Las películas sobre la(s) juventud(es) se han vuelto cada día más problemáticas, incluso entre directores jóvenes que se deciden por narrar su edad o, en teoría, cosas cercanas. Estas películas, atrapadas en un nihilismo coqueto, propensas a vilezas y creadas sobre impresiones generalizadas de la juventud: la etapa más loca/divertida del individuo, propensión a las drogas, exploraciones excesivamente descontroladas, nacen condenadas al eterno olvido o son obligadas (por sus propios directores) a convertirse en films estrepitosos, despóticos, llenos de certezas.
Las drogas hoy, todavía tabús gigantes, ya no por la falta de información sino por la abundancia de la misma –las vemos en todas partes pero siguen siendo un tema subterráneo–, casi siempre ligadas a la música electrónica, configuran el relato y la columna de dos recientes películas: una dirigida por el novel y aún desconocido Max Joseph, de 37 años, We Are Your Friends, y la otra dirigida por Gaspar Noé, 55, menos novel y con cierto prestigio (quién sabe por qué) en el mundillo del cine, Climax.
En Climax consumen la droga y en We Are Your Friends, sobre todo, la venden (cuando la película se queda a revisar ese consumo las cosas salen mal; no tanto como en la de Noé que es, cómo decirlo, una nueva acepción a la palabra mal). Hay una cierta conclusión en ambos films: las drogas son malas, matan. Hay que ver el desenfreno desesperado con que se acerca a esa conclusión la primera y la delicadeza con la que se acerca la otra. En We Are Your Friends hay al menos espacio para la cautela y la realidad: no cualquier viaje lisérgico acaba en tragedias o asesinatos.
Ambas oscilan sobre los mismos temas: el futuro (profesional y sentimental), el sexo, el miedo, las fiestas, las drogas, el amor. Hay otra sensación que las une: ser joven, no importa cómo, es también ser hermoso. Algo que va más allá de lo físico (así en ambas película no aparezca nunca nadie que no sea, precisamente, hermoso). Juntas también se proponen pensar el asunto del deseo de éxito desaforado en el joven, sobre todo en esas profesiones “contracorriente” (aquí el baile y el djing). El “Valley” en Los Ángeles y Francia –con ganas de ir a Nueva York– son los lugares para triunfar (un “If you can make it here you can make it anywhere” más democrático). Al mismo tiempo ambas llegan a una idea más devastadora: todos quieren lo mismo. Jóvenes firmemente decididos a enmarcar sus nombres en letras de oro.
Sorprende la presentación de los personajes en ambos films. En Clímax se nos introducen como un cascarón abierto. Frente a nosotros nos cuentan algo íntimo de sus vidas y ligado casi que exclusivamente a la vocación que persiguen. Entendemos que son chicos con pasión, casi que dispuestos a hacer lo que sea para triunfar (aunque ese espacio les cause pánico, por supuesto). En We Are Your Friends la cosa empieza preocupante. Aunque entendemos rápidamente que Cole (Zac Efron) hará también “todo” lo que necesite para alcanzar su sueño (lo vemos por primera vez creando su música), está rodeado –sus amigos– de gente que, de primeras, no tiene esa misma voluntad. El amigo con el que vive, por ejemplo, se nos antoja medio pillo, medio delincuente. La caricatura –por caricatura no es falsa– del que hacía bullying en sus clases del colegio y hoy, varios años después, no despega, todavía atado a la fuerza bruta que lo hacía atemorizante en esas épocas.
Sus amigos, nos dará la impresión, son un poco una molestia y nos decimos ¡Pero si la película se llama somos tus amigos! ¿Por qué vemos esto? En las dos, cada asunto inicial cambia de eje: en Clímax la pasión desaparece y termina por convertirse en un film sin sabor sobre las consignas que se repiten hasta el cansancio (las drogas son malas, los jóvenes locos), convierte a todos sus personajes en piezas de una demostración, en este caso inútil porque bastaría ir a una fiesta para descubrir que Noé está equivocado; y en la otra las cosas irán cambiando y nosotros iremos convenciéndonos de que estamos frente a un relato de redención. Todos estos personajes terminan por aprender (el protagonista amando a una mujer –casi tan bella como él– y yendo al corazón de la música por la que da la vida) un asunto esencial que desconocían.
Ambas películas se adjudican con un salvajismo monstruoso (la insistencia en lo claustrofóbico, el plano secuencia y las luces de colores en Climax; la estética del comercial, la cultura audiovisual heredada y aprendida de MTV y la saturación de imágenes en We Are Your Friends) una especie de definición de la juventud y, aunque las dos comparten grandes falencias (además del salvajismo mencionado), las separan dos universos (tres quizás) de distancia. Climax merece repudio y We Are Your Friends (y su torpeza) una pequeña defensa. Mientras que la francesa queda reducida a un vertiginoso relato de jóvenes apasionados convertidos en esquizoides viles, en la gringa uno intuye cierta sinceridad y cariño por lo que pasa frente a la cámara, incluso deja de importar lo torpe que a veces parecen ser ciertas miradas o ciertos gestos, la película los abraza por igual. En Climax, contrario a lo que uno va creyendo al principio de la película, tan intrigante y sensacional por lo que puede despertar en uno, se trata de un despacho: esta multitud de jóvenes, en cierto estado mental, lo único que pueden hacer es acabarse entre ellos (unos terminan muertos, otros se salvan porque se escondieron).
Más o menos como en la mitad del relato hablado en inglés se instaura una idea, que es también una premonición (¿trágica?), nacida desde sus propios protagonistas; tiene que ver con mejorar. Las palabras exactas de la película son: ¿algún día seremos mejores que esto? Se empieza a insistir en un cambio, un reconocimiento. Y, también, en la decisión de un camino. La juventud, en este film, está acompañada de un verbo: decidir. Se trata, siempre, de tomar decisiones (está todo lo que pasa alrededor del episodio de las casas y “el trabajo serio”, que se extiende hasta su resolución “demasiado buena para ser verdad”)
Otra cosa para pensar: los grandes eventos climáticos con los que termina cada película. En la francesa es la ansiada resolución del conflicto (con una cámara que se mueve levitando y que mira de arriba hacia abajo), y en la gringa el concierto, la oportunidad grande, de Zac. Ambos eventos, disímiles, hablan también de un cierto estado del cine sobre juventudes: acabar por lo alto, lo grande. Finales verdaderamente despampanantes. Es peligroso que cierto cine dedicado a esa edad de trance esté rehuyendo con tanta facilidad y decisión de la belleza. Parece que hay un inconsciente que se está expandiendo por este cine que rehuye del pequeño evento como potencial giro de vida (el bando de la excepción, sin embargo, se va formado: The Wise Kids, La Vie de Jésus, The Spectacular Now, Frances Ha, Mistress America, Boyhood, The Bling Ring, Everybody Wants Some!!, People That Are Not Me, Dos disparos, Le parc, Call Me By Your Name, El ángel, Genèse, Tarde para morir joven ...).
Volviendo al asunto central: creo que estas diferencias terminan por revelarse tan distintas y lejanas por algo que tiene que ver con la generosidad y el cariño.
No sé Gaspar Noé cómo puede creer que dispensar cariño a sus personajes puede ser un asunto de encerrarlos a darse golpes o devorarse –de cualquier forma– entre ellos. Lo suyo está en las antípodas de una posible visión amorosa (que no quiere decir facilista o amañada) de la realidad. Le creo más a We Are Your Friends, también con una cantidad de problemas y con miles de cosas desaprovechadas, que ve en sus personajes la posibilidad de algo y la excusa para hacer la película es encontrar eso que es posible. Se trata también de considerar el potencial: en una película prefiero un actor perdido (que intenta demasiado hacerlo bien: hay que ver esas sonrisas raras que a veces lanza la Ratajkowski) y unas escenas con una fuerza subterránea que nunca termina por despegar a un espectáculo pensado para aturdir y chocar.
Discutiendo la película de Noé con amigos y colegas se me reprocha inmediatamente que es un asunto ligado a que sus películas no me gustan (es cierto). Pero eso es errado. Voy atento a sus creaciones para descubrir algo (a ver si puedo. La respuesta: no hay nada para descubrir), una mirada, con la mayor de las suertes, particular sobre el mundo. ¿Qué pasa entonces cuando se defiende a un director porque supuestamente su particularidad radica en insistir en vilezas y en esos supuestos viajes al infierno de sus personajes (sin atisbo de redención alguna)? ¡Pues a ese tipo hay que denunciarlo! Llamarlo mentiroso y hacer ver su incapacidad para ver la vida con amor. Es falso creer que Noé es un director. No dirige nada. Su visión del mundo se satisface en el encanto de lo absurdo, lo caótico, lo nervioso y espeluznante. Mirando de cerca se da uno cuenta que en sus films no hay afecto por nada sino un desprecio esparcido por cada cosa puesta frente a la cámara.
Viendo estas dos películas, una frente a la otra, la conclusión nos salta a la cara: Noé es medio mentiroso y Joseph sabe, está convencido, de que la juventud se trata de un reconocimiento, un aprendizaje, de incertidumbres.
Mi hipótesis es esta: We Are Your Friends es una película espiritual (sus personajes, invitados por el destino, se enfrentan a un llamado que implica conocimiento propio y decisión entre una cosa y otra), Climax, bueno, Climax arranca y termina con una sola convicción: bajo cualquier efecto lisérgico el individuo será poseído por algo (vendido en la película como “naturaleza propia”) y pasará lo peor. Climax es un despacho, una anécdota sobre sobre un grupo de gente que se decide por hacer justicia bajo su propia mano, con el puño y el dedo que señala; en We Are Your Friends se trata de volver, de regresar y de recuperar algo,intentar definir, buscar una cierta esencia.
Inconscientemente (o no), We Are Your Friends termina dando una especie de definición sobre la teoría del autor, de las buenas películas: “Y si es lo suficientemente real, lo suficientemente honesto, si está hecho con todo lo que tú estás hecho, de tus orígenes, de tus amigos, de tu historia, quizás tenga la oportunidad de conectarte con los demás”. Es ahí donde está el abismo que separa a estas dos películas.
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UN ABISMO DE DISTANCIA
Las películas sobre la(s) juventud(es) se han vuelto cada día más problemáticas, incluso entre directores jóvenes que se deciden por narrar su edad o, en teoría, cosas cercanas. Estas películas, atrapadas en un nihilismo coqueto, propensas a vilezas y creadas sobre impresiones generalizadas de la juventud: la etapa más loca/divertida del individuo, propensión a las drogas, exploraciones excesivamente descontroladas, nacen condenadas al eterno olvido o son obligadas (por sus propios directores) a convertirse en films estrepitosos, despóticos, llenos de certezas.
Las drogas hoy, todavía tabús gigantes, ya no por la falta de información sino por la abundancia de la misma –las vemos en todas partes pero siguen siendo un tema subterráneo–, casi siempre ligadas a la música electrónica, configuran el relato y la columna de dos recientes películas: una dirigida por el novel y aún desconocido Max Joseph, de 37 años, We Are Your Friends, y la otra dirigida por Gaspar Noé, 55, menos novel y con cierto prestigio (quién sabe por qué) en el mundillo del cine, Climax.
En Climax consumen la droga y en We Are Your Friends, sobre todo, la venden (cuando la película se queda a revisar ese consumo las cosas salen mal; no tanto como en la de Noé que es, cómo decirlo, una nueva acepción a la palabra mal). Hay una cierta conclusión en ambos films: las drogas son malas, matan. Hay que ver el desenfreno desesperado con que se acerca a esa conclusión la primera y la delicadeza con la que se acerca la otra. En We Are Your Friends hay al menos espacio para la cautela y la realidad: no cualquier viaje lisérgico acaba en tragedias o asesinatos.
Ambas oscilan sobre los mismos temas: el futuro (profesional y sentimental), el sexo, el miedo, las fiestas, las drogas, el amor. Hay otra sensación que las une: ser joven, no importa cómo, es también ser hermoso. Algo que va más allá de lo físico (así en ambas película no aparezca nunca nadie que no sea, precisamente, hermoso). Juntas también se proponen pensar el asunto del deseo de éxito desaforado en el joven, sobre todo en esas profesiones “contracorriente” (aquí el baile y el djing). El “Valley” en Los Ángeles y Francia –con ganas de ir a Nueva York– son los lugares para triunfar (un “If you can make it here you can make it anywhere” más democrático). Al mismo tiempo ambas llegan a una idea más devastadora: todos quieren lo mismo. Jóvenes firmemente decididos a enmarcar sus nombres en letras de oro.
Sorprende la presentación de los personajes en ambos films. En Clímax se nos introducen como un cascarón abierto. Frente a nosotros nos cuentan algo íntimo de sus vidas y ligado casi que exclusivamente a la vocación que persiguen. Entendemos que son chicos con pasión, casi que dispuestos a hacer lo que sea para triunfar (aunque ese espacio les cause pánico, por supuesto). En We Are Your Friends la cosa empieza preocupante. Aunque entendemos rápidamente que Cole (Zac Efron) hará también “todo” lo que necesite para alcanzar su sueño (lo vemos por primera vez creando su música), está rodeado –sus amigos– de gente que, de primeras, no tiene esa misma voluntad. El amigo con el que vive, por ejemplo, se nos antoja medio pillo, medio delincuente. La caricatura –por caricatura no es falsa– del que hacía bullying en sus clases del colegio y hoy, varios años después, no despega, todavía atado a la fuerza bruta que lo hacía atemorizante en esas épocas.
Sus amigos, nos dará la impresión, son un poco una molestia y nos decimos ¡Pero si la película se llama somos tus amigos! ¿Por qué vemos esto? En las dos, cada asunto inicial cambia de eje: en Clímax la pasión desaparece y termina por convertirse en un film sin sabor sobre las consignas que se repiten hasta el cansancio (las drogas son malas, los jóvenes locos), convierte a todos sus personajes en piezas de una demostración, en este caso inútil porque bastaría ir a una fiesta para descubrir que Noé está equivocado; y en la otra las cosas irán cambiando y nosotros iremos convenciéndonos de que estamos frente a un relato de redención. Todos estos personajes terminan por aprender (el protagonista amando a una mujer –casi tan bella como él– y yendo al corazón de la música por la que da la vida) un asunto esencial que desconocían.
Ambas películas se adjudican con un salvajismo monstruoso (la insistencia en lo claustrofóbico, el plano secuencia y las luces de colores en Climax; la estética del comercial, la cultura audiovisual heredada y aprendida de MTV y la saturación de imágenes en We Are Your Friends) una especie de definición de la juventud y, aunque las dos comparten grandes falencias (además del salvajismo mencionado), las separan dos universos (tres quizás) de distancia. Climax merece repudio y We Are Your Friends (y su torpeza) una pequeña defensa. Mientras que la francesa queda reducida a un vertiginoso relato de jóvenes apasionados convertidos en esquizoides viles, en la gringa uno intuye cierta sinceridad y cariño por lo que pasa frente a la cámara, incluso deja de importar lo torpe que a veces parecen ser ciertas miradas o ciertos gestos, la película los abraza por igual. En Climax, contrario a lo que uno va creyendo al principio de la película, tan intrigante y sensacional por lo que puede despertar en uno, se trata de un despacho: esta multitud de jóvenes, en cierto estado mental, lo único que pueden hacer es acabarse entre ellos (unos terminan muertos, otros se salvan porque se escondieron).
Más o menos como en la mitad del relato hablado en inglés se instaura una idea, que es también una premonición (¿trágica?), nacida desde sus propios protagonistas; tiene que ver con mejorar. Las palabras exactas de la película son: ¿algún día seremos mejores que esto? Se empieza a insistir en un cambio, un reconocimiento. Y, también, en la decisión de un camino. La juventud, en este film, está acompañada de un verbo: decidir. Se trata, siempre, de tomar decisiones (está todo lo que pasa alrededor del episodio de las casas y “el trabajo serio”, que se extiende hasta su resolución “demasiado buena para ser verdad”)
Otra cosa para pensar: los grandes eventos climáticos con los que termina cada película. En la francesa es la ansiada resolución del conflicto (con una cámara que se mueve levitando y que mira de arriba hacia abajo), y en la gringa el concierto, la oportunidad grande, de Zac. Ambos eventos, disímiles, hablan también de un cierto estado del cine sobre juventudes: acabar por lo alto, lo grande. Finales verdaderamente despampanantes. Es peligroso que cierto cine dedicado a esa edad de trance esté rehuyendo con tanta facilidad y decisión de la belleza. Parece que hay un inconsciente que se está expandiendo por este cine que rehuye del pequeño evento como potencial giro de vida (el bando de la excepción, sin embargo, se va formado: The Wise Kids, La Vie de Jésus, The Spectacular Now, Frances Ha, Mistress America, Boyhood, The Bling Ring, Everybody Wants Some!!, People That Are Not Me, Dos disparos, Le parc, Call Me By Your Name, El ángel, Genèse, Tarde para morir joven ...).
Volviendo al asunto central: creo que estas diferencias terminan por revelarse tan distintas y lejanas por algo que tiene que ver con la generosidad y el cariño.
No sé Gaspar Noé cómo puede creer que dispensar cariño a sus personajes puede ser un asunto de encerrarlos a darse golpes o devorarse –de cualquier forma– entre ellos. Lo suyo está en las antípodas de una posible visión amorosa (que no quiere decir facilista o amañada) de la realidad. Le creo más a We Are Your Friends, también con una cantidad de problemas y con miles de cosas desaprovechadas, que ve en sus personajes la posibilidad de algo y la excusa para hacer la película es encontrar eso que es posible. Se trata también de considerar el potencial: en una película prefiero un actor perdido (que intenta demasiado hacerlo bien: hay que ver esas sonrisas raras que a veces lanza la Ratajkowski) y unas escenas con una fuerza subterránea que nunca termina por despegar a un espectáculo pensado para aturdir y chocar.
Discutiendo la película de Noé con amigos y colegas se me reprocha inmediatamente que es un asunto ligado a que sus películas no me gustan (es cierto). Pero eso es errado. Voy atento a sus creaciones para descubrir algo (a ver si puedo. La respuesta: no hay nada para descubrir), una mirada, con la mayor de las suertes, particular sobre el mundo. ¿Qué pasa entonces cuando se defiende a un director porque supuestamente su particularidad radica en insistir en vilezas y en esos supuestos viajes al infierno de sus personajes (sin atisbo de redención alguna)? ¡Pues a ese tipo hay que denunciarlo! Llamarlo mentiroso y hacer ver su incapacidad para ver la vida con amor. Es falso creer que Noé es un director. No dirige nada. Su visión del mundo se satisface en el encanto de lo absurdo, lo caótico, lo nervioso y espeluznante. Mirando de cerca se da uno cuenta que en sus films no hay afecto por nada sino un desprecio esparcido por cada cosa puesta frente a la cámara.
Viendo estas dos películas, una frente a la otra, la conclusión nos salta a la cara: Noé es medio mentiroso y Joseph sabe, está convencido, de que la juventud se trata de un reconocimiento, un aprendizaje, de incertidumbres.
Mi hipótesis es esta: We Are Your Friends es una película espiritual (sus personajes, invitados por el destino, se enfrentan a un llamado que implica conocimiento propio y decisión entre una cosa y otra), Climax, bueno, Climax arranca y termina con una sola convicción: bajo cualquier efecto lisérgico el individuo será poseído por algo (vendido en la película como “naturaleza propia”) y pasará lo peor. Climax es un despacho, una anécdota sobre sobre un grupo de gente que se decide por hacer justicia bajo su propia mano, con el puño y el dedo que señala; en We Are Your Friends se trata de volver, de regresar y de recuperar algo, intentar definir, buscar una cierta esencia.
Inconscientemente (o no), We Are Your Friends termina dando una especie de definición sobre la teoría del autor, de las buenas películas: “Y si es lo suficientemente real, lo suficientemente honesto, si está hecho con todo lo que tú estás hecho, de tus orígenes, de tus amigos, de tu historia, quizás tenga la oportunidad de conectarte con los demás”. Es ahí donde está el abismo que separa a estas dos películas.
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