¿Qué tienen en común Anne Claire Poirier, Vincente Minnelli y Jean Claude Guiguet? Lo primero es que los tres crean la estructura de este número de aniversario en el que celebramos un cine con carácter, a veces delirante, a veces cenagoso y húmedo, a veces sorpresivo, y siempre irrepetible. Un cine que tiene en su interior un murmullo, una música seca, extraña, eléctrica, que atraviesa todo lo que filma y que conduce nuestra experiencia como espectadores. No exagero, una vez más, al decir que la aparición de esta revista es un verdadero milagro. Cuando recibimos el diseño en nuestro correo es como si viéramos una aparición sobrenatural. Ha sido un tiempo confuso que encerró el cine y lo redujo a algoritmos y prisiones caseras. El espíritu que alza este nuevo número es como una corriente de aire frío que busca un cine abierto, un cine inquietante. Tampoco ha sido fácil escribir. Murió una gran amiga y la responsable directa de nuestro bautismo. En estos meses todo gritaba cosas confusas y el cine nos encontraba sacudidos, siempre frente al dilema de qué decir y cómo decirlo. Poirier, Minnelli y Guiguet nos sirvieron para tramitar esa fricción. Sus cines reúnen inquietudes y destrezas para dar con el reverso de las cosas. Los une, también, una pasión por lo imposible, lo incierto, lo volátil. Hay en este número diez (¡Qué locura decirlo! ¡Qué doble locura escribirlo!) mucho misterio. Sin embargo, la alegría de poder compartir con todos ustedes estas palabras no rebaja, no cesa. Crece. Se desborda. Vibra. Esperamos que disfruten mucho este número y que los caminos nos lleven siempre a un cine de fuego.
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EDITORIAL Nº10
¿Qué tienen en común Anne Claire Poirier, Vincente Minnelli y Jean Claude Guiguet? Lo
primero es que los tres crean la estructura de este número de aniversario en el que
celebramos un cine con carácter, a veces delirante, a veces cenagoso y húmedo, a veces
sorpresivo, y siempre irrepetible. Un cine que tiene en su interior un murmullo, una música
seca, extraña, eléctrica, que atraviesa todo lo que filma y que conduce nuestra experiencia
como espectadores. No exagero, una vez más, al decir que la aparición de esta revista es
un verdadero milagro. Cuando recibimos el diseño en nuestro correo es como si viéramos
una aparición sobrenatural. Ha sido un tiempo confuso que encerró el cine y lo redujo a
algoritmos y prisiones caseras. El espíritu que alza este nuevo número es como una
corriente de aire frío que busca un cine abierto, un cine inquietante. Tampoco ha sido fácil
escribir. Murió una gran amiga y la responsable directa de nuestro bautismo. En estos
meses todo gritaba cosas confusas y el cine nos encontraba sacudidos, siempre frente al
dilema de qué decir y cómo decirlo. Poirier, Minnelli y Guiguet nos sirvieron para tramitar
esa fricción. Sus cines reúnen inquietudes y destrezas para dar con el reverso de las cosas.
Los une, también, una pasión por lo imposible, lo incierto, lo volátil.
Hay en este número diez (¡Qué locura decirlo! ¡Qué doble locura escribirlo!) mucho misterio.
Sin embargo, la alegría de poder compartir con todos ustedes estas palabras no rebaja, no
cesa. Crece. Se desborda. Vibra. Esperamos que disfruten mucho este número y que los
caminos nos lleven siempre a un cine de fuego.
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