imaginación y nos recuerda todo el tiempo que Alis existe.
De este modo, la imaginación se convierte en una herramienta supremamente valiosa para abrirle oportunidad a otros futuros posibles. El dispositivo de crear a Alis da cuenta de la capacidad del cine para transformar la manera en la que ellas se reconocen a sí mismas. Les permite construir un relato colectivo que hable de sus sueños, sus secretos, lo que más anhelan, lo que aman, les apasiona, a lo que le tienen miedo e incluso de todo aquello que aún no han podido contar, pero que la película se los facilita.
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UNA PELÍCULA PARA MIRAR HACIA EL FUTURO
Este texto es resultado de las jornadas del taller de crítica cinematográfica impartido por Juan David Cárdenas, ejecutado y organizado por el Bogotá International Film Festival en su edición del 2022.
Alis: una película para mirar hacia el futuro y reencantar el mundo a través de la imaginación
Por Laura Arias
Sobre Alis, de Clare Weiskopf, Nicolas Van Hemelryck
Cierra los ojos e imagina a una niña de 15 años que acaba de llegar al lugar donde vives. ¿Cómo te la imaginas? ¿Qué hablarías con ella? Estas son las preguntas con las que empieza Alis (2022), de Claire Weiskopf y Nicolás Van Hemelryck. Alis, al parecer, tiene muchos rostros y ha vivido toda clase de historias. Es una niña que cuando llora hace mucho ruido y siempre se cubre la cara con las manos. Alis se siente sola y a veces le da miedo porque allá afuera no tiene a nadie. Es alguien que sabe escuchar y se preocupa por sus compañeras. Tiene una curiosidad muy grande y una alegría que desborda cuando se expresa. Alis se ha enamorado muchas veces, se ha dado cuenta de que le gustan tanto los niños como las niñas. A Alis le gusta la guaracha, cantar, bailar y la rumba sana. Alis es como un sueño de todo lo que nos ha pasado. “Alis es como una, como nosotras”, … común y corriente.
Después de realizar un largo recorrido por festivales y recibir el Oso de Cristal a la Mejor Película y el Teddy Award en la edición 72 de la Berlinale, llega a salas colombianas Alis, una historia que nos invita a soñar e imaginar un futuro mejor. La película se construye a través de la pregunta por quién es Alis y de las versiones que un grupo de niñas da sobre ella. Cada una nos cuenta una versión distinta que parte de su experiencia propia. De esta forma, Alis se convierte en una creación colectiva, en la que de diferentes maneras se le va dando cuerpo a su compañera. Este es un documental en el que no sabemos qué es verdad, pero tampoco nos importa.
Ellas hacen parte de la Unidad de Protección Integral (UPI) Arcadia en Bogotá, una casa del Idiprón en el que acogen a niñas en situación de vulnerabilidad que no pueden ser sostenidas por sus familias. Allí se busca brindarles mejores condiciones de vida y herramientas que les garanticen mayores oportunidades para cuando salgan de la UPI. Todas ellas comparten experiencias traumáticas mediadas por violencia intrafamiliar, violencia de género, violencia sexual, prostitución, uso de drogas y habitabilidad de calle. Sin embargo, también las une la motivación por salir adelante y hacer nuevas ideas sobre su futuro.
Durante más de cinco años Claire y Nicolás dictaron talleres de cine documental en diferentes UPI de Bogotá, incluida la casa Arcadia. Esto permitió que convivieran por mucho tiempo con las chicas y construyeran una relación íntima mediada por la confianza y el respeto. No llegan a “extraer” estos testimonios, sino que son verdades que se logran a través del dispositivo de la imaginación. En ningún momento se preguntan por la biografía de las niñas, sino que utilizan a Alis como un espejo para ver “quién soy yo”, un mecanismo a través del cual cada una puede reconocerse y dar cuenta de sus experiencias personales.
El documental se construye a través de entrevistas y planos que retratan la cotidianidad de las jóvenes en la casa Arcadia. La cámara las sigue entre sus actividades diarias: cuando se cepillan los dientes, se maquillan, arreglan sus camas, lavan la ropa o bailan reggaetón en una fiesta por la noche. La música y el baile son un factor muy importante en la vida de ellas, quienes aparecen bailando y cantando en gran parte de la película. Vemos varias escenas de lo que llaman rumba sana: una reivindicación por la diversión y el disfrute sin la necesidad de acudir al consumo de alcohol, drogas y demás sustancias.
En un primer momento, se despierta en los espectadores una gran curiosidad y alegría gracias a este juego por descubrir quién es Alis. Ella puede ser como cada una quiera crearla: alta, delgada, bajita, con el cabello castaño, rubio y muchas perforaciones. Las jóvenes van construyendo la historia de vida de Alis (que parece ser también la de ellas mismas). Nos hablan de su sexualidad, de sus primeras experiencias, sobre cómo fue la primera vez que se enamoraron, de lo que les gusta hacer en sus tiempos libres y cuáles son sus mayores motivaciones. Algunas sueñan con ser cantantes, con bailar e incluso llegar a la Presidencia de Colombia.
Una de las primeras secuencias con las que inicia la película busca precisamente dar cuenta de que Alis también ha habitado los espacios de la casa Arcadia. Vemos como, al igual que sus compañeras, ella también tiene asignado un lugar en el armario, un cartel decorado con su nombre que le indica donde guardar sus cosas. Alis parece ser un fantasma que recorre la UPI, un gran relato colectivo que cobra vida cada vez que alguien la recuerda y decide pronunciar su nombre.
Desde los primeros minutos, la película sumerge al espectador en este juego y lo lleva a preguntarse e imaginar la existencia de Alis. El montaje es una especie de collage, un tejido compuesto por las voces de las chicas que hacen posible esta historia. Aunque escuchamos a Claire de fondo guiando las preguntas, lejos de ser una entrevista estructurada, esta parece ser una gran conversación que cobra vida por sí sola. Poco a poco cada una se va desenvolviendo ante la cámara, y con un gran dinamismo nos invita a adentrarnos en su cotidianidad.
La fotografía maneja el mismo encuadre gran parte del tiempo: un plano medio para las entrevistas en el que los rostros se develan ante la cámara. Esta sencillez en la composición de la imagen, mantiene con viveza la atención del espectador desde el principio. Es una película que sostiene la mirada, confronta y nos habla de frente sin ninguna traba. Son historias que perforan, es imposible voltear la mirada, dejar de ver sus lágrimas, sus sonrisas o sus cuerpos bailando al son de la guaracha.
Son imágenes sobrias con un montaje sencillo. Vemos planos fijos de diferentes lugares de la casa -el patio, la cocina, los salones de clase o las ventanas- que se sobreponen con la cotidianidad y los fragmentos de las entrevistas. El foco y la atención de la pantalla están puestas sobre el rostro de estas chicas. Las entrevistas son grabadas en la misma habitación, por lo que comparten de fondo los armarios de colores con su ropa. El dormitorio es la locación más relevante de todas. Es justo en el lugar asociado a lo privado-personal donde nos abren las puertas de su intimidad para que la magia de Alis cobre vida.
Por otro lado, la libertad es un eje central que se desarrolla a lo largo de la película. Se explora como la posibilidad de soñar sin límites y darle rienda suelta a la imaginación. La forma en la que se abordan distintas temáticas les brinda a ellas la oportunidad de un espacio seguro para que puedan contar su historia, para hablar de ellas mismas y sus experiencias sin temor a ser juzgadas o revictimizadas. Esto permite que sea una conversación fluida donde las chicas son libres de mostrarse tal cual son sin que se les imponga prejuicio alguno. En un primer momento, este miedo se hace visible en algunas de ellas, quienes antes de empezar la entrevista preguntan por sus ademanes y forma de hablar: si pueden hablar “ñero” o decir groserías. Sin embargo, se pone énfasis en que la libertad es que nadie las juzgue por “quien cada una es”.
A medida que avanza el documental y nos vamos acercando cada vez más a ella(s), vemos un lado más triste y complejo lleno de violencia, dolor y sufrimiento. A través de Alis se crea una confidencialidad entre el espectador y las niñas, quienes comparten con nosotros secretos que solo Alis ha escuchado y que no le han contado a nadie más. Estas son historias crudas que retratan situaciones de las que diariamente cientos de jóvenes son víctimas.
Como bien explica su directora, esta producción que siempre buscó construirse desde la confianza y el respeto para garantizar que ninguna de las chicas fuera revictimizada. Es una película que incomoda y cuestiona los prejuicios alrededor de las problemáticas sobre la niñez y la juventud. Expone una realidad muchas veces ignorada y dejada de lado, en la que las niñas no son comprendidas más allá de simples estadísticas y de su condición de vulnerabilidad. Precisamente, la apuesta de este documental al plantear una reflexión social no es quedarse únicamente en los eventos traumáticos que han vivido estas chicas, sino llenarse de esperanza y mostrarnos que sí hay una salida.
A diferencia de otras películas colombianas contemporáneas como La jauría de Andrés Ramírez o Los reyes del mundo de Laura Mora, que buscan retratar en el cine a una juventud marginal habitada solo por hombres, Alis le apuesta a contar la historia de niñas y explorar esa mirada femenina. Es una historia que, a pesar de narrar una realidad tan dura, permite soñar y mirar hacia el futuro, que le da un lugar a la imaginación y nos recuerda todo el tiempo que Alis existe.
De este modo, la imaginación se convierte en una herramienta supremamente valiosa para abrirle oportunidad a otros futuros posibles. El dispositivo de crear a Alis da cuenta de la capacidad del cine para transformar la manera en la que ellas se reconocen a sí mismas. Les permite construir un relato colectivo que hable de sus sueños, sus secretos, lo que más anhelan, lo que aman, les apasiona, a lo que le tienen miedo e incluso de todo aquello que aún no han podido contar, pero que la película se los facilita.
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