Aprendiendo a volar (2018), de Camilo Van Hissenhoven y Ruth Nieto
Sin duda, las historias sobre héroes que se anteponen a los obstáculos que la naturaleza, la sociedad o ellos mismos se imponen, han sido de las más apreciadas a lo largo de historia de la humanidad. Y es por ello mismo que en las narrativas televisivas, cinematográficas y literarias ese subgénero conocido como De Superación, es de los que más ventas, televidentes y taquilla producen.
Precisamente enmarcado en este subgénero se ubica el documental Aprendiendo a Volar, ópera prima de Camilo Van Hissenhoven y Ruth Nieto, que nos presenta la historia de Benjamín, un niño ecuatoriano que nació sin extremidades inferiores y con las superiores notablemente afectadas como consecuencia de los efectos de la Talidomida, un medicamento que fue prohibido hace décadas en el 1er mundo, pero que aún en países subdesarrollados se ofrece como una píldora segura.
Sin embargo, aunque en sus motivaciones Van Hissenhoven aclara que quiere ofrecer una reflexión sobre el factor dañino del fármaco, la película centra sus esfuerzos en contar la vida de Benjamín, registrando lo que ha sucedido durante los últimos 6 años con el impetuoso espíritu de este joven, quien a pesar de su discapacidad ha logrado muchas de las cosas que se propone, entre ellas, practicar skateboarding y Kung–fu, disciplina marcial cuya enseñanza es guiada por el mismo Van Hissenhoven.
En distintas campañas de toma de conciencia sobre la discapacidad y el lenguaje incluyente, siempre se destaca el de la definición de persona con discapacidad, entendiéndolas como personas que no deben identificarse solamente por su diferencia física o cognitiva, sino por todo lo que son. Por ejemplo, no se debe decir Pablo el ciego o Natalia la enana, ya que además de estar mal dicho en el último caso, estas personas tienen más atributos que su discapacidad, pues tienen profesiones, sueños e historias que los identifican como seres únicos y multidimensionales.
Y aunque Aprendiendo a Volar no deja de ser inspiradora gracias a Benjamín, ese héroe que antepone sus sueños a las condiciones físicas con que nació, el largometraje de 62 minutos no logra despegarse del subgénero “de superación” del niño y termina infortunadamente definiendo al protagonista y a los que lo rodean únicamente a través del lente de la discapacidad.
Este documental, por los factores anteriormente mencionados, y además por la intimidad que brinda que Ruth Nieto sea la madre de Benjamín, se parece mucho al también documental de 2016 Life, Animated, de Roger Ross Williams, quien, basado en el libro homónimo de Ron Suskind, retrata la vida de Owen Suskind (hijo del escritor), un joven con una discapacidad cognitiva que encontró a través de las películas animadas de Disney una forma de conectarse con el mundo y anteponerse en lo posible a sus dificultades. Sin embargo, el filme de Williams no se queda solo en su discapacidad y la anécdota comunicativa, sino que junto a Owen empieza a indagar sobre su identidad, sus sueños, su futuro laboral e incluso sobre su deseo sexual, es decir, no se limita a retratar la discapacidad y cómo la supera, sino que amplía el espectro al de una persona integral y multifacética.
Si bien Aprendiendo a Volar logra su cometido al generar la admiración que el protagonista retratado merece, tristemente no le alcanza para superar esa etiqueta de “superación” y se torna muy clásica de cara a esos esfuerzos sociales por cambiar la percepción de la discapacidad. Efectivamente, son historias necesarias por muchos aspectos, pero la forma de contarla tiene que hallar dispositivos más interesantes e intimistas para que no se quede en el comentario de “otra película de superación más”.
Igualmente, este filme se presenta también como gran reto para hablar de la discapacidad, pues se enfrenta a que su corrección política no le impida analizar y exponer argumentos sobre un producto que toca un tema tan sensible, ya que esta misma da visibilidad y reconocimiento a esas minorías tan dejadas de lado por el canon cinematográfico.
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RETRATANDO LA DISCAPACIDAD
Aprendiendo a volar (2018), de Camilo Van Hissenhoven y Ruth Nieto
Sin duda, las historias sobre héroes que se anteponen a los obstáculos que la naturaleza, la sociedad o ellos mismos se imponen, han sido de las más apreciadas a lo largo de historia de la humanidad. Y es por ello mismo que en las narrativas televisivas, cinematográficas y literarias ese subgénero conocido como De Superación, es de los que más ventas, televidentes y taquilla producen.
Precisamente enmarcado en este subgénero se ubica el documental Aprendiendo a Volar, ópera prima de Camilo Van Hissenhoven y Ruth Nieto, que nos presenta la historia de Benjamín, un niño ecuatoriano que nació sin extremidades inferiores y con las superiores notablemente afectadas como consecuencia de los efectos de la Talidomida, un medicamento que fue prohibido hace décadas en el 1er mundo, pero que aún en países subdesarrollados se ofrece como una píldora segura.
Sin embargo, aunque en sus motivaciones Van Hissenhoven aclara que quiere ofrecer una reflexión sobre el factor dañino del fármaco, la película centra sus esfuerzos en contar la vida de Benjamín, registrando lo que ha sucedido durante los últimos 6 años con el impetuoso espíritu de este joven, quien a pesar de su discapacidad ha logrado muchas de las cosas que se propone, entre ellas, practicar skateboarding y Kung–fu, disciplina marcial cuya enseñanza es guiada por el mismo Van Hissenhoven.
En distintas campañas de toma de conciencia sobre la discapacidad y el lenguaje incluyente, siempre se destaca el de la definición de persona con discapacidad, entendiéndolas como personas que no deben identificarse solamente por su diferencia física o cognitiva, sino por todo lo que son. Por ejemplo, no se debe decir Pablo el ciego o Natalia la enana, ya que además de estar mal dicho en el último caso, estas personas tienen más atributos que su discapacidad, pues tienen profesiones, sueños e historias que los identifican como seres únicos y multidimensionales.
Y aunque Aprendiendo a Volar no deja de ser inspiradora gracias a Benjamín, ese héroe que antepone sus sueños a las condiciones físicas con que nació, el largometraje de 62 minutos no logra despegarse del subgénero “de superación” del niño y termina infortunadamente definiendo al protagonista y a los que lo rodean únicamente a través del lente de la discapacidad.
Este documental, por los factores anteriormente mencionados, y además por la intimidad que brinda que Ruth Nieto sea la madre de Benjamín, se parece mucho al también documental de 2016 Life, Animated, de Roger Ross Williams, quien, basado en el libro homónimo de Ron Suskind, retrata la vida de Owen Suskind (hijo del escritor), un joven con una discapacidad cognitiva que encontró a través de las películas animadas de Disney una forma de conectarse con el mundo y anteponerse en lo posible a sus dificultades. Sin embargo, el filme de Williams no se queda solo en su discapacidad y la anécdota comunicativa, sino que junto a Owen empieza a indagar sobre su identidad, sus sueños, su futuro laboral e incluso sobre su deseo sexual, es decir, no se limita a retratar la discapacidad y cómo la supera, sino que amplía el espectro al de una persona integral y multifacética.
Si bien Aprendiendo a Volar logra su cometido al generar la admiración que el protagonista retratado merece, tristemente no le alcanza para superar esa etiqueta de “superación” y se torna muy clásica de cara a esos esfuerzos sociales por cambiar la percepción de la discapacidad. Efectivamente, son historias necesarias por muchos aspectos, pero la forma de contarla tiene que hallar dispositivos más interesantes e intimistas para que no se quede en el comentario de “otra película de superación más”.
Igualmente, este filme se presenta también como gran reto para hablar de la discapacidad, pues se enfrenta a que su corrección política no le impida analizar y exponer argumentos sobre un producto que toca un tema tan sensible, ya que esta misma da visibilidad y reconocimiento a esas minorías tan dejadas de lado por el canon cinematográfico.
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