Nuestra labor crítica continúa. Los balances de nuestro número cero –nuestra inauguración con el mundo– son positivos. Seguimos tratando de encontrar cómo bandear los problemas que acechan a la crítica desde dentro y desde fuera (secretos a voces). En nuestro modo de luchar por ese cine que consideramos valioso y viendo el oficio del crítico como uno muy cercano al del detective, aquel con la misión de desenmascarar, de sentarse frente a las películas, con juicio y rigor, para encontrar cosas que ya nos dirán luego si estamos frente a un villano o no, hemos decido que tendremos un número cada tres meses, aprovechando las maravillas del internet y la rápida difusión que puede obtener un link. Tiene usted al frente el segundo número del año, con unas páginas donde seguimos velando por el ideal con el que nacimos: que la esencia de las películas aparezca en cada texto, que el ejercicio, entre ser algo como Sherlock Holmes y la pandilla de Scooby Doo, se vaya develando a través de las palabras.
Nuestra columna se mantiene y quizás aquí cobra una vida más clara: las películas reunidas en este número (quizás) perciben al cineasta como un científico de la vida cotidiana. Proponen una lectura conjunta desde esa esquina. Nos unimos al pequeño homenaje que le dio el pasado BAFICI a Philippe Garrel, un director francés, heredero evidente de la nueva ola francesa, con un cuerpo de películas que inspeccionan con lupa los procesos del amor. Ingrid Úsuga revisa dos de sus películas claves para acercarse al abanico de gestos que se pasean por su filmografía y que pretenden auscultar el estado de salud de los corazones de sus personajes. Al mismo tiempo van llegando los textos sobre el mar de películas vistas en la versión 58 del Festival de cine de Cartagena; miramos de cerca el homenajeado en Eurocine y nos devolvemos a Berlín para preguntarnos por esas películas que compitieron por el Oso de oro. Insistimos en el cine colombiano y los dos estrenos más recientes, tan diferentes, tienen una revisión crítica. Traemos, además, dos excelentes conversaciones: una con Eduardo Valente, crítico y programador, que da pistas sobre el futuro del cine de Brasil y sobre la importancia del hábito de ver cine contemporáneo; y otra con los realizadores de Bixa Travesty, una película excepcional con el poder de crear una explosión tan grande como la de una docena de granadas, un manifiesto de la revolución de la piel. Cerramos con nuestro cuaderno crítico, volviendo o yendo a películas que encarnan algunos de los debates importantes que enfrenta el cine (y sur virtudes) hoy. Así que, no siendo más, se les augura una buena lectura. ¡Disfruten de Cero en conducta!
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EDITORIAL
Nuestra labor crítica continúa. Los balances de nuestro número cero –nuestra inauguración con el mundo– son positivos. Seguimos tratando de encontrar cómo bandear los problemas que acechan a la crítica desde dentro y desde fuera (secretos a voces). En nuestro modo de luchar por ese cine que consideramos valioso y viendo el oficio del crítico como uno muy cercano al del detective, aquel con la misión de desenmascarar, de sentarse frente a las películas, con juicio y rigor, para encontrar cosas que ya nos dirán luego si estamos frente a un villano o no, hemos decido que tendremos un número cada tres meses, aprovechando las maravillas del internet y la rápida difusión que puede obtener un link. Tiene usted al frente el segundo número del año, con unas páginas donde seguimos velando por el ideal con el que nacimos: que la esencia de las películas aparezca en cada texto, que el ejercicio, entre ser algo como Sherlock Holmes y la pandilla de Scooby Doo, se vaya develando a través de las palabras.
Nuestra columna se mantiene y quizás aquí cobra una vida más clara: las películas reunidas en este número (quizás) perciben al cineasta como un científico de la vida cotidiana. Proponen una lectura conjunta desde esa esquina. Nos unimos al pequeño homenaje que le dio el pasado BAFICI a Philippe Garrel, un director francés, heredero evidente de la nueva ola francesa, con un cuerpo de películas que inspeccionan con lupa los procesos del amor. Ingrid Úsuga revisa dos de sus películas claves para acercarse al abanico de gestos que se pasean por su filmografía y que pretenden auscultar el estado de salud de los corazones de sus personajes. Al mismo tiempo van llegando los textos sobre el mar de películas vistas en la versión 58 del Festival de cine de Cartagena; miramos de cerca el homenajeado en Eurocine y nos devolvemos a Berlín para preguntarnos por esas películas que compitieron por el Oso de oro. Insistimos en el cine colombiano y los dos estrenos más recientes, tan diferentes, tienen una revisión crítica. Traemos, además, dos excelentes conversaciones: una con Eduardo Valente, crítico y programador, que da pistas sobre el futuro del cine de Brasil y sobre la importancia del hábito de ver cine contemporáneo; y otra con los realizadores de Bixa Travesty, una película excepcional con el poder de crear una explosión tan grande como la de una docena de granadas, un manifiesto de la revolución de la piel. Cerramos con nuestro cuaderno crítico, volviendo o yendo a películas que encarnan algunos de los debates importantes que enfrenta el cine (y sur virtudes) hoy. Así que, no siendo más, se les augura una buena lectura. ¡Disfruten de Cero en conducta!
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