A propósito de Tantas almas, de Nicolás Rincón Gille
Como parte del equipo de Tantas almas, en el 2017 viajé por primera vez a Simití, la principal locación de la película. A lo largo de ese año y hasta el 2018, el pueblo pequeño de pescadores al sur de Bolívar se convirtió en mi segundo hogar. Un pueblo donde las casas de ladrillo y material se reflejan en el agua, y se vive una doble vida. Una que transcurre hacia las calles del pueblo donde los vecinos sacan sus mecedoras para tomar el fresco, se comparte la chicha y los bolis para calmar la sed, lloran a Joselito en los días de carnaval y los santos se airean cada año. Otra vida que mira a la ciénaga, a la cara del indio en la Serranía de San Lucas y el Cerro de La Cruz, donde las mujeres se reúnen a conversar mientras despercuden la ropa, los niños y niñas chapucean en el agua, los marranos se refrescan mientras comen taruya, y los pescadores vuelven después de sus faenas de pesca.
El viaje inicial tenía un propósito: realizar el casting de actores naturales para los personajes principales de la películayhacer un scouting de las posibles locaciones. Iniciamos el casting en el casco urbano de Simití. Con la guía de Marcelo, hombre conocedor de las tradiciones populares, miembro del Grupo de Teatro y bien conocido en el pueblo, visitamos barrios de pescadores como: Chambacú, Barrio Arriba, Barrio Abajo, El Pesebre, Las Puntas, San Francisco, San Marcos. Casa por casa, nos sentamos a conversar con pescadores jóvenes, adultos y viejos. Nos hablaron de su oficio, sus rutinas de pesca y su vida como pescadores. De estas conversaciones, salieron invitaciones para acompañar jornadas de pesca en la ciénaga y el caño que conecta la ciénaga de Simití con el río Magdalena, y para comer en familia el viudo de pescado. Incluso, en una oportunidad, surgió una invitación muy especial para escuchar a la madre de agua, un “aparato” que vibra cuando la tarde cae. Nos embarcamos con Emi, un pescador de Barrio Arriba, hacia el centro de la ciénaga. El agua rozaba la canoa, formando ondas. Acerqué una oreja al agua, como palpando el sonido. De pronto, un leve prrrrr prrr brotó del fondo. Era la madre de agua. Así, con la oscurana cayendo sobre la ciénaga, empezamos a percatarnos de que el universo de los pescadores y los habitantes de Simití no se reduce al mundo de la pesca. De él hacen parte seres sobrenaturales, santos, fiestas y leyendas que tienen un lugar propio en la vida y memoria del pueblo. Simití es un pueblo que festeja todo el año: en temporada de bajanza se celebra el día de San Antonio, mientras que, en temporada de subienda, se celebra la fiesta de San Simón, el carnavalito y el día de la Virgen de la Original.
Recorrimos también la zona rural de Simití. Por tierra, visitamos corregimientos y veredas: Aceitunos, un caserío al borde de la carretera principal cerca de un puente en construcción; San Luis y El Piñal, ambos caseríos bordeados por cultivos de palma y con salida al complejo de ciénagas donde la pesca es colectiva y se reparte entre la familia y la comunidad. Por el río y la ciénaga visitamos otros lugares como Paredes de Ororia, a orillas del río con su pared de piedra enmarañada por las raíces del monte; Cerro Burgos, con su pequeño muelle donde se escucha reggaetón; la Hondilla, con sus fincas inundadas por las aguas de la ciénaga que miran a la Serranía de San Lucas; y Cargadero, con sus árboles coposos que tapizan con flores de algodón el suelo de tierra de las casas de madera. Buscábamos locaciones que aparecían en el guion inicial: galleras, un cementerio inundable, un montallantas, un palo de mango, cultivos de palma, la casa de la sabedora, una cascada, una enramada, playones, una carretera en construcción.
En estos trayectos, conversamos con campesinos, campesinas y pescadores que compartieron con nosotros sus historias y trayectorias de vida. Nos encontramos con diversas personas y formas de narrar: viejos pescadores con memoria prodigiosa, contadores innatos que rememoraban los viajes que en época de subienda hicieron al río Magdalena y Honda; una mujer que, decidida a seguir el oficio de la pesca, acompañaba a su esposo con su atarraya; hombres de pocas palabras; pescadores sobrevivientes a las masacres paramilitares que resistieron en sus pueblos al desplazamiento forzado y la violencia; pescadores que salían de noche en colectivo a cuidar la ciénaga del trasmallo; mujeres y familias que debajo de las camas se habían protegido de las tomas al pueblo por parte de los distintos actores armados; campesinos colonos que llegaron desplazados del interior del país buscando tierras para cultivar; familias que iban al río y a los playones a hacer paseos de olla; jóvenes que alternaban la pesca: en la subienda se dedicaban a la pesca y, cuando el pescado comenzaba a escasear subían a la montaña a raspar matas de coca. Estas conversaciones nos acercaron a sus heridas y problemáticas, también a sus alegrías y anhelos.
Seguimos montaña arriba hacia los corregimientos de Monterrey y San Blas. En el primero, abundaba la tierra para el ganado y los cultivos extensos de palma. Sonaba a corrido prohibido y cantina. En medio del pueblo, un monumento con las fotos de tres transportadores masacrados en el 2008 por los paramilitares y un santo elevando sus manos hacia el cielo. El segundo, un caserío fantasma, puertas cerradas y desvencijadas. Un pueblo echado a menos que, en algún momento vivió la prosperidad fugaz que trae la coca y la minería. Al llegar a estos corregimientos, las conversaciones se hicieron más densas, la palabra perdió fluidez.
Andando el pueblo y recorriendo los caminos por agua y por tierra, llegamos a los espacios donde la palabra del pescador vive. Nos juntamos en las enramadas de palo y paja donde descansan al medio día los pescadores para escuchar sus cuentos sobre los corrales. Nos embarcamos en faenas de pesca para aprender de su quehacer. En los patios o frente a las casas mientras remendaban sus atarrayas o reparaban sus canoas, escuchamos sus historias. En las salas de las casas tomando tinto conocimos a sus familias y vecinos.
Así, como ese recorrido inicial, este texto funciona, entonces, como guía de ruta para adentrarnos en el universo acuático de los pescadores y la pesca en la ciénaga de Simití, su complejo de ciénagas y sus salidas al río Magdalena. Encontramos un universo vasto en nombres, términos, movimientos, prácticas, creencias y saberes. Algo de ese universo ha quedado plasmado en estos versos.
I
Muy temprano en la mañana
las mujeres se levantan
a barrer las calles del pueblo
De sus casas brota el sonido de la emisora La Original
Cada mañana despierta a los simiteños con una cumbia:
La península,
La península.
Simití del alma mía,
Tierra encantadora y bella (…)
A esa hora
empuja la brisa como flechas en el agua,
las primeras canoas de pescadores
En mocho y sombrero, salen de sus barrios
Ahí van los ribeños y los bajeños,
de Las Puntas, Chambacú,
El Pesebre, La Bota y San Francisco.
A canalete reman las parejas
de pescadores: los hay vecinos,
también amigos y familiares
El atarrayero va en la punta,
el patrón conduce detrás
Salen con sus atarrayas esperando
regresar con una buena pesca.
Recorren en silencio caños y
otros rincones de la ciénaga
Buscan los sitios de vivienda del blanquillo,
el barbú, el bagre, la colomba o pacora,
el coroncoro, la mojarra, el nicuro
o el pescado mejor conocido como bocachico.
Una mancha en el agua
El patrón se detiene
El atarrayero se agacha,
saca de un tarro bolas de barro
que amasa y tira al agua.
Una onda se expande
Pequeñas burbujas brotan a la superficie
Es una señal para alistarse.
El atarrayero asegura la cuerda de mano
Con sus dientes sujeta la red y,
con un balanceo extiende sus brazos
abriendo la atarraya como una telaraña,
dejándola caer en el agua.
Arrastra y arrastra
Con suerte, unos cuantos peces picaron
Repite el procedimiento tanteando
distintos puntos del caño.
Del monte brota el canto rasgado de la guacharaca
El pato cuervo aletea y chapotea
Se sacude de abajo hacia arriba,
de arriba hacia abajo.
Unas cuantas gotas caen
Los bocachicos resollan contentos
La ciénaga se inquieta con tremendo aguacero
que no da tiempo de volver.
Con la ropa empapada, los pescadores
se resguardan en una casa de palo improvisada
Con cuchillo afilado en mano
se preparan para arreglar el pescado:
Por el centro abren el vientre,
sacan las vísceras que arrojan al agua
Luego raspan y raspan
de atrás hacia adelante
las escamas del pescado
Lo tasajean
El olor penetrante alborota
a unos pequeños insectos,
forman una nube verde
que rodea a los pescadores.
El tiempo se alarga y ya es medio día
Las nubes se dispersan, dejan ver en el fondo
la cara del indio en la Serranía de San Lucas.
Pronto la ciénaga se vuelve
un espejo brillante, vaporoso
Los rayos del sol comienzan a pegar con fuerza
en los ojos y rostros de los pescadores.
Con la canoa cargada de pescado
se alistan a volver a las puntas
En johnsonlos esperan
con pesas en mano compradores
de Gamarra y otros pueblos cercanos.
A 4.000 el kilo de pescado grande
El pequeño a 2.000
Entre pesas, olor a pescado fresco
y la algarabía de la compra y venta,
los pescadores reciben uno que otro peso que,
reparten por mitades.
Regresan con sus canoas
a la orilla de sus barrios
Saltan a tierra, dejan la atarraya secar
Por el patio trasero entran a sus casas
con la pesca del día lista para preparar
el viudo de pescado.
*****
Para refrescarse del sol de la tarde,
los marranos se revuelcan
en el barro a la orilla de la ciénaga
Al fondo, un pescador se da un baño
Otros pescadores se alistan para hacer la siesta
se juntan en las enramadas de cada barrio
o se recuestan en los pisos fríos del frente de las casas
Los que no duermen conversan y echan cuentos
Otros pasan la tarde, sentados en las calles,
tejiendo y remendando sus atarrayas
que cuelgan de los árboles.
*****
Comienza a oscurecer
Son las seis de la tarde
Es la hora de la madre de agua
Se despierta con un ronroneo largo
que vibra con fuerza en toda la ciénaga
Prrrrr-prrrrrrrrr-prrrrrr
Brota el sonido debajo del agua,
invitando a los pescadores a salir otra vez.
Es buena hora para tener una pesca segura
Los peces se atolondran con su sonido.
Cuando la madre de agua se calla
la pesca es mala
Los peces quedan ariscos hasta entrada la noche
cuando los pescadores nocturnos salen.
Ellos prefieren pescar con el fresco de la noche
o con la claridad de las noches de luna llena
Salen también en parejas,
algunos con atarraya,
otros con trasmallos.
*****
II
El caño es un espacio colectivo,
Es el criadero del bocachico
Habitan también las babillas,
el pato cuervo y hasta una
virgen que vive en una cueva.
Es la Virgen de la Piedra
que espera con bendiciones
a los pescadores que van de paso.
El caño, espacio de pesca y tránsito
Con bultos de tierra, lo están secando
Con palos dentro del agua, lo están cercando.
El caño se ha reducido
Lo han cerrado.
Ahora el camino hacia el Magdalena es más largo
Los pescadores ya no visitan a la Virgen de la Piedra
Ya no recogen el agua de su pozo para aliviar sus males.
En las tierras cercanas al caño ahora pasean las vacas
Que mugen victoriosas como diciendo:
“ahora prospera la ley de la propiedad privada y el progreso”.
*****
III
El río y la ciénaga están vivos
Lo saben los pescadores tradicionales,
que, por años, se mueven siguiendo sus ritmos.
*****
Trrrrrrrrr
Con el invierno resuena el río crecido
Ahí vienen, entrando por la boca de Cerro Burgos
cansados y hambrientos del viaje desde Honda.
Trrrrrrrrr
Ya vienen por los caños
Los machos están culecos
Las hembras vienen cargadas
de huevos buscando refugio,
se preparan para desovar.
Trrrrrrrr
Entran por la ciénaga
Anuncian la temporada de bajanza
Un periodo en que la pesca disminuye,
los pescadores reemplazan sus jornadas por el trabajo de la tierra
en los cultivos de pancoger.
*****
En temporada de lluvia,
llegan las plegarias a San Antonio:
Humilde y divino Antonio
Ruega por los pecadores
Detrás de los gozos
suenan las campanas de la Iglesia,
anuncian el comienzo de la procesión.
El santo alisa su túnica marrón
con un cordón la ajusta en su cintura
Con firmeza carga al niño que llevará en brazos
Con la otra mano agarra un lirio blanco.
Suenan los voladores fuera de la iglesia
Los hombres cogen fuerzas para cargar al santo.
Afuera los espera una romería:
niños, niñas, viejos y jóvenes
vestidos con túnica franciscana
Unos vienen a pagar los favores concedidos
Otros a acompañar al santo.
Con notas de vientos abren las puertas de la iglesia
La gente se junta cerca al santo
lo pasean por la Calle Real
lo llevan por todo el pueblo
entre cantos, súplicas y oraciones.
El niño va bostezando
sus ojos se cierran cansados
El santo lo arrulla en brazos
susurrándole canciones de cuna.
El niño ya va dormido
es hora de volver a la iglesia
A esperar la siguiente bajanza,
que llega el 13 de junio.
*****
En la subienda,
cuando el río baja y los playones salen a la superficie,
el pescado sale robustecido a quemar grasa.
Va río arriba al río Magdalena.
Es un tiempo de abundancia,
la pesca se compone.
En las tardes o en las mañanas de verano
los pescadores se embarcan en sus machos.
Aglomerados en la ciénaga,
van a corralear.
Forman dos líneas
luego cierran un círculo
A la señal de los patrones, se sincronizan en el agua
Hacen lances de atarrayas
Buscan pescar entre todos al bocachico.
*****
Con la subienda,
llegan las mojigangas y la danza de las pilanderas
cada 28 de octubre se celebra el día de San Simón.
Un día en el que los árboles se decoran y hasta bailan:
unos llevan velas y totumos
otros festones y serpentinas de colores.
De cada barrio hay un árbol
Que sale con su comparsa
de tambores por las calles del pueblo.
Entre risas de niños pintados de negro
ancianas con culos de bombas
llevan cada árbol
lo zarandean como si tuviera vida propia.
*****
Las calles se encharcan
Despierta el carnaval
El agua se vuelve protagonista:
mangueras de agua,
baldados de agua fría,
bombas de agua,
todo se vale.
Se corretea a los transeúntes
Hasta dejarlos emparamados.
*****
El río y la ciénaga siguen vivos
El territorio lo sabe
Siguiendo las enseñanzas de los abuelos,
los pescadores tradicionales los han protegido.
Pero este universo es frágil, podría desaparecer
Los peligros son constantes, el territorio está en amenaza.
*****
En tiempos de bajanza,
el pescador tradicional ya no va a su parcela a cultivar
A algunos los despojaron de su tierra
Quedó en manos de ejércitos
de seguridad privada
Otros las vendieron a colonos cachacos
que querían trabajarla.
En tiempo de Seguridad Democrática
Bajaban por el río johnsons y chalupas
con pelotones de niños, niñas y jóvenes armados.
Inocentes, jugaron a ser rudos.
Bajaban con su jefe de turno
Que con su acento cachaco los mandaba:
¡Bájeme esos gajos de guineo!
¡Agarre esas gallinas!
A ver, los vi, ¡armen el cambuche pa’ esta noche!
Cuando llegaban, ni siquiera se podía chistar
Forzadas las familias
abandonaron su pedazo de tierra.
Se vivía con mucha zozobra
Los jóvenes temían ser llevados al monte
Las mujeres preferían vivir en el pueblo
Y hasta las propias brujas convertidas
en garzas volaron bien lejos.
El campo quedó desolado
Los animales que dejaron, desorientados
Los cultivos de pancoger se perdieron
Los espantos, al no poder aparecer,
se esfumaron monte adentro.
*****
Ahora prospera la ley de la propiedad privada
La del beneficio propio
La que busca privatizar la ciénaga
La que cree poder domesticar y amansar el río
que le pone precio a cualquier relación
que pretende romper con todo gesto solidario
La lógica del más avispado.
Bajo esta ley una minoría de pescadores
ha cambiado sus atarrayas por trasmallos
Ya no se rigen por la bajanza
Ni por la subienda.
Salen en las noches a instalar a escondidas sus mantas,
Cubriendo toda la ciénaga
Sofocándola.
No hay animal que se salve,
Hasta los patos cuervo mueren enredados
Todo lo que pasa cerca,
peces pequeños, hembras con huevos,
Todo lo arrasa.
Es una pesca desigual
Una pesca en la que los trasmalleros
se llevan el pez gordo
Un pez que no da un brinco y se esfuma
Sin verse, a pesar de todo,
el tan predicado progreso.
*****
A Simití lo cubre el manto
protector de una virgen,
La Original
La patrona de los simiteños
Una virgen niña, juguetona y voluntariosa.
La muy andariega se escapaba
a ese lugar que tanto añoraba:
la Serranía de San Lucas,
su territorio.
Por los caminos
se descalzaba sobre el barro mojado
Cantaba a la luz de los cocuyos
mientras andaba por el monte
enredando su falda,
bailando con su manto
abierto lleno de cadillos.
De la Serranía de San Lucas fue bajada
instalada en la Iglesia de San Antonio
Los mineros de Guamocó la adornaban con ofrendas de oro
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PALABRAS DE PESCADOR
A propósito de Tantas almas, de Nicolás Rincón Gille
Como parte del equipo de Tantas almas, en el 2017 viajé por primera vez a Simití, la principal locación de la película. A lo largo de ese año y hasta el 2018, el pueblo pequeño de pescadores al sur de Bolívar se convirtió en mi segundo hogar. Un pueblo donde las casas de ladrillo y material se reflejan en el agua, y se vive una doble vida. Una que transcurre hacia las calles del pueblo donde los vecinos sacan sus mecedoras para tomar el fresco, se comparte la chicha y los bolis para calmar la sed, lloran a Joselito en los días de carnaval y los santos se airean cada año. Otra vida que mira a la ciénaga, a la cara del indio en la Serranía de San Lucas y el Cerro de La Cruz, donde las mujeres se reúnen a conversar mientras despercuden la ropa, los niños y niñas chapucean en el agua, los marranos se refrescan mientras comen taruya, y los pescadores vuelven después de sus faenas de pesca.
El viaje inicial tenía un propósito: realizar el casting de actores naturales para los personajes principales de la película y hacer un scouting de las posibles locaciones. Iniciamos el casting en el casco urbano de Simití. Con la guía de Marcelo, hombre conocedor de las tradiciones populares, miembro del Grupo de Teatro y bien conocido en el pueblo, visitamos barrios de pescadores como: Chambacú, Barrio Arriba, Barrio Abajo, El Pesebre, Las Puntas, San Francisco, San Marcos. Casa por casa, nos sentamos a conversar con pescadores jóvenes, adultos y viejos. Nos hablaron de su oficio, sus rutinas de pesca y su vida como pescadores. De estas conversaciones, salieron invitaciones para acompañar jornadas de pesca en la ciénaga y el caño que conecta la ciénaga de Simití con el río Magdalena, y para comer en familia el viudo de pescado. Incluso, en una oportunidad, surgió una invitación muy especial para escuchar a la madre de agua, un “aparato” que vibra cuando la tarde cae. Nos embarcamos con Emi, un pescador de Barrio Arriba, hacia el centro de la ciénaga. El agua rozaba la canoa, formando ondas. Acerqué una oreja al agua, como palpando el sonido. De pronto, un leve prrrrr prrr brotó del fondo. Era la madre de agua. Así, con la oscurana cayendo sobre la ciénaga, empezamos a percatarnos de que el universo de los pescadores y los habitantes de Simití no se reduce al mundo de la pesca. De él hacen parte seres sobrenaturales, santos, fiestas y leyendas que tienen un lugar propio en la vida y memoria del pueblo. Simití es un pueblo que festeja todo el año: en temporada de bajanza se celebra el día de San Antonio, mientras que, en temporada de subienda, se celebra la fiesta de San Simón, el carnavalito y el día de la Virgen de la Original.
Recorrimos también la zona rural de Simití. Por tierra, visitamos corregimientos y veredas: Aceitunos, un caserío al borde de la carretera principal cerca de un puente en construcción; San Luis y El Piñal, ambos caseríos bordeados por cultivos de palma y con salida al complejo de ciénagas donde la pesca es colectiva y se reparte entre la familia y la comunidad. Por el río y la ciénaga visitamos otros lugares como Paredes de Ororia, a orillas del río con su pared de piedra enmarañada por las raíces del monte; Cerro Burgos, con su pequeño muelle donde se escucha reggaetón; la Hondilla, con sus fincas inundadas por las aguas de la ciénaga que miran a la Serranía de San Lucas; y Cargadero, con sus árboles coposos que tapizan con flores de algodón el suelo de tierra de las casas de madera. Buscábamos locaciones que aparecían en el guion inicial: galleras, un cementerio inundable, un montallantas, un palo de mango, cultivos de palma, la casa de la sabedora, una cascada, una enramada, playones, una carretera en construcción.
En estos trayectos, conversamos con campesinos, campesinas y pescadores que compartieron con nosotros sus historias y trayectorias de vida. Nos encontramos con diversas personas y formas de narrar: viejos pescadores con memoria prodigiosa, contadores innatos que rememoraban los viajes que en época de subienda hicieron al río Magdalena y Honda; una mujer que, decidida a seguir el oficio de la pesca, acompañaba a su esposo con su atarraya; hombres de pocas palabras; pescadores sobrevivientes a las masacres paramilitares que resistieron en sus pueblos al desplazamiento forzado y la violencia; pescadores que salían de noche en colectivo a cuidar la ciénaga del trasmallo; mujeres y familias que debajo de las camas se habían protegido de las tomas al pueblo por parte de los distintos actores armados; campesinos colonos que llegaron desplazados del interior del país buscando tierras para cultivar; familias que iban al río y a los playones a hacer paseos de olla; jóvenes que alternaban la pesca: en la subienda se dedicaban a la pesca y, cuando el pescado comenzaba a escasear subían a la montaña a raspar matas de coca. Estas conversaciones nos acercaron a sus heridas y problemáticas, también a sus alegrías y anhelos.
Seguimos montaña arriba hacia los corregimientos de Monterrey y San Blas. En el primero, abundaba la tierra para el ganado y los cultivos extensos de palma. Sonaba a corrido prohibido y cantina. En medio del pueblo, un monumento con las fotos de tres transportadores masacrados en el 2008 por los paramilitares y un santo elevando sus manos hacia el cielo. El segundo, un caserío fantasma, puertas cerradas y desvencijadas. Un pueblo echado a menos que, en algún momento vivió la prosperidad fugaz que trae la coca y la minería. Al llegar a estos corregimientos, las conversaciones se hicieron más densas, la palabra perdió fluidez.
Andando el pueblo y recorriendo los caminos por agua y por tierra, llegamos a los espacios donde la palabra del pescador vive. Nos juntamos en las enramadas de palo y paja donde descansan al medio día los pescadores para escuchar sus cuentos sobre los corrales. Nos embarcamos en faenas de pesca para aprender de su quehacer. En los patios o frente a las casas mientras remendaban sus atarrayas o reparaban sus canoas, escuchamos sus historias. En las salas de las casas tomando tinto conocimos a sus familias y vecinos.
Así, como ese recorrido inicial, este texto funciona, entonces, como guía de ruta para adentrarnos en el universo acuático de los pescadores y la pesca en la ciénaga de Simití, su complejo de ciénagas y sus salidas al río Magdalena. Encontramos un universo vasto en nombres, términos, movimientos, prácticas, creencias y saberes. Algo de ese universo ha quedado plasmado en estos versos.
I
Muy temprano en la mañana
las mujeres se levantan
a barrer las calles del pueblo
De sus casas brota el sonido de la emisora La Original
Cada mañana despierta a los simiteños con una cumbia:
La península,
La península.
Simití del alma mía,
Tierra encantadora y bella (…)
A esa hora
empuja la brisa como flechas en el agua,
las primeras canoas de pescadores
En mocho y sombrero, salen de sus barrios
Ahí van los ribeños y los bajeños,
de Las Puntas, Chambacú,
El Pesebre, La Bota y San Francisco.
A canalete reman las parejas
de pescadores: los hay vecinos,
también amigos y familiares
El atarrayero va en la punta,
el patrón conduce detrás
Salen con sus atarrayas esperando
regresar con una buena pesca.
Recorren en silencio caños y
otros rincones de la ciénaga
Buscan los sitios de vivienda del blanquillo,
el barbú, el bagre, la colomba o pacora,
el coroncoro, la mojarra, el nicuro
o el pescado mejor conocido como bocachico.
Una mancha en el agua
El patrón se detiene
El atarrayero se agacha,
saca de un tarro bolas de barro
que amasa y tira al agua.
Una onda se expande
Pequeñas burbujas brotan a la superficie
Es una señal para alistarse.
El atarrayero asegura la cuerda de mano
Con sus dientes sujeta la red y,
con un balanceo extiende sus brazos
abriendo la atarraya como una telaraña,
dejándola caer en el agua.
Arrastra y arrastra
Con suerte, unos cuantos peces picaron
Repite el procedimiento tanteando
distintos puntos del caño.
Del monte brota el canto rasgado de la guacharaca
El pato cuervo aletea y chapotea
Se sacude de abajo hacia arriba,
de arriba hacia abajo.
Unas cuantas gotas caen
Los bocachicos resollan contentos
La ciénaga se inquieta con tremendo aguacero
que no da tiempo de volver.
Con la ropa empapada, los pescadores
se resguardan en una casa de palo improvisada
Con cuchillo afilado en mano
se preparan para arreglar el pescado:
Por el centro abren el vientre,
sacan las vísceras que arrojan al agua
Luego raspan y raspan
de atrás hacia adelante
las escamas del pescado
Lo tasajean
El olor penetrante alborota
a unos pequeños insectos,
forman una nube verde
que rodea a los pescadores.
El tiempo se alarga y ya es medio día
Las nubes se dispersan, dejan ver en el fondo
la cara del indio en la Serranía de San Lucas.
Pronto la ciénaga se vuelve
un espejo brillante, vaporoso
Los rayos del sol comienzan a pegar con fuerza
en los ojos y rostros de los pescadores.
Con la canoa cargada de pescado
se alistan a volver a las puntas
En johnson los esperan
con pesas en mano compradores
de Gamarra y otros pueblos cercanos.
A 4.000 el kilo de pescado grande
El pequeño a 2.000
Entre pesas, olor a pescado fresco
y la algarabía de la compra y venta,
los pescadores reciben uno que otro peso que,
reparten por mitades.
Regresan con sus canoas
a la orilla de sus barrios
Saltan a tierra, dejan la atarraya secar
Por el patio trasero entran a sus casas
con la pesca del día lista para preparar
el viudo de pescado.
*****
Para refrescarse del sol de la tarde,
los marranos se revuelcan
en el barro a la orilla de la ciénaga
Al fondo, un pescador se da un baño
Otros pescadores se alistan para hacer la siesta
se juntan en las enramadas de cada barrio
o se recuestan en los pisos fríos del frente de las casas
Los que no duermen conversan y echan cuentos
Otros pasan la tarde, sentados en las calles,
tejiendo y remendando sus atarrayas
que cuelgan de los árboles.
*****
Comienza a oscurecer
Son las seis de la tarde
Es la hora de la madre de agua
Se despierta con un ronroneo largo
que vibra con fuerza en toda la ciénaga
Prrrrr-prrrrrrrrr-prrrrrr
Brota el sonido debajo del agua,
invitando a los pescadores a salir otra vez.
Es buena hora para tener una pesca segura
Los peces se atolondran con su sonido.
Cuando la madre de agua se calla
la pesca es mala
Los peces quedan ariscos hasta entrada la noche
cuando los pescadores nocturnos salen.
Ellos prefieren pescar con el fresco de la noche
o con la claridad de las noches de luna llena
Salen también en parejas,
algunos con atarraya,
otros con trasmallos.
*****
II
El caño es un espacio colectivo,
Es el criadero del bocachico
Habitan también las babillas,
el pato cuervo y hasta una
virgen que vive en una cueva.
Es la Virgen de la Piedra
que espera con bendiciones
a los pescadores que van de paso.
El caño, espacio de pesca y tránsito
Con bultos de tierra, lo están secando
Con palos dentro del agua, lo están cercando.
El caño se ha reducido
Lo han cerrado.
Ahora el camino hacia el Magdalena es más largo
Los pescadores ya no visitan a la Virgen de la Piedra
Ya no recogen el agua de su pozo para aliviar sus males.
En las tierras cercanas al caño ahora pasean las vacas
Que mugen victoriosas como diciendo:
“ahora prospera la ley de la propiedad privada y el progreso”.
*****
III
El río y la ciénaga están vivos
Lo saben los pescadores tradicionales,
que, por años, se mueven siguiendo sus ritmos.
*****
Trrrrrrrrr
Con el invierno resuena el río crecido
Ahí vienen, entrando por la boca de Cerro Burgos
cansados y hambrientos del viaje desde Honda.
Trrrrrrrrr
Ya vienen por los caños
Los machos están culecos
Las hembras vienen cargadas
de huevos buscando refugio,
se preparan para desovar.
Trrrrrrrr
Entran por la ciénaga
Anuncian la temporada de bajanza
Un periodo en que la pesca disminuye,
los pescadores reemplazan sus jornadas por el trabajo de la tierra
en los cultivos de pancoger.
*****
En temporada de lluvia,
llegan las plegarias a San Antonio:
Humilde y divino Antonio
Ruega por los pecadores
Detrás de los gozos
suenan las campanas de la Iglesia,
anuncian el comienzo de la procesión.
El santo alisa su túnica marrón
con un cordón la ajusta en su cintura
Con firmeza carga al niño que llevará en brazos
Con la otra mano agarra un lirio blanco.
Suenan los voladores fuera de la iglesia
Los hombres cogen fuerzas para cargar al santo.
Afuera los espera una romería:
niños, niñas, viejos y jóvenes
vestidos con túnica franciscana
Unos vienen a pagar los favores concedidos
Otros a acompañar al santo.
Con notas de vientos abren las puertas de la iglesia
La gente se junta cerca al santo
lo pasean por la Calle Real
lo llevan por todo el pueblo
entre cantos, súplicas y oraciones.
El niño va bostezando
sus ojos se cierran cansados
El santo lo arrulla en brazos
susurrándole canciones de cuna.
El niño ya va dormido
es hora de volver a la iglesia
A esperar la siguiente bajanza,
que llega el 13 de junio.
*****
En la subienda,
cuando el río baja y los playones salen a la superficie,
el pescado sale robustecido a quemar grasa.
Va río arriba al río Magdalena.
Es un tiempo de abundancia,
la pesca se compone.
En las tardes o en las mañanas de verano
los pescadores se embarcan en sus machos.
Aglomerados en la ciénaga,
van a corralear.
Forman dos líneas
luego cierran un círculo
A la señal de los patrones, se sincronizan en el agua
Hacen lances de atarrayas
Buscan pescar entre todos al bocachico.
*****
Con la subienda,
llegan las mojigangas y la danza de las pilanderas
cada 28 de octubre se celebra el día de San Simón.
Un día en el que los árboles se decoran y hasta bailan:
unos llevan velas y totumos
otros festones y serpentinas de colores.
De cada barrio hay un árbol
Que sale con su comparsa
de tambores por las calles del pueblo.
Entre risas de niños pintados de negro
ancianas con culos de bombas
llevan cada árbol
lo zarandean como si tuviera vida propia.
*****
Las calles se encharcan
Despierta el carnaval
El agua se vuelve protagonista:
mangueras de agua,
baldados de agua fría,
bombas de agua,
todo se vale.
Se corretea a los transeúntes
Hasta dejarlos emparamados.
*****
El río y la ciénaga siguen vivos
El territorio lo sabe
Siguiendo las enseñanzas de los abuelos,
los pescadores tradicionales los han protegido.
Pero este universo es frágil, podría desaparecer
Los peligros son constantes, el territorio está en amenaza.
*****
En tiempos de bajanza,
el pescador tradicional ya no va a su parcela a cultivar
A algunos los despojaron de su tierra
Quedó en manos de ejércitos
de seguridad privada
Otros las vendieron a colonos cachacos
que querían trabajarla.
En tiempo de Seguridad Democrática
Bajaban por el río johnsons y chalupas
con pelotones de niños, niñas y jóvenes armados.
Inocentes, jugaron a ser rudos.
Bajaban con su jefe de turno
Que con su acento cachaco los mandaba:
¡Bájeme esos gajos de guineo!
¡Agarre esas gallinas!
A ver, los vi, ¡armen el cambuche pa’ esta noche!
Cuando llegaban, ni siquiera se podía chistar
Forzadas las familias
abandonaron su pedazo de tierra.
Se vivía con mucha zozobra
Los jóvenes temían ser llevados al monte
Las mujeres preferían vivir en el pueblo
Y hasta las propias brujas convertidas
en garzas volaron bien lejos.
El campo quedó desolado
Los animales que dejaron, desorientados
Los cultivos de pancoger se perdieron
Los espantos, al no poder aparecer,
se esfumaron monte adentro.
*****
Ahora prospera la ley de la propiedad privada
La del beneficio propio
La que busca privatizar la ciénaga
La que cree poder domesticar y amansar el río
que le pone precio a cualquier relación
que pretende romper con todo gesto solidario
La lógica del más avispado.
Bajo esta ley una minoría de pescadores
ha cambiado sus atarrayas por trasmallos
Ya no se rigen por la bajanza
Ni por la subienda.
Salen en las noches a instalar a escondidas sus mantas,
Cubriendo toda la ciénaga
Sofocándola.
No hay animal que se salve,
Hasta los patos cuervo mueren enredados
Todo lo que pasa cerca,
peces pequeños, hembras con huevos,
Todo lo arrasa.
Es una pesca desigual
Una pesca en la que los trasmalleros
se llevan el pez gordo
Un pez que no da un brinco y se esfuma
Sin verse, a pesar de todo,
el tan predicado progreso.
*****
A Simití lo cubre el manto
protector de una virgen,
La Original
La patrona de los simiteños
Una virgen niña, juguetona y voluntariosa.
La muy andariega se escapaba
a ese lugar que tanto añoraba:
la Serranía de San Lucas,
su territorio.
Por los caminos
se descalzaba sobre el barro mojado
Cantaba a la luz de los cocuyos
mientras andaba por el monte
enredando su falda,
bailando con su manto
abierto lleno de cadillos.
De la Serranía de San Lucas fue bajada
instalada en la Iglesia de San Antonio
Los mineros de Guamocó la adornaban con ofrendas de oro
Llegaban de lejos con rezos y plegarias,
buscando favores.
En las noches,
cuando el pueblo dormía
Se volaba a la casa de sus abuelos
Esa casa donde fue dejada
por unos ángeles caminantes.
No valieron los regaños del cura
Ni los de los viejos del pueblo
para que se dejara de escapar
Hubo que darle una ventana
con vista a la Serranía de San Lucas,
para que la Virgen de la Original
se amañara en su altar.
*****
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