Jerónimo Rivera se sienta con Alberto Gómez Peña, director próximo a estrenar su ópera prima, Ríos de ceniza, el recorrido va desde el quehacer cinematográfico, la independencia, los muchos o los pocos recursos, hasta la culminación de una película para empezar otra.
JR: ¿Cómo fue el proceso de gestación de la película?
AG: Un proceso de un grupo de profesores universitarios que tenía muchas ganas de sacar una película con un presupuesto mínimo, muchos apoyos y muchas ganas. Se desarrolló a medida que fueron pasando las cosas, en cuanto a búsqueda de locaciones, convenios… desde un principio se desestimó buscar el apoyo del FDC por el género de la película, fantasía, que como bien sabes es un género que es poco usual en Colombia. Entonces ese es uno de los puntos interesantes de este proceso: de entrada, era difícil de financiar, con características muy distintas al resto, no teníamos más proyectos ni mucha experiencia y nos estábamos metiendo en un género complicado y un poco difícil de entender. Estábamos haciendo fantasía, pero la fantasía suele ser comercial y esta película tiene una perspectiva más de autor y realizada en Santander. Fue un buen ejemplo de trabajo en equipo en el que muchas personas quisieron comprometerse y aventurarse y gracias a eso fue que el proyecto pudo materializarse.
JR: ¿Cómo fue el salto del cortometraje al largometraje? teniendo en cuenta que tienes una amplia experiencia en el corto.
AG: Yo había tenido la experiencia haciendo cortometrajes y parte del proceso que tuvimos con este grupo de amigos fue probarnos también como equipo. Antes de hacer este largometraje, yo escribí un corto para rodarlo en locaciones similares a las que iba a tener esta película. Queríamos ver cómo nos compactábamos en condiciones similares, si se mantenía la camaradería, como nos iba con el clima, tratando de ver cómo funcionaba el trabajo en equipo. ¿Por qué hago énfasis en el trabajo en equipo? Porque desde que estaba en la universidad yo no soñaba tanto con ser un autor, si no con hacer parte de un equipo, como una banda de rock, ser parte de eso y yo quería encontrar ese grupo de artistas, ese grupo de realizadores y así fue. El cortometraje se llamó “Vaquero sin caballo” y tuvo una gran acogida en el circuito de festivales, estuvimos en un recorrido modesto, pero nos dio ánimo y nos dijo a todos que podíamos hacer algo chévere, porque también se disfrutó. El corto para mí fue una prueba de cómo íbamos a funciona como equipo.
JR: ¿Cómo funcionó la vinculación entre el mundo académico y el profesional de la realización?
AG: En todos los que hacen parte de este grupo hay un rasgo académico que, por ejemplo, en el montaje se sintió muchísimo, estábamos queriendo buscar una autenticidad, pero también una responsabilidad con las referencias que estábamos utilizando. Yo me atrevería a decir que nosotros, los que estamos vinculados a la academia, vemos cine de diferentes épocas y estamos muy marcados con unas referencias que el público tal vez no conoce, pero para nosotros son muy importantes. Entonces siempre estábamos pendientes de no caer en los clichés y cuidando que la película tuviera un rasgo diferenciador, y eso a veces es peligroso porque por buscar la autenticidad se puede perder algo de espontaneidad y sinceridad. Nosotros los profesores tenemos mucha presión de hacer algo que sea coherente con lo que decimos en nuestras clases.
JR: Cuéntanos un poco sobre la producción, en todas las etapas.
AG: La plata con la que hicimos la película es chistosa, mencionar la cifra es cómica y yo me cuido de mencionarla porque es mentirosa. Nosotros tuvimos un presupuesto en efectivo inferior al que da un municipio para hacer un cortometraje. Yo siempre pongo la analogía de la película “Jamaica bajo cero”, un grupo de jamaiquinos que quiere pasar a los juegos de invierno, yo así me siento todavía. Llegar a pasar a un festival de alto renombre con películas de grandísimo presupuesto y mucha experiencia sería muy gratificante para este grupo de personas que hizo esta película con tan poco, sería un gran sueño y esa es parte de la motivación. Saber que pudimos hacerlo con muy poco. He optado por no decir cuánto costó porque también creo que hago daño porque tampoco hace justicia a todos los apoyos que recibimos de muchos que nos dieron la mano porque vieron en nosotros esa pasión y compromiso que siempre hemos tenido con la película. Esa energía trascendió porque muchos de los actores que empezaron a vincularse al proyecto, algunos de ellos venían de proyectos de gran presupuesto y con mucha experiencia, se sorprendieron al ver nuestra dinámica de trabajo y cómo todos se sentían dueños de la película, eso siempre les pareció fantástico.
Una de las etapas más bonitas para mí, la recuerdo como algo muy especial, fue la del rodaje, porque supimos llevar a cabo los deseos de hacer la película sin traicionar la amistad y la buena energía. Por supuesto, la preproducción fue muy importante y en la posproducción tuvimos la oportunidad de volver a escribir la película y tuvimos el tiempo de hacerla y rehacerla para buscar una manera digna de terminar todo el esfuerzo que hiciera justicia a todo el proceso.
JR: Del proceso de esta película ya casi terminada a un segundo proyecto, ¿cuáles son las ganancias, los aprendizajes?
AG: Yo creo que a la preproducción que tuvo Ríos de ceniza le faltó más escucha, en la escritura de guion, es algo que reconozco como guionista del proyecto, aun cuando el guion pasó a laboratorios y recibió comentarios. El problema es que la mayoría de los comentarios fueron positivos, entonces creo que yo debí haber profundizado mucho más en los riesgos que estaba corriendo. Una de las cosas que yo quisiera para este segundo largometraje es asumir menos riesgos. En una segunda película no vale la pena arriesgar tanto, sobre todo el tiempo, en mi caso fueron nueve años de trabajo. Una de las enseñanzas es tenerla más clara y esto significa empezar a escuchar mucho más desde el momento de la escritura.
JR: ¿En tu trayectoria como definirías tu estilo?
AG: Yo quisiera que mi estilo fuera el trabajo en equipo. Quisiera trabajar con un grupo que se mantuviera y que la voz no fuera una, sino que fuera grupal. Me parece que no sería coherente querer tener una marca personal, cuando lo que estoy buscando es una marca grupal. Yo sé que esto puede ir en contra de lo que puede buscar un festival, pero yo no estoy buscando ser un “iluminado” sino buscar el trabajo en equipo, yo creo que lo más grande en la historia de la humanidad se ha hecho en equipo.
JR: ¿Cuéntame un poco sobre las motivaciones, tanto de Ríos de ceniza como del próximo proyecto?
AG: Siempre son desahogos. Hay muchísimas películas, entonces la razón para producir películas de bajo presupuesto debe ser siempre la necesidad. Yo quiero hacer películas que me muevan y a las que no me moleste dedicarles tiempo.
JR: ¿Desde tu perspectiva, como ha sido la tradición histórica de la realización audiovisual de Santander?
AG: Habría que hablar aquí de la historia reciente, pues hay una especie de nueva ola del cine santandereano. Hay que nombrar la influencia de Iván Gaona, y ahí estaríamos todos de acuerdo, pues él empieza a invitarnos a motivar a todos los realizadores a mirar hacia la región. Por supuesto, es la perspectiva de una persona que vuelve a su ciudad natal, pero lo que yo percibía de la gente que hacía realización aquí antes de Gaona era que poco tenía en cuenta su cultura y lo que él hace es rescatar esas raíces campesinas santandereanas y eso empieza a influir en mucha gente. Empieza a ser un referente grande sobre todo por su serie de cortos, a mí me gusta especialmente “Retratos” y todavía conservo muchas imágenes del tratamiento visual de ese cortometraje. Ojalá que siga siendo una inspiración para nuevos realizadores. Yo tuve la suerte de ser jurado de un par de concursos en Santander y creo que viene un buen cine para Santander en los próximos años. Yo le tengo mucha fe.
JR: ¿Cuál o cuáles crees que son las marcas de identidad del cine santandereano actual?
AG: Yo no sé si habría una marca del cine santandereano. Recuerdo la cantidad de trabajos que vi como jurado de las convocatorias y yo no creo que eso esté pasando, incluso en otras regiones como la antioqueña en donde tampoco creo que haya marcas. A pesar de que se toquen los mismos temas, las formas de abordarlos son muy diversas. Yo no noto que haya marcas regionales, como tampoco creo que las haya en el cine colombiano.
JR: Hablando en términos institucionales, ¿Hay alguna influencia de universidades o del canal local en la producción local?
AG: No hay mucha influencia. Nosotros aquí somos muy pocos, comparados con otras regiones, pero creo que viene gente con ganas de hacer mucho cine. Por ahora somos pocos los que intentamos con poco presupuesto mover nuestros proyectos. Las dos convocatorias que hay en Santander, la de la gobernación y la de la alcaldía, no contemplan apoyos para la realización de largometrajes, así que los que están haciendo largos deben buscar los recursos de forma independiente. Yo creo que también está en deuda el sector académica, pero especialmente el canal regional, ellos tienen presupuesto, y ya sería el momento de ayudar a quienes quieren hacer cine.
JR: Los tres realizadores que he entrevistado viven o han vivido fuera de Santander, ¿En tu caso por qué decidiste hacer tu ópera prima en la región si has vivido en tantas ciudades fuera del país?
AG: Se trata de una premisa de guionista, que es mi principal experticia. Lo que más he estudiado en la narrativa es que uno tiene que escribir de lo que sabe, como en la literatura, y uno es del lugar en donde hizo la secundaria. Yo hice el colegio aquí y todas mis raíces, mis convicciones, mi familia, son de acá. Si hay un sitio del que puedo hablar bien es de Santander. Es prácticamente un tema de estrategia. A mí me encantaría hacer películas en Nueva York, en Paris, pero tendría que hacerla como un inmigrante, porque son ciudades muy lejanas. En cambio, Santander es la relación con la familia, con el papá, con la mamá, como uno habla, en el modo en que se narra y como se edita la película y ahí sí la cultura tiene mucho que ver. Hay que hablar con ventajas y la ventaja es hablar del sitio que uno más conoce.
JR: ¿Cuál es tu próximo proyecto?
AG: Se llama Santander Sapiens, estoy buscando apoyos. Es un documental que explora cómo nuestros colegios, aquí en Santander nos inculcan o nos enseñan el trabajo en equipo. Busca indagar si se considera importante en nuestra formación el impulso a la colectividad y como nuestras instituciones proyectan en sus planes de estudio este componente y la importancia que le dan en sus colegios.
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CONVERSACIÓN CON ALBERTO GÓMEZ PEÑA
Jerónimo Rivera se sienta con Alberto Gómez Peña, director próximo a estrenar su ópera prima, Ríos de ceniza, el recorrido va desde el quehacer cinematográfico, la independencia, los muchos o los pocos recursos, hasta la culminación de una película para empezar otra.
JR: ¿Cómo fue el proceso de gestación de la película?
AG: Un proceso de un grupo de profesores universitarios que tenía muchas ganas de sacar una película con un presupuesto mínimo, muchos apoyos y muchas ganas. Se desarrolló a medida que fueron pasando las cosas, en cuanto a búsqueda de locaciones, convenios… desde un principio se desestimó buscar el apoyo del FDC por el género de la película, fantasía, que como bien sabes es un género que es poco usual en Colombia. Entonces ese es uno de los puntos interesantes de este proceso: de entrada, era difícil de financiar, con características muy distintas al resto, no teníamos más proyectos ni mucha experiencia y nos estábamos metiendo en un género complicado y un poco difícil de entender. Estábamos haciendo fantasía, pero la fantasía suele ser comercial y esta película tiene una perspectiva más de autor y realizada en Santander. Fue un buen ejemplo de trabajo en equipo en el que muchas personas quisieron comprometerse y aventurarse y gracias a eso fue que el proyecto pudo materializarse.
JR: ¿Cómo fue el salto del cortometraje al largometraje? teniendo en cuenta que tienes una amplia experiencia en el corto.
AG: Yo había tenido la experiencia haciendo cortometrajes y parte del proceso que tuvimos con este grupo de amigos fue probarnos también como equipo. Antes de hacer este largometraje, yo escribí un corto para rodarlo en locaciones similares a las que iba a tener esta película. Queríamos ver cómo nos compactábamos en condiciones similares, si se mantenía la camaradería, como nos iba con el clima, tratando de ver cómo funcionaba el trabajo en equipo. ¿Por qué hago énfasis en el trabajo en equipo? Porque desde que estaba en la universidad yo no soñaba tanto con ser un autor, si no con hacer parte de un equipo, como una banda de rock, ser parte de eso y yo quería encontrar ese grupo de artistas, ese grupo de realizadores y así fue. El cortometraje se llamó “Vaquero sin caballo” y tuvo una gran acogida en el circuito de festivales, estuvimos en un recorrido modesto, pero nos dio ánimo y nos dijo a todos que podíamos hacer algo chévere, porque también se disfrutó. El corto para mí fue una prueba de cómo íbamos a funciona como equipo.
JR: ¿Cómo funcionó la vinculación entre el mundo académico y el profesional de la realización?
AG: En todos los que hacen parte de este grupo hay un rasgo académico que, por ejemplo, en el montaje se sintió muchísimo, estábamos queriendo buscar una autenticidad, pero también una responsabilidad con las referencias que estábamos utilizando. Yo me atrevería a decir que nosotros, los que estamos vinculados a la academia, vemos cine de diferentes épocas y estamos muy marcados con unas referencias que el público tal vez no conoce, pero para nosotros son muy importantes. Entonces siempre estábamos pendientes de no caer en los clichés y cuidando que la película tuviera un rasgo diferenciador, y eso a veces es peligroso porque por buscar la autenticidad se puede perder algo de espontaneidad y sinceridad. Nosotros los profesores tenemos mucha presión de hacer algo que sea coherente con lo que decimos en nuestras clases.
JR: Cuéntanos un poco sobre la producción, en todas las etapas.
AG: La plata con la que hicimos la película es chistosa, mencionar la cifra es cómica y yo me cuido de mencionarla porque es mentirosa. Nosotros tuvimos un presupuesto en efectivo inferior al que da un municipio para hacer un cortometraje. Yo siempre pongo la analogía de la película “Jamaica bajo cero”, un grupo de jamaiquinos que quiere pasar a los juegos de invierno, yo así me siento todavía. Llegar a pasar a un festival de alto renombre con películas de grandísimo presupuesto y mucha experiencia sería muy gratificante para este grupo de personas que hizo esta película con tan poco, sería un gran sueño y esa es parte de la motivación. Saber que pudimos hacerlo con muy poco. He optado por no decir cuánto costó porque también creo que hago daño porque tampoco hace justicia a todos los apoyos que recibimos de muchos que nos dieron la mano porque vieron en nosotros esa pasión y compromiso que siempre hemos tenido con la película. Esa energía trascendió porque muchos de los actores que empezaron a vincularse al proyecto, algunos de ellos venían de proyectos de gran presupuesto y con mucha experiencia, se sorprendieron al ver nuestra dinámica de trabajo y cómo todos se sentían dueños de la película, eso siempre les pareció fantástico.
Una de las etapas más bonitas para mí, la recuerdo como algo muy especial, fue la del rodaje, porque supimos llevar a cabo los deseos de hacer la película sin traicionar la amistad y la buena energía. Por supuesto, la preproducción fue muy importante y en la posproducción tuvimos la oportunidad de volver a escribir la película y tuvimos el tiempo de hacerla y rehacerla para buscar una manera digna de terminar todo el esfuerzo que hiciera justicia a todo el proceso.
JR: Del proceso de esta película ya casi terminada a un segundo proyecto, ¿cuáles son las ganancias, los aprendizajes?
AG: Yo creo que a la preproducción que tuvo Ríos de ceniza le faltó más escucha, en la escritura de guion, es algo que reconozco como guionista del proyecto, aun cuando el guion pasó a laboratorios y recibió comentarios. El problema es que la mayoría de los comentarios fueron positivos, entonces creo que yo debí haber profundizado mucho más en los riesgos que estaba corriendo. Una de las cosas que yo quisiera para este segundo largometraje es asumir menos riesgos. En una segunda película no vale la pena arriesgar tanto, sobre todo el tiempo, en mi caso fueron nueve años de trabajo. Una de las enseñanzas es tenerla más clara y esto significa empezar a escuchar mucho más desde el momento de la escritura.
JR: ¿En tu trayectoria como definirías tu estilo?
AG: Yo quisiera que mi estilo fuera el trabajo en equipo. Quisiera trabajar con un grupo que se mantuviera y que la voz no fuera una, sino que fuera grupal. Me parece que no sería coherente querer tener una marca personal, cuando lo que estoy buscando es una marca grupal. Yo sé que esto puede ir en contra de lo que puede buscar un festival, pero yo no estoy buscando ser un “iluminado” sino buscar el trabajo en equipo, yo creo que lo más grande en la historia de la humanidad se ha hecho en equipo.
JR: ¿Cuéntame un poco sobre las motivaciones, tanto de Ríos de ceniza como del próximo proyecto?
AG: Siempre son desahogos. Hay muchísimas películas, entonces la razón para producir películas de bajo presupuesto debe ser siempre la necesidad. Yo quiero hacer películas que me muevan y a las que no me moleste dedicarles tiempo.
JR: ¿Desde tu perspectiva, como ha sido la tradición histórica de la realización audiovisual de Santander?
AG: Habría que hablar aquí de la historia reciente, pues hay una especie de nueva ola del cine santandereano. Hay que nombrar la influencia de Iván Gaona, y ahí estaríamos todos de acuerdo, pues él empieza a invitarnos a motivar a todos los realizadores a mirar hacia la región. Por supuesto, es la perspectiva de una persona que vuelve a su ciudad natal, pero lo que yo percibía de la gente que hacía realización aquí antes de Gaona era que poco tenía en cuenta su cultura y lo que él hace es rescatar esas raíces campesinas santandereanas y eso empieza a influir en mucha gente. Empieza a ser un referente grande sobre todo por su serie de cortos, a mí me gusta especialmente “Retratos” y todavía conservo muchas imágenes del tratamiento visual de ese cortometraje. Ojalá que siga siendo una inspiración para nuevos realizadores. Yo tuve la suerte de ser jurado de un par de concursos en Santander y creo que viene un buen cine para Santander en los próximos años. Yo le tengo mucha fe.
JR: ¿Cuál o cuáles crees que son las marcas de identidad del cine santandereano actual?
AG: Yo no sé si habría una marca del cine santandereano. Recuerdo la cantidad de trabajos que vi como jurado de las convocatorias y yo no creo que eso esté pasando, incluso en otras regiones como la antioqueña en donde tampoco creo que haya marcas. A pesar de que se toquen los mismos temas, las formas de abordarlos son muy diversas. Yo no noto que haya marcas regionales, como tampoco creo que las haya en el cine colombiano.
JR: Hablando en términos institucionales, ¿Hay alguna influencia de universidades o del canal local en la producción local?
AG: No hay mucha influencia. Nosotros aquí somos muy pocos, comparados con otras regiones, pero creo que viene gente con ganas de hacer mucho cine. Por ahora somos pocos los que intentamos con poco presupuesto mover nuestros proyectos. Las dos convocatorias que hay en Santander, la de la gobernación y la de la alcaldía, no contemplan apoyos para la realización de largometrajes, así que los que están haciendo largos deben buscar los recursos de forma independiente. Yo creo que también está en deuda el sector académica, pero especialmente el canal regional, ellos tienen presupuesto, y ya sería el momento de ayudar a quienes quieren hacer cine.
JR: Los tres realizadores que he entrevistado viven o han vivido fuera de Santander, ¿En tu caso por qué decidiste hacer tu ópera prima en la región si has vivido en tantas ciudades fuera del país?
AG: Se trata de una premisa de guionista, que es mi principal experticia. Lo que más he estudiado en la narrativa es que uno tiene que escribir de lo que sabe, como en la literatura, y uno es del lugar en donde hizo la secundaria. Yo hice el colegio aquí y todas mis raíces, mis convicciones, mi familia, son de acá. Si hay un sitio del que puedo hablar bien es de Santander. Es prácticamente un tema de estrategia. A mí me encantaría hacer películas en Nueva York, en Paris, pero tendría que hacerla como un inmigrante, porque son ciudades muy lejanas. En cambio, Santander es la relación con la familia, con el papá, con la mamá, como uno habla, en el modo en que se narra y como se edita la película y ahí sí la cultura tiene mucho que ver. Hay que hablar con ventajas y la ventaja es hablar del sitio que uno más conoce.
JR: ¿Cuál es tu próximo proyecto?
AG: Se llama Santander Sapiens, estoy buscando apoyos. Es un documental que explora cómo nuestros colegios, aquí en Santander nos inculcan o nos enseñan el trabajo en equipo. Busca indagar si se considera importante en nuestra formación el impulso a la colectividad y como nuestras instituciones proyectan en sus planes de estudio este componente y la importancia que le dan en sus colegios.
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