En principio, cada vez que el cine intenta abordar el hecho de la muerte se desata un contrasentido bastante inquietante, dado que la misma naturaleza de la imagen en movimiento reta a la muerte por su virtud de “capturar” al otrora escurridizo tiempo, y por ende, lo filmado adquiere una virtud de “inmortalidad”.Desde luego, explorar a este absoluto también implica asumir su “cierta incertidumbre”, en cuanto a que no se sabe ni cuándo llega, ni qué pasa con el que la experimenta, permitiéndole al genio creativo sumergirse, en algunos casos, en el campo de la especulación.
Precisamente, el director Hirokazu Koreeda (Tokyo,1962), para indagarse sobre el sentido de la vida y cómo la muerte es ese adversario que la define de manera permanente a través del dispositivo de la memoria, ha recurrido al más natural y primario de los detonantes dramáticos. Koreeda debuta en el cine con Maborosi (Maboroshi no Hikari, 1995), donde trata la incertidumbre y el duelo ante los suicidios inexplicables de la abuela y el primer esposo de Yumiko (interpretada por Makiko Esumi), una joven madre que, a pesar de intentar superar estas desapariciones con un nuevo matrimonio y el traslado a otra ciudad, no podrá sobreponerse a su dolor y a la incomprensión de la decisión de sus amados.
Desde este momento, Koreeda pone su mirada no en el hecho mismo de la muerte (nunca la pone en pantalla), sino en el trauma y los múltiples efectos que la muerte de un ser cercano tiene en los que la sobreviven. Además, caracteriza esta mirada con un cierto estilo documental, que prefiere la iluminación natural, la distancia de la cámara con los personajes y las matizadas actuaciones que se alejan de las grandilocuencias dramáticas a pesar de la tragedia, sin que esto signifique perder intimidad con sus personajes. Para su segunda película de ficción y primer guion original, After Life (Wandafuru raifu,1998), Koreeda se inspira en trabajo documental suyo, Without Memory (1996), en el que retrata la historia de Hiroshi Sekine, un paciente con el síndrome Wernicke’s Kosakoff: un daño en el cerebro que le impide acumular nuevas memorias. En el documental para televisión se evidencia cómo Sekine percibe un gradual resquebrajamiento de su identidad: luego de ver videos (memorias) de momentos familiares siente que él no es el que está en pantalla, no tiene ningún tipo de conexión emocional con el momento grabado.
Por eso, en After Life, Koreeda, además de entrar en el campo de la especulación sobre lo que va más allá del “hecho definitivo”, también empieza a poner en abismo al dispositivo de la memoria. Particularmente, la película inicia con un inusual pedido a un grupo de recién fallecidos: deberán elegir un único recuerdo que podrán mantener por el resto de la eternidad. Este recuerdo seleccionado, será recreado por un equipo profesional de filmación y, una vez vean esta memoria filmada en el cine, podrán seguir su camino a la eternidad. Al principio, el interés de la película va hacia la peculiaridad de los pedidos que hacen los muertos, sin embargo, gradualmente, el director cuestiona nuestra memoria, pues los muertos llevan consigo una réplica, no la memoria real. Entonces, ¿es la memoria un repositorio de representaciones o de realidades?
Para sus siguientes producciones, Distance (2001), Nobody Knows (Dare mo shiranai, 2004) y Hana (Hana yori mo naho, 2006), Koreeda seguirá examinando el trauma y la memoria a través de un suicidio colectivo, un abandono (muerte simbólica) y una venganza, respectivamente. Sin embargo, en 2005, la muerte de la madre del realizador le permitirá experimentar en carne propia el trauma que a través de su filmografía se ha cuestionado, el hecho, podemos suponer, lo obliga a confrontar las memorias que le han quedado de su madre. Por eso, transformando su dolor en arte, da a luz Still Walking (Aruitemo, Aruitemo, 2008), una película que se enmarca entre dos muertes decisivas de la familia Yokoyama: la de Junpei,el primogénito y hermano ejemplar de la familia, y la muerte de los padres (Yoshio Harada y Kirin Kiki) en el epílogo. El filme explora cómo, en un fin de semana de verano, los hijos sobrevivientes Ryota (Hiroshi Abe) y Chinami (You) responden a las expectativas que sus padres tienen sobre ellos y a cómo sus comportamientos han sido definidos por el trauma familiar del hermano que partió prematuramente. Es decir, para el director lo más importante es cómo los sobrevivientes apropian la memoria del ausente, cómo los define.
Así, es evidente que el principal interés de Koreeda y que se seguirá viendo a lo largo de su posterior filmografía, se centra en cómo el trauma que produce la muerte define la identidad de los vivos y del que se va. Al mismo tiempo, el realizador logrará preguntarle al espectador sobre las memorias que lo han definido y las memorias que dejará en quienes lo sobrevivan luego su cita eterna, especialmente al interior de lo que llamamos familia, pues, como bien lo expuso el psicoanalista Jacques Lacan: no hay sujeto si no hay significante que lo funde.
“-Incluso al morir la gente no se va realmente. Tu padre aún está aquí. Dentro de ti. La mitad de tu ser la forma tu padre. Y yo formo la otra mitad.
- ¿Y Ryota (padrastro)?
- Ryota también formará parte de tu ser. Poco a poco.”
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SOBREVIVIR A LA MUERTE SEGÚN HIROKAZU KORE-EDA
En principio, cada vez que el cine intenta abordar el hecho de la muerte se desata un contrasentido bastante inquietante, dado que la misma naturaleza de la imagen en movimiento reta a la muerte por su virtud de “capturar” al otrora escurridizo tiempo, y por ende, lo filmado adquiere una virtud de “inmortalidad”.Desde luego, explorar a este absoluto también implica asumir su “cierta incertidumbre”, en cuanto a que no se sabe ni cuándo llega, ni qué pasa con el que la experimenta, permitiéndole al genio creativo sumergirse, en algunos casos, en el campo de la especulación.
Precisamente, el director Hirokazu Koreeda (Tokyo,1962), para indagarse sobre el sentido de la vida y cómo la muerte es ese adversario que la define de manera permanente a través del dispositivo de la memoria, ha recurrido al más natural y primario de los detonantes dramáticos. Koreeda debuta en el cine con Maborosi (Maboroshi no Hikari, 1995), donde trata la incertidumbre y el duelo ante los suicidios inexplicables de la abuela y el primer esposo de Yumiko (interpretada por Makiko Esumi), una joven madre que, a pesar de intentar superar estas desapariciones con un nuevo matrimonio y el traslado a otra ciudad, no podrá sobreponerse a su dolor y a la incomprensión de la decisión de sus amados.
Desde este momento, Koreeda pone su mirada no en el hecho mismo de la muerte (nunca la pone en pantalla), sino en el trauma y los múltiples efectos que la muerte de un ser cercano tiene en los que la sobreviven. Además, caracteriza esta mirada con un cierto estilo documental, que prefiere la iluminación natural, la distancia de la cámara con los personajes y las matizadas actuaciones que se alejan de las grandilocuencias dramáticas a pesar de la tragedia, sin que esto signifique perder intimidad con sus personajes. Para su segunda película de ficción y primer guion original, After Life (Wandafuru raifu,1998), Koreeda se inspira en trabajo documental suyo, Without Memory (1996), en el que retrata la historia de Hiroshi Sekine, un paciente con el síndrome Wernicke’s Kosakoff: un daño en el cerebro que le impide acumular nuevas memorias. En el documental para televisión se evidencia cómo Sekine percibe un gradual resquebrajamiento de su identidad: luego de ver videos (memorias) de momentos familiares siente que él no es el que está en pantalla, no tiene ningún tipo de conexión emocional con el momento grabado.
Por eso, en After Life, Koreeda, además de entrar en el campo de la especulación sobre lo que va más allá del “hecho definitivo”, también empieza a poner en abismo al dispositivo de la memoria. Particularmente, la película inicia con un inusual pedido a un grupo de recién fallecidos: deberán elegir un único recuerdo que podrán mantener por el resto de la eternidad. Este recuerdo seleccionado, será recreado por un equipo profesional de filmación y, una vez vean esta memoria filmada en el cine, podrán seguir su camino a la eternidad. Al principio, el interés de la película va hacia la peculiaridad de los pedidos que hacen los muertos, sin embargo, gradualmente, el director cuestiona nuestra memoria, pues los muertos llevan consigo una réplica, no la memoria real. Entonces, ¿es la memoria un repositorio de representaciones o de realidades?
Para sus siguientes producciones, Distance (2001), Nobody Knows (Dare mo shiranai, 2004) y Hana (Hana yori mo naho, 2006), Koreeda seguirá examinando el trauma y la memoria a través de un suicidio colectivo, un abandono (muerte simbólica) y una venganza, respectivamente. Sin embargo, en 2005, la muerte de la madre del realizador le permitirá experimentar en carne propia el trauma que a través de su filmografía se ha cuestionado, el hecho, podemos suponer, lo obliga a confrontar las memorias que le han quedado de su madre. Por eso, transformando su dolor en arte, da a luz Still Walking (Aruitemo, Aruitemo, 2008), una película que se enmarca entre dos muertes decisivas de la familia Yokoyama: la de Junpei, el primogénito y hermano ejemplar de la familia, y la muerte de los padres (Yoshio Harada y Kirin Kiki) en el epílogo. El filme explora cómo, en un fin de semana de verano, los hijos sobrevivientes Ryota (Hiroshi Abe) y Chinami (You) responden a las expectativas que sus padres tienen sobre ellos y a cómo sus comportamientos han sido definidos por el trauma familiar del hermano que partió prematuramente. Es decir, para el director lo más importante es cómo los sobrevivientes apropian la memoria del ausente, cómo los define.
Así, es evidente que el principal interés de Koreeda y que se seguirá viendo a lo largo de su posterior filmografía, se centra en cómo el trauma que produce la muerte define la identidad de los vivos y del que se va. Al mismo tiempo, el realizador logrará preguntarle al espectador sobre las memorias que lo han definido y las memorias que dejará en quienes lo sobrevivan luego su cita eterna, especialmente al interior de lo que llamamos familia, pues, como bien lo expuso el psicoanalista Jacques Lacan: no hay sujeto si no hay significante que lo funde.
“-Incluso al morir la gente no se va realmente. Tu padre aún está aquí. Dentro de ti. La mitad de tu ser la forma tu padre. Y yo formo la otra mitad.
- ¿Y Ryota (padrastro)?
- Ryota también formará parte de tu ser. Poco a poco.”
Still Walking (2008)
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