Hablar del cine por décadas es estimulante porque es algo que obedece al juego de llamada y respuesta al que todo diálogo obedece, la propia música. Aquí improviso oyendo la música de un muerto reciente que en los ochenta era algo y hasta hoy siguió siendo, pero ya otra cosa, una simple influencia, una especie de meteoro del que solo diera noticia la cicatriz en la tierra, el señor Eddie Van Halen. No sé si sepamos, si caigamos en la cuenta cabalmente de cómo es todo de parecido a eso mismo, los ochenta están muy al lado y ya son como para mí eran los cincuenta en los noventa: otro planeta. A principios de esta década que termina me decía Óscar Campo que los realizadores jóvenes de entonces eran ya algo más que la promesa de inicios de siglo, sino “el nuevo plante”. Hablaba de Jorge Navas, de Libia Stella Gómez, de Rubén Mendoza, de Óscar Ruiz Navia, de Ciro Guerra. En ese momento no sabíamos de Lina Rodríguez, yo ni siquiera sabía de William Vega o César Acevedo, a la sazón meros alumnos recientes de Óscar, y Felipe Guerrero era una rareza. Hoy en día, han pasado nueve años de esa conversación en los bajos de Quiebracanto, durante el Festival de Cine de Cartagena, y Mendoza subió al Olimpo y bajó, lanzado de allí por la asonada que le montaron desde Arcadia algunos genios malhadados cuya pulcritud ética es mera pose, para hacer estos pasar la película buena o mala de aquel como un crimen de lesa humanidad (por puro despecho con ese Festival de Cine de Cartagena que alguna vez dominaran); Guerra y Acevedo nos llevaron a la primera plana del cine mundial; Vega hizo lo que quiso; Lina Rodríguez y Camilo Restrepo –especialmente ellos en mi afecto– se posicionaron, pero junto con Sebastián Mesa, Simón Mesa, Laura Mora, como cineastas de respeto sin necesidad de mucho aparataje (otros brillan solo por el aparataje), Lolli dio continuidad a su genio en el corto con dos muy dignos largos, y hoy es tanto el vértigo de la reproducción, tanto queda y sigue quedando a la sombra, tanto se expone mañosamente a la luz, que lo que hay es un plante cada vez más atomizado y aquellas figuras dominantes de hace años se ven un tanto ajadas, como es natural, pero dueñas de una obra, lo que no dice cualquiera en la vida. Y me digo, es tan bello pasar, ver cómo todo se va y algo queda.
***
No me extenderé mucho, simplemente quiero hablar de algo así como casos interesantes, más que de películas o de autores, pero claro, privilegio a autores, y no pasaré de diez.
1. CARNExperimento
Diría el nombre de una película: Circuito Carmesí (Caro y Vidales, 2013), pero lo que hay es una producción. Colectivo dirigido por Jennyfer Caro y Susana Gómez. Su periodo con Raúl Vidales es portentoso visualmente, pero la filosofía del grupo es lo importante. Grita, hasta el silencio. Déjate caer. Álzate en torno de aquella columna de luz que ves tú y saborea nadie más, que el otro refleja, salpica, que te busca. Déjate elevar con ello. Al fin y al cabo parecemos muertos. Pueden ver Circuito Carmesí en este enlace y a través de él buscar más de CARNExperimento: https://vimeo.com/85409143 , que conocí en Intermediaciones, la muestra de videoarte de AMREC (mi mujer, Adriana Rojas). El Facebook del grupo es: https://www.facebook.com/carnexperimento/
2. Testigos de un etnocidio (Rodríguez y Restrepo, 2011)
Aquí sí digo el título de un solo trabajo, pero debería hablar de más, y no es solo la Fundación Cine Documental, creada por Marta Rodríguez y Jorge Silva, sino propiamente la red que desde allí se proyecta para crear un trabajo colectivo de gran relevancia. Marta Rodríguez y su equipo y su gente, el universo que puebla sus obras, son la generación de quienes hablarán por nosotros mucho mejor que lo hiciera cualquiera en su momento. Son la voz de la tierra, siguen siendo futuro y su memoria será eterna.
3. Laura Mora
Mujer de temer, es una genia real del cine colombiano. Su corto Salomé (2011) fue para mí el aviso de un don único, verdaderamente insólito en mi candorosa tierra natal, antioqueñita. Esta es una cineasta desde la raíz hasta la punta del pelo, que aprende hasta del mal. Una verdadera bruja, que hace de las lágrimas, el polvo de la calle y el viento de las cúspides una piedra filosofal con un lápiz y una cámara.
4. Epifanía (Eborn y Ruiz, 2016)
Aquí quiero destacar una obra no muy mencionada entre las que ha realizado Papeto (Óscar Ruiz Navia) –aquí con Anna Eborn, una colega sueca de quien poco conozco, a decir verdad– y que yo prefiero a casi cualquier otra película del cine colombiano, con contadísimas excepciones. El modo en que esta cinta hace referencia a ella misma es de las cosas más interesantes en nuestro audiovisual reciente, es cine sobre el cine a la inversa de lo que quisera Godard, no contra el cine en tanto institución o iglesia, sino ya deshecho, rehaciendo el tejido desgarrado. Cine desde el no cine, esto es poesía con minúscula, oblicua, inteligente como pocas, y goza de una pericia en la realización que se soñarían los grandes cuando están cansados o cómodos en la gloria.
5. Marta Hincapié
Para mí, Hincapié es la cineasta más importante de la actualidad en esta tierra lastimada que es Abya Yala y es el planeta. Dije lo que dije y había que decirlo. Habla como si nada, con voz de abuela, diciendo las cosas más bárbaras con expresiones que parecen simplemente lúcidas o bien dispuestas, pero eluden hasta el brillo de la palabra, y te miran con ojos de agua ida. A veces deja que permanezcan errores (un cabeceo de la cámara en un paneo, por ejemplo). El discurso sigue, te dice: estoy aquí. Soy yo, Marta. Me puedo ir, pero aquí sigo. Soy mortal, un cine mortal. Y aquí estoy. Recomiendo Los demonios sueltos (2010) (y toda su serie Maestros), La madre (Dayipâpârâ, 2014) y desde ya (sin haberla visto) Las razones del lobo (2020).
6. Sal (Vega, 2018)
Prefiero Sal a La sirga (2012), que ciertamente es impecable. Creo que esto es más. Los personajes de esta película están tan perdidos en su mundo que uno, o bueno: yo, los encuentro como en un sueño. De veras, no es broma, esta obra, cuyo tránsito tímido en las salas de cine no sé por qué hace a veces ruborizar hasta a sus creadores, es de mis favoritas en la década pasada, no solo del cine nacional. Una que, como Mariana (2017), de Chris Gude, hay que volver a ver, y siempre quiero volver a ver.
7. Lina Rodríguez
Para mí es un orgullo haber conocido Señoritas (2013) cuando apenas comenzaba a andar este largometraje. Ver luego Mañana a esta hora (2016) fue una experiencia tan placentera y dolorosa como la que se siente frente al mejor cine. Lina Rodríguez conjuga las cualidades que uno espera siempre por vencido que se encuentre, es, mejor dicho, la verdadera encarnación de la esperanza, lo que uno necesita para vivir. No hay solo bondad en ello, ni riesgos, ni tampoco la inteligencia del que simplemente resiste o simplemente desiste. Es en el paso sereno del tiempo ante su cámara y la pulcritud de su relato o no relato, la inteligencia de la bondad en acto y la bondad de la inteligencia en imagen, en sonido.
8. Oscuro animal (Guerrero, 2016)
Diría que, sin lugar a dudas, es la película colombiana de la década. La arquitectura de este poema es una elaboración como la que Borges ve en la madeja, es el rigor el que la ha tejido, y tú sientes que como una mangosta va a saltar y defenderte de lo mismo que te muestra. Muchas cosas inolvidables hay en este punto culmen del cine minimalista. Grande Guerrero, también, como productor, que ha animado a Huertas, a Gude, a Restrepo, a Múnera, toda una camada del cine experimental colombiano. Larga vida a Mutokino.
Desde luego, en mi criterio personal, no puede faltar quien es mi heroína en el audiovisual independiente de Medellín, la creadora de la obra más auténtica del cine antioqueño. Véanla, si quieren, en su canal de YouTube: https://www.youtube.com/channel/UCxWlXmisWuJ67lOPp3QAY4Q . Su ficción (recomiendo, por ejemplo, Postales de amor [s.f]: https://youtu.be/uyA24HkQ580 ) es del corte del Godard brechtiano, muy cercana a mi propio espíritu maltrecho en esos terrenos. Su cine de no ficción es casi de niños (digamos, No los dejaremos dormir [s.f]: https://youtu.be/5SlnzUxDTV0 , o El peligroso violinista [s.f.]: https://youtu.be/R6IbqmmidHc ), lo que sería Picasso para la pintura, es Correa para la no ficción. Piensa, te dice, piensa más y más, piensa hasta el cansancio, hasta rayar y colorear sin darte cuenta, posesa, hasta que todo sea pensamiento y expresión, el rayón, el pegote, el ruido. De pronto es como si algo estuviera vivo, lo muerto, lo que antes estaba muerto o lo que antes no era, ahora es, vivo: un insulto al poder, una pregunta al tiempo, a lo borroso de la tarde real, un callar vivo.
11. Una ñapa: Joche y Raúl
Mis amigos de Madera Salvaje siguen cada uno en su rumbo divergente, creando un cuerpo audiovisual que quedará para la historia. De Joche recomiendo un video que empezó en los noventa y terminó en 2012: La marranada (véanlo en https://youtu.be/7By_TwWWUqA ) y considero ejemplar de su estilo un documental extrañísimo que valoro mucho, llamado Irrevherencia, del 2015, sobre nuestro punk, pero ya lejos del hermoso mito ochentero, no punk Medallo, Metrallo: https://youtu.be/Ozdj-J7SdOM . En cuanto a Raúl, ha conquistado con el lento y laborioso proceso de El segundo entierro de Alejandrino (2019) logros nada fáciles en cuanto a la hechura muy elaborada de un discurso fragilísimo, el de las hojas, saber de indio. Este fue estrenado en 2020 en lo que logró haber del FICCI y ahora está pasando por su circuito de festivales, pronto volverá a este su terruño.
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APUNTES SOBRE EL CINE COLOMBIANO DEL ÚLTIMO DECENIO
Hablar del cine por décadas es estimulante porque es algo que obedece al juego de llamada y respuesta al que todo diálogo obedece, la propia música. Aquí improviso oyendo la música de un muerto reciente que en los ochenta era algo y hasta hoy siguió siendo, pero ya otra cosa, una simple influencia, una especie de meteoro del que solo diera noticia la cicatriz en la tierra, el señor Eddie Van Halen. No sé si sepamos, si caigamos en la cuenta cabalmente de cómo es todo de parecido a eso mismo, los ochenta están muy al lado y ya son como para mí eran los cincuenta en los noventa: otro planeta. A principios de esta década que termina me decía Óscar Campo que los realizadores jóvenes de entonces eran ya algo más que la promesa de inicios de siglo, sino “el nuevo plante”. Hablaba de Jorge Navas, de Libia Stella Gómez, de Rubén Mendoza, de Óscar Ruiz Navia, de Ciro Guerra. En ese momento no sabíamos de Lina Rodríguez, yo ni siquiera sabía de William Vega o César Acevedo, a la sazón meros alumnos recientes de Óscar, y Felipe Guerrero era una rareza. Hoy en día, han pasado nueve años de esa conversación en los bajos de Quiebracanto, durante el Festival de Cine de Cartagena, y Mendoza subió al Olimpo y bajó, lanzado de allí por la asonada que le montaron desde Arcadia algunos genios malhadados cuya pulcritud ética es mera pose, para hacer estos pasar la película buena o mala de aquel como un crimen de lesa humanidad (por puro despecho con ese Festival de Cine de Cartagena que alguna vez dominaran); Guerra y Acevedo nos llevaron a la primera plana del cine mundial; Vega hizo lo que quiso; Lina Rodríguez y Camilo Restrepo –especialmente ellos en mi afecto– se posicionaron, pero junto con Sebastián Mesa, Simón Mesa, Laura Mora, como cineastas de respeto sin necesidad de mucho aparataje (otros brillan solo por el aparataje), Lolli dio continuidad a su genio en el corto con dos muy dignos largos, y hoy es tanto el vértigo de la reproducción, tanto queda y sigue quedando a la sombra, tanto se expone mañosamente a la luz, que lo que hay es un plante cada vez más atomizado y aquellas figuras dominantes de hace años se ven un tanto ajadas, como es natural, pero dueñas de una obra, lo que no dice cualquiera en la vida. Y me digo, es tan bello pasar, ver cómo todo se va y algo queda.
***
No me extenderé mucho, simplemente quiero hablar de algo así como casos interesantes, más que de películas o de autores, pero claro, privilegio a autores, y no pasaré de diez.
1. CARNExperimento
Diría el nombre de una película: Circuito Carmesí (Caro y Vidales, 2013), pero lo que hay es una producción. Colectivo dirigido por Jennyfer Caro y Susana Gómez. Su periodo con Raúl Vidales es portentoso visualmente, pero la filosofía del grupo es lo importante. Grita, hasta el silencio. Déjate caer. Álzate en torno de aquella columna de luz que ves tú y saborea nadie más, que el otro refleja, salpica, que te busca. Déjate elevar con ello. Al fin y al cabo parecemos muertos. Pueden ver Circuito Carmesí en este enlace y a través de él buscar más de CARNExperimento: https://vimeo.com/85409143 , que conocí en Intermediaciones, la muestra de videoarte de AMREC (mi mujer, Adriana Rojas). El Facebook del grupo es: https://www.facebook.com/carnexperimento/
2. Testigos de un etnocidio (Rodríguez y Restrepo, 2011)
Aquí sí digo el título de un solo trabajo, pero debería hablar de más, y no es solo la Fundación Cine Documental, creada por Marta Rodríguez y Jorge Silva, sino propiamente la red que desde allí se proyecta para crear un trabajo colectivo de gran relevancia. Marta Rodríguez y su equipo y su gente, el universo que puebla sus obras, son la generación de quienes hablarán por nosotros mucho mejor que lo hiciera cualquiera en su momento. Son la voz de la tierra, siguen siendo futuro y su memoria será eterna.
3. Laura Mora
Mujer de temer, es una genia real del cine colombiano. Su corto Salomé (2011) fue para mí el aviso de un don único, verdaderamente insólito en mi candorosa tierra natal, antioqueñita. Esta es una cineasta desde la raíz hasta la punta del pelo, que aprende hasta del mal. Una verdadera bruja, que hace de las lágrimas, el polvo de la calle y el viento de las cúspides una piedra filosofal con un lápiz y una cámara.
4. Epifanía (Eborn y Ruiz, 2016)
Aquí quiero destacar una obra no muy mencionada entre las que ha realizado Papeto (Óscar Ruiz Navia) –aquí con Anna Eborn, una colega sueca de quien poco conozco, a decir verdad– y que yo prefiero a casi cualquier otra película del cine colombiano, con contadísimas excepciones. El modo en que esta cinta hace referencia a ella misma es de las cosas más interesantes en nuestro audiovisual reciente, es cine sobre el cine a la inversa de lo que quisera Godard, no contra el cine en tanto institución o iglesia, sino ya deshecho, rehaciendo el tejido desgarrado. Cine desde el no cine, esto es poesía con minúscula, oblicua, inteligente como pocas, y goza de una pericia en la realización que se soñarían los grandes cuando están cansados o cómodos en la gloria.
5. Marta Hincapié
Para mí, Hincapié es la cineasta más importante de la actualidad en esta tierra lastimada que es Abya Yala y es el planeta. Dije lo que dije y había que decirlo. Habla como si nada, con voz de abuela, diciendo las cosas más bárbaras con expresiones que parecen simplemente lúcidas o bien dispuestas, pero eluden hasta el brillo de la palabra, y te miran con ojos de agua ida. A veces deja que permanezcan errores (un cabeceo de la cámara en un paneo, por ejemplo). El discurso sigue, te dice: estoy aquí. Soy yo, Marta. Me puedo ir, pero aquí sigo. Soy mortal, un cine mortal. Y aquí estoy. Recomiendo Los demonios sueltos (2010) (y toda su serie Maestros), La madre (Dayipâpârâ, 2014) y desde ya (sin haberla visto) Las razones del lobo (2020).
6. Sal (Vega, 2018)
Prefiero Sal a La sirga (2012), que ciertamente es impecable. Creo que esto es más. Los personajes de esta película están tan perdidos en su mundo que uno, o bueno: yo, los encuentro como en un sueño. De veras, no es broma, esta obra, cuyo tránsito tímido en las salas de cine no sé por qué hace a veces ruborizar hasta a sus creadores, es de mis favoritas en la década pasada, no solo del cine nacional. Una que, como Mariana (2017), de Chris Gude, hay que volver a ver, y siempre quiero volver a ver.
7. Lina Rodríguez
Para mí es un orgullo haber conocido Señoritas (2013) cuando apenas comenzaba a andar este largometraje. Ver luego Mañana a esta hora (2016) fue una experiencia tan placentera y dolorosa como la que se siente frente al mejor cine. Lina Rodríguez conjuga las cualidades que uno espera siempre por vencido que se encuentre, es, mejor dicho, la verdadera encarnación de la esperanza, lo que uno necesita para vivir. No hay solo bondad en ello, ni riesgos, ni tampoco la inteligencia del que simplemente resiste o simplemente desiste. Es en el paso sereno del tiempo ante su cámara y la pulcritud de su relato o no relato, la inteligencia de la bondad en acto y la bondad de la inteligencia en imagen, en sonido.
8. Oscuro animal (Guerrero, 2016)
Diría que, sin lugar a dudas, es la película colombiana de la década. La arquitectura de este poema es una elaboración como la que Borges ve en la madeja, es el rigor el que la ha tejido, y tú sientes que como una mangosta va a saltar y defenderte de lo mismo que te muestra. Muchas cosas inolvidables hay en este punto culmen del cine minimalista. Grande Guerrero, también, como productor, que ha animado a Huertas, a Gude, a Restrepo, a Múnera, toda una camada del cine experimental colombiano. Larga vida a Mutokino.
9. Violencia (Forero, 2015)
Algo en la cinta de Forero se impone en mi criterio como la obra de un sabio. De esto he hablado en otras partes, remito a mi artículo del blog segundo de Madera Salvaje: https://maderasalvaje2017.blogspot.com/2017/11/violencia-forero-2015.html
10. Fátima Correa
Desde luego, en mi criterio personal, no puede faltar quien es mi heroína en el audiovisual independiente de Medellín, la creadora de la obra más auténtica del cine antioqueño. Véanla, si quieren, en su canal de YouTube: https://www.youtube.com/channel/UCxWlXmisWuJ67lOPp3QAY4Q . Su ficción (recomiendo, por ejemplo, Postales de amor [s.f]: https://youtu.be/uyA24HkQ580 ) es del corte del Godard brechtiano, muy cercana a mi propio espíritu maltrecho en esos terrenos. Su cine de no ficción es casi de niños (digamos, No los dejaremos dormir [s.f]: https://youtu.be/5SlnzUxDTV0 , o El peligroso violinista [s.f.]: https://youtu.be/R6IbqmmidHc ), lo que sería Picasso para la pintura, es Correa para la no ficción. Piensa, te dice, piensa más y más, piensa hasta el cansancio, hasta rayar y colorear sin darte cuenta, posesa, hasta que todo sea pensamiento y expresión, el rayón, el pegote, el ruido. De pronto es como si algo estuviera vivo, lo muerto, lo que antes estaba muerto o lo que antes no era, ahora es, vivo: un insulto al poder, una pregunta al tiempo, a lo borroso de la tarde real, un callar vivo.
11. Una ñapa: Joche y Raúl
Mis amigos de Madera Salvaje siguen cada uno en su rumbo divergente, creando un cuerpo audiovisual que quedará para la historia. De Joche recomiendo un video que empezó en los noventa y terminó en 2012: La marranada (véanlo en https://youtu.be/7By_TwWWUqA ) y considero ejemplar de su estilo un documental extrañísimo que valoro mucho, llamado Irrevherencia, del 2015, sobre nuestro punk, pero ya lejos del hermoso mito ochentero, no punk Medallo, Metrallo: https://youtu.be/Ozdj-J7SdOM . En cuanto a Raúl, ha conquistado con el lento y laborioso proceso de El segundo entierro de Alejandrino (2019) logros nada fáciles en cuanto a la hechura muy elaborada de un discurso fragilísimo, el de las hojas, saber de indio. Este fue estrenado en 2020 en lo que logró haber del FICCI y ahora está pasando por su circuito de festivales, pronto volverá a este su terruño.
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