In My Room es la más reciente película de Ulrich Köhler, su título inmediatamente recuerda a los versos cantados por Brian Wilson –The Beach Boys– en la canción homónima. Al igual que la película, la canción habla de una persona solitaria, ubicada en la nada, pero sin temor pues se encuentra en su habitación, en un lugar de comodidad. Núcleo similar a lo que se encontrará reflejado en In My Room: un hombre que, a pesar de encontrarse solo en el mundo, no tiene miedo y, finalmente, se siente libre.
La película gira en torno a Armin (Hans Löw), quien de un día para otro se encuentra en el medio de un ambiente donde todas las personas han desaparecido sin dejar rastro: sus familiares, sus vecinos, todos se han ido y han dejado atrás sus pertenencias al mejor estilo del arrebatamiento bíblico. Bueno, no todos se han ido, los muertos y los animales siguen ahí, como los únicos testigos sin voz que acompañan al protagonista. Este giro dramático ocurre alrededor de los treinta y cinco minutos de metraje, el primer tercio de la película se ocupa de introducirnos a Armin: no es muy diestro en su trabajo, no congenia con sus familiares y no puede sostener relaciones sentimentales con mujeres. En esta parte hay una presencia constante de la muerte y la enfermedad; estos elementos servirán para crear contrastes simbólicos entre las dos mitades de la película: antes y después del misterioso arrebatamiento.
Cuando la gente ha desaparecido, cuando los autos, las motos y los yates han sido dejados a su azar, cuando las tiendas y las carreteras se encuentran vacías y los animales pueden andar libres sin nadie que los incomode, Armin logra encontrarse a sí mismo, pues logra liberarse de las restricciones sociales que el mundo moderno le imponía día a día (en el mundo “normal” era un tipo torpe, ahora puede ser lo que le plazca), puede andar desnudo en medio de la calle o incendiar casas enteras sin temor a algún tipo de represalia o reproche. Así pues, Köhler crea una aproximación personal del género distópico: mientras que en películas como El Hombre Omega (The Omega Man, Boris Sagal, 1971) o Soy Leyenda (I Am Legend, Francis Lawrence, 2007) encontramos a un héroe que debe hacerle frente a unos vampiros mutantes para así poder salvar al mundo, en In My Room nuestro protagonista no es un héroe de ningún tipo, al contrario: se cae de su caballo, no logra atinar los tiros de su escopeta e, inclusive, no se queda con la chica al final de la película. Aun así, las dos películas mencionadas comparten el mismo escenario solitario, desolador y masculino que In My Room donde el objetivo de los personajes salta entre sobrevivir (o subsistir) y matar el tiempo a través del ocio y la rutina. Nos dictan elementos propios del subgénero que le permiten a Köhler tener un punto de partida para su obra.
Los grupos religiosos, algún virus mutante, muertos vivientes o machos en apretados trajes de cuero con armas, típicos de los relatos con impulsos narrativos similares (el hombre solo, el mundo inhabitado) no se hacen presentes. Todo lo contrario: nos encontramos con un escenario pacífico, callado, libre de conflicto, donde día a día la naturaleza empieza a tomar el mundo que le fue arrebatado por la sociedad moderna.
Armin empieza a acomodarse a este nuevo mundo: encuentra un hogar en medio del campo, empieza a labrar la tierra para tener el alimento y los recursos necesarios para sobrevivir, monta un caballo para poder ir de un lugar a otro. Contrario a lo que se esperaría, nuestro protagonista decide abrazar esta nueva realidad y, por lo tanto, busca prosperar en su nuevo Jardín del Edén. Pero entonces llega Kirsi (Elena Radonicich), la figura femenina en este nuevo génesis. Su encuentro recuerda a la violencia y desconfianza que se vive en la sociedad moderna. Después del pánico inicial y cuando el instinto humano toma las riendas de ambos personajes, se empieza a formar una relación cuyos altos y bajos definirán varias ideas de la película: el propósito y el sentido de la vida;qué estamos llamados a hacer; qué roles debemos cumplir; cuán atados estamos realmente dentro de una sociedad donde nos entendemos como seres libres.
A partir de este momento los géneros se invierten, otro de los puntos fuertes y más llamativos de In My Room: aquí la mujer es la cazadora mientras el hombre se queda en casa cultivando, aquí es el hombre el que desea formar una familia mientras que la mujer desea salir a descubrir el mundo. En este nuevo génesis que nos plantea la película, el hombre y la mujer no están destinados a formar parte de un todo y crear una unión conyugal, ya que cada uno tiene anhelos diferentes. Tales son las diferencias que, repentinamente, Kirsi decide abandonar a Armin, dejándolo más solo de lo que lo encontró, pues por primera vez en mucho tiempo había logrado congeniar con otra persona, no solo creando una conexión en la intimidad sino también en las relaciones humanas en las cuales no era muy diestro en su antigua vida.
Mientras que en la primera parte de la película la muerte y el sufrimiento estaban presentes, reflejados principalmente en la enferma abuela de Armin que fallece un día antes del arrebatamiento, en la segunda parte el deseo de vida se hace presente. La herida que nuestro fallido caballero recibió en su pierna al caer de su caballo está a un paso de llegar a la gangrena, pero eventualmente es curada y, días después, puede saltar y bailar sin ningún problema, atestiguamos el nacimiento de un cabrito, inclusive el fallecido perro de Kirsi es reemplazado por uno joven que tiene toda su vida por delante y se suma el deseo del protagonista de traer una familia a este mundo, ya para él idílico. Antes del “arrebatamiento”, la muerte y el dolor se sentían y abrumaban el mundo de la película, después solo hay pensamientos y espacio para la vida y el crecimiento.
El trabajo de actuación por parte de los dos protagonistas logra sostener sobre sus hombros todo el metraje de la película, sobre todo el trabajo hecho por Hans Löw quien es el que aparece por más tiempo en pantalla. Es en sus dos protagonistas donde a fin de cuentas reside el alma de In My Room, dos formas de ver el mundo que el director aborda en el relato: Armin, quien por fin ha logrado separarse de las reglas de la sociedad, busca sentar bases en un campo lejos de la ciudad, su único deseo es vivir en paz con los recursos necesarios para pasar el resto de sus días en tranquilidad. Pero Kirsi ve en este nuevo escenario una oportunidad, no solo de conocer el mundo sino conquistarlo, alejándose de cualquier estilo sedentario que le recuerde el estilo de vida que solía llevar antes del misterioso suceso.
En In My Room la calma reina, la tenue paleta de colores impulsa la sensación de soledad y abandono, sus grandes panorámicas recalcan la vastedad del ahora vacío mundo que habitan los protagonistas. Todo esto forma un conjunto unísono que permite narrar una historia sobre encontrar segundas oportunidades donde menos se podría esperarlas. Y aunque algunos espectadores puedan quedar decepcionados por la falta de explicaciones sobre la desaparición de las personas, la película logra compensar gracias a sus curiosos y honestos personajes.
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NI OMEGA NI LEYENDA: EL HOMBRE POST-APOCALÍPTICO DE ULRICH KÖLHER
In my Room, de Ulrich Köhler (2018)
Por Julio Bedón.
In My Room es la más reciente película de Ulrich Köhler, su título inmediatamente recuerda a los versos cantados por Brian Wilson –The Beach Boys– en la canción homónima. Al igual que la película, la canción habla de una persona solitaria, ubicada en la nada, pero sin temor pues se encuentra en su habitación, en un lugar de comodidad. Núcleo similar a lo que se encontrará reflejado en In My Room: un hombre que, a pesar de encontrarse solo en el mundo, no tiene miedo y, finalmente, se siente libre.
La película gira en torno a Armin (Hans Löw), quien de un día para otro se encuentra en el medio de un ambiente donde todas las personas han desaparecido sin dejar rastro: sus familiares, sus vecinos, todos se han ido y han dejado atrás sus pertenencias al mejor estilo del arrebatamiento bíblico. Bueno, no todos se han ido, los muertos y los animales siguen ahí, como los únicos testigos sin voz que acompañan al protagonista. Este giro dramático ocurre alrededor de los treinta y cinco minutos de metraje, el primer tercio de la película se ocupa de introducirnos a Armin: no es muy diestro en su trabajo, no congenia con sus familiares y no puede sostener relaciones sentimentales con mujeres. En esta parte hay una presencia constante de la muerte y la enfermedad; estos elementos servirán para crear contrastes simbólicos entre las dos mitades de la película: antes y después del misterioso arrebatamiento.
Cuando la gente ha desaparecido, cuando los autos, las motos y los yates han sido dejados a su azar, cuando las tiendas y las carreteras se encuentran vacías y los animales pueden andar libres sin nadie que los incomode, Armin logra encontrarse a sí mismo, pues logra liberarse de las restricciones sociales que el mundo moderno le imponía día a día (en el mundo “normal” era un tipo torpe, ahora puede ser lo que le plazca), puede andar desnudo en medio de la calle o incendiar casas enteras sin temor a algún tipo de represalia o reproche. Así pues, Köhler crea una aproximación personal del género distópico: mientras que en películas como El Hombre Omega (The Omega Man, Boris Sagal, 1971) o Soy Leyenda (I Am Legend, Francis Lawrence, 2007) encontramos a un héroe que debe hacerle frente a unos vampiros mutantes para así poder salvar al mundo, en In My Room nuestro protagonista no es un héroe de ningún tipo, al contrario: se cae de su caballo, no logra atinar los tiros de su escopeta e, inclusive, no se queda con la chica al final de la película. Aun así, las dos películas mencionadas comparten el mismo escenario solitario, desolador y masculino que In My Room donde el objetivo de los personajes salta entre sobrevivir (o subsistir) y matar el tiempo a través del ocio y la rutina. Nos dictan elementos propios del subgénero que le permiten a Köhler tener un punto de partida para su obra.
Los grupos religiosos, algún virus mutante, muertos vivientes o machos en apretados trajes de cuero con armas, típicos de los relatos con impulsos narrativos similares (el hombre solo, el mundo inhabitado) no se hacen presentes. Todo lo contrario: nos encontramos con un escenario pacífico, callado, libre de conflicto, donde día a día la naturaleza empieza a tomar el mundo que le fue arrebatado por la sociedad moderna.
Armin empieza a acomodarse a este nuevo mundo: encuentra un hogar en medio del campo, empieza a labrar la tierra para tener el alimento y los recursos necesarios para sobrevivir, monta un caballo para poder ir de un lugar a otro. Contrario a lo que se esperaría, nuestro protagonista decide abrazar esta nueva realidad y, por lo tanto, busca prosperar en su nuevo Jardín del Edén. Pero entonces llega Kirsi (Elena Radonicich), la figura femenina en este nuevo génesis. Su encuentro recuerda a la violencia y desconfianza que se vive en la sociedad moderna. Después del pánico inicial y cuando el instinto humano toma las riendas de ambos personajes, se empieza a formar una relación cuyos altos y bajos definirán varias ideas de la película: el propósito y el sentido de la vida;qué estamos llamados a hacer; qué roles debemos cumplir; cuán atados estamos realmente dentro de una sociedad donde nos entendemos como seres libres.
A partir de este momento los géneros se invierten, otro de los puntos fuertes y más llamativos de In My Room: aquí la mujer es la cazadora mientras el hombre se queda en casa cultivando, aquí es el hombre el que desea formar una familia mientras que la mujer desea salir a descubrir el mundo. En este nuevo génesis que nos plantea la película, el hombre y la mujer no están destinados a formar parte de un todo y crear una unión conyugal, ya que cada uno tiene anhelos diferentes. Tales son las diferencias que, repentinamente, Kirsi decide abandonar a Armin, dejándolo más solo de lo que lo encontró, pues por primera vez en mucho tiempo había logrado congeniar con otra persona, no solo creando una conexión en la intimidad sino también en las relaciones humanas en las cuales no era muy diestro en su antigua vida.
Mientras que en la primera parte de la película la muerte y el sufrimiento estaban presentes, reflejados principalmente en la enferma abuela de Armin que fallece un día antes del arrebatamiento, en la segunda parte el deseo de vida se hace presente. La herida que nuestro fallido caballero recibió en su pierna al caer de su caballo está a un paso de llegar a la gangrena, pero eventualmente es curada y, días después, puede saltar y bailar sin ningún problema, atestiguamos el nacimiento de un cabrito, inclusive el fallecido perro de Kirsi es reemplazado por uno joven que tiene toda su vida por delante y se suma el deseo del protagonista de traer una familia a este mundo, ya para él idílico. Antes del “arrebatamiento”, la muerte y el dolor se sentían y abrumaban el mundo de la película, después solo hay pensamientos y espacio para la vida y el crecimiento.
El trabajo de actuación por parte de los dos protagonistas logra sostener sobre sus hombros todo el metraje de la película, sobre todo el trabajo hecho por Hans Löw quien es el que aparece por más tiempo en pantalla. Es en sus dos protagonistas donde a fin de cuentas reside el alma de In My Room, dos formas de ver el mundo que el director aborda en el relato: Armin, quien por fin ha logrado separarse de las reglas de la sociedad, busca sentar bases en un campo lejos de la ciudad, su único deseo es vivir en paz con los recursos necesarios para pasar el resto de sus días en tranquilidad. Pero Kirsi ve en este nuevo escenario una oportunidad, no solo de conocer el mundo sino conquistarlo, alejándose de cualquier estilo sedentario que le recuerde el estilo de vida que solía llevar antes del misterioso suceso.
En In My Room la calma reina, la tenue paleta de colores impulsa la sensación de soledad y abandono, sus grandes panorámicas recalcan la vastedad del ahora vacío mundo que habitan los protagonistas. Todo esto forma un conjunto unísono que permite narrar una historia sobre encontrar segundas oportunidades donde menos se podría esperarlas. Y aunque algunos espectadores puedan quedar decepcionados por la falta de explicaciones sobre la desaparición de las personas, la película logra compensar gracias a sus curiosos y honestos personajes.
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