"Los que hicieron el trabajo sucio están en las cárceles, cuando las culpas deberían ser más compartidas"
-Marcela Said
No existen arrepentimientos, no hay culpas ni perdón. Los perros es una crítica a los grupos chilenos de las clases sociales altas que mucho tuvieron que ver con las desapariciones y manejos inadecuados en el gobierno de Pinochet. La escritora y directora Marcela Said, quien ya tiene experiencia en documentales en estos temas alrededor de una década, quiere mostrarnos la preocupación de un país en el que no hay cargos de responsabilidades por el pasado.
El núcleo central de la película no resulta ser la preocupación por las transgresiones de años pasados que aún indisponen a esta sociedad, puesto que las audiencias modernas están ahora atentas a otros problemas contemporáneos; la energía dramática de Los perros es Mariana, una mujer de 42 años con personalidad arrogante, agresiva e ingeniosa que busca encontrar la verdad sobre su profesor de equitación. Rodeada por hombres, parece que ni a su marido, ni a su padre adinerado, les interesara lo que ella quiere; que el vecino solo amenace con matar a su perro o que el agente de policía sólo quiera acostarse con ella aumentan su desinterés y la hacen mirar hacia otros sitios y otros hombres. El único capaz de aguantarla y apaciguarla es Juan, un ex oficial de caballería de 60 años acusado ahora de violación de derechos humanos. Este sujeto es cautivador para ella y es el único que no la explota permanentemente.
La historia se centra en la relación entre ellos dos y el resto de las situaciones se vuelven secundarias. Ella le pregunta a él si tiene miedo, él le responde: “Yo no conozco el miedo”. He ahí la explicación de los múltiples abusos cometidos en el país: si los agresores no se sentían frenados por su conciencia o por sus principios, herir a las personas como a “un perro” se vuelve insignificante; ahora los que se untaron directamente de sangre son los únicos que cargan con la culpa y están encerrados. Mariana en muchas ocasiones -ciega ante él- no quiere aceptar que Juan haya hecho cosas malas, ni que su padre ni que nadie haya cometido tales atrocidades, pero la verdad tarde o temprano sale a flote así la complicidad y el silencio pretendan mantenerla anclada en el fondo del mar del olvido.
La película demuestra que los ecos del largo período de oscuridad en la historia chilena (Augusto Pinochet 1973-1990) aún no se silenciarán hasta que los implicados acepten sus culpas o hasta que el país tenga la fortaleza de perdonar y superar su historia.
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LOS ECOS QUE NO SE APAGAN
Los Perros (2017), de Marcela Said
"Los que hicieron el trabajo sucio están en las cárceles, cuando las culpas deberían ser más compartidas"
-Marcela Said
No existen arrepentimientos, no hay culpas ni perdón. Los perros es una crítica a los grupos chilenos de las clases sociales altas que mucho tuvieron que ver con las desapariciones y manejos inadecuados en el gobierno de Pinochet. La escritora y directora Marcela Said, quien ya tiene experiencia en documentales en estos temas alrededor de una década, quiere mostrarnos la preocupación de un país en el que no hay cargos de responsabilidades por el pasado.
El núcleo central de la película no resulta ser la preocupación por las transgresiones de años pasados que aún indisponen a esta sociedad, puesto que las audiencias modernas están ahora atentas a otros problemas contemporáneos; la energía dramática de Los perros es Mariana, una mujer de 42 años con personalidad arrogante, agresiva e ingeniosa que busca encontrar la verdad sobre su profesor de equitación. Rodeada por hombres, parece que ni a su marido, ni a su padre adinerado, les interesara lo que ella quiere; que el vecino solo amenace con matar a su perro o que el agente de policía sólo quiera acostarse con ella aumentan su desinterés y la hacen mirar hacia otros sitios y otros hombres. El único capaz de aguantarla y apaciguarla es Juan, un ex oficial de caballería de 60 años acusado ahora de violación de derechos humanos. Este sujeto es cautivador para ella y es el único que no la explota permanentemente.
La historia se centra en la relación entre ellos dos y el resto de las situaciones se vuelven secundarias. Ella le pregunta a él si tiene miedo, él le responde: “Yo no conozco el miedo”. He ahí la explicación de los múltiples abusos cometidos en el país: si los agresores no se sentían frenados por su conciencia o por sus principios, herir a las personas como a “un perro” se vuelve insignificante; ahora los que se untaron directamente de sangre son los únicos que cargan con la culpa y están encerrados. Mariana en muchas ocasiones -ciega ante él- no quiere aceptar que Juan haya hecho cosas malas, ni que su padre ni que nadie haya cometido tales atrocidades, pero la verdad tarde o temprano sale a flote así la complicidad y el silencio pretendan mantenerla anclada en el fondo del mar del olvido.
La película demuestra que los ecos del largo período de oscuridad en la historia chilena (Augusto Pinochet 1973-1990) aún no se silenciarán hasta que los implicados acepten sus culpas o hasta que el país tenga la fortaleza de perdonar y superar su historia.
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