¿Qué caracterizaría al cine colombiano? ¿Hay, como piensan muchos, una serie de patrones que lo caracterizan o de temáticas recurrentes? La respuesta no es tan sencilla como se piensa. Lo que intuimos es que evade los esquemas. La prueba está en esta aproximación a algunas de las películas colombianas de las que se hablará en este 2018.
El concursante (2017), de Carlos Osuna
Julio Cortázar, el conocido escritor argentino, publicó en 1966 un cuento titulado “La autopista al sur”. En él, un hombre termina atrapado en su coche, durante varios días, debido un enorme embotellamiento a la entrada de París. La idea de escribirlo la tuvo tras leer una noticia en el que se comentaba una situación no tan lejana a la de su historia. Lo mismo parece haberle ocurrido a Carlos Osuna, quien se inspiró en una nota periodística del 2011 que daba cuenta de lo sucedido durante las enormes filas que se hicieron para reclamar una olla a presión ofrecida a cambio de envoltorios de productos de una reconocida marca de condimentos del país. En los dos casos los personajes se enfrentan a una situación absurda en la que, de una y otra manera, se verán obligados a entablar relaciones con aquellos que los rodean mientras se ven obligados a esperar.
En El concursante, Cristóbal, el protagonista, es un joven cartagenero que vive con su madre en un barrio popular. Trabaja haciendo domicilios del restaurante materno y sueña con poder, algún día, tener una moto. Esto parece posible si consigue reclamar la olla a presión con la que sueña su mamá para mejorar sus ventas. Osuna, como se puede ver en sus otros trabajos, Gordo, Calvo y bajito (2011) y Sin mover los labios (2015) lleva ya un tiempo explorando vidas anodinas, alejadas de lo extraordinario, en donde, a veces, lo grotesco y la derrota parecen triunfar. En este caso, además de lo anteriormente señalado, le interesa subrayar lo absurdo la situación: ¿Qué pasa con una sociedad en la que durante interminables horas las personas soportan calor e incomodidades con tal de obtener una olla? Como en la historia de Cortázar, la larga espera sirve para construir metáforas más profundas sobre la sociedad donde el hecho sucede. Osuna divide la espera en diferentes capítulos donde trata distintos temas: la corrupción, el oportunismo, el machismo, el consumo de droga, el nepotismo, en fin, la lista sería interminable. Siempre valiéndose del humor, varias veces con planos abiertos que recuerdan, por instantes, la experiencia teatral, sin nunca caricaturizar o ridiculizar a los personajes que terminan inmiscuidos en esta farsa, en este sainete popular al que, por instantes, le falta un tanto de ritmo.
Actores naturales se mezclan con profesionales en esta fila interminable ambientada a ritmo de champeta, precisamente uno de los músicos más conocidos de ese género en Cartagena, Kissinger Miranda, participa como actor en la historia y compuso, junto a Osuna, algunos de los temas de la banda sonora.
Bajo el inclemente sol caribeño Cristóbal espera en la fila, al inicio indiferente, después decidido a triunfar por una vez y superar cualquier obstáculo que se atraviese. Como está acostumbrado a perder será precisamente en esta colosal derrota que, paradójicamente, conseguirá lo más parecido a una victoria.
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PERDER ES CUESTIÓN DE MÉTODO
¿Qué caracterizaría al cine colombiano? ¿Hay, como piensan muchos, una serie de patrones que lo caracterizan o de temáticas recurrentes? La respuesta no es tan sencilla como se piensa. Lo que intuimos es que evade los esquemas. La prueba está en esta aproximación a algunas de las películas colombianas de las que se hablará en este 2018.
El concursante (2017), de Carlos Osuna
Julio Cortázar, el conocido escritor argentino, publicó en 1966 un cuento titulado “La autopista al sur”. En él, un hombre termina atrapado en su coche, durante varios días, debido un enorme embotellamiento a la entrada de París. La idea de escribirlo la tuvo tras leer una noticia en el que se comentaba una situación no tan lejana a la de su historia. Lo mismo parece haberle ocurrido a Carlos Osuna, quien se inspiró en una nota periodística del 2011 que daba cuenta de lo sucedido durante las enormes filas que se hicieron para reclamar una olla a presión ofrecida a cambio de envoltorios de productos de una reconocida marca de condimentos del país. En los dos casos los personajes se enfrentan a una situación absurda en la que, de una y otra manera, se verán obligados a entablar relaciones con aquellos que los rodean mientras se ven obligados a esperar.
En El concursante, Cristóbal, el protagonista, es un joven cartagenero que vive con su madre en un barrio popular. Trabaja haciendo domicilios del restaurante materno y sueña con poder, algún día, tener una moto. Esto parece posible si consigue reclamar la olla a presión con la que sueña su mamá para mejorar sus ventas. Osuna, como se puede ver en sus otros trabajos, Gordo, Calvo y bajito (2011) y Sin mover los labios (2015) lleva ya un tiempo explorando vidas anodinas, alejadas de lo extraordinario, en donde, a veces, lo grotesco y la derrota parecen triunfar. En este caso, además de lo anteriormente señalado, le interesa subrayar lo absurdo la situación: ¿Qué pasa con una sociedad en la que durante interminables horas las personas soportan calor e incomodidades con tal de obtener una olla? Como en la historia de Cortázar, la larga espera sirve para construir metáforas más profundas sobre la sociedad donde el hecho sucede. Osuna divide la espera en diferentes capítulos donde trata distintos temas: la corrupción, el oportunismo, el machismo, el consumo de droga, el nepotismo, en fin, la lista sería interminable. Siempre valiéndose del humor, varias veces con planos abiertos que recuerdan, por instantes, la experiencia teatral, sin nunca caricaturizar o ridiculizar a los personajes que terminan inmiscuidos en esta farsa, en este sainete popular al que, por instantes, le falta un tanto de ritmo.
Actores naturales se mezclan con profesionales en esta fila interminable ambientada a ritmo de champeta, precisamente uno de los músicos más conocidos de ese género en Cartagena, Kissinger Miranda, participa como actor en la historia y compuso, junto a Osuna, algunos de los temas de la banda sonora.
Bajo el inclemente sol caribeño Cristóbal espera en la fila, al inicio indiferente, después decidido a triunfar por una vez y superar cualquier obstáculo que se atraviese. Como está acostumbrado a perder será precisamente en esta colosal derrota que, paradójicamente, conseguirá lo más parecido a una victoria.
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