No sé cuántas veces habré hecho y deshecho las primeras frases de este texto intentando introducir a la particular, y fascinante, Miranda July, ¿Cómo definir, o cómo tratar de definir a una mujer que busca insistentemente desprenderse de cualquier etiqueta?, tal vez la mejor y única forma de hacerlo sea diciendo que July es una ARTISTA en toda la expresión de la palabra, una artista conceptual, que a través del performance, de la literatura, la música, la realización cinematográfica (como directora, actriz o guionista), e incluso del desarrollo de Apps interactivas, busca enérgicamente dar respuestas a sus cuestionamientos sobre la existencia humana, las relaciones interpersonales y los sueños, ilusiones, anhelos, deseos y frustraciones inherentes a ellas. Evidentemente no hay un solo medio, disciplina o proyecto que pueda contener toda la inventiva, el ingenio y la excentricidad de una de las mujeres que representa la escena indie estadounidense en todo su esplendor.
Sumergida desde la cuna en el mundo alternativo –sus padres son los fundadores de la editorial independiente North Atlantic Books, cuyo principal interés es expandir la consciencia planetaria–, July encontró en el arte de acción o performance, el vehículo perfecto para manifestar su creatividad; ya a mediados de los 90 se presentaba en clubes privados junto a bandas de la escena post-punk y encontraría en el video y las presentaciones multimedia el canal apropiado para transmitir sus cavilaciones en torno al ser.
Tras algunos cortos experimentales y presentaciones en espacios emblemáticos del arte contemporáneo, el MoMA, el Guggenheim o la Bienal del Whitney, por nombrar algunos, fue sólo cuestión de tiempo para que su ímpetu e inquietud creativa la encaminara a explorar el universo cinematográfico. Me and You and Everyone We Know (Tú, yo y todos los demás, 2005) representó su entrada triunfal como realizadora al mundo del cine, Sundance y Cannes cayeron rendidos a sus pies.
July nos va introduciendo paulatinamente a sus personajes, primero encontramos a Christine, una artista conceptual –interpretada por la misma July– cuya gran aspiración es exponer su obra en una galería de la ciudad, pero mientras alcanza el anhelado sueño debe resignarse a trabajar como chofer para ancianos. Un día conoce a Richard, vendedor de zapatos recién divorciado y con algunos problemas de comunicación con sus dos pequeños hijos. Richard cree estar preparado para las nuevas oportunidades que la vida le tiene, pero cuando Christine demuestra su interés por él, se paraliza y, preso del pánico, la evade. A esta disonante pareja se suman otros “extraños” sujetos: algunos vecinos, la directora de la galería, un compañero de trabajo, seres “ordinarios” que coinciden “accidentalmente” en su cotidianidad, todos con un cualidad que los une: sustanciales dificultades para interactuar con los demás y para encontrar un sentido a su día día, son personas presas de la soledad, llenos de temores, frustraciones y fantasías en torno a la existencia, al amor y la sexualidad. Debo decir que hay algo que me parece profundamente interesante de July y es su balance al hablar sobre sexo, sin dobleces, sin falsos pudores y sin excesos innecesarios. La música incidental de Michael Andrews, (el mismo de Donnie Darko) acompaña a estos individuos con sonidos electrónicos y etéreos, una partitura efectiva, sin mayores pretensiones que subrayar el devenir emocional de cada uno de ellos.
Junto a su debut cinematográfico, llegó la publicación de su primer libro No One Belongs Here More Than You, una serie de relatos cortos en torno a su tema fetiche: el ser, los vínculos y las relaciones humanas. Esta incansable artista continuó la ejecución de otros proyectos multimedia, se destaca Things We Don't Understand and Are Definitely Not Going to Talk About por ser el punto de partida para su siguiente película, The Future (2011), otra comedia con tintes de drama, que, más que sobre el futuro, es sobre el paso inexorable del tiempo, el significado o finalidad de la vida y los encuentros y desencuentros en torno a ese imaginario que llamamos amor.
En The Future nos sumergimos en un fantástico y algo disparatado mundo, donde Paw Paw, un gato moribundo a quien la misma July le presta su voz, nos introduce a nuestros protagonistas: Jason (Hamish Linklater) y Sophie, también interpretada por la directora. Esta pasiva e inerte pareja coexiste presa de la cotidianidad, sus días transcurren entre sus frustrantes trabajos y horas perdidas navegando en internet. Juntos esperan que el amigo felino se estabilice en un centro médico para adoptarlo y cuidarle durante sus últimos seis meses de vida. Cuando descubren que dicha responsabilidad podría extenderse realmente por años, caen en una profunda y extraña crisis, “40 años son 50 y 50 ya no son suficientes para hacer lo que realmente se quiere” sentencia Jason y esta confrontación con su temporalidad y finitud acrecienta su angustia existencial.
Pero aún queda un mes antes de que el minino llegue a su hogar, así que, como si se tratara de un paciente terminal que busca exprimir los últimos instantes de su vida, la joven pareja decide renunciar a sus trabajos y enfocarse en alcanzar su realización personal. Sin embargo, July hábilmente nos demuestra que la vida no siempre nos lleva donde esperamos, que cada quien vive a su ritmo y manera, que las mismas preguntas pueden conducirnos por diferentes caminos y que, como el cuadro de M. C. Escher que decora el apartamento de nuestros protagonistas, ¡todo es relativo!, no se sabe si entras o sales, si subes o bajas, pues la realidad depende del punto de vista de quien la mire.
Jon Brion (Eternal Sunshine of the Spotless Mind, Lady Bird, Christopher Robin) compositor de la música para el performance que dio origen a The Future, también acompaña a la directora en la evolución de su paso al cine, y, aunque July mantiene, en términos generales, su línea de aplicar la música más como un elemento de acompañamiento –sin mayor interés narrativo– llama la atención el uso del tema preexistente Where or When interpretado por Peggy Lee & Benny Goodman. Es difícil imaginar que no hay una segunda intención por parte de la directora en la elección de este clásico del jazz. Tal vez con este tema, que posee un profundo simbolismo entre nuestros protagonistas, quiere invitarnos a reflexionar alrededor de aquellos elementos que perpetúan los constructos sociales y los imaginarios sobre el amor.
The Future fue un paso más en la constante exploración creativa de July, a ella le siguió la ejecución de otros proyectos multimedia, entre ellos el desarrollo de una curiosa App llamada Somebody, concebida como una obra de arte para la casa de moda italiana Miu Miu. Esta peculiar aplicación consistía en que, si querías decirle algo a un amigo, debías enviarle un mensaje de texto a la persona más cercana, usualmente un extraño, quien tenía la responsabilidad de entregar el mensaje verbalmente al destinatario, un interesante experimento social sobre las dificultades de la comunicación interpersonal. El 2015 trajo la publicación de su primera novela The First Bad Man, la cual ha suscitado, como era de esperarse, posturas contrapuestas.
A medida que July me presenta sus singulares personajes, tanto en el cine como en la literatura, no puedo evitar pensar en una frase que le oí a un amigo español y que después de un tiempo supe que le pertenecía a Miguel de Unamuno, “Cada uno es cada uno y cada uno tiene sus cadaunadas”, tal vez no haya una expresión más exacta para condensar lo humano. Somos seres extraños, incluso a veces para nosotros mismo, con nuestras locuras y neurosis particulares, pero nos une algo: todos estamos tratando de descubrir nuestro lugar, procurando definirnos como individuos, relacionándonos un poco a ciegas con los otros y aspirando entender de qué va esto que llamamos vida. Si un encanto tiene la obra de July es que suscita esta y mas reflexiones alrededor de nuestra existencia. En sus películas, cautiva su facilidad para transformar en trascendental los hechos más absurdos y cotidianos. Acercarse a su trabajo de manera superficial puede dar pie a sentir que estamos frente a un caso claro de egotismo – la constante auto referencia operaría como prueba máxima–, pero es quizás ahí, en ese ejercicio de recorrer el yo, que radica una especie de gracia; en esa firme convicción para posicionarse desde su propio lugar –a veces absurdo y pretencioso pero siempre reflejo de su ejercicio de búsqueda personal– se puede encontrar el sentido de sus películas.
Por el momento nos queda esperar su próxima película,aún sin título y de la que solo se conocen sus probables protagonistas. Al parecer nuestra inquieta directora se sumergirá en lo que en inglés se denomina como una Heist-movie, subgénero dedicada a examinar la planificación, ejecución y las consecuencias de un crimen, sin duda el espacio perfecto para seguir divagando sobre la condición humana.
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MIRANDA JULY: METAFÍSICA DE LO COTIDIANO
No sé cuántas veces habré hecho y deshecho las primeras frases de este texto intentando introducir a la particular, y fascinante, Miranda July, ¿Cómo definir, o cómo tratar de definir a una mujer que busca insistentemente desprenderse de cualquier etiqueta?, tal vez la mejor y única forma de hacerlo sea diciendo que July es una ARTISTA en toda la expresión de la palabra, una artista conceptual, que a través del performance, de la literatura, la música, la realización cinematográfica (como directora, actriz o guionista), e incluso del desarrollo de Apps interactivas, busca enérgicamente dar respuestas a sus cuestionamientos sobre la existencia humana, las relaciones interpersonales y los sueños, ilusiones, anhelos, deseos y frustraciones inherentes a ellas. Evidentemente no hay un solo medio, disciplina o proyecto que pueda contener toda la inventiva, el ingenio y la excentricidad de una de las mujeres que representa la escena indie estadounidense en todo su esplendor.
Sumergida desde la cuna en el mundo alternativo –sus padres son los fundadores de la editorial independiente North Atlantic Books, cuyo principal interés es expandir la consciencia planetaria–, July encontró en el arte de acción o performance, el vehículo perfecto para manifestar su creatividad; ya a mediados de los 90 se presentaba en clubes privados junto a bandas de la escena post-punk y encontraría en el video y las presentaciones multimedia el canal apropiado para transmitir sus cavilaciones en torno al ser.
Tras algunos cortos experimentales y presentaciones en espacios emblemáticos del arte contemporáneo, el MoMA, el Guggenheim o la Bienal del Whitney, por nombrar algunos, fue sólo cuestión de tiempo para que su ímpetu e inquietud creativa la encaminara a explorar el universo cinematográfico. Me and You and Everyone We Know (Tú, yo y todos los demás, 2005) representó su entrada triunfal como realizadora al mundo del cine, Sundance y Cannes cayeron rendidos a sus pies.
July nos va introduciendo paulatinamente a sus personajes, primero encontramos a Christine, una artista conceptual –interpretada por la misma July– cuya gran aspiración es exponer su obra en una galería de la ciudad, pero mientras alcanza el anhelado sueño debe resignarse a trabajar como chofer para ancianos. Un día conoce a Richard, vendedor de zapatos recién divorciado y con algunos problemas de comunicación con sus dos pequeños hijos. Richard cree estar preparado para las nuevas oportunidades que la vida le tiene, pero cuando Christine demuestra su interés por él, se paraliza y, preso del pánico, la evade. A esta disonante pareja se suman otros “extraños” sujetos: algunos vecinos, la directora de la galería, un compañero de trabajo, seres “ordinarios” que coinciden “accidentalmente” en su cotidianidad, todos con un cualidad que los une: sustanciales dificultades para interactuar con los demás y para encontrar un sentido a su día día, son personas presas de la soledad, llenos de temores, frustraciones y fantasías en torno a la existencia, al amor y la sexualidad. Debo decir que hay algo que me parece profundamente interesante de July y es su balance al hablar sobre sexo, sin dobleces, sin falsos pudores y sin excesos innecesarios. La música incidental de Michael Andrews, (el mismo de Donnie Darko) acompaña a estos individuos con sonidos electrónicos y etéreos, una partitura efectiva, sin mayores pretensiones que subrayar el devenir emocional de cada uno de ellos.
Junto a su debut cinematográfico, llegó la publicación de su primer libro No One Belongs Here More Than You, una serie de relatos cortos en torno a su tema fetiche: el ser, los vínculos y las relaciones humanas. Esta incansable artista continuó la ejecución de otros proyectos multimedia, se destaca Things We Don't Understand and Are Definitely Not Going to Talk About por ser el punto de partida para su siguiente película, The Future (2011), otra comedia con tintes de drama, que, más que sobre el futuro, es sobre el paso inexorable del tiempo, el significado o finalidad de la vida y los encuentros y desencuentros en torno a ese imaginario que llamamos amor.
En The Future nos sumergimos en un fantástico y algo disparatado mundo, donde Paw Paw, un gato moribundo a quien la misma July le presta su voz, nos introduce a nuestros protagonistas: Jason (Hamish Linklater) y Sophie, también interpretada por la directora. Esta pasiva e inerte pareja coexiste presa de la cotidianidad, sus días transcurren entre sus frustrantes trabajos y horas perdidas navegando en internet. Juntos esperan que el amigo felino se estabilice en un centro médico para adoptarlo y cuidarle durante sus últimos seis meses de vida. Cuando descubren que dicha responsabilidad podría extenderse realmente por años, caen en una profunda y extraña crisis, “40 años son 50 y 50 ya no son suficientes para hacer lo que realmente se quiere” sentencia Jason y esta confrontación con su temporalidad y finitud acrecienta su angustia existencial.
Pero aún queda un mes antes de que el minino llegue a su hogar, así que, como si se tratara de un paciente terminal que busca exprimir los últimos instantes de su vida, la joven pareja decide renunciar a sus trabajos y enfocarse en alcanzar su realización personal. Sin embargo, July hábilmente nos demuestra que la vida no siempre nos lleva donde esperamos, que cada quien vive a su ritmo y manera, que las mismas preguntas pueden conducirnos por diferentes caminos y que, como el cuadro de M. C. Escher que decora el apartamento de nuestros protagonistas, ¡todo es relativo!, no se sabe si entras o sales, si subes o bajas, pues la realidad depende del punto de vista de quien la mire.
Jon Brion (Eternal Sunshine of the Spotless Mind, Lady Bird, Christopher Robin) compositor de la música para el performance que dio origen a The Future, también acompaña a la directora en la evolución de su paso al cine, y, aunque July mantiene, en términos generales, su línea de aplicar la música más como un elemento de acompañamiento –sin mayor interés narrativo– llama la atención el uso del tema preexistente Where or When interpretado por Peggy Lee & Benny Goodman. Es difícil imaginar que no hay una segunda intención por parte de la directora en la elección de este clásico del jazz. Tal vez con este tema, que posee un profundo simbolismo entre nuestros protagonistas, quiere invitarnos a reflexionar alrededor de aquellos elementos que perpetúan los constructos sociales y los imaginarios sobre el amor.
The Future fue un paso más en la constante exploración creativa de July, a ella le siguió la ejecución de otros proyectos multimedia, entre ellos el desarrollo de una curiosa App llamada Somebody, concebida como una obra de arte para la casa de moda italiana Miu Miu. Esta peculiar aplicación consistía en que, si querías decirle algo a un amigo, debías enviarle un mensaje de texto a la persona más cercana, usualmente un extraño, quien tenía la responsabilidad de entregar el mensaje verbalmente al destinatario, un interesante experimento social sobre las dificultades de la comunicación interpersonal. El 2015 trajo la publicación de su primera novela The First Bad Man, la cual ha suscitado, como era de esperarse, posturas contrapuestas.
A medida que July me presenta sus singulares personajes, tanto en el cine como en la literatura, no puedo evitar pensar en una frase que le oí a un amigo español y que después de un tiempo supe que le pertenecía a Miguel de Unamuno, “Cada uno es cada uno y cada uno tiene sus cadaunadas”, tal vez no haya una expresión más exacta para condensar lo humano. Somos seres extraños, incluso a veces para nosotros mismo, con nuestras locuras y neurosis particulares, pero nos une algo: todos estamos tratando de descubrir nuestro lugar, procurando definirnos como individuos, relacionándonos un poco a ciegas con los otros y aspirando entender de qué va esto que llamamos vida. Si un encanto tiene la obra de July es que suscita esta y mas reflexiones alrededor de nuestra existencia. En sus películas, cautiva su facilidad para transformar en trascendental los hechos más absurdos y cotidianos. Acercarse a su trabajo de manera superficial puede dar pie a sentir que estamos frente a un caso claro de egotismo – la constante auto referencia operaría como prueba máxima–, pero es quizás ahí, en ese ejercicio de recorrer el yo, que radica una especie de gracia; en esa firme convicción para posicionarse desde su propio lugar –a veces absurdo y pretencioso pero siempre reflejo de su ejercicio de búsqueda personal– se puede encontrar el sentido de sus películas.
Por el momento nos queda esperar su próxima película, aún sin título y de la que solo se conocen sus probables protagonistas. Al parecer nuestra inquieta directora se sumergirá en lo que en inglés se denomina como una Heist-movie, subgénero dedicada a examinar la planificación, ejecución y las consecuencias de un crimen, sin duda el espacio perfecto para seguir divagando sobre la condición humana.
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