Antes de introducir el número especial que hemos dedicado al trabajo de un grupo de directores, convocados por la versión 71 del festival de Cannes, para mostrar ante el mundo el nivel de salud que ostenta hoy el arte cinematográfico, quisiéramos enmendar un error, algo que se nos pasó en medio de las planeaciones del número anterior. El pasado 18 de abril se conmemoraron cien años de la muerte del gran crítico y teórico del cine André Bazin, una de las figuras que partió en dos, desde las letras, la Historia del cine, un verdadero hombre de cine, que, antes que nadie, introdujo en la práctica de los estudios sobre el cine una mirada ontológica. A través de sus escritos se asiste a la revelación de una cierta esencia única en el cine. Bazin dedicó su vida a pensar en esa cosa extraordinaria que hacía al cine distinto de las demás artes. En esta edición encontrará un texto que le dedica su pupilo Eric Rohmer donde recorre los ejes fundacionales de su trabajo como crítico, un texto que pretende devolverle una atención necesaria a la revisión del trabajo de Bazin.
Tienen frente a ustedes un número especial. Al hacerlo teníamos un objetivo concreto: auscultar el cine de hoy pensando en las carreras de los nombres que este año (re)cobran una cierta importancia (una mediática en concreto, después, con sus películas, ya se dirán otras cosas). En Cero en conducta nos gusta pensar que las carreras de los cineastas, sus películas juntas, amplían un discurso, unas ideas, estructuran con mayor amplitud esa manera de mirar el mundo que entrega cada artista, esa, digamos, forma de mirar y de hacernos ver. Elegimos la transversalidad para leer a estos directores, preguntarnos por la forma cómo han evolucionado desde sus primeros trabajos y cómo respiran hoy esos primeros títulos. De la lista de los llamados a la competencia hemos dejado afuera, por razones logísticas, a Paweł Pawlikowski, Stéphane Brizé, Nadine Labaki y, por razones de acceso al material, a Ryūsuke Hamaguchi. También encontrarán un recuento que hace Pedro Adrián Zuluaga de sus días en Cannes, desentrañando las imposiciones de un festival que se esmera de a ratos, como lo hacía notar Roger Koza en alguno de sus tweets, a ser una sucursal de Unicef y no un festival de cine. Una diatriba que, por ejemplo, hace válidas unas propuestas, como lo hemos visto en ediciones anteriores, donde se confunde el sufrimiento o la crueldad con la verdad o la excelencia artística; que confunde la estética del estilo y el esteta del cineasta. Se le suma otro sentido homenaje a Luis Alberto Álvarez, con el motivo de la conmemoración de su muerte, un lunes 23 de Mayo hace veinte años: publicamos un texto sobre uno de sus directores predilectos, Rainer Werner Fassbinder. No en vano escogemos ese texto, en esas palabras se esconde una postura concreta para enfrentarse al cine: el gesto de la ternura como eje de un universo que, aunque lleno de los “sentimientos letales”, se ablanda, se ilumina, se vuelve habitable, cuando aparece la ternura y la hermandad. Tienen también en nuestra entrega el cuaderno crítico, donde revisamos las películas que pasan por los cines de Colombia, esta vez con un eje central: la película de Santiago Caicedo, Virus Tropical. Un número con mucho cine para leer, para descubrir autores o volver donde ellos.
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EDITORIAL
Antes de introducir el número especial que hemos dedicado al trabajo de un grupo de directores, convocados por la versión 71 del festival de Cannes, para mostrar ante el mundo el nivel de salud que ostenta hoy el arte cinematográfico, quisiéramos enmendar un error, algo que se nos pasó en medio de las planeaciones del número anterior. El pasado 18 de abril se conmemoraron cien años de la muerte del gran crítico y teórico del cine André Bazin, una de las figuras que partió en dos, desde las letras, la Historia del cine, un verdadero hombre de cine, que, antes que nadie, introdujo en la práctica de los estudios sobre el cine una mirada ontológica. A través de sus escritos se asiste a la revelación de una cierta esencia única en el cine. Bazin dedicó su vida a pensar en esa cosa extraordinaria que hacía al cine distinto de las demás artes. En esta edición encontrará un texto que le dedica su pupilo Eric Rohmer donde recorre los ejes fundacionales de su trabajo como crítico, un texto que pretende devolverle una atención necesaria a la revisión del trabajo de Bazin.
Tienen frente a ustedes un número especial. Al hacerlo teníamos un objetivo concreto: auscultar el cine de hoy pensando en las carreras de los nombres que este año (re)cobran una cierta importancia (una mediática en concreto, después, con sus películas, ya se dirán otras cosas). En Cero en conducta nos gusta pensar que las carreras de los cineastas, sus películas juntas, amplían un discurso, unas ideas, estructuran con mayor amplitud esa manera de mirar el mundo que entrega cada artista, esa, digamos, forma de mirar y de hacernos ver. Elegimos la transversalidad para leer a estos directores, preguntarnos por la forma cómo han evolucionado desde sus primeros trabajos y cómo respiran hoy esos primeros títulos. De la lista de los llamados a la competencia hemos dejado afuera, por razones logísticas, a Paweł Pawlikowski, Stéphane Brizé, Nadine Labaki y, por razones de acceso al material, a Ryūsuke Hamaguchi. También encontrarán un recuento que hace Pedro Adrián Zuluaga de sus días en Cannes, desentrañando las imposiciones de un festival que se esmera de a ratos, como lo hacía notar Roger Koza en alguno de sus tweets, a ser una sucursal de Unicef y no un festival de cine. Una diatriba que, por ejemplo, hace válidas unas propuestas, como lo hemos visto en ediciones anteriores, donde se confunde el sufrimiento o la crueldad con la verdad o la excelencia artística; que confunde la estética del estilo y el esteta del cineasta. Se le suma otro sentido homenaje a Luis Alberto Álvarez, con el motivo de la conmemoración de su muerte, un lunes 23 de Mayo hace veinte años: publicamos un texto sobre uno de sus directores predilectos, Rainer Werner Fassbinder. No en vano escogemos ese texto, en esas palabras se esconde una postura concreta para enfrentarse al cine: el gesto de la ternura como eje de un universo que, aunque lleno de los “sentimientos letales”, se ablanda, se ilumina, se vuelve habitable, cuando aparece la ternura y la hermandad. Tienen también en nuestra entrega el cuaderno crítico, donde revisamos las películas que pasan por los cines de Colombia, esta vez con un eje central: la película de Santiago Caicedo, Virus Tropical. Un número con mucho cine para leer, para descubrir autores o volver donde ellos.
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