Dos miradas alrededor del fracaso.
En el marco de la versión 58 del Festival Internacional de Cine de Cartagena, se pudieron ver las películas más recientes de dos de los autores más reconocidos del momento en el plano internacional: Lucrecia Martel y Lav Diaz. Ambas piezas, con propuestas muy distintas y relacionadas con las miradas independientes de cada director, comparten ciertas semejanzas desde, quizás, un punto de vista temático. Veámos.
Zama, coproducida por los hermanos Almodóvar, cuenta la historia de Diego de Zama, un corregidor que trabaja para la corona española en Asunción, durante la colonia, y que lo único que pide es ser trasladado para reencontrarse con su esposa y sus hijos, a quienes no ve desde hace mucho tiempo. Vemos como Zama intenta, por diferentes medios, obtener el traslado tan anhelado, recibiendo siempre un no como respuesta de sus superiores. A pesar de esto, continúa intentándolo sin rendición. Pero no es su único motivo de frustración, básicamente todos sus intentos por encontrar una distracción a esta pena que lo agobia son frustrados por varios personajes, que van un paso delante de él. El peso de los acontecimientos lo van sumiendo en una profunda frustración que no le dará respiro durante todo la narración. Por otro lado, Season of the Devil, dirigida por Lav Diaz y rodada en Malasia, que encierra un notable contenido político, que no agrada al actual gobierno de su país (un gobierno reconocido por su extremismo y dirigido por el radical, Rodrigo Duterte), nos lleva a la década de los setentas, cuando una ley Marcial, aprobada por el dictador de turno, le da el poder a varios grupos paramilitares –conformados por civiles– para hacer y deshacer a su gusto sobre la vida de los demás habitantes. La película se concentra en un pequeño pueblo en un lugar no especificado de Filipinas. A través de la perspectiva de varios personajes, entre ellos un poeta y un líder comunitario, Diaz nos deja ver la desgracia que del sometimiento y el terror que provoca ser asociado por los insurgentes, ya legales, como rebelde. Cada uno de los intentos por cambiar termina en decepción. Todo esto, contado de manera no convencional al hacer de los diálogos completamente a modo de canto a capela.
Apenas viendo los pequeños universos narrativos que manejan ambas películas podemos ver ciertas proximidades: ambas se instalan en periodos específicos de la historia regional de cada uno de los países de origen de los directores (si bien Martel no es de Paraguay, Argentina comparte buena parte de su historia colonial con este) para trazar las peripecias de personajes sometidos. Una fuerza que los supera y, aunque traten hasta lo imposible, nunca vencerán. Son dos películas que se embarcan en la radiografía del ser humano desde su perspectiva más penosa. Es retratado como un ente que empuja una piedra por encima de una montaña a sabiendas de que va a caer luego de que llegue a la cima y que no tiene otra opción más que reanudar el cometido, al estilo del viejo mito griego de Sísifo: lo hace innumerables veces hasta que al quedar exhausto por los intentos, la piedra le pasa por encima.
En Zama, don Diego es introducido con un plano magnánimo, en el que se le muestra como un conquistador admirando las tierras bajo su poder, alzando el pecho orgulloso de una victoria ajena. Luego, Martel nos muestra dentro del río a un cardumen de peces que nadan en busca de escapar de la corriente que se los quiere llevar, es aquí donde yace la verdadera naturaleza de su personaje: un hombre confundido pero lleno de esperanza por salir del lugar donde está retenido para ver a su familia nuevamente. No es ningún conquistador, no es un empleado egregio, todo lo contrario. Todo eso es fachada, Diego de Zama es un pez patético que nada en contra de la corriente. Durante el resto de la película, el protagonista intenta por todos los medios escapar de esa corriente que se lo quiere llevar hasta que al final, derrotado y sin energías, se deja llevar.
De otra forma, en Season of the Devil, Diaz empieza con un bello voice over que nos contextualiza dentro del momento histórico en el que se desarrolla la historia, y después, tal como lo hace Zama, nos muestra a un personaje renombrado, un poeta llamado Hugo que recita en frente a un público que lo admira un poema sobre los tiempos en los que están entrando. Todos aplauden y le llenan de elogios. Su esposa, Lorena, es su gran compañía, por eso al momento en que ella recibe un llamado para ir de voluntaria a prestar servicios hospitalarios a una de las aldeas golpeadas por la ley marcial, Hugo recibe un gran golpe en su vida. Sabe que su esposa va a entrar en una zona muy peligrosa. Aunque hay un protagonista, Diaz hace el uso de varios personajes más para enfatizar su mensaje: el líder comunitario de la aldea a la que llega Lorena; una mujer misteriosa que es usada por el grupo paramilitar para difundir paranoia en los habitantes a su cargo y varios miembros de la comunidad aterrorizada. Todos teniendo que enfrentarse al mismo destino: el fracaso. Ambos directores nos hacen testigos de la caída de dos personajes renombrados en sus círculos sociales, nos integran en su derrota y los usan como ejemplo para mostrar su visión alrededor de lo que nos hace humanos: la capacidad de esforzarnos en causas perdidas e imposibles. La diferencia que existe entre ambas visiones se encuentra en su radicalidad. En Zama, no todos los personajes siguen por el camino de la decepción de Zama. Uno de los ayudantes de Diego logra el traslado que este deseaba, gracias a una riña entre ambos que afecta la reputación del corregidor. Otro de sus ayudantes establece una relación con Luciana (interpretada por Lola Dueñas), a quien Zama, durante mitad del film, coquetea en busca de consuelo. Los únicos que caen en el mismo destino que Zama son la banda de Vicuña Porto, los antagonistas invisibles de la cinta, quienes toman de rehén a Diego para conseguir, a través de él, unos minerales que consideran preciados, pero son detenidos por Zama quien se niega argumentando que no les va a dar la esperanza que a él, nunca le quitaron.
En cambio, en Season of the Devil, Diaz es más radical, pues ninguno de sus protagonistas logra nada, todos caen en el mismo abismo que crean los antagonistas, además de que el efecto que crea el hecho de que los monólogos se hagan cantados lo hace aún más melancólico, más devastador. Con estas dos películas podemos ver dos miradas provenientes de lugares completamente distintos, pero que se acercan en la manera de mirar el mundo. Sus opiniones se denotan cercanas, al menos en sus dos filmes más recientes. Ambas son una oda a la derrota inusitada, al luchar en contra de lo que quiere derrumbarnos aunque sepamos desde el inicio que todos nuestros intentos serán inútiles, cosa que para ambos directores es natural y caracteriza la naturaleza humana: nuestra capacidad para afrontar una existencia absurda en la que la esperanza nunca muestra su mirada.
Gran ensayo sobre el derrotismo, la condición humana y buen análisis de las dos pelis, muchas gracias