Después de la tormenta (After The Storm), de Hirokazu Kore-eda (2016)
Con 18 meses de retraso llega esta maravillosa película japonesa a la cartelera nacional. La película se vale de una pequeña y previsible historia para dejarnos conocer esos rincones de Tokio que solo un nativo, como su director, recorre como si se tratara de la palma de su mano. Recorridos a los que nos tiene acostumbrado el creativo y detallista Hirokazu Koreeda.
En Después de la Tormenta, el japonés reúne a Hiroshi Abe (Ryoto), el guapo y seductor actor que ya ha sido su actor protagónico en otras oportunidades; a la bella Yoko Maki, al bonito y sensible niño Taiyo Yoshizawa y a la experimentada y siempre sorprendente Kirin Kiki (Pastelería en Tokio, 2015), para contarnos las desgracias de Ryoto, un escritor que hace por lo menos quince años ganó un premio con una novela que escribió de un tirón, experiencia que no ha podido repetir y que sus vecinos recuerdan porque sus padres le sirvieron de caja de resonancia y no dejaron a nadie sin contarle la proeza de su hijo. Lo que siempre hacemos los padres. Ryoto sobrevive –malvive– como detective. Pero no solo es porque su salario no sea poco sino también porque cualquier dinero extra que gana se lo juega apostando. Entre tanto, su atractiva esposa lo deja y se estrena en una nueva relación, su hijo se la pasa dándole la última oportunidad y su madre (la excelente actriz Kirin Kiki) inventa estrategias para volver a reunir a su familia. En dos días los hechos se atropellan y la narración fluye sin prisa. La cámara se regodea mostrando esa vivienda japonesa mínima en las que sus habitantes aprenden a hacer maromas para acomodar sus enseres y, así como arruman cosas, acumulan esos sentimientos de rabia, desconfianza, celos, nostalgia y hasta felicidad que los hace escasos y ahorrativos a la hora de mostrarse en su intimidad.
Pero el director, experto como es en volvernos buenos turistas de la intimidad,muestra el cotidiano de cada uno, datos que no sobran para hacer sus radiografías; también hay un deseo por ver Tokyo, convertir las calles en algo más que un decorado. Koreeda nos sube a los buses, al tren, nos lleva a restaurantes y a parques, nos muestra el antes, el durante y el después de una tormenta. Se detiene en pequeños asuntos sin dejar abordar aspectos más existenciales y vitales, con sutileza, de puntillas, sin querer entrometerse y obtiene un buen retrato de seres sencillos, sin mayores pretensiones que las de vivir sin ostentación y tranquilos, lejos de la tormenta.
Una película de la que se sale contento, aunque no se dan grandes logros. O sí, uno muy importante: el padre hace soñar al niño y lo vuelve a poner de su lado. Qué mejor y mayor milagro de la vida: el ídolo del niño es de nuevo su padre.
Hirokazu Koreeda es uno de los directores queridos por el Festival de Cannes, desde el 2001 es uno de los habituales. En el 2013, Tal padre, tal hijo recibió el premio del jurado. Este año presenta Shoplifters.
Con Después de la tormenta, Hirokazu sigue dando muestras de ser un historiador de la familia. Se mete a la casas japonesas y exprime con gran destreza aspectos que no siempre son vistos por otros cineastas. Su especialización no la obtuvo en ninguna universidad, sino que a fuerza de penetrar, con su cámara, en alcobas y cocinas se ha graduado como el mejor exponente de ese nuevo cine japonés que explora la intimidad y que enseña planos domésticos y públicos con la misma sapiencia. Explora lo sentimientos de hombres y de mujeres, sus anhelos, sus esperanzas y sus frustraciones.
Más resultados...
Más resultados...
KORE-EDA ÍNTIMO
Después de la tormenta (After The Storm), de Hirokazu Kore-eda (2016)
Con 18 meses de retraso llega esta maravillosa película japonesa a la cartelera nacional. La película se vale de una pequeña y previsible historia para dejarnos conocer esos rincones de Tokio que solo un nativo, como su director, recorre como si se tratara de la palma de su mano. Recorridos a los que nos tiene acostumbrado el creativo y detallista Hirokazu Koreeda.
En Después de la Tormenta, el japonés reúne a Hiroshi Abe (Ryoto), el guapo y seductor actor que ya ha sido su actor protagónico en otras oportunidades; a la bella Yoko Maki, al bonito y sensible niño Taiyo Yoshizawa y a la experimentada y siempre sorprendente Kirin Kiki (Pastelería en Tokio, 2015), para contarnos las desgracias de Ryoto, un escritor que hace por lo menos quince años ganó un premio con una novela que escribió de un tirón, experiencia que no ha podido repetir y que sus vecinos recuerdan porque sus padres le sirvieron de caja de resonancia y no dejaron a nadie sin contarle la proeza de su hijo. Lo que siempre hacemos los padres. Ryoto sobrevive –malvive– como detective. Pero no solo es porque su salario no sea poco sino también porque cualquier dinero extra que gana se lo juega apostando. Entre tanto, su atractiva esposa lo deja y se estrena en una nueva relación, su hijo se la pasa dándole la última oportunidad y su madre (la excelente actriz Kirin Kiki) inventa estrategias para volver a reunir a su familia. En dos días los hechos se atropellan y la narración fluye sin prisa. La cámara se regodea mostrando esa vivienda japonesa mínima en las que sus habitantes aprenden a hacer maromas para acomodar sus enseres y, así como arruman cosas, acumulan esos sentimientos de rabia, desconfianza, celos, nostalgia y hasta felicidad que los hace escasos y ahorrativos a la hora de mostrarse en su intimidad.
Pero el director, experto como es en volvernos buenos turistas de la intimidad, muestra el cotidiano de cada uno, datos que no sobran para hacer sus radiografías; también hay un deseo por ver Tokyo, convertir las calles en algo más que un decorado. Koreeda nos sube a los buses, al tren, nos lleva a restaurantes y a parques, nos muestra el antes, el durante y el después de una tormenta. Se detiene en pequeños asuntos sin dejar abordar aspectos más existenciales y vitales, con sutileza, de puntillas, sin querer entrometerse y obtiene un buen retrato de seres sencillos, sin mayores pretensiones que las de vivir sin ostentación y tranquilos, lejos de la tormenta.
Una película de la que se sale contento, aunque no se dan grandes logros. O sí, uno muy importante: el padre hace soñar al niño y lo vuelve a poner de su lado. Qué mejor y mayor milagro de la vida: el ídolo del niño es de nuevo su padre.
Hirokazu Koreeda es uno de los directores queridos por el Festival de Cannes, desde el 2001 es uno de los habituales. En el 2013, Tal padre, tal hijo recibió el premio del jurado. Este año presenta Shoplifters.
Con Después de la tormenta, Hirokazu sigue dando muestras de ser un historiador de la familia. Se mete a la casas japonesas y exprime con gran destreza aspectos que no siempre son vistos por otros cineastas. Su especialización no la obtuvo en ninguna universidad, sino que a fuerza de penetrar, con su cámara, en alcobas y cocinas se ha graduado como el mejor exponente de ese nuevo cine japonés que explora la intimidad y que enseña planos domésticos y públicos con la misma sapiencia. Explora lo sentimientos de hombres y de mujeres, sus anhelos, sus esperanzas y sus frustraciones.
Tal vez te interese:Ver todos los artículos
EL (INELUDIBLE) OFICIO DE MIRAR
VICIOS DEL TIEMPO - FICCI 63
CARACOLES SOBRE UNA MUJER CON SOMBRERO ALADO (TALLER BIFF)
Reflexiones semanales directo al correo.
El boletín de la Cero expande sobre las películas que nos sorprenden y nos apasionan. Es otra manera de reunirse y pensar el gesto del cine.
Las entregas cargan nuestras ideas sobre las nuevas y viejas cosas que nos interesan. Ese caleidoscopio de certezas e incertidumbres nos sirve para pensar el mundo que el cine crea.
Únete a la comunidadcontacto
Síguenos