Yo no me llamo Rubén Blades, de Abner Benaim (2018)
"Pablo pueblo Hijo del grito y la calle De la miseria y el hambre Del callejón y la pena Pablo pueblo Su alimento es la esperanza Su paso no lleva prisa Su sombra nunca lo alcanza..."
Pablo Pueblo - Álbum 'Metiendo mano!' (1977)
Autor: Rubén Blades
Los sonidos de la salsa representan una sola cosa y es la calle. La calle cargada de historias de migración, de sueños, de comunidad, de esperanza y desesperanzas, de unidad. Yo no me llamo Rubén Blades, el documental de Abner Benaim, muestra no solo la vida de uno de los músicos más grandes de nuestro continente, sino que refleja lo que nos une como latinoamericanos, que es mucho más de lo que pensamos.
Rubén Blades aceptó hacer este documental describiéndolo como parte de su testamento. "Es decir cosas que son importantes de decir, porque si no las digo y no las aclaro ahora, otros van a tratar de interpretarlas y no va a ser lo mismo", dice en la primera parte de esta película que acompaña al músico a su natal Panamá, donde los recuerdos de barrio llaman a la nostalgia, más tarde lo hará también en la frenética New York, el lugar donde todo comenzó y en el que vive con su familia.
Rubén Blades es un contador de historias, un hombre que encontró en la música la mejor forma de expresión política. Con sus canciones definió muchas de las problemáticas que rodean a nuestros países, nos conectó y estableció un sonido que retumba en los oídos de pobres y ricos, de poderosos y desprotegidos, de buenos y malos. Él ha dedicado su vida a hacer música pero también ha sido actor y candidato presidencial en Panamá.
Gracias a la cámara de Benaim podemos entrar a la casa de Rubén, a su rincón íntimo donde descubrimos su pasión por los cómics. “Pedro Navaja es un cómic”, más o menos explica, haciendo referencia a que las letras de sus canciones son narraciones cuadro a cuadro de la calle. De esos personajes siniestros, esos antihéroes latinoamericanos que pasan los días sobreviviendo.
Pedro Navaja es una salsa, sí, pero es también una narración. Y lo es de manera cinematográfica. Se dice que está inspirada en el clásico ‘Mack the Knife’, compuesta por Bertolt Brecht en 1928, pero más allá de su origen, lo importante es su significado.
Se trata de su pertinencia y lo que implicó para millones de latinos que con el álbum Siembra, publicado en 1978, encontraron una voz que promovía una revolución social en Latinoamérica y que nos dejaba claro que no importa si estás en las calles del Bronx de Nueva York o en el barrio de San Felipe de la Ciudad de Panamá, porque nuestras historias están conectadas y marcadas por es hilo trágico que necesitamos recomponer.
En la sala de cine se escuchó la clave al final de la película. Rubén Blades, y en este caso, con la ayuda de Benaim y del documental, logra invitarnos a reflexionar sobre lo que somos y de dónde venimos. En este caso, la música no hace olvidar las penas.
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ANTOLOGÍA DE LA CALLE
Yo no me llamo Rubén Blades, de Abner Benaim (2018)
"Pablo pueblo
Hijo del grito y la calle
De la miseria y el hambre
Del callejón y la pena
Pablo pueblo
Su alimento es la esperanza
Su paso no lleva prisa
Su sombra nunca lo alcanza..."
Pablo Pueblo - Álbum 'Metiendo mano!' (1977)
Autor: Rubén Blades
Los sonidos de la salsa representan una sola cosa y es la calle. La calle cargada de historias de migración, de sueños, de comunidad, de esperanza y desesperanzas, de unidad. Yo no me llamo Rubén Blades, el documental de Abner Benaim, muestra no solo la vida de uno de los músicos más grandes de nuestro continente, sino que refleja lo que nos une como latinoamericanos, que es mucho más de lo que pensamos.
Rubén Blades aceptó hacer este documental describiéndolo como parte de su testamento. "Es decir cosas que son importantes de decir, porque si no las digo y no las aclaro ahora, otros van a tratar de interpretarlas y no va a ser lo mismo", dice en la primera parte de esta película que acompaña al músico a su natal Panamá, donde los recuerdos de barrio llaman a la nostalgia, más tarde lo hará también en la frenética New York, el lugar donde todo comenzó y en el que vive con su familia.
Rubén Blades es un contador de historias, un hombre que encontró en la música la mejor forma de expresión política. Con sus canciones definió muchas de las problemáticas que rodean a nuestros países, nos conectó y estableció un sonido que retumba en los oídos de pobres y ricos, de poderosos y desprotegidos, de buenos y malos. Él ha dedicado su vida a hacer música pero también ha sido actor y candidato presidencial en Panamá.
Gracias a la cámara de Benaim podemos entrar a la casa de Rubén, a su rincón íntimo donde descubrimos su pasión por los cómics. “Pedro Navaja es un cómic”, más o menos explica, haciendo referencia a que las letras de sus canciones son narraciones cuadro a cuadro de la calle. De esos personajes siniestros, esos antihéroes latinoamericanos que pasan los días sobreviviendo.
Pedro Navaja es una salsa, sí, pero es también una narración. Y lo es de manera cinematográfica. Se dice que está inspirada en el clásico ‘Mack the Knife’, compuesta por Bertolt Brecht en 1928, pero más allá de su origen, lo importante es su significado.
Se trata de su pertinencia y lo que implicó para millones de latinos que con el álbum Siembra, publicado en 1978, encontraron una voz que promovía una revolución social en Latinoamérica y que nos dejaba claro que no importa si estás en las calles del Bronx de Nueva York o en el barrio de San Felipe de la Ciudad de Panamá, porque nuestras historias están conectadas y marcadas por es hilo trágico que necesitamos recomponer.
En la sala de cine se escuchó la clave al final de la película. Rubén Blades, y en este caso, con la ayuda de Benaim y del documental, logra invitarnos a reflexionar sobre lo que somos y de dónde venimos. En este caso, la música no hace olvidar las penas.
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