15 años después de dejar la biología, y adentrándose ahora en el lenguaje cinematográfico, Guillermo Quintero decide filmar un viaje con su maestro Julio Betancur y con Cristian Castro, nuevo discípulo del profesor. En este viaje, Guillermo se interpela y cuestiona la labor de la botánica desde la observación, desde el diálogo continuo del maestro con su estudiante y con las plantas y flores incontables que los circundan.
Tuve la oportunidad de conversar con Guillermo respecto a su trayectoria y a su ópera prima. He aquí el eco de nuestra conversación.
Alejandra Meneses: Quisiera dividir nuestra charla en dos partes, por un lado los temas generales del proceso y la producción del documental, tu primer largometraje, y luego ahondar en la forma y el contenido de la película.
Quisiera empezar por preguntar ¿en qué momento pasas de la botánica a interesarte por el cine y en especial por el cine documental?
Guillermo Quintero: Es un camino muy largo en realidad. Yo me gradué de biología en la Universidad Nacional en el 2003-2004 y dentro de la carrera había una materia que se llamaba Sistemática Vegetal, que trata de la clasificación de las plantas y la estructura filogenética de las plantas. Se podría decir que es una parte de la botánica. Uno de mis profesores era Julio Betancur, un profesor muy carismático. En ese momento yo pensé seguir el camino de la botánica, pero rápidamente me desencanté. Decidí seguir una parte más teórica o filosófica de la biología, porque sentí contradicciones con la ciencia misma y con la manera de hacer ciencia, a pesar de ser, al mismo tiempo, un gran defensor de ella.
Me gradué de biología, pero yo ya sabía que no iba a ser biólogo en la práctica. Luego trabajé en televisión educativa, en un programa de Señal Colombia que se llama Chincanarama, ese fue mi primer contacto con el mundo audiovisual. Posteriormente, me fui a Francia e hice Estudios de Filosofía. Durante mi estancia en Francia pasaron especialmente tres cosas que me fueron acercando a la idea de hacer cine.
La primera fue que comencé a ser parte de un colectivo de colombianos que trabajaban con cine: El Perro que Ladra. Siempre me ha gustado el cine, me interesaba conocer a más colombianos y saber más del cine colombiano, pues estábamos justo en el boom de la Ley del Cine. Comencé a involucrarme mucho en los debates que se hacían en torno al festival de cine organizado por el colectivo, así como en el equipo curador del festival.
Lo segundo fue un grupo de amigos que hice de La Fémis (escuela nacional de cine en Francia). Dentro de ese grupo conocí a una editora, Julie Borvon, nos hicimos amigos y yo le contaba de mi pasado como biólogo y mis inquietudes sobre la ciencia. En esa época yo empecé a tener una nostalgia muy fuerte del bosque, de Colombia y de mi pasado como estudiante de biología. Ella siempre me animó a indagar y a filmar algo de eso. Yo quería volver a una salida de campo con los profesores y los estudiantes y pensaba mucho en Julio, porque era un profesor que yo admiraba en campo.
La tercera razón fue que, por causas y azares, una amiga me legó un trabajo como reportero-cámara de televisión para RCN y NTN24 en Francia. Allí trabajé tres años. Gracias a ese trabajo comencé a ahorrar, pues realmente quería realizar el proyecto con Julio en Colombia. La perspectiva me la dio el eco y la distancia, y junto con la nostalgia de mi pasado con la biología y del quehacer del estudiante, un año después logré venir a Colombia a hablar con el profesor.
AM: esta película fue coproducida por ti junto a Casatarántula (Colombia) y Stank (Francia) ¿cómo se dieron las conversaciones con ellos para la producción de la película?
GQ: Yo empecé solo. Luego de la primera vez que vine, logré hacer un teaser con unas pocas tomas que había hecho y con mi voz en off. Luego volví a una salida de campo al Guaviare, ya con un compañero ingeniero de sonido, Marc-Olivier Brullé. En esa salida conocimos a Cristian y ahí nos dimos cuenta de que, junto a Julio, el estudiante era fundamental en el documental.
Marc vivía con Pierre-Emmanuel Urcun (de Stank), quien se interesó mucho en el proyecto a partir de las imágenes que ya teníamos. Ahí comenzamos con Stank oficialmente. Luego conversamos con Casatarántula y nos presentamos todos con el proyecto a la convocatoria del FDC. Ganamos el FDC y ha sido un proceso muy lindo y de muchos aprendizajes. Estuvimos en Dok Leipzig en la competencia de Next Masters Competition; estuvimos en Turín, en el Festival de Torino, y ganamos Mejor Documental…
AM: Hemos hablado de tu interés por Julio y Cristian, pero en la película se siente muy fuerte una búsqueda personal. La voz en off forma parte de este relato personal que de alguna manera refleja también memorias colectivas, es un recurso que está siendo recurrente en el documental colombiano. ¿En algún momento pensaste en aparecer ante la cámara? ¿Qué significaba para ti tu presencia/ausencia?
GQ: Mi aparición en el documental como voz en off se decidió después de un largo proceso de escritura y de montaje. No era algo que estaba dentro de las premisas de partida. Yo, al principio, me negaba a aparecer en el documental, fuera con mi voz o mi imagen, quería que todo fuera muy etnográfico, muy observacional. Pensaba siempre en sus voces, pero nunca en la mía directamente. Poco a poco, en la medida en que fui escribiendo y montando el documental con Julie, a veces me pegaba unas “voladas” que a ella le llamaban mucho la atención. Hasta que me dijo que le parecía inevitable que mis reflexiones salieran de alguna manera en el documental, sentía que eran muy bonitas, aportaban mucho a la narrativa y complementaban la voz de los personajes. Guillermo es entonces un tercer personaje. Su voz aparece, más no su imagen. Esa es una apuesta arriesgada, a mí me gusta esa ambigüedad de aparecer y no aparecer. Por eso también la película comienza con el antiguo estudiante que vuelve a buscar a su profesor…
AM: Desde el principio estás mostrando círculos narrativos infinitos o inagotables, inquietudes también muy filosóficas. Por un lado, está el relevo del maestro al estudiante como una secuencia infinita, por otro, la labor misma de la botánica como una tarea interminable ¿por qué era importante para ti mostrar ese carácter de lo insondable y qué crees que genera en el espectador?
GQ: Esto tiene que ver mucho con mi visión de la ciencia. La botánica en particular es un muy buen ejemplo para mostrar eso. La gran misión de los botánicos es censar el bosque que es súper diverso. Y si lo extrapolamos a todos los naturalistas, la misión es censar la tierra. Al censar la tierra hay muchas cuestiones filosóficas, la primera es que hay que nombrar, si no nombro, parece que no me puedo apoderar intelectualmente de algo, no lo puedo identificar y no lo puedo clasificar. Clasificarlo implica ubicarlo en una categoría. Esa me parece que es una curiosidad innata del ser humano occidental, que además lo ha estandarizado, pero existe en todas las culturas.
Entonces, nombrar, clasificar, describir, forman un panorama muy vasto si se piensa en todos los seres vivos. En el documental yo tomo el caso particular de la botánica, pero es muy fácil para el espectador hacerse la idea de que detrás están todos los seres vivos. Me parece una idea a la vez súper poética, admirable, pero a veces me parece absurda. De ahí la crítica amorosa por el oficio de ellos. A mí a veces me da nostalgia y me digo ¡quiero ser como ellos! Pero después digo, ¡no, qué locura, están locos! Pero son unos locos que adoro.
Por supuesto que es importante su labor, es importante saber lo que tenemos. Si quieres proteger una reserva, una planta, tienes que saber que existe, necesitas a un botánico que la haya identificado, descrito, registrado. Nada de esto es banal. Me gusta jugar entre eso y el absurdo un poco borgiano, se puede decir… miren a estos hombres… como el cartógrafo, que quiere hacer la imagen del mundo. Hay algo tierno y admirable y quizás incluso envidiable, esa pasión que ellos expresan por el conocimiento de las plantas, que yo creo que nunca tuve en realidad.
AM: Tú precisamente haces una alusión al Rigor de la Ciencia de Borges, a lo terrible que podría ser la tarea del cartógrafo que quiere cubrirlo todo con el mapa, pues con ese mismo mapa podríamos quedar ciegos.
GQ: Eso es lo terrible de la ciencia. Es una alegoría de la ciencia. El mapa de Lewis Carroll que después retoma Borges, que es el mapa escala 1:1, sería el mapa más preciso de todo el planeta tierra, pero es absurdo, no sirve para nada. La ciencia siempre está buscando acercarse más a la realidad, pero ésta es una asíntota, es decir, la ciencia supuestamente está muy cerca, pero nunca la va a tocar, nunca va a ser la realidad misma. De ahí viene esa contraposición entre la realidad, entre el bosque mismo y el herbario, que de alguna manera se vuelve vertiginoso. A mí esa imagen me da vértigo y ese vértigo me parece terrible y encantador al mismo tiempo.
Hay una cosa muy linda ahí y es que uno puede imaginar el bosque como un ente fijo, en un momento puntual, imaginar que todos los bosques de Colombia tienen, por ejemplo, esta especie de planta y esta otra especie de planta, etc. etc. y no sólo eso, sino que hay individuos de especies que se repiten acá y acá y acá... imagínate que hubiera una mente súper poderosa que pudiera cartografiar hoy, en este momento, y decirte… esta planta está aquí, aquí, aquí, con coordenadas y todo. Sería el mapa perfecto. Para lograr eso, se necesitarían demasiadas mentes, o ser un Dios, o ser un demiurgo… Ellos se están acercando a eso, pero nunca va a ser eso, porque cuando ya tengan el mapa, ya el bosque habrá cambiado y tendrán que volver a empezar a cartografiar. Es como la labor de Sísifo de volver y volver otra vez al bosque, a ver si esta planta sigue allí o ya desapareció… los descubrimientos son múltiples…
El herbario es ese mapa. Allí también se está escribiendo la historia de los bosques.
AM: Precisamente en la película se resalta la importancia del herbario para la memoria…
GQ: El herbario es un templo y allí se guarda la memoria del bosque colombiano. Hay algo nostálgico en torno a eso en la película, porque si seguimos en el ritmo en el que estamos, algún día sólo nos va a quedar la memoria. Para saber qué había en este bosque tendremos que recurrir al herbario a recordar las plantas ya extintas. De ahí la importancia de la labor de los botánicos, pese a mi crítica amorosa, filosófica y poética, les agradezco infinitamente lo que hacen.
AM: En el documental se utilizan algunos recursos narrativos experimentales y poéticos que justamente resaltan esa vertiginosidad de la que hablas: momentos en que se ensamblan imágenes de archivo de Julio Betancur, texturas, time lapse de plantas floreciendo, tus propios pensamientos, entre otros recursos, ¿cómo fue el proceso de construcción de estos momentos metafóricos?
GQ: Ese proceso se dio también gracias a que decidí que mi voz en off iba a aparecer. Esa voz en off iba a aportar esa reflexión filosófica que yo quiero dar –lo cual lo hace un documental en el que el autor está muy presente– y entonces decidimos que esas reflexiones había que dosificarlas, omitir unas, dejar otras, y que se convirtieran más en transiciones que, a lo largo de todo el documental, se articulan con las voces de Julio y Cristian y con las imágenes del bosque. Asimismo, a través de la voz, el personaje de Guillermo adquiere legitimidad, vuelve allí porque tuvo dudas y nostalgia y ahora de alguna manera se reconcilia.
Eso respecto a la voz. El recurso experimental en la imagen se da en gran parte gracias a Julie, la editora. Yo tomo imágenes que me servirían para momentos poéticos, introspectivos, de parte de cualquiera de las voces. Tomamos estas imágenes, recogimos imágenes de archivo, del invernadero, del estereoscopio de disección de flores y todo eso fortalece el discurso y permite hacer esas pausas y hacer esas transiciones que permiten llevar el ritmo y al espectador.
AM: Esas imágenes generan una relación diferente con el espectador, porque tú hubieras podido tomar la decisión de simplemente grabar en campo, pero ya cuando se entra, por ejemplo, en el estereoscopio, uno como espectador entiende de qué se trata… comprende que eso es lo que ellos ven… Entonces, hay una conexión en eso experimental que hace que el documental se vuelva quizás mucho más corporal y, por tanto, queda la huella de esas imágenes.
GQ: Parte de eso viene de la influencia de un cineasta francés que me gusta mucho, Jean Painlevé, el padre del cine filosófico-biológico, como de los años 30, es de los primeros que hizo documentales con los animales y usa una voz en off. No hay manera más bonita de mostrar la naturaleza que así, cuando se hacen documentales poéticos.
AM: Julio Betancur señala una semejanza entre la búsqueda del amor y la labor botánica. Para ambas tareas se requiere una forma especial de observación, una forma de la mirada, ¿cómo se refleja esto en la película y de qué manera es también una búsqueda personal?
GQ: Muchas veces durante el montaje me decían: “tú les estás haciendo a ellos lo que ellos están haciendo con los plantas”, como que los estaba “clasificando”, de hecho el nombre tiene mucho que ver con eso, Homo Botanicus es como si yo nombrara la especie de ellos.
El monólogo de Julio en el que él hace la analogía del poema de San Juan de la Cruz: el encuentro entre el amado y la amada, entre el alma y Dios, entre Julio y sus amadas, que son las Bromelias, es para mí muy fuerte. Fue también como una revelación. Y eso hace que el documental sea sobre el amor por otros seres vivos, en este caso las plantas, y por su propia vocación. Al verlos en campo y contemplar sus miradas uno comprende ese amor, esa pasión. Julio evoca el momento difícil de tener que escoger un grupo entre lo vasto del mundo vegetal. Tenía que sacrificar otros amores para consagrarse o dedicarse a un amor especial, en este caso las Bromelias.
AM: Hay un momento en el que Cristian habla de la búsqueda, no sólo del amor, sino la búsqueda de uno mismo en el bosque, lo cual parece al final que es tu búsqueda también…
GQ: Las palabras de Cristian son muy lindas, cuando encuentra la planta, esa es su emoción, ese es su momento de amor y de pasión máximo… se puede hacer la analogía con mi búsqueda personal por mis amores intelectuales. He pasado por muchas cosas y haciendo la película me di cuenta que para mi era una pasión poder hacerla. La película abarca todos esos amores. Así como ellos atrapan y colectan una planta, yo atrapo y colecto una imagen. Termino con 100 horas de colección de imágenes y allí encuentro una cierta vocación y asimismo un vértigo, pero ahora del montaje ¿Cuántas películas posibles hay?
AM: El personaje de Cristian madura a lo largo de la película, comienza siendo el estudiante atento que observa y memoriza y luego hacia el final se convierte, como él mismo señala, en el eco de su maestro…
GQ: Nos interesaba mostrar su evolución, él es una persona muy sensorial. Era para mí un personaje fundamental. El hecho de que la entrevista esté toda en off hace que sea más potente. Se podría decir que él es un personaje casi antagónico del ex estudiante, es decir, de Guillermo, y es otro eslabón de la cadena, el eco, él se convierte en el eco y ayudará a que se multipliqué el aprendizaje botánico…
AM:Aiphanes horrida es el nombre de una palma que ustedes se encuentran en la expedición y que resulta novedosa para Julio y a ti te llama mucho la atención. El nombre de las plantas y su familia cobra una importancia esencial en la película, ¿podrías hablarnos un poco más de lo que implica para ti el lenguaje de la botánica?
GQ: Me interesaba mucho la cuestión del lenguaje, era uno de los puntos principales a mostrar desde el principio. Allí hay dos partes principales. La primera es el hecho de que todos los seres vivos, tienen una regla para nombrarse: tienen que ser nombres binominales. Pero lo bonito de eso es que cada nombre, de cada especie que encuentres, nos cuenta una historia. Nos cuenta una historia del que la encontró, de alguna característica especial de la planta, algo que evocó la planta… como el caso de la Aiphanes (siempre visible)… seguro el que la encontró la veía por todas partes, horrida (ruda, violenta), porque tiene espinas. Entonces, cada nombre de cada planta es una historia. También me gustaba mostrar el contraste que esto tiene con los nombres vernaculares comunes, también válidos. Por eso en el documental se mencionan otros 9 nombres. No solo el hombre científico nombra, también son los nativos que nombran. La segunda parte del lenguaje es la de la descripción poética y amplia de las plantas que refleja en parte esa obsesión de la que hablábamos en principio, aquella por aprehender, abrazar, describir, saber lo que hay en la naturaleza… en todo eso está el lenguaje como un eje transversal.
AM: Finalmente, para cerrar, quería preguntarte:la película es en parte un homenaje a la labor del maestro, la del estudiante y a la botánica en Colombia, ¿cómo la han recibido Julio Betancur y Cristian Castro?
GQ: Tengo la intuición de que Julio está muy contento con la película y que de alguna manera él siente, obviamente, el homenaje. La percepción de Cristian sobre la película ha ido cambiando, al principio le costó asumir en ocasiones el rol del estudiante perdido, pero poco a poco se ha convertido en un gran enamorado de la película y reconoce también ese homenaje. Él quiere mucho a Julio, entonces también se alegra del homenaje a Julio, al oficio y al aprendizaje. Julio y Cristian estarán en el FICCI. Estoy muy contento y expectante por lo que pueda pasar en el Festival en términos generales, es la primera vez que se presenta en Colombia así que estoy esperando a ver las reacciones de todos.
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HOMO BOTANICUS, EL ECO DE LA VOZ DE LAS PLANTAS. CONVERSACIÓN CON EL DIRECTOR.
15 años después de dejar la biología, y adentrándose ahora en el lenguaje cinematográfico, Guillermo Quintero decide filmar un viaje con su maestro Julio Betancur y con Cristian Castro, nuevo discípulo del profesor. En este viaje, Guillermo se interpela y cuestiona la labor de la botánica desde la observación, desde el diálogo continuo del maestro con su estudiante y con las plantas y flores incontables que los circundan.
Tuve la oportunidad de conversar con Guillermo respecto a su trayectoria y a su ópera prima. He aquí el eco de nuestra conversación.
Alejandra Meneses: Quisiera dividir nuestra charla en dos partes, por un lado los temas generales del proceso y la producción del documental, tu primer largometraje, y luego ahondar en la forma y el contenido de la película.
Quisiera empezar por preguntar ¿en qué momento pasas de la botánica a interesarte por el cine y en especial por el cine documental?
Guillermo Quintero: Es un camino muy largo en realidad. Yo me gradué de biología en la Universidad Nacional en el 2003-2004 y dentro de la carrera había una materia que se llamaba Sistemática Vegetal, que trata de la clasificación de las plantas y la estructura filogenética de las plantas. Se podría decir que es una parte de la botánica. Uno de mis profesores era Julio Betancur, un profesor muy carismático. En ese momento yo pensé seguir el camino de la botánica, pero rápidamente me desencanté. Decidí seguir una parte más teórica o filosófica de la biología, porque sentí contradicciones con la ciencia misma y con la manera de hacer ciencia, a pesar de ser, al mismo tiempo, un gran defensor de ella.
Me gradué de biología, pero yo ya sabía que no iba a ser biólogo en la práctica. Luego trabajé en televisión educativa, en un programa de Señal Colombia que se llama Chincanarama, ese fue mi primer contacto con el mundo audiovisual. Posteriormente, me fui a Francia e hice Estudios de Filosofía. Durante mi estancia en Francia pasaron especialmente tres cosas que me fueron acercando a la idea de hacer cine.
La primera fue que comencé a ser parte de un colectivo de colombianos que trabajaban con cine: El Perro que Ladra. Siempre me ha gustado el cine, me interesaba conocer a más colombianos y saber más del cine colombiano, pues estábamos justo en el boom de la Ley del Cine. Comencé a involucrarme mucho en los debates que se hacían en torno al festival de cine organizado por el colectivo, así como en el equipo curador del festival.
Lo segundo fue un grupo de amigos que hice de La Fémis (escuela nacional de cine en Francia). Dentro de ese grupo conocí a una editora, Julie Borvon, nos hicimos amigos y yo le contaba de mi pasado como biólogo y mis inquietudes sobre la ciencia. En esa época yo empecé a tener una nostalgia muy fuerte del bosque, de Colombia y de mi pasado como estudiante de biología. Ella siempre me animó a indagar y a filmar algo de eso. Yo quería volver a una salida de campo con los profesores y los estudiantes y pensaba mucho en Julio, porque era un profesor que yo admiraba en campo.
La tercera razón fue que, por causas y azares, una amiga me legó un trabajo como reportero-cámara de televisión para RCN y NTN24 en Francia. Allí trabajé tres años. Gracias a ese trabajo comencé a ahorrar, pues realmente quería realizar el proyecto con Julio en Colombia. La perspectiva me la dio el eco y la distancia, y junto con la nostalgia de mi pasado con la biología y del quehacer del estudiante, un año después logré venir a Colombia a hablar con el profesor.
AM: esta película fue coproducida por ti junto a Casatarántula (Colombia) y Stank (Francia) ¿cómo se dieron las conversaciones con ellos para la producción de la película?
GQ: Yo empecé solo. Luego de la primera vez que vine, logré hacer un teaser con unas pocas tomas que había hecho y con mi voz en off. Luego volví a una salida de campo al Guaviare, ya con un compañero ingeniero de sonido, Marc-Olivier Brullé. En esa salida conocimos a Cristian y ahí nos dimos cuenta de que, junto a Julio, el estudiante era fundamental en el documental.
Marc vivía con Pierre-Emmanuel Urcun (de Stank), quien se interesó mucho en el proyecto a partir de las imágenes que ya teníamos. Ahí comenzamos con Stank oficialmente. Luego conversamos con Casatarántula y nos presentamos todos con el proyecto a la convocatoria del FDC. Ganamos el FDC y ha sido un proceso muy lindo y de muchos aprendizajes. Estuvimos en Dok Leipzig en la competencia de Next Masters Competition; estuvimos en Turín, en el Festival de Torino, y ganamos Mejor Documental…
AM: Hemos hablado de tu interés por Julio y Cristian, pero en la película se siente muy fuerte una búsqueda personal. La voz en off forma parte de este relato personal que de alguna manera refleja también memorias colectivas, es un recurso que está siendo recurrente en el documental colombiano. ¿En algún momento pensaste en aparecer ante la cámara? ¿Qué significaba para ti tu presencia/ausencia?
GQ: Mi aparición en el documental como voz en off se decidió después de un largo proceso de escritura y de montaje. No era algo que estaba dentro de las premisas de partida. Yo, al principio, me negaba a aparecer en el documental, fuera con mi voz o mi imagen, quería que todo fuera muy etnográfico, muy observacional. Pensaba siempre en sus voces, pero nunca en la mía directamente. Poco a poco, en la medida en que fui escribiendo y montando el documental con Julie, a veces me pegaba unas “voladas” que a ella le llamaban mucho la atención. Hasta que me dijo que le parecía inevitable que mis reflexiones salieran de alguna manera en el documental, sentía que eran muy bonitas, aportaban mucho a la narrativa y complementaban la voz de los personajes. Guillermo es entonces un tercer personaje. Su voz aparece, más no su imagen. Esa es una apuesta arriesgada, a mí me gusta esa ambigüedad de aparecer y no aparecer. Por eso también la película comienza con el antiguo estudiante que vuelve a buscar a su profesor…
AM: Desde el principio estás mostrando círculos narrativos infinitos o inagotables, inquietudes también muy filosóficas. Por un lado, está el relevo del maestro al estudiante como una secuencia infinita, por otro, la labor misma de la botánica como una tarea interminable ¿por qué era importante para ti mostrar ese carácter de lo insondable y qué crees que genera en el espectador?
GQ: Esto tiene que ver mucho con mi visión de la ciencia. La botánica en particular es un muy buen ejemplo para mostrar eso. La gran misión de los botánicos es censar el bosque que es súper diverso. Y si lo extrapolamos a todos los naturalistas, la misión es censar la tierra. Al censar la tierra hay muchas cuestiones filosóficas, la primera es que hay que nombrar, si no nombro, parece que no me puedo apoderar intelectualmente de algo, no lo puedo identificar y no lo puedo clasificar. Clasificarlo implica ubicarlo en una categoría. Esa me parece que es una curiosidad innata del ser humano occidental, que además lo ha estandarizado, pero existe en todas las culturas.
Entonces, nombrar, clasificar, describir, forman un panorama muy vasto si se piensa en todos los seres vivos. En el documental yo tomo el caso particular de la botánica, pero es muy fácil para el espectador hacerse la idea de que detrás están todos los seres vivos. Me parece una idea a la vez súper poética, admirable, pero a veces me parece absurda. De ahí la crítica amorosa por el oficio de ellos. A mí a veces me da nostalgia y me digo ¡quiero ser como ellos! Pero después digo, ¡no, qué locura, están locos! Pero son unos locos que adoro.
Por supuesto que es importante su labor, es importante saber lo que tenemos. Si quieres proteger una reserva, una planta, tienes que saber que existe, necesitas a un botánico que la haya identificado, descrito, registrado. Nada de esto es banal. Me gusta jugar entre eso y el absurdo un poco borgiano, se puede decir… miren a estos hombres… como el cartógrafo, que quiere hacer la imagen del mundo. Hay algo tierno y admirable y quizás incluso envidiable, esa pasión que ellos expresan por el conocimiento de las plantas, que yo creo que nunca tuve en realidad.
AM: Tú precisamente haces una alusión al Rigor de la Ciencia de Borges, a lo terrible que podría ser la tarea del cartógrafo que quiere cubrirlo todo con el mapa, pues con ese mismo mapa podríamos quedar ciegos.
GQ: Eso es lo terrible de la ciencia. Es una alegoría de la ciencia. El mapa de Lewis Carroll que después retoma Borges, que es el mapa escala 1:1, sería el mapa más preciso de todo el planeta tierra, pero es absurdo, no sirve para nada. La ciencia siempre está buscando acercarse más a la realidad, pero ésta es una asíntota, es decir, la ciencia supuestamente está muy cerca, pero nunca la va a tocar, nunca va a ser la realidad misma. De ahí viene esa contraposición entre la realidad, entre el bosque mismo y el herbario, que de alguna manera se vuelve vertiginoso. A mí esa imagen me da vértigo y ese vértigo me parece terrible y encantador al mismo tiempo.
Hay una cosa muy linda ahí y es que uno puede imaginar el bosque como un ente fijo, en un momento puntual, imaginar que todos los bosques de Colombia tienen, por ejemplo, esta especie de planta y esta otra especie de planta, etc. etc. y no sólo eso, sino que hay individuos de especies que se repiten acá y acá y acá... imagínate que hubiera una mente súper poderosa que pudiera cartografiar hoy, en este momento, y decirte… esta planta está aquí, aquí, aquí, con coordenadas y todo. Sería el mapa perfecto. Para lograr eso, se necesitarían demasiadas mentes, o ser un Dios, o ser un demiurgo… Ellos se están acercando a eso, pero nunca va a ser eso, porque cuando ya tengan el mapa, ya el bosque habrá cambiado y tendrán que volver a empezar a cartografiar. Es como la labor de Sísifo de volver y volver otra vez al bosque, a ver si esta planta sigue allí o ya desapareció… los descubrimientos son múltiples…
El herbario es ese mapa. Allí también se está escribiendo la historia de los bosques.
AM: Precisamente en la película se resalta la importancia del herbario para la memoria…
GQ: El herbario es un templo y allí se guarda la memoria del bosque colombiano. Hay algo nostálgico en torno a eso en la película, porque si seguimos en el ritmo en el que estamos, algún día sólo nos va a quedar la memoria. Para saber qué había en este bosque tendremos que recurrir al herbario a recordar las plantas ya extintas. De ahí la importancia de la labor de los botánicos, pese a mi crítica amorosa, filosófica y poética, les agradezco infinitamente lo que hacen.
AM: En el documental se utilizan algunos recursos narrativos experimentales y poéticos que justamente resaltan esa vertiginosidad de la que hablas: momentos en que se ensamblan imágenes de archivo de Julio Betancur, texturas, time lapse de plantas floreciendo, tus propios pensamientos, entre otros recursos, ¿cómo fue el proceso de construcción de estos momentos metafóricos?
GQ: Ese proceso se dio también gracias a que decidí que mi voz en off iba a aparecer. Esa voz en off iba a aportar esa reflexión filosófica que yo quiero dar –lo cual lo hace un documental en el que el autor está muy presente– y entonces decidimos que esas reflexiones había que dosificarlas, omitir unas, dejar otras, y que se convirtieran más en transiciones que, a lo largo de todo el documental, se articulan con las voces de Julio y Cristian y con las imágenes del bosque. Asimismo, a través de la voz, el personaje de Guillermo adquiere legitimidad, vuelve allí porque tuvo dudas y nostalgia y ahora de alguna manera se reconcilia.
Eso respecto a la voz. El recurso experimental en la imagen se da en gran parte gracias a Julie, la editora. Yo tomo imágenes que me servirían para momentos poéticos, introspectivos, de parte de cualquiera de las voces. Tomamos estas imágenes, recogimos imágenes de archivo, del invernadero, del estereoscopio de disección de flores y todo eso fortalece el discurso y permite hacer esas pausas y hacer esas transiciones que permiten llevar el ritmo y al espectador.
AM: Esas imágenes generan una relación diferente con el espectador, porque tú hubieras podido tomar la decisión de simplemente grabar en campo, pero ya cuando se entra, por ejemplo, en el estereoscopio, uno como espectador entiende de qué se trata… comprende que eso es lo que ellos ven… Entonces, hay una conexión en eso experimental que hace que el documental se vuelva quizás mucho más corporal y, por tanto, queda la huella de esas imágenes.
GQ: Parte de eso viene de la influencia de un cineasta francés que me gusta mucho, Jean Painlevé, el padre del cine filosófico-biológico, como de los años 30, es de los primeros que hizo documentales con los animales y usa una voz en off. No hay manera más bonita de mostrar la naturaleza que así, cuando se hacen documentales poéticos.
AM: Julio Betancur señala una semejanza entre la búsqueda del amor y la labor botánica. Para ambas tareas se requiere una forma especial de observación, una forma de la mirada, ¿cómo se refleja esto en la película y de qué manera es también una búsqueda personal?
GQ: Muchas veces durante el montaje me decían: “tú les estás haciendo a ellos lo que ellos están haciendo con los plantas”, como que los estaba “clasificando”, de hecho el nombre tiene mucho que ver con eso, Homo Botanicus es como si yo nombrara la especie de ellos.
El monólogo de Julio en el que él hace la analogía del poema de San Juan de la Cruz: el encuentro entre el amado y la amada, entre el alma y Dios, entre Julio y sus amadas, que son las Bromelias, es para mí muy fuerte. Fue también como una revelación. Y eso hace que el documental sea sobre el amor por otros seres vivos, en este caso las plantas, y por su propia vocación. Al verlos en campo y contemplar sus miradas uno comprende ese amor, esa pasión. Julio evoca el momento difícil de tener que escoger un grupo entre lo vasto del mundo vegetal. Tenía que sacrificar otros amores para consagrarse o dedicarse a un amor especial, en este caso las Bromelias.
AM: Hay un momento en el que Cristian habla de la búsqueda, no sólo del amor, sino la búsqueda de uno mismo en el bosque, lo cual parece al final que es tu búsqueda también…
GQ: Las palabras de Cristian son muy lindas, cuando encuentra la planta, esa es su emoción, ese es su momento de amor y de pasión máximo… se puede hacer la analogía con mi búsqueda personal por mis amores intelectuales. He pasado por muchas cosas y haciendo la película me di cuenta que para mi era una pasión poder hacerla. La película abarca todos esos amores. Así como ellos atrapan y colectan una planta, yo atrapo y colecto una imagen. Termino con 100 horas de colección de imágenes y allí encuentro una cierta vocación y asimismo un vértigo, pero ahora del montaje ¿Cuántas películas posibles hay?
AM: El personaje de Cristian madura a lo largo de la película, comienza siendo el estudiante atento que observa y memoriza y luego hacia el final se convierte, como él mismo señala, en el eco de su maestro…
GQ: Nos interesaba mostrar su evolución, él es una persona muy sensorial. Era para mí un personaje fundamental. El hecho de que la entrevista esté toda en off hace que sea más potente. Se podría decir que él es un personaje casi antagónico del ex estudiante, es decir, de Guillermo, y es otro eslabón de la cadena, el eco, él se convierte en el eco y ayudará a que se multipliqué el aprendizaje botánico…
AM: Aiphanes horrida es el nombre de una palma que ustedes se encuentran en la expedición y que resulta novedosa para Julio y a ti te llama mucho la atención. El nombre de las plantas y su familia cobra una importancia esencial en la película, ¿podrías hablarnos un poco más de lo que implica para ti el lenguaje de la botánica?
GQ: Me interesaba mucho la cuestión del lenguaje, era uno de los puntos principales a mostrar desde el principio. Allí hay dos partes principales. La primera es el hecho de que todos los seres vivos, tienen una regla para nombrarse: tienen que ser nombres binominales. Pero lo bonito de eso es que cada nombre, de cada especie que encuentres, nos cuenta una historia. Nos cuenta una historia del que la encontró, de alguna característica especial de la planta, algo que evocó la planta… como el caso de la Aiphanes (siempre visible)… seguro el que la encontró la veía por todas partes, horrida (ruda, violenta), porque tiene espinas. Entonces, cada nombre de cada planta es una historia. También me gustaba mostrar el contraste que esto tiene con los nombres vernaculares comunes, también válidos. Por eso en el documental se mencionan otros 9 nombres. No solo el hombre científico nombra, también son los nativos que nombran. La segunda parte del lenguaje es la de la descripción poética y amplia de las plantas que refleja en parte esa obsesión de la que hablábamos en principio, aquella por aprehender, abrazar, describir, saber lo que hay en la naturaleza… en todo eso está el lenguaje como un eje transversal.
AM: Finalmente, para cerrar, quería preguntarte: la película es en parte un homenaje a la labor del maestro, la del estudiante y a la botánica en Colombia, ¿cómo la han recibido Julio Betancur y Cristian Castro?
GQ: Tengo la intuición de que Julio está muy contento con la película y que de alguna manera él siente, obviamente, el homenaje. La percepción de Cristian sobre la película ha ido cambiando, al principio le costó asumir en ocasiones el rol del estudiante perdido, pero poco a poco se ha convertido en un gran enamorado de la película y reconoce también ese homenaje. Él quiere mucho a Julio, entonces también se alegra del homenaje a Julio, al oficio y al aprendizaje. Julio y Cristian estarán en el FICCI. Estoy muy contento y expectante por lo que pueda pasar en el Festival en términos generales, es la primera vez que se presenta en Colombia así que estoy esperando a ver las reacciones de todos.
La película se proyectará tres veces en el FICCI:
JUEVES 7 MARZO CC CARIBE PLAZA 18:15
SÁBADO 9 MARZO CC BOCAGRANDE 12:15
LUNES 11 MARZO TAM 12:00
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